Aquietar la mente. El
objetivo que plantea el folleto es loable, teniendo en cuenta el estrés que
exudamos por cada poro y la sobrevaloración en esta época de lo racional.
Te va a venir bien parar
un poco el bocho, vos que sos un cerebro con patas. Ya probaste de todo, desde
los ansiolíticos, que te dejan medio lela —después para despabilarte recurrís
al café tipo tinta china, cuyo efecto colateral es que te electriza de nuevo—, las flores de Bach, los cuencos tibetanos,
las danzas circulares y hasta te animaste a que te limpiaran el colon. Pero tu
mente sigue sin rumbo y sin pausa, los pensamientos se arremolinan o van a la
deriva y siempre encuentran un madero podrido donde aferrarse. Al final del
día, te espera una migraña o la taquicardia.
Ni de noche me llega el
bálsamo restaurador. El dormir, cuando no se convierte en insomnio, está
perforado de sueños, algunos metafísicos, otros pavorosos o ambiguos, que debo desentrañar.
Hasta esa mala suerte tengo. La mayoría dice yo no sueño; y está el afortunado que en cuanto se despierta se
olvida de lo que soñó.
Y vos los recordás
enteritos, como si fueran películas proyectadas en la pantalla de tu mente y ponés
a funcionar la máquina para decodificar qué mensaje te manda el inconsciente.
Estoy en mi derecho de
conocer esos símbolos, es mi inconsciente, qué embromar.
Tampoco te quedó la
chance de llevarlos a terapia: el analista dijo que no vuelvas, por la jodida costumbre
de interpretarle sus interpretaciones. En el fondo quizás es mejor, me parece
que era un paranoico, escondido detrás de la barba y los lentes, con esa
expresión de sabelotodo.
Si lograra no caer en
estos soliloquios agotadores, si dejara de soliloquiar de la mañana a la noche
y de la noche a la mañana, tal vez, si no le diera tanta comida a ese rumiante
mental, como si albergara a una vaca hambrienta en la cabeza, tal vez…
Podrías ser más
comunicativa con los demás y no parecerías una ermitaña hosca, casi muda.
¿Vos pensás que la gente
me ve como una monja que hizo voto de silencio? Si me consultan por miles de
cosas para que los asesore, porque soy reservada y objetiva, con la mente
clara, dicen.
Seguro que te piden
consejos, sos abogada, en el lugar de los sentimientos tenés una computadora
fría y lógica que…
Basta, lo que faltaba,
ahora me vas a dar cátedra sobre la escisión mente-emociones y no terminamos
más. Volvamos a lo nuestro, es decir a lo mío, vos no sos otra cosa que un
subproducto de mi neurosis y no te voy a dar bola, a ver si todavía termino
esquizofrénica. Lo que me trae acá es la posibilidad de parar la mente. El
folleto dice que con técnicas de visualización creativa, meditación guiada, se
disminuye la ansiedad y permite una conexión con otros aspectos más recónditos
de uno mismo bla bla. Por eso estoy acá.
Acostate en la
colchoneta como está indicando el instructor, hiciste bien en pedir una clase
individual, así te desconcentrás menos.
El tipo tiene una voz
suave, amanerada, con un acento ¿caribeño? Comienza
por relajar los dedos de los pies y ve subiendo len-ta-men-te hacia arriba,
mientras cuentas diez, nueve, ocho…
Si subo no va a ser para
abajo, y si cuento hacia atrás, me olvido qué parte del cuerpo me toca aflojar.
Esto no funciona. Me parece un chanta.
Concéntrate en cómo el aire entra y sale de tus pulmones y si notas rigidez
en alguna parte del cuerpo, detente un momento y envía allí la respiración.
Entonces no termino ni
para mañana, recién voy por los tobillos. ¿Será colombiano?
Imagina que te vas disolviendo de a poco, que pierdes el contorno, que
los brazos y las piernas son gelatina, se es-tiiii-ran.
Qué tarado.
La cabeza pierde peso, se funde en el suelo, es una materia inerte,
libre de pensamientos inoportunos.
La cabeza nadie me la derrite.
Si aparecen pensamientos, contradicciones, no debes evitarlos, míralos y
déjalos ir…
Cómo podría no pensar…
¿venezolano, quizás?
Permite que fluyan, como si fueran nubes transitorias en un firmamento apacible.
Además, se cree un poeta.
Respira pro-fun-da-men-te, lento y profundo, vuelve a contar de diez a
uno…
Uf, dónde me metí, con
la cabeza hecha un flan, los pensamientos que deambulan por el cielo como
nubecitas de algodón, qué fastidio, si hasta me está viniendo sueño.
Y ahorita vas a entrar en contacto con tu guía interior, vas a entrar en
su santuario y él te conducirá hasta el centro de ti misma.
Qué santuario ni que
ocho cuartos, de qué habla, me parece que voy a aprovechar esta modorra y me
haré una siesta como Dios manda.
Imagina el santuario…
Dale con el santuario,
si no fuera que estoy cómoda y con ganas de dormir, me iba.
Mira al guía, que te conduce hasta un río que corre entre las piedras,
visualiza el lugar, el río…
Lo del río que viaja por
las piedras me gusta.
Camina…
Siento las piernas como
si fueran de trapo, por qué no se calla y me deja caminar en paz.
Observa el río…
Ah, el agua se
desbarranca en espuma azafranada y me salpica los pies descalzos.
Estás caminando detrás del guía…
El guía, sí…
Que él te lleve…
Estoy toda empapada…
Hacia un punto de luz…
Camino…
Entras al santuario… Estás más cerca de la luz… La luz te envuelve… ¡La
luz… la luz!
Eh, ché, qué es esto,
porqué el chabón me sacude, qué pasó
con el río, los pies descalzos y mojados.
Levantate nena, no ves
que la clase terminó.
¿Tan pronto? Es como si
hubiera nadado horas en aguas turbulentas.
Ahora tenés que pagar,
menos mal que yo sigo despierta porque si fuera por vos…
¡Cuánto! No me alcanza,
esto es un curro, mucha reverencia, mucho Namasté y semejante precio por una
siestita de morondanga, por más que el maestro sea importado.
Siempre la misma
despistada, pagá con la tarjeta, acá no volvemos más, son unos chorros.
©
Mirella S. — 2012 —
bocho: cabeza
chanta: informal, tramposo
chabón: tipo, tío
curro: robo, estafa
de morondanga: de poco valor
chorrros: ladrones
La meditación es un espejo
que te refleja tus virtudes y tus defectos.
Farid al-Din Attar