Este texto es un retoño del cuento "Tatadiós".
Puede leerse independiente del original.
Los veranos en la casa quinta de los tíos estuvieron signados por hechos
extraordinarios, algunos devastadores, como la huida silenciosa de mamá, el conocimiento
de la existencia del Tatadiós y, unos años después, las presencias que acompañaron
mi soledad a la hora de la siesta.
La casa era enorme, sin embargo me sofocaba, quizás por el recuerdo de ese
seis de enero, que condujo mi vida por cauces impensados. Siempre creí que las
casas son ataúdes de momentos muertos y protegen los secretos de quienes las
habitan. Pero en la quinta los enigmas estaban en el jardín. El tío Julio,
según lo había proyectado, lo fue cultivando con setos, canteros y en el fondo
plantó árboles frutales. Más que un jardín era casi un parque.
Los meses de vacaciones los pasábamos allá. Papá y los abuelos venían los
fines de semana, él acarreando su cara hosca y su aire distraído de no estar
en ninguna parte. La tía Mechita se ocupaba de mí como si fuera una porcelana
tan delicada que sus manos primitivas no debían tocar.
Los mayores se mantenían alejados, detrás de los muros de palabras triviales
y las tardes se volvían tediosas. El tiempo de la siesta era algo sacrosanto, había
que respetarlo, cada uno recluido en su cuarto. Yo me escapaba del mío por la
ventana que daba al jardín e iba a refugiarme entre los limoneros y naranjos,
en primavera blancos de flores y después dorados de fruta. Qué placer me
producía respirar su aroma cítrico, refrescaba el bochorno de la siesta.
A ellas las vi el último verano que fuimos a la quinta. Tenía nueve años y durante
el otoño nos mudaríamos a otra ciudad, buscando fronteras nuevas, tal vez como
finalmente hizo mamá. En esa hora de fuego vi las ligeras sombras que,
flexibles, volaban entre los troncos de los árboles. No pude hacer otra cosa
que seguirlas, como si jugáramos a las escondidas, claro que nunca las alcancé.
Parecían recortes de encaje o volutas de un humo pálido. De pronto se
desvanecían bajo el verdor del follaje y dejaban una estela luminosa. No tenían
formas precisas o mis ojos no estaban hechos para verlas.
Al principio eran pocas, producían unos aleteos tenues y pensé que eran las
almas de las mariposas que se había comido un Tatadiós. Pero hacía años que no
había visto ninguno y también las mariposas desaparecieron, por todos los
insecticidas usados en las quintas.
Quise compartir el descubrimiento y le conté a la tía Mechita que las
mariposas habían vuelto. Convertidas en trocitos de tules, se escondían entre
los árboles para que las persiguiera. Ella me acarició la cabeza, con la punta
de los dedos, como la noche de ese seis de enero cuando tuve la pesadilla con los
tres Reyes vestidos de Tatadiós que venían a comerme porque yo también era una
mariposa. Con su voz de colibrí me dijo que, seguramente, eran las sombras
de las hojas mecidas por el viento. No le conté que las había escuchado reír ni que me llamaban por mi nombre.
Para que me creyera, un atardecer le mostré los rastros titilantes que aún
perduraban en la arboleda. Mechita, entrecerrando sus ojos aindiados, dijo que
eran bichitos de luz y que no debía inventar amigos imaginarios. Yo sabía
perfectamente cómo eran las luciérnagas y ellas no se les parecían en nada. Venían de algún lugar secreto.
Ese verano, a la hora de la siesta, disfruté silenciosamente del espíritu
de las mariposas, esas amigas inefables, que con sus danzas de luces se
instalarían en una esquina de mis recuerdos. Cuando en abril cruzamos a la otra
orilla, ellas tampoco me siguieron y fue entonces que dejé de esperar a mamá.
© Mirella S. —Abril 2014—
Ilustración de Nicoletta Ceccoli |
EL CIERRE ME CONMOVIÓ MUCHO...
ResponderEliminarGracias, Adolfo, que te haya conmovido es un buen indicio para mí.
EliminarTambién agradezco tu infaltable presencia.
Abrazo.
Espero que no sea nada grave.
ResponderEliminarCuídate mucho, vale?
Desde luego esos problemas de salud no han afectado a tu don de escribir.
Me encanta leerte.
Es un privilegio.
Besos y salud.
No, Xavi, son mis huesos que cada tanto se rebelan, ahora me atacó fuerte la cervical y la posición en el ordenador no favorece para nada.
EliminarGracias por dejarme siempre palabras alentadoras.
Un abrazo grande.
es un gozo leerte amiga MIrella. Me sumo al Toro y espero no sea nada grave.
ResponderEliminardurante la lectura hubo una estrofa que me sacudió. Algo hizo recordarme. "Siempre creí que las casas son ataúdes de momentos muertos y protegen los secretos de quienes las habitan."
abrazos y besos
carlos
Me alegro mucho que hayas disfrutado del texto y de esa frase en especial, que es algo en lo que creo firmemente.
EliminarMil gracias, Carlos, estoy mejor, trato todavía de no abusar de pasar demasiado tiempo delante del ordenador.
Besos y abrazos.
Leerte es saborear cada palabra y disfrutar de los ambientes, las sombras, luces, olores y colores que creas y haces realidad....
ResponderEliminarUn abrazo Mirella!
Gracias, José, por tus palabras elogiosas, crear historias, climas, personajes que lleguen, es la aspiración de todo el que ama escribir.
EliminarUn abrazo.
Me encanta estos mundos, ubicaciones y sentimientos que con esa especial forma de contarlo me atrapa siempre, como si fuera una de tus personajes que aunque no nombras siempre está ahí viviendo la historia.
ResponderEliminarEspero que estés recuperada y que esos días en que esos días en que has estado un poco plof hayan pasado... y ya estés totalmente recuperada.
Un fuerte abrazo Mirella!!!
Será porque vos también tenés una imaginación poderosa y te gusta crear situaciones y hacer que los personajes se muevan en ellas.
EliminarMe pone muy contenta que te vayas satisfecha con el texto.
Estoy mejor, mil gracias, Nieves.
Besazo.
"Las casas son ataúdes de momentos muertos", una frase genial y que nunca había oído, ya que ello solo está al alcance de mentes muy privilegiadas, y aunque la frase suena a duro y te conmueve si se analiza es tal cual como la relatas. Si estás pasando por momentos chungos, te deseo de corazón, que pase lo más rápido posible.
ResponderEliminarBesos Mirella.
Tengo problemas con mis cervicales, creo que a vos también te ocurrió el año pasado.
EliminarAhora me siento mejor, pero no debo estar demasiado tiempo sentada ante el ordenador.
Iré volviendo de a poco y muchas gracias por tu cálido comentario, querido Rafa.
Besos.
Esperemos que sea eso, un cuento...magnífico
ResponderEliminarEs eso, profe Oscar, todo es puro cuento.
EliminarGracias y besos.
Cuídate y mejora, la salud, la buena nos hace falta. Tu retoño es magnifico, tus frases prenden de la manga y no te dejan ir, solo quieres que no se acabe, saber mas. Un enorme abrazo
ResponderEliminarMe estoy cuidando, Ester, por eso me alejé del mundo bloguero para no caer en la tentación de estar demasiado tiempo en la misma postura.
EliminarEs bueno saber que la trama te atrapó.
Otro abrazo grande para vos.
Que encanto. Tus letras tienen algo que resulta mágico. Este cuento me a llevado por ese parque y esas almas de mariposas están tan bien delineadas que las he visto.
ResponderEliminarEspero que pronto regreses y cuídate.
Un abrazo.
mariarosa
Estoy volviendo con mesura, para no recaer, pero la verdad es que extraño visitarlos, sonreír con algunos, emocionarme con otros. Se crean lazos virtuales, pero lazos al fin.
EliminarGracias por el comentario tan grato y nos seguiremos leyendo.
Abrazo.
Es una felicidad encontrarte en una nueva entrada, con un relato, aunque triste, pero armado magistralmente, porque significa que superaste el trance de salud!!!
ResponderEliminarEste cuento que está tan bien escrito que nos despierta sentimientos sobreprotectores para esa chica, igual que la de su tía Mechita, me hace brotar la curiosidad: ¿Cuánto de biografia hay en el cuento?...Si es que la hay o se trata de pura imaginación y entonces estaríamos ante una escritora virtuosa, que sin duda ya lo has demostrado, pero uno acostumbra a relacionar a los escritores y su obra con porcentajes biográficos de su vida...En fin, soy chusma!!
Abrazo, beso y reverencia, Mirella!!
Querido chusma, el relato no tiene nada de autobiográfico, todo inventado. El único punto en común con la nena es que mis veranos eran bastante aburridos y solitarios y los pasaba inspeccionando el fondo con plantas de mi casa, en Lugano.
EliminarAhí descubrí al Tatadiós que dio origen a la historia anterior y lo vi morfándose a la mariposa, como lo describí.
Espero que tu curiosidad haya quedado satisfecha.
Un abrazo, Eduardo y muchas gracias.
Ando lidiando con mi curiosidad y no hay caso, otra pregunta, si puede ser... ¿De los escritores que leíste, a quién consideras tu alma gemela? Tiene que ser un solo autor, sucede que en invierno se me da por comprar un libro para leer, mientras afuera, la jodida noche, se torna helada y lluviosa y, lo apreciaría como recomendación, siempre que no sea Haruki Murakami porque no entiendo chino, soy precario mental. Quedo expectante entonces, estará siempre tu presencia en el que digas ¿A ver, a ver? Por supuesto si antes no me mandas al c.....!!
EliminarMis disculpas, Mirella!!
¿Así que leés un libro por invierno? Un buen promedio...
EliminarEra una lectora infatigable, pero ahora con el blog, no me queda demasiado tiempo, pero siempre ando con algo para leer en la cartera.
Mi cuentista favorito sigue siendo Julio Cortázar, mi gran debilidad. No sé qué recomendarte porque tampoco conozco tus gustos. Murakami está traducido... jajaja... y es muy occidental en su forma de escribir.
Una novela que me gustó mucho es "La mujer justa" del húngaro Sándor Márai, es densa, pero excelente.
Narradores más jóvenes, el tano Paolo Giordano, que la rompió a los ventiséis años con "La soledad de los números primos".
Literatura argentina actual desconozco bastante, y lo que leí no me gustó. Decime qué género preferís, nacionalidad y me fijo si sé de algo potable.
No hay nada de qué disculparse, Campi.
Perfecto, el húngaro (Habla de una mina...Ya me gustó) y el tano (Habla de los números primos, me atrapó) Voy a tener que comprar los dos!! No tengo géneros literarios, tampoco nacionalidades.
EliminarMe alegra que te guste Cortázar, coincidimos totalmente!! Gracias por tu tiempo, Mirella!! (Al final del invierno te comentaré que me parecieron) Bacio!!
El húngaro habla de dos minas, si es el tema que te interesa... No me digas que pensás tardar todo el invierno en leer dos libros...
EliminarEspero que te gusten.
Ay!!! Me hizo añorar ciertos cuentitos de Silvina Ocampo... Un abrazote.
ResponderEliminarMirá que lo tomo como un flor de elogio, eh.
EliminarMuchas gracias, Darío, abrazo.
Qué lindo final.
ResponderEliminarHay un momento mágico donde la mente calla toda conversación y los recuerdos de la infancia brotan sin restricciones. Como le pasó a ella, en algún momento dejamos de esperar.
Me recordó mi infancia entre ciruelos.
Un beso y tranquila que seguimos todos por acá.
Yo creo que hay que dejar de esperar cuando lo que esperamos es algo imposible.
Eliminar¡Qué linda una infancia entre ciruelos!
Gracias, Dana, un abrazote.
Hola, Mirella, espero que te pongas bien pronto. Éste es de los relatos que te he leído estilísticamente más cuidados -y teeniendo en cuenta el nivel en el que te manejas, es decir mucho-, es un ejercicio yo diría impecable, salvando quizás la palabra "signados", que me pareció demasiado inusual para el relato -igual me entró rara, la pobre-, pero eso ya es ponerse muy tiquismiquis y -probablemente- subjetivo. La atmósfera, que tan bien sabes cuidar en tus escritos, parece sumergirnos en una nube de puro relato, Mirella. No es por insistir, pero es un placer leer esta literatura. El relato me ha hecho pensar en eso que muchos adultos pierden: una capacidad de vivir cada nuevo día como si fuera único -creo que lo es- que a veces parece apagarse. A mí me da la sensación de que uno puede crecer sin ajarse, he visto de hecho a mucha gente que cumplía años y seguía siendo un niño, con el contraste tan agradable que crean estas personas: sabiduría e inocencia. No me acuerdo ahora quién decía que la bondad y la felicidad son en realidad la misma cosa... seguro que lo dijo mucha gente por lo demás.
ResponderEliminar¡Un abrazote, Mirella! ^_^
A veces me gusta usar palabras no tan comunes. En el borrador había puesto "marcados" y después la cambié por "signados" que me sonaba mejor, no sé, creo que eso es cuestión de gustos.
EliminarQué bueno que disfrutaras del cuento y respecto al cuidado del estilo, es una de mis grandes preocupaciones.
Es tan lindo mantener una parte inocente, porque el escepticismo te va carcomiendo todos los momentos felices. Me gusta mucho escribir estos relatos de infancia, me pongo en el lugar del personaje y revivo la mía, quizás no demasiado alegre, bastante precaria en cuanto a juegos, pero llena de fantasía, al punto que inventaba y fabricaba mis propios juguetes.
Apenas pueda iré a leer tu último post, no creas que te tengo olvidado, Jorge.
Gracias y un fuerte abrazo.
Hola, Mirella! Qué gusto volver a leerte! Estoy con mucho trabajo y hoy me tomé el día y estoy haciendo una de las cosas que más me gustan: leer. Y tengo la suerte de haber dado con esta historia tuya. Sin dudas, es uno de los relatos que más me han gustado. El estilo, el tema. Ese perfume a cuento que te lleva de la mano y hasta podés andar junto a la protagonista y "ver" y "sentir" y "escuchar" Muy pero muy bueno. Un beso grande y cuidate, vale?
ResponderEliminar¡Qué lindo saber de vos, Bee! Hay épocas en que las cosas se complican y el tiempo escasea, entonces debemos repartirnos y dejar algunas actividades que nos gustan.
EliminarEspero que pronto puedas abocarte también a escribir. Imagino que habrás tenido mucho trajín con la publicación del libro y la presentación en la Feria, pero esas son satisfacciones.
Gracias por tu comentario y un gusto que te hayas metido en la historia.
Un abrazo enorme.
Cuídate mucho Mirella, necesitamos tu voz, tus cuentos, tus recomendaciones y tus pensamientos.
ResponderEliminarUn bsazo.
Hola Marcelo, qué grata sorpresa, tanto tiempo. Pensé que ya no publicabas en tu blog y no pasé más. Me alegra mucho saber de vos y me estoy cuidando, estos últimos tiempos vienen complicados y hay que hacerles frente.
EliminarMil gracias por la visita, en el nido no hay puertas, así que podés venir cuando quieras.
Un bsazo, también.
una gozada de leer Mirella
ResponderEliminarfelicitaciones, evocativo, tierno texto
las mejores energías pa'que te repongas al cien por cien
y eches muchas ganas y letras a los días
abrazos
Me alegro mucho que disfrutaras de esta otra partecita, que surgió ahora, tal vez se gestó mientras releía y corregía el cuento viejo.
EliminarGracias también por los buenos deseos, me tengo que cuidar, sí, con las cervicales no se jode.
Un gran abrazo, Elisa.
Igual de entrañable y magistralmente narrado.
ResponderEliminarTe abrazo Mirella.
Un gusto recibirte también en el nido, Gildo, hoy un poco congelado porque hace un frío bárbaro, pero al calor del afecto de tus palabras.
EliminarOtro abrazo de vuelta.
Ay, qué maravilla estas "historias de infancia" que escribís tan bien, tan llenas de afectos que resultan irresistibles! Recopilalas...haceme caso, son una joyita!!!! Te felicito, sinceramente, siempre que salgo de acá tengo ganas de "pintar" algo ilustrativo, así que no miento cuando digo que tus textos son movilizantes. Tanti abbracci cara!
ResponderEliminarEn las "historias de infancia" como las denominaste, me doy cuenta de que me muevo como pez en el agua y disfruto al escribirlas.
EliminarSí, las tengo todas juntas y próximamente publicaré otra, también vieja y en dos entregas.
Me da mucha alegría que haya publicado "Tatadiós" (francamente no lo pensaba, por ser un cuento largo para un blog), porque les gustó a todos y eso da entusiasmo de seguir.
Affettuosi abbracci, cara Patzy.
Cuántos momentos guardamos en la niñez que recién ahora comprendemos como adultos o no, aún estamos indagando en el inconsciente si fueron reales o producto de nuestra imaginación. Tengo miles de recuerdos extraños y en parte me sentí identificada con tu historia. Creo que es una etapa en donde la sensibilidad marca el tope y la imaginación escapa a la idea de su alcance. Muy lindo leerte. Besote
ResponderEliminarSilvana, no es estrictamente mi historia, sí refleja la soledad de mis veranos y la fantasía desbordante en la que me refugiaba.
EliminarQué lindo que la disfrutaras y te condujera a ciertos momentos de tu infancia.
Un abrazo enorme y gracias.
Me encantó! El alma de esa pequeña poetisa, es inmensamente sensible e inteligente.
ResponderEliminarUn saludo amiga.
Mil gracias, Paty, por pasar y por dejarme tus impresiones.
EliminarUn abrazo, linda.
Las casas de campo, con sus secretos y sus leyendas.
ResponderEliminarRecorde gracias a tus letras algunos momentos de mi infancia.
Besos
Espero que hayan sido buenos momentos, Chaly.
EliminarMuy agradecida por tu lectura.
Abrazo.
Qué placer y deleite seguir tus magistrales letras, Mirella! Pura perfección.
ResponderEliminarUn abrazo y un besazo.
Gracias, preciosa, una alegría tenerte por aquí y saber que te fuiste contenta.
EliminarUn abrazo desde alma.
Mirella, había entrado alguna vez por aquí pero la verdad es que impones tanto con tus escritos, que no sé muy bien qué comentarte, si es genial.
ResponderEliminarMe parece que rozas la pureza y limpieza con cada una de tus palabras tan bien encadenadas. Me recuerda a toda la literatura hispanoamericana, que la adoro. Lo llevas en la sangre. Pero no todo el mundo es capaz de conseguir encender esas emociones.
Y por supuesto, leeré el resto del cuento si lo tienes por aquí :)
Besitos.
Miss Carrousel
Guapa, no es preciso que comentes, aquí todo es libre como los pájaros, que van y vienen y no rinden cuentas.
EliminarSi comentas tiene la ventaja de saber qué le produjo el texto al lector. Me gratifica mucho -debido a mi autoexigencia- que te provocara lo que me decís.
Si querés leer el resto del relato, figura como Tatadiós (I), la primera parte y Tatadiós (II) la siguiente.
Bienvenida y muchas gracias por tus lindas palabras.
Un fuerte abrazo.
Un auténtico placer leerte. Espero te encuentres bien.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por acercarte, Marybel y el gusto es mío de que leas mis textos.
EliminarEstoy un poco mejor, pero debo seguir cuidándome para no recaer.
El ordenador, para los problemas cervicales no es lo más aconsejable, así que gradúo.
Otro abrazo.
Creo que Tatadiós jugaba con el horror, y este retoño se va por el lado de la magia y las hadas. Todas son artimañas de la mente de una niña dolida por la partida de una madre.
ResponderEliminarQué bien contado, me encanta. Merece más cuentos esta pequeña, y estaría bueno una historia de hadas y monstruos, pero sin caer en Narnias, Potters, ni nada de eso. Creo que ganaría por el lado de El laberinto del Fauno. Animate y danos más.
Saludos.
Hubo pedidos de más, Raúl, pero eso tiene que venir de adentro y por ahora hay silencio. Tal vez en algún momento se me ocurran más historias con esta nena, veremos. A los 18/20 años tuve un período en que me gustaba escribir cuentos infantiles, tendría que conectarme un poco con ese espíritu.
EliminarEl laberinto del fauno, gran peli, son palabras mayores...
Siempre agradecida por tu paso por acá y por tus palabras de estímulo.
Un abrazo.
ten una semana preciosa Mirella
ResponderEliminarmuchas gracias por tus huellas
abrazos energéticos
:D
Gracias, Elisa. Un abrazo fuerte.
Eliminar
ResponderEliminarPues... ¿que puedo decir? ¿que escribes divinamente?
Creo que lo sabes. Aún así: escribes divinamente.
· abrazos desde el otro lado
· CR · & · LMA ·
Mil gracias por tan alto calificativo. Es un gusto que te vayas contento.
EliminarDesde este otro lado te mando otro abrazo.
... y es que las siestas nunca me han gustado ... será porque en los sueños no me encuentro con quien deseo
ResponderEliminar.
Como dice ñOCO escribes divinamente
Abraçades
A mí tampoco me gustaban las siestas y casi nunca las cumplía, era raro que lograra dormirme.
EliminarGracias también a vos, Esme, con un abrzo enorme.
No siempre ocurre en el universo bloguero, pero hay ocasiones donde uno se reconcilia con la escritura, con ese inasible arte de contar la vida con palabras. Este texto tuyo ha sido uno de esos momentos mágicos.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Gracias, Amando, pensé lo mismo cuando encontré tu blog, pero que me lo digas así, seriamente, sin el humor que solés desplegar en los comentarios, me llega y mucho.
EliminarTambién te abrazo.
Sabes? cuando entré a bloguear era de luciérnagas y zarzamora...
ResponderEliminarEstos bichitos siempre me han fascinado, más que cualquier personaje ficticio, duendes, hadas, brujas o enanitos.
El tango de gardel, ese del día que me quieras, perfumado con su luciérnaga, me hace siempre vibrar.
Este relato, me hizo pensar en un fragmento del libro El jardín de al lado de Donoso. Y se me fue la mente en la música que evoca en el libro, Debussy y la mer...
No sé es como la resaca del recuerdo entre las olas de un jardín llamado vida y olvido.
Un beso, bella dama.
Y disculpa por el desvarío al que me condujeron tus letras.
No tenés que disculparte, linda, una de las cosas que más me gusta de este mundo bloguero es leer las opiniones, cómo cada uno interpreta o qué cuerda le mueve un texto.
EliminarMe gusta cuando hay espontaneidad y surgen las asociaciones personales.
Un gran abrazo, de fondo el ritmo de un tango...
Que bello texto, leerlo es como evocar y armar en el alma el regalo de los anteriores que continúan frescos.
ResponderEliminarCasi podía mirarte escapar por esa ventana o dialogar con las almas de esas mariposas en el jardín patio o escondidas en esos ángulos rectos del techo y la pared de los sueños, la memoria o la realidad fantástica que caracteriza a las niñas o niños de esa edad.
Bellísimo relato Mirella.
Besos.
Gracias, Gonzalo, por este hermoso comentario. Yo no me escapaba por la ventana, pero detestaba la hora de la siesta; en casa había también un jardincito-huerta en el fondo y también me gustaba entretenerme allí.
EliminarMe alegro que lo disfrutaras. Un abrazo grandote.
Genial, Mirella. Es imposible, al leer textos tan bien escritos como "La otra orilla", no sentirse transportado uno mismo a su propia infancia; en mi caso, me recordaste a los tiempos que, cuando pibe de escuela primaria, en las vacaciones de invierno nos íbamos al campo de mi abuela con ella y mis primos (también me pasó con "Tatadiós").
ResponderEliminarTraspasás la pantalla con tus letras, y eso es un don que muy pocos tienen.
Como siempre, un placer leerte.
¡Saludos!
Los cuentos que tratan temas de la infancia, en algún punto nos tocan a todos, porque es una época en la que vivimos más de fantasías que de realidades.
EliminarMuy contenta de que te haya traído recuerdos, espero que de momentos alegres de juego, y que te gustara el texto.
Gracias, Juanito, un abrazo.