Llegó la noche de Reyes y de golpe
los mayores se dieron cuenta de mi existencia. Hacían bromas, disimulándolas
con caras serias; hablaron de los camellos que iban a llegar con hambre y con
sed (me vino la imagen de algo verde, famélico, al acecho), contaron de la
estrella, de los presentes al niño Jesús y mantantiru-liru-lá.
Mamá me dictó la cartita con los pedidos; no estaba conmigo y le tuve que repetir varias veces que me corrigiera los errores. Papá daba vueltas por el cuarto, las manos en los bolsillos, con expresión de impaciencia, o quizás fuera otra cosa. La tía Mechita me miró con su cara de tierra y me acompañó a cortar el pasto y a poner los baldes con agua para los camellos. Sin hablar apoyó su mano sobre mi hombro en un inusual gesto de protección o de afecto. Se me ocurre conjeturar que ella ya sabía.
Mamá me dictó la cartita con los pedidos; no estaba conmigo y le tuve que repetir varias veces que me corrigiera los errores. Papá daba vueltas por el cuarto, las manos en los bolsillos, con expresión de impaciencia, o quizás fuera otra cosa. La tía Mechita me miró con su cara de tierra y me acompañó a cortar el pasto y a poner los baldes con agua para los camellos. Sin hablar apoyó su mano sobre mi hombro en un inusual gesto de protección o de afecto. Se me ocurre conjeturar que ella ya sabía.
La cena fue temprano y la
conversación estuvo a cargo de Julio y de los abuelos. Mamá y papá habían
establecido una barrera de silencio. Yo pensaba en los regalos y, de tanto en
tanto, se me mezclaban las imágenes del tatadiós y de los camellos. A los
postres se cortó la luz. Papá trajo una linterna y la tía Mechita paquetes de
velas.
Afuera los símbolos de la noche
relumbraban; no pude encontrar la estrella guía, tampoco nadie me ayudó a
buscarla, ocupados en prender las velas, improvisar candelabros en botellas
vacías. Mamá me llevó al dormitorio, me puso el camisón y me dio un beso con
olor a menta. A la luz de la llama su cara onduló como si fuese de agua, como
si de nuevo estuviera por cruzar a la otra orilla. Dejó encendida una vela
gorda y grandota.
Me desperté en la humedad de un
sueño, la frente con gotitas, igual a cuando tenía fiebre. No sé si desperté a
otro sueño, pasó mucho tiempo y los recuerdos se transforman, lo mismo que los
sueños. La vela seguía prendida, todo el cuarto temblaba en salpicaduras de
oro. Tomé la vela y fui hasta la ventana, tal vez vería llegar a los Reyes.
Lo descubrí en la pared, cerca del marco. De un verde sucio por la escasa luz, angosto y largo, de proporciones gigantescas, apoyado sobre su propia sombra que lo hacía todavía más grande. Y lo terrible fue que un poco más arriba había otros dos, quietos, en fila, como los tres Reyes Magos. Levanté la vela sin respirar, puro ojo en observación. Debían de ser los Reyes nomás, sostenían bolsas desbordantes de mariposas. En la oscilación de la luz se movieron los tres al mismo tiempo, rotaron hacia mí y se deslizaron por la pared.
Me traían regalos o yo era el regalo para ellos, porque sentí un cosquilleo en la espalda, algo surgía de mis omóplatos, algo tenue, de seda, y de mi boca abierta saltó una lengua finita, larguísima, en espiral y aunque las mariposas no tienen voz, un grito agudo se escapó de mi garganta, quizás fue el jadeo de mi respiración o las alas inquietas las que apagaron la vela.
Lo descubrí en la pared, cerca del marco. De un verde sucio por la escasa luz, angosto y largo, de proporciones gigantescas, apoyado sobre su propia sombra que lo hacía todavía más grande. Y lo terrible fue que un poco más arriba había otros dos, quietos, en fila, como los tres Reyes Magos. Levanté la vela sin respirar, puro ojo en observación. Debían de ser los Reyes nomás, sostenían bolsas desbordantes de mariposas. En la oscilación de la luz se movieron los tres al mismo tiempo, rotaron hacia mí y se deslizaron por la pared.
Me traían regalos o yo era el regalo para ellos, porque sentí un cosquilleo en la espalda, algo surgía de mis omóplatos, algo tenue, de seda, y de mi boca abierta saltó una lengua finita, larguísima, en espiral y aunque las mariposas no tienen voz, un grito agudo se escapó de mi garganta, quizás fue el jadeo de mi respiración o las alas inquietas las que apagaron la vela.
Mi grito arañó la noche y a partir
de ese momento sería antes y después del grito, antes y después del tatadiós,
antes y después del sueño o de la revelación, antes y después del seis de
enero.
La puerta se abrió y en el hueco aparecieron focos de luz, voces familiares, la presencia de mamá. Las manos de la tía
Mechita, apenas más alta que yo, me arrebataron la vela que chorreaba cera
caliente en mi camisón y después corrió por un vaso con agua. Hubo palabras de
consuelo: fue una pesadilla, ya pasó,
y frágiles caricias que se perdieron en el aire. No dije nada, sólo podía
llorar, y aunque no lo sabía, estaba llorando por anticipado.
Mamá me llevó a su cuarto y me
acostó en la cama ancha, del lado de papá, extrañamente intacto. Me adormecí en
sus brazos.
Al otro día permitieron que durmiera
hasta las once. A los pies de la cama se amontonaban los regalos. Los abrí: la
muñeca con rulos, los libros para colorear, el juego de té en miniatura, de eso
me acuerdo. No me alegraron. Entre las caras sonrientes y llenas de arrugas que me rodeaban,
busqué el óvalo pálido de mamá. No estaba. La llamé, no vino. Sentí que dentro de la boca se
me formaba un nuevo grito y otra vez los ojos se me mojaron con un
agua que ardía. Papá me sostuvo por los hombros, inclinó la cabeza, los labios
en una línea dura, y en un murmullo me dijo: mamá tuvo que irse muy temprano, va a tardar en volver.
No volvió nunca. No supe porqué nos
dejó, no se hablaba de esas cosas con una nena y cuando crecí tampoco. A las
preguntas que hacía la respuesta fue siempre el silencio, como el que rezumaba
de los ojos distantes de mamá, que no pertenecían a nadie, mirando siempre
hacia otra orilla.
Mucho después me enteré del mito de
la Mantis hembra: el macho queda cautivo en un abrazo mortal y durante la
cópula, ella se lo come despacio. El éxtasis unido a la muerte. La hembra se
llena de la materia que la fecunda y también del macho mismo. La posesión es
absoluta y culmina en la indiferencia de la muerte.
Esa voracidad me remite a mamá, inalcanzable en su lejanía. Ninguno de nosotros pudo calmarle el hambre. Papá quedó vacío, muerto en su sequedad. Y desde mi infancia aprendí a no tener anhelos, a volverme arcillosa y callada, tal vez por el miedo de despertar a la Mantis que habita en mí.
Esa voracidad me remite a mamá, inalcanzable en su lejanía. Ninguno de nosotros pudo calmarle el hambre. Papá quedó vacío, muerto en su sequedad. Y desde mi infancia aprendí a no tener anhelos, a volverme arcillosa y callada, tal vez por el miedo de despertar a la Mantis que habita en mí.
© Mirella S. —2010—
Imágenes sacadas de la Web |
... y ella seguía allí, las manos contritas,
confiando excesivamente en su imitación de ramita o palito seco.
Quise atraparla, demostrarle que un ojo siempre nos descubre,
se desintegró entre mis dedos
como una fina y quebradiza cáscara.
José Watanabe
(fragmento del poema "La mantis religiosa")
Lo leí casi sin respirar, por miedo que se me escaparan las letras y me quedara sin entender, pero sí entendí. Un relato tan bien escrito que me dejo sin palabras. Gracias por compartir tu narrativa, te dejo mi admiración.
ResponderEliminarmariarosa
Claro que ibas a entender, Mariarosa, no es de mis relatos más complejos... creo... jajaja...
EliminarTe agradezco profundamente tu cariñoso comentario. Es un cuento de algunos años atrás, si supieras cuántas veces quedó én suspenso porque no le hallaba el final adecuado.
Un fuerte abrazo.
Me ha encantado, Mirella. Me puse al día con el la parte anterior y lo he devorado fascinada.
ResponderEliminarLa infancia tiene una magia especial y tú la recoges en este impecable relato. Es bonito, muy bonito, aunque triste. Has conseguido narrar como lo haría un peque, con esa dulzura alucinada por la realidad.
Un abrazo.
Generalmente no sé reconocer las virtudes de lo que escribo, pero de este texto percibo que el lector entra fácilmente en esa atmósfera y se deja envolver por los sucesos.
EliminarMil gracias, Isabel, es una satisfacción que te gustara.
Besos.
Me ha dado pena.
ResponderEliminarUna niña sin mamá... tan pequeña...
El relato es magnífico como siempre. Nos tienes tan bien acostumbrados que ya parece que sea normal que escribas tan bien, y no lo es. Es un don.
Besos.
¿Dónde ha quedado tu parte salvaje, Torito? Sos un tierno vestido de duro.
EliminarMuchas gracias por tus palabras elogiosas.
Besos.
Empecé a leer con el sabor de lo leído en la parte I, me quede quieta y casi te escuchaba a ti leyéndolo para nosotros. Un cuento dentro de una historia, una niña a la que le cambiaron a su madre por unos juguetes. No olvidaré nunca la palabra "Tatadiós" que nunca antes había escuchado. Un relato preciso y precioso. Un abrazo grande
ResponderEliminarMe complace, Ester, que el final no te defraudara. Es un cuento triste, lo sé, creo que de los más tristes que escribí -que son mayoría-, quizás también porque está contado desde el punto de vista de una niña. Así y todo lo disfrutaste y te lo agradezco.
EliminarUn enorme besazo.
La inocencia sin amparo me remueve el alma...
ResponderEliminarUn placer leerte Mirella.
Que signa volando tan bellamente tus palabras.
Feliz día
Muchas gracias, Carmen. Hace bien saber que lo que uno escribe toca el alma del lector, estimula para que las palabras sigan levantando vuelo.
EliminarBesos.
Mirella, qué hermosura de relato. Cada palabra es poéticamente perfecta para transmitir las imágenes. La metamorfosis de la niña en mariposa, durante el sueño, es un vívido poema, y la metamorfosis de la madre en Mantis, el broche de oro. Kafka estaría orgulloso de ti. Me has emocionado tremendamente. Abrazos.
ResponderEliminarLos que escribimos aspiramos precisamente a emocionar al lector. Y si ese lector es otro escritor, nos podemos dar por satisfechos doblemente.
EliminarMuchas gracias, Ovidio, por leer este cuento tan largo y también por el comentario tan positivo.
Un abrazo.
Hay pasajes en la vida, y más durante la infancia que lo inician y marcan a uno de por vida.
ResponderEliminarEstuve buscando al tío Julio también...
Y aquellas uñas rojas no dejaban presagiar nada bueno, verdad?
El final es desgarrador.
Besos, bella dama.
Si, hay acontecimientos, episodios, que nos cambian la vida, especialmente los que ocurrieron en la infancia.
EliminarEl tío Julio se quedó con Mechita, una oreja perfecta para su verborragia.
En este caso las uñas rojas no anunciaban momentos felices ni caricias. El final es tremendo, lo reconozco, me costó mucho encontrarlo, pero es el que cabe.
Gracias, linda, por la visita y el comentario.
Un gran abrazo.
triste final o más diría realista final
ResponderEliminarhay abandonos , ausencias, que nos hielan
o lo que es peor nos cruzamos con personas a veces muy cercanas
que no nos notan porque solo saben mirarse a sí mismas
felicitaciones Mirella
un relato muy bueno, con vértigo, con fluidez natural nada forzado
sus imágenes precisas, sus personajes bien definidos
besitos y feliz fin de semana
:D
Es un cuento especialmente triste porque involucra a una niña. Sufrió un abandono, la madre se fue, sin embargo, en muchos casos, la madre se queda y es como si no estuviera, ensimismada en sus propias insatisfacciones. No sé qué es peor.
EliminarMe alegra mucho que te haya gustado, Elisa, porque es un texto que lo trabajé a fondo.
Un abrazote.
EL RELATO ES FINO, COMO NOS TIENES ACOSTUMBRADOS. ESE RITUAL DE MORIR, ENGENDRAR LOS GENES Y GARANTIZAR LA ESPECIE LA COMPARTEN ALGUNOS INSECTOS... DEBE SER MUY DIFICIL SABER QUE DESPUÉS DE COPULAR VALIÓ TODO...
ResponderEliminarEL FINAL ME GUSTÓ... ESO NO DESPERTAR A LA MANTIS QUE TIENES DENTRO... DEJA ABIERTO TODO A LA IMAGINACIÓN.
ME GUSTÓ.
ABRAZOS
CARLOS
De este cuento me gustan dos momentos: el sueño de la noche de Reyes y el final.
EliminarAllí afiné mucho el lápiz y puedo admitir que se nota.
Gracias, Carlos, por leer este texto que es bastante largo.
Otro abrazo para vos.
Este relato es impresionante, Mirella. Un ritmo bien llevado, unas preguntas bien manejadas, una respuesta interesantísima al final, el curso de pensamientos de la niña expresa excepcionalmente la barrera existente entre el mundo adulto y el mundo infantil -cuando los adultos deciden establecer esa barrera-. La prosa es fantástica, mantengo lo dicho en el comentario de la primera parte.
ResponderEliminar¡Un abrazo, Mirella! ^_^
Me alegro que no te desilucionara el desenlace, Jorge. Gracias por todos los puntos favorables que encontraste en el relato, es de los pocos textos míos con el que quedé más conforme.
EliminarUn gran abrazo.
Fascinante el contraste del relato, donde la inocencia de la infancia se llega a perder en los enredos de crecer con preguntas sin respuesta, donde el miedo a convertirte en uno de los fantasmas que siempre temiste hace que vivas bajo la sombra e incertidumbres...
ResponderEliminarBravo Mirella!!!
Un besote :)
Es un relato bastante terrible, lo sé, pero no podía ser de otra manera para expresar a través de la metáfora de la mantis, lo que ocurría en esa familia.
EliminarGracias, Nieves, por perseverar en la lectura hasta el final.
Besotes y abrazotes, guapa.
Hay fechas claves en la vida de cada uno, para mi reyes lo es y triste también. Extraño porque debería ser todo lo contrario.
ResponderEliminarRelatas cómoda la situación, clara e intensamente, una situación de abandono y una presentación de preguntas que a lo largo de la vida buscarán respuestas que no tienen para la inteligencia de una niña, que seguirá haciéndose las mismas después de niña.
Me gustó mucho amiga, un cariño inmenso en mi abrazo. Feliz día!
Bueno, Silvana, también para mí no es una fecha feliz, es probable que por eso me haya surgido la idea de ubicar el relato en ese día y hacer esa asociación de los Reyes con la mantis.
EliminarQué bueno que te gustara el texto, a pesar de la historia dolorosa que plantea.
Gracias por acercarte y espero que tengas un lindo finde largo.
Un gran abrazo, compañera.
"y mantantiru-liru-lá..." "El éxtasis unido a la muerte"...Un relato colosal, para un premio literario!!! La vida con su mecánica diabólica de la Mantis hembra aplicada a todo, al tiempo, a los sentimientos, a la belleza, todo es devorado, un misterio.
ResponderEliminarUn bacio melancólico, Mirella!!
Che, Eduardo, siempre exagerado en tus elogios. Como el cuento mayormente gusta, hace unos años lo presenté en muchos concursos literarios y no obtuve ni una triste mención. Después de lo cual nunca más presenté ni presentaré material a concurso alguno.
EliminarDe todos modos acepto tu entusiasmo reflejado en cada comentario y un día voy a instaurar el premio al mejor comentarista.
Un bacione festivo.
Fue un gusto conocerte y leerte Mirrella
ResponderEliminarGracias, Lao, bienvenido, también pasaré a conocer tu espacio.
EliminarSaludos.
Ufff, qué extraordinario relato, Mirella; de lo mejor, en todo sentido, que he leído últimamente por la web.
ResponderEliminarTraspasás la pantalla y llegas a lo más profundo de cada lector: se siente el miedo y el suspenso a cada paso. Te felicito, che, me encantó.
Con tu permiso, lo comparto: esta joya debe ser leída, sí o sí, por la mayor cantidad de gente posible.
¡Saludos!
Si la lectura del relato te produjo todo lo que decís, me quedo más que contenta.
EliminarEs el objetivo del que escribe ¿no? A veces lo logramos y otras menos, pero siempre es la meta.
Gracias por compartirlo, te nombro mi agente literario... jajaja...
Muchas gracias, de corazón, por tus apreciaciones, Juanito.
Un abrazo.
Un relato estupendo. Tenés una cualidad muy afilada para convertir la realidad en metáfora y hacer que convivan ambas como si fueran dos cosas distintas, cuando nos presentás lo mismo. ¿Se entiende lo que quise decir?
ResponderEliminarEl recuerdo de la mantis tiene un trasfondo de horror que se traslada en la realidad como un drama tremendo.
No sé cómo expresarlo para que se entienda.
Por si fui complicado: me encantó la historia.
Saludos.
Te entendí perfectamente, Raúl, y me gustó que el relato te produjera esas reflexiones.
EliminarCuando estaba corrigiendo por última vez el texto antes de publicarlo, me dieron ganas de escribir algo más sobre esa niña y me salió otro relato, breve, que es probable que suba la semana que viene.
Muchas gracias por tu atenta lectura.
Un abrazo.
Ese final realmente inesperado, me sorprendió. No lo esperaba...Excelente tu manera de narrar, muy llena de imágenes de todo tipo que le dan al texto el sentido profundo de la escena. La imaginación viaja por lugares increíbles junto con la protagonista. Te felicito y espero poder disfrutar de más relatos tuyos. Saluditos
ResponderEliminarQué bueno que la primera impresión que tuviste de mis cuentos fuera satisfactoria, aquí las puertas están siempre abiertas y publico semanalmente.
EliminarBienvenida, María del Carmen, gracias por leer y comentar.
Besos.
ResponderEliminarMágico, muy mágico. Si la descripción es soberbia el final es contundente. Me miro y trato de adivinar si me han dejado vacío, si una mantis se ha llevado todo lo que soy, o lo que creí que era...
· Abrazos, Mirella
· CR · & · LMA ·
No lo creo, Bolo, tu arte demuestra todo lo contrario, que hay mucho espíritu y contenido.
EliminarUn placer que hayas disfrutado del texto.
Un gran abrazo.
HACES QUE UNO RECREE TODAS ESA IMÁGENES. EXCELENTÍSIMO RELATO.
ResponderEliminarBESOS
Con tu mirada de poeta, seguro que te resulta fácil, Adolfo.
EliminarGracias y un beso enorme.
Es un excelente relato, Mirellísima, donde tu imaginación brilla con luz propia. Me ha mantenido en vilo desde la primera parte y el final me ha parecido a la altura de la expectación que despierta, tan metafórico, tan simbólico, tan poético.
ResponderEliminarTrabajar los temas con el mimo que tú lo haces, siempre da buenos resultados, a la vista está.
FAAAAAAAAAAAAAAAAA ¿Los concursos? minga.
Comparto, emocionada.
Namasté.
Tu FAAAAAA... me suena a trompetas de gloria... jajaja.
EliminarGracias, Morg, con lo atareada que estás lo mismo te leíste este cuento, uno de los más largos que escribí.
La emocionada soy yo, por tu comentario y la valoración que hiciste por mi forma de corregir y perfeccionar el texto.
Es cierto, para los concursos un enérgico corte de manga (expresión que no sé si se usa en España).
Un abrazo enorme, reina.
Me sorprendiste mucho Mirella: el segundo párrafo es clave, creo en él está ya se perfila el destino doloroso, triste. La pesadilla de los tres reyes como presagio, el instinto de conservación o sobrevivencia que nos lleva a buscarnos a nosotros mismos sin importarnos los demás. O quizás porque en el fondo creemos que los demás estarán mejor sin uno.
ResponderEliminarA veces sin saberlo desde muy niños empezamos el viaje al mundo de los adultos y lo vamos asimilando. Y nos salvamos de él o nos perdemos en él.
Gracias por esta historia tan emotiva y tan poéticamente contada.
Abrazos Mirella.
Me gustan los lectores atentos y vos Gonza, sos uno que no pierde detalle.
EliminarUso mucho las insinuaciones, porque preparan el clima y nos evitamos explicaciones largas.
Es difícil juzgar si ciertas acciones son hechas por egoísmo, cobardía o porque no hay otro modo cuando se sienten emociones intensas e incomprensibles.
Quedé contentísima con tu comentario y te lo agradezco mucho.
Abrazo, compañero.
MARAVILLOSO RELATO. ENGANCHA DESDE LA PRIMERA PALABRA. HIELA EL ALMA.
ResponderEliminarILDUARA
Muchas gracias por pasar y me alegro que te gustara la historia.
EliminarSaludos.
Me gustó mucho, de verdad.
ResponderEliminarBesos¡
Lleno de ternura el relato , enhorabuena.
Bienvenida, Gota de Rocío, un gusto que te fueras contenta.
EliminarGracias y saludos.
Guau!!!! Estuve de vacaciones unos días, vengo y leo esta maravilla...SEI BRAVISSIMA!!!! Me vino a la memoria una imagen que me hice de niña, leyendo Mujercitas, cuando e profesor le recrimina a Jo que debía escribir sobre lo suyo, sus historias...y a esta, me la hiciste sentir casi mía, Mirella! Exceptuando el final, sorpresivo, con el cual (por suerte), no puedo identificarme, el resto es casi un cuento de mis propias fiestas en familia durante la niñez. Brillante, amiga! Sei billante! Forte abbraccio!
ResponderEliminarMe acuerdo de esa parte de Mujercitas, creo que Jo escribía historias de terror o algo así y cuando le deja los manuscritos al profesor, él le da ese buen consejo.
EliminarHay algo mío en este relato: el terror que me produjo el primer tatadiós que vi en el jardín de mi casa, otro que se metió en mi dormitorio y el tema de las fiestas.
Espero que tus vacaciones hayan sido lindas.
Gracias, Patzy por tu amoroso comentario.
Bacioni, cara.
Nada que agregar simplemente un hermoso relato y frases bien dispuestas, "apoyado sobre su propia sombra" ... no creo se me hubiese ocurrido. Felicidades
ResponderEliminarContenta de que se haya ido satisfecho y muy agradecida por los comentarios.
EliminarSaludos.
Un relato genialmente escrito, narrado y sentido. Con un final que aunque parezca agridulce no lo es, puesto que se trata de la vida en sí misma...
ResponderEliminarUn abrazo, Mirella.
Es satisfactorio saber que logré mantener el interés hasta el final, que además de emocionar, es otro de los objetivos del escritor.
EliminarGracias, José, por pasar y dejar tu impresión del texto.
Un abrazo.
Excelente, más de su mitad hasta el final, el cual me dejó en un hilo. Fuerte, sensible y terriblemente doloroso. Me llegó profundamente. Es más frecuente el abandono de un padre, pero de una madre.... ufff.
ResponderEliminarUn beso poeta!
Que una madre se vaya sin despedirse ni aparecer jamás, creo que es uno de los golpes más duros en la infancia. Me interesó explorar esa experiencia y salió este relato.
EliminarGracias por tomarte el tiempo de leerlo, es larguito, también por comentar tus impresiones.
Un abrazote, Paty.
Me he quedado dentro del silencio más absoluto, perder a la madre es una oscuridad pero si además se es una niña ... queda un oscuro agujero en el alma sólo lleno de silencios. GRACIAS POR EL EXTRAORDINARIO RELATO. Besetes.
ResponderEliminarCierto, Angelines, una muerte duele, pero se puede entender y hacer un duelo, un abandono sin respuestas es como una llaga que no termina de cerrarse.
EliminarA pesar de lo triste del tema, gracias por haberlo disfrutado.
Un gran abrazo.
muchas gracias Mirella por tu huella
ResponderEliminarten una semana genial, acá nublado y brumoso
besitos
Gracias, linda, igualmente para vos. El tiempo de este lado también está así.
EliminarBesos.
Igual de impecable y delicioso esta segunda parte.
ResponderEliminarMuy triste. Muy triste no poder preguntar nada a los adultos.
Abrazote Mirella.
Me alegra saber que no te decepcionó la segunda parte, a pesar de tener un final muy triste.
EliminarLos silencios, esos silencios, el no saber, pueder herir más que las palabras.
Gracias, Gildo, por la lectura. De premio: un abrazo.
La magia de tu pluma, siempre me seguirá sorprendiendo.
ResponderEliminarBesos Mirella.
Gracias, querido Rafa, que también te hayas leído la segunda parte y por tus comentarios, siempre afectuosos.
EliminarAbrazo.
Maravilloso relato, Mirella. Si me lo permites, me has recordado a Cortazar. Eres una escritora excelente.
ResponderEliminarUn besazo.
Cortázar son palabras mayores, Mabelita, es uno de mis cuentistas favoritos. Te agradezco mucho el entusiasmo que te dejó la lectura.
EliminarUn abrazote, desde el corazón.
He estado ausente y vuelvo tarde, pero inevitable mi aplauso y felicitación por un relato, a mi entender perfecto.
ResponderEliminarContigo Mirell.
Lo bueno de este mundo virtual, además de conocer gente encantadora, es que no hay horarios ni días para las visitas. Aparecemos cuando podemos y tenemos ganas.
EliminarTus comentarios son siempre recibidos con alegría, Soco.
Mil gracias y besos.
Mirella!!
ResponderEliminarTengo tanto para contarte de esta segunda parte! Te tiré flores con la primera, que me pareció excelente. Me encantan los chicos, jugar con ellos, escucharlos, abrazarlos. Los chicos me pueden. Y esto seguramente es lo que hizo que me adentre tanto en esa niñita inocente.
pero hay un gran problema, ¡no sabía que era ficción! Creía que estabas contando un relato tuyo. Mas cuando me contaste que lo de la mantis lo habías presenciado y de ahí surge el relato, asocié en seguida que era una historia tuya de cuando eras pequeña.
Cuando llega la parte-en esta segunda- que contás el abandono de la madre, me quedé helado. Me re impactó, asociándolo obviamente con vos de pequeña y en seguida me acordé de todo lo que te había escrito en la primera parte y hasta me sentí ridículo, porque al fin y al cabo estabas contando un seceso muy traumático de tu vida!
Luego empiezo a leer los comentarios y me di cuanta que era ficción. Lo que me hace pensar que tenés una enorme capacidad de redacción. Lograste una gran implicancia emocional en el relato,por lo menos conmigo, cuando en realidad la historia no era real. ja
No hace falta añadir que me encantó.
Un abrazo!
Te agradezco mucho el tiempo que te tomaste para comentarme tus impresiones.
EliminarTe contesté más extensamente en Ultra.
Siempre parto de alguna punta que es personal, pero después apelo a la imaginación.
Muy contenta de que te haya gustado.
Abrazo, Ignacio.