Te sentís envejecida y
no es solamente cuestión de años. La vida te va diluyendo en matices
abstractos. Te empuja hacia adelante para terminar en el mismo punto de
partida: una noche de agosto que no querés recordar ni olvidar y que flota en
tu memoria como un cadáver hinchado en una ciénaga. Quedó a medio hundir, aún
asoma su putrefacción, siempre a medias, no se va y emerge cuando menos lo
esperás.
Leíste que la rabia es
un gran consuelo. Falso. Puede servir al principio, después, si se instala, te
carcome como una polilla angurrienta en un canibalismo espiritual improductivo.
Como si fuera poco,
ahora se le agrega lo físico, que encaraste con un tratamiento no tradicional
al que resultaste alérgica: una en un millón y te tocó a vos. Las inyecciones
en el abdomen embadurnan su palidez con ronchas enormes, que viran del rosa
oscuro al violáceo, duelen, pican e, impertinentes, se estiran por toda la
panza.
Tu destino sería la
cama, un sitio del cual escapás. Tus últimos escritos se refieren
exclusivamente a hechos tristes que ocurren en dormitorios. Por eso preferís
apoltronarte en el sofá, ubicado junto a la puerta ventana que da al balcón.
Desde allí observás la amplitud del cielo, sentada también alcanzás a ver el
fragmento del río que no ha sido ocultado por la proliferación descontrolada de
torres.
Te preguntás en qué
devino este blog que el mes próximo cumplirá tres años. De los relatos
iniciales no quedan rastros y cada vez más se asemeja a un diario ambiguo de
tus estados anímicos y corporales. Tenés la necesidad de compartir virtualmente
aquello que nadie sabe de vos en la realidad, salvo esa amiga de oro.
Qué pasó con la tana
reservadísima, de mirada intensa y sonrisa gentil, que ahora desviste sus emociones
en un striptease sin sentido, ni siquiera literario. Expone su miedo, la
incertidumbre, la decepción, la melancolía que la conduce de la mano y no la
abandona, el escepticismo que nunca experimentó y que ahora la envuelve en un
halo amargo. Quién es esta que aparece.
No podés escribir sobre
otra cosa y te estás planteando la posibilidad de no publicar más hasta que
salgas de esta jaula, encuentres temas que te saquen del ensimismamiento y que
tu ombligo enronchado deje de ser tu limitada visión del mundo. Hay demasiado
dolor afuera como para añadirle tus egoístas gotas de hiel.
A través del vidrio comprobás
que ha regresado una especie de golondrinas -de la que desconocés el nombre-, que
todos los años vienen para esta época. Son pequeñas, revoltosas e
incansablemente vuelan en círculos. ¡Ojalá logres escribir algo sobre ellas!
©
Mirella S. — 2015 —