Él y ella
caminan apenas rozando el suelo, porque sus mentes vagan en otras dimensiones
de sí mismos. Recorren las geometrías cóncavas y convexas de Escher, suben o
bajan por escaleras que no conducen a lugares definidos, son puentes hacia
nuevos dédalos.
Se cruzan de vez
en cuando y, en ese momento, por un lapso brevísimo, algo se expande o se
dilata como una burbuja que crece y después, ante la levedad de un soplo, se
evapora. Es la intuición de un encuentro que no se produce: mientras uno sube,
el otro baja y cada uno es fiel a su elección.
Ella tiende a
bajar. Él, por el contrario, trepa por los peldaños, atraviesa corredores que
lo empujan hacia arriba. Sin embargo, no están seguros si suben, bajan o van en
las dos direcciones, de otro modo no se cruzarían.
Son visitantes
de un ámbito escalonado donde no prima la materia con sus egoísmos,
enfermedades y deseos que la consumen, la fagocitan. Tampoco son espíritus
superiores, acarrean sobre sus espaldas miserias diferentes.
Él despliega en
su mente banderas revolucionarias, utopías desgarradas y vueltas a zurcir.
Tiene el corazón surcado por cicatrices y cansancio.
A ella le gusta
asomarse a un pozo sin fondo, con su caña de pescar verdades que, con el
tiempo, va descartando una a una y flota
como un ectoplasma en una búsqueda encarnizada.
Cuando se
cruzan, no se miran, pero se reconocen. Ella lo percibe como un apócrifo Cristo
Pantocrátor bizantino. Para él, ella es una diosa pagana inaccesible, igual que
una estatua de granito.
No permanecen siempre
en el laberinto, viven también en el exterior. Allí sonríen, hablan, ejecutan
tareas, le dan permiso a la carne para que exprese sus necesidades. Acarician,
se dejan acariciar, gozan a través de los sentidos. Ella se deleita con uvas
moradas, huele nardos; él paladea vino añejo, mira los matices del crepúsculo.
Alguna vez creen
haberse visto en medio de la multitud, en la calle de cualquier ciudad. Ninguno
de los dos se ha dado vuelta para cerciorarse. Saben que se toparán en
algún recodo de los pasillos o en el rellano de ese palacio hecho de escaleras,
él subiendo, ella bajando. O al revés.
© Mirella S.
— 2017 —