Foto sacada de la Web |
Se despertó sin
sobresaltos. Permaneció quieta unos segundos en la oscuridad y estiró el brazo,
tanteando hasta dar con la perilla del velador. El reloj señalaba las 03:00 a.m. Toda la semana se había despertado a esa hora exacta, como si debiera desalentar
algo todavía indiscernible.
Sin embargo emergió del sueño con una húmeda serenidad, como cuando se sale del mar. Se
sentó en el borde de la cama. Torció la cabeza y miró detrás de ella la pared
sólida que formaba la espalda de Bruno. Escuchó su inspiración sibilante, el tic-tac
rítmico del reloj. Coincidían con los latidos de su propio corazón, le indicaban
que estaba despierta y viva. Su cuerpo lo estaba.
Esa noche, al abrir los ojos a las
tres de la madrugada, finalmente comprendió que ya no lo amaba. Era
sólo un muro que dividía en dos la cama. Un muro amable, conciliador y ella se había vuelto intolerante a la cordialidad y a la avenencia. Habían sido el cloroformo de su parte indócil.
La palabra medida,
la sonrisa oportuna, fueron el cebo. Ella desconocía esa fábrica de gentilezas
y comprensiones tácitas. De donde provenía las voces eran ásperas y los gestos
airados; las lenguas cortaban y los dientes mordían hasta el rojo. Bruno le mostró lo
inefable, se deslumbró y entró en la jaula.
Se acostumbró
rápido al loft de Palermo Soho, a los libros, a las galerías de arte, las
veladas con champán, los jeans de marca. Navegó en el balanceo adormecedor de
los lugares de moda, en el gatopardismo de romper reglas para seguir
disfrutando del sistema. Así era el
círculo de Bruno, al que ella había entrado por la puerta de
servicio. Primero se instaló en el dormitorio y al poco tiempo habitaba el entero
minimalismo del loft.
Aprendió, devota: observaba, escuchaba y ponía en práctica. Su lado insumiso se ovilló en
algún recoveco y, esporádicamente, aparecía en el fulgor de la mirada.
Bajó por la
escalera caracol, sus pies descalzos se hundían en el espesor de la alfombra
color perla. Demasiada suavidad. Recordó el barro y la rugosidad del asfalto
mejorado, de las cuadras llenas de baches hasta llegar a la parada del colectivo. Esta noche,
a las 03:00 a.m., había vuelto a tomar el timón de su espíritu de loba.
Caminó por el
living hasta el sector de la cocina, abrió un cajón y buscó entre los cuchillos
el que tuviera más filo.
La revelación del
fin del amor le produjo complacencia y la
bestezuela se desperezó y salió de su reducto. Ya no le debía nada a Bruno ni
a esta cueva luminosa con su colección de obras de arte.
Balanceando el
cuchillo volvió a la escalera y subió algunos peldaños. A mitad camino del
dormitorio colgaba un auténtico Turner, herencia del abuelo, tan esfumado
en su falta de color que parecía una equivocación en la textura de la pared.
Levantó la mano
con el cuchillo, y como en una película de terror barata, la sombra de
su brazo se proyectó en la tela y el filo del cuchillo se enterró en los grumos
del óleo, dejando un tajo ínfimo en el ángulo derecho.
Supo que en las noches siguientes, a las 03:00 a.m., el ritual volvería a
repetirse y sintió que era
nuevamente libre.
© Mirella S. - 2013 -
"Amanecer en Norham Castle" de Joseph William Turner |
Buenísimo, Mirella, felicitaciones.
ResponderEliminarBesos, buena semana
Muchas gracias, Vero, me alegro que te gustara.
EliminarBuena semana para vos y un abrazote.
Siempre lo consigues, desde el primer renglón, y aunque suene el teléfono no me levanto, hasta llegar al final. Tagore es mi poeta de juventud. Un abrazo
ResponderEliminarEs una buena noticia para alguien que escribe que el lector quede atrapado en la trama.
EliminarMil gracias Ester, te mando un beso enorme.
en todo caso, las mujeres gobiernan el mundo y al tiempo son ignoradas y perseguidas
ResponderEliminarUna complejidad admirable
Una paradoja total, así estamos...
EliminarBesos, profe.
Esa hora es siempre inquietante. En España la conocemos como "la hora de las brujas"
ResponderEliminarMe ha encantado, la imagino como un fantasma repitiendo aquel gesto todas las noches, recordandole como una tortura un desamor que mata.
Besos Mirella.:)
No sabía Nieves, tal vez por eso elegí poner esa hora... hubo un tiempo en que me despertaba siempre a las tres de la madrugada, sólo que no hacía esas cosas de cortar cuadros... jajaja...
EliminarUn gran abrazo. :D
Tus relatos hacen que me meta en ellos realmente. El cuchillo afilado me ha hecho estremecer, menos mal que era para el cuadro !!
ResponderEliminarPensabas que iba a haber sangre ¿no? Pero la venganza venía por otro lado.
EliminarUn besazo.
hay mujeres que se buscan su destino
ResponderEliminarhe conocido a algunas que se deslumbran por las grandes chequeras y les gusta , y son felices a su manera, allá ellas , cada quien sabe el ´porqué lo hace
hay quienes les gusta trepar rápido en la manada sean hombres o mujeres, en el show business se ve mucho
buen relato Mirella, ella está en ello y tiene todas las instancias para escapar, pero no lo hace, pudiendo
abrazos
Hay personas, creo que mujeres sobre todo, que les gusta quedarse en ese lugar para dar rienda suelta a un resentimiento ancestral.
EliminarGracias, Elisa, un fuerte abrazo.
Buen clima, Mirella. Me gustan las historias oscuras. La escritora Alejandra Laurencich tiene este registro. La leí últimamente porque vino a la librería La huella. Imagino que te gustaría.
ResponderEliminarBeso!!!
No la conozco, pero voy a buscar algo de ella. Recibí la notificación de tu post y vi la foto, pero no tuve tiempo todavía de leer la entrada.
EliminarBesos y gracias por pasar.
Extraña mujer. Me pregunto por qué no se fue....
ResponderEliminarMuy buen relato, hace tiempo que no lograba entrar en tu blog..
mariarosa
Te puedo dar mi intención cuando imaginé el relato, pero se pueden encontrar muchos otros motivos.
EliminarAlguien que ha sido maltratada siempre, a veces, puede elegir la venganza y morder la mano de quien la acaricia.
Muchas gracias por la visita y un gran abrazo.
Asesinar un Turner es un delito casi tan grave como asesinar a un desconocido Bruno.
ResponderEliminarbsazosss
Desde mi punto de vista de amante de la pintura, también.
EliminarLa peor venganza.
Bsazos para vos, Marcelo.
Del barro vienes y al barro irás. A la hora señalada, ella le hizo honor a sus orígenes.
ResponderEliminarSe vengó con la persona equivocada. Seguro que era un niña adoptada...
abrazo
Alguien que no supo crecer en el dolor y se quedó pegada a la amargura.
EliminarAbrazo, Lucre.
Muy bueno, Mirel. La verdad es que lograste excelentes imágenes y excelentes climáticas.
ResponderEliminarÉsto me recopó: "Sin embargo emergió del sueño con una húmeda serenidad, como cuando se sale del mar." O "Ella desconocía esa fábrica de gentilezas y comprensiones tácitas. De donde provenía las voces eran ásperas y los gestos airados", porque estás dando toda una sensación de la protagonista. Con ejemplos, le vas creando el perfil intenso con que después el relato avanza.
Y como ésto hay varias expresiones muy pero muy logradas. Sin embargo el regusto final es que nunca hubo amor ahí. Hubo justo lo que decís, el tema de un acomodamiento a un lugar cálido, donde estar a gusto y serenar el alma (si eso fuera posible).
Lehit
Mientras leía tu comentario, me reía sola, porque cuando lo publiqué me dije: Gavrí me va a dar con un caño caliente. No te sabría decir de donde me vino ese pensamiento, pero estaba segura de que no te iba a gustar.
EliminarMe alegro mucho que no sea así, porque -para variar- me sentía completamente insegura de este relato.
Gracias y neshikâ.
La historia está muy buena. Pero la revancha final -ese detalle de el desgarro ínfimo- que se va a suceder todas las madrugadas -porque una vez que el cántaro se rompe, ya no hay vuelta atrás- me parece excelente. No es necesaria ni una gota de sangre. Hay revelaciones que cambian la cotidianeidad y esa "modorra cómoda" para siempre. Abrazo, Mirella!
ResponderEliminar¡Gracias Bee, qué buen comentario hiciste! Captaste bien el intríngulis de la protagonista. Me alegro que te gustara el final.
EliminarUn fuerte abrazo.
A mí me pasa que cuando leo ficción no puedo dejar de buscar algún contacto con mi realidad personal. El texto resuena si logra hacer eco en alguna circunstancia de mi biografía. Será por eso que no me sale escribir ficción. Por estos días me está pasando que no me puedo dormir hasta las 3 a.m. porque me cayó la ficha de que mi vida así como estaba "armada" no va más. Antes de cerrar los ojos para caer dormida en mi cama, me la paso cavilando por el living porque encontré que hay un muro que me separa de mi amor por la enseñanza. Yo amo enseñar, soy y seré docente de alma por siempre, pero me siento profundamente defraudada por las condiciones en las que tengo que desarrollar este amor. Como le sucede a la protagonista de tu relato, me acostumbré a la comodidad de un instituto de enseñanza parecido al loft de Palermo Soho, pero sin tantos lujos. Me cansé de "la palabra medida, la sonrisa oportuna", los bostezos de mis alumnos, su falta de entusiasmo ante cada propuesta, las demandas excesivas y nunca bien valoradas de los padres y de mis superiores, me harté de que se prioricen los números por sobre los valores y lo humano... Es una lista larga que me desvela hace meses ya. A mí, como a ella, la revelación del fin de este cómodo amor al que estaba acostumbrada y resignada me produjo complacencia, aunque también me trajo cierta zozobra y angustia ante la incertidumbre de lo que será de mi vida de acá en adelante. De todas maneras, hoy me levanté armada con una pluma y la usé como ella usa el cuchillo: me fui al correo y redacté el largamente esperado telegrama de renuncia que no me animaba a firmar. Sentí que destrozaba una obra de arte, algo así como un Turner, que me llevó años plasmar, pero fui libre como nunca antes lo había sido. Espero seguir mi camino como ese río del que habla Tagore: siendo una fuerza nutricia discurriendo dentro de mis cauces desde la gratuidad ahora, ya que el otro discurrir resultaba un poder destructivo que terminó por desbordarme. Creo que llegué a tomar esta decisión porque entendí y acepté finalmente que para mí el mundo es el corazón.
ResponderEliminarUn beso!
Fer
Hay momentos de crisis en los que la comodidad ya no nos es suficiente. Menos mal, porque de otro modo nos aletargamos, mientras que la vida es continuo cambio.
EliminarEntiendo lo difícil que es dejar cierta seguridad, pero ya irás encontrando nuevos caminos más acordes a tus necesidades internas.
Pensá que estás acompañada y contenida por una familia. Otros se han tenido que tirar al vacío sin ninguna red de contención y se las rebuscaron para salir adelante. De eso tengo una larga experiencia.
Estos son los peores momentos, cuando se está en el aire después del salto. Pero pensá Fer, que siempre tenemos un paracaídas escondido.
Mucha suerte y un abrazo.
Buena utilidad para un cuchillo, asesinar amores de óleo, en vez de filetes.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Y mucho más limpio, también...
EliminarUn beso grande, Amando.
Como siempre, una delicia leerte.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la tensión que se respira.
Será autobiográfico?, jajajajjajajajja
Besos.
No Xavi, yo no habría procedido así. Hubiera bajado las escaleras en silencio, con un atadito con una muda, así como vine, y me mandaba mudar.
EliminarEl pobre Bruno era bueno...
Besotes porteños.
Me parece buenísimo. Imágenes preciosas y una atmósfera muy lograda.
ResponderEliminarEn cuanto a la temática, creo que si hubo amor y se rompió, esa terapia no va a lograr que se sienta totalmente libre.
Un abrazo muy cariñoso.
Desde ya que no Soco, pero hay mentes retorcidas y vengativas que no superaron carencias y sí se creen libres al ejecutar esos actos.
EliminarGracias por venir siempre.
Otro abrazo calentito.
Genial, Mirella.
ResponderEliminarEmpezando de a poco a conocer tus excelentes letras, esperaba, claro, que el final del cuento que prosiguiera a la dama con el cuchillo subiendo la escalera no fuera el deceso de Bruno. Pero no podía imaginar hacia dónde nos llevabas. Me encantó, finalmente, descubrir el destino con el que concluye la trama. Ideal...
¡Saludos!
No me digas Juanito que hubieras preferido sangre... jajaja...
EliminarMe da gusto que disfrutaras del relato.
Muchos saludos y gracias.
Siguen siendo unas salvajes!!! Un abrazo.
ResponderEliminarSin embargo a algunos les gusta que lo sean...
EliminarDarío, un gran abrazote.
Pues me parece que después de semejante barbarie a ésta la mandaron de nuevo pa’ su calle con baches y a comprar jeans en La Salada jaja. Dicen que la cabra siempre tira PAL’ monte.
ResponderEliminarBue, ya que ella quiere ser libre pues yo me quedo con Bruno, con su espalda de pared sólida, su palabra medida, la sonrisa oportuna, todas las herencias que le aparezcan y pasearemos de la mano por Palermo Soho.
La foto es hermosa, me encanta ese estilo antiguo.
Muy bueno, se lee pensando “qué irá a hacer esta loca”
Besos Mirella
Pero antes de que la manden pal barrio, todavía degustará un poco de esa vida que desprecia, pero que en el fondo le atrae...
EliminarA Bruno te lo envío en cuanto la borren a la colifata...
Besos, Vivian.
como siempre una MARAVILLA leerte... me traías tenso hasta saber que hizo la Oleo-asesina jajajajaja
ResponderEliminarexcelente
un abrazo
carlos
Es interesante provocar tensión en la lectura, quiere decir que además se capta la a-tención del lector.
EliminarGracias Carlos, estoy atrasada con la visita a tu blog, teneme un poco de paciencia.
Abrazo.
SENCILLAMENTE, MAGISTRAL!!!
ResponderEliminarBESOS
Gracias ReltiH, por bajar siempre a estos lados del sur. Me alegro que salgas conforme.
EliminarBesos.
Qué bien escribes Mirella, pero me ha dolido ese tajo al Turner, por dios jajajaja qué daño, mejor a Bruno una rebanadita en la cintura jajaja.
ResponderEliminarbueno... cuando se tiene claro que la cosa no funciona, resolución, hay que tener un par y para adelante, así, con un abogado y una sentencia, sobran los cuchillos.
Es lo de menos el tema, lo demás, es el ritmo que imprimes a tus textos, maravillosa.
Besos
Muy amable, Mia, agradezco tus cumplidos y a mí también me dolió el tajo en el Turner, peor hubiera sido en el cuerpo de Bruno.
EliminarUn abrazo
Una buena e intrigante historia Mirella.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Esme, siempre aprecio tus visitas y que me leas.
EliminarAbrazo.
He disfrutado con tu relato, con el despertar de la protagonista a una realidad dura, pero he sentido tambien el terror cuando imaginaba el cuchillo deslizarse por el lienzo de Turner, como mal menor me quedo con el detalle de que era...un tajo ínfimo.
ResponderEliminarSi, al menos hubiera sido el jarrón de la abuela :-)
Un abrazo
Fue el primer tajo ínfimo... la venganza se reeditará cada madrugada a las 3:00 am, por lo menos ella lo cree así.
EliminarGracias Victor por acercarte y dejar tu comentario. Un gusto que lo disfrutaras.
Otro abrazo.
El relato me ha gustado: engancha desde el mismo comienzo y el final -sorprendente- deja una simpática sensación de alivio... Pero creo que tengo un problema de incomprensión: no entiendo la venganza, me parece una forma de negación.
ResponderEliminar¡Un abrazo, Mirella! ^_^
Tampoco entiendo la venganza, por eso trato de explorar en ella en algunos textos, porque en el afuera es pan de cada día. Más que negación, la veo como resentimiento, como no aceptar que los otros son distintos y no hacen lo que queremos.
EliminarMuchas gracias, Jorge con un fuerte abrazo.
Ah, creí que caerías en la tentación del crimen, ja. Por un momento creí que mis historias se habían hecho tinta en tus letras, pero no. Nada que ver, pero ojo, estas mujeres son peligrosas, y lo digo con conocimiento de causa :P
ResponderEliminarFormidable la manera en que nos describís el hastío de esta mina. Nos llevás de la mano hacia su arranque inevitable, sin necesidad de contar otra cosa que no sea lo justo, esas cosas que parecen tontas, las que hacen que una pareja toque fondo.
Muy bueno.
No Raúl, un crimen hubiera sido totalmente previsible. Además las minas somos más rebuscadas (en eso me incluyo) y de hacer venganzas en cosas que duelan más (en eso no me incluyo).
EliminarGracias por pasar.
Un abrazo.