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Arte digital by Enzzo Barrena |
Hace ya más de
un año que atravesé las fronteras de este país que perdió los deseos. Recorro
su territorio devastado por la indiferencia; camino sobre su tierra grisácea
como el cemento; observo las ciudades, los edificios sin una fisonomía propia.
Planos abstractos de un mapa mal diseñado.
Lo que queda a
mis espaldas es igual a aquello que tengo por delante. Es un espejo de mi
paisaje interior.
No hay colores
ni variantes o diferencias. Tampoco hay vegetación, flores o árboles, solo unas
líneas verticales más oscuras que despliegan ramajes fosilizados. De la palidez
del cielo se desprende una bruma que emboza las formas.
Mis pies avanzan
desprovistos de energía y levantan un polvo corrompido. Nada de lo que veo
repercute en mí. Cuando abandono las ciudades el páramo me rodea.
Provengo de un
lugar lleno de matices que deslumbran, de movimientos y de ruidos, de una
ciudad colmada de deseos, tantos que la desbordan, la resquebrajan. Sus
habitantes viven de —y para— sus anhelos. En una época, yo también.
Era una buscadora
de sentido. Lo buscaba debajo de las piedras, en las nubes evanescentes, en el
amor. Cuando “eso” que creía haber encontrado dejaba de ser verdadero para mí,
me recluía en la cuevita que hay en mi interior, reparaba fuerzas y emprendía una búsqueda nueva.
Hace demasiados
meses que perdí el entusiasmo por esa pesquisa y viajo por la región del
desinterés. Sin embargo, cuando consigo dormir, tengo sueños en los que afloran
una multiplicidad de colores cautivantes, bosques de árboles frondosos que
alojan nidos en los que desbordan las palabras que traen pájaros nómades.
Son deseos
inconscientes, espero que en algún momento irrumpan en mi realidad.
© Mirella S.
— 2020 —