Cada mañana emerjo del sueño con indolencia, el pecho oprimido por el peso de
una piedra que me sofoca. Giro sobre mi costado izquierdo y miro el reloj igual
que a un enemigo al acecho. Él no me espía ni prepara ninguna escaramuza: está allí,
imperturbable, para señalarme el inicio de otro día.
Esto que me pasa ya no es remoloneo o tratar de desprenderme de hilachas de
sueños sin sentido y tampoco sacudir la pereza lentamente. Con ningún bostezo se
alivia la opresión de la piedra. Sólo atino a envolverme en las sábanas y estiro
hasta lo imposible el momento de enderezarme y salir de la cama.
Cada mañana demoro más, cada noche adelanto unos minutos la hora del
despertador. Finalmente, algún resto de voluntad y el temor a las consecuencias
de llegar tarde, me hacen pegar el salto y me levanto, pero es como si me
llevara la cama a cuestas, sin lograr desprenderme de la piedra.
Durante la jornada las actividades me arrastran y empujan en vorágines de
risas con dientes ocultos, de parlamentos persuasivos o manos que vuelan sobre
el teclado. Sin embargo, en el mínimo silencio o intervalo, percibo la
obstrucción en el pecho y debo inspirar y expirar con fuerza para que el aire
llegue a los pulmones y el pulso recupere su ritmo normal.
Hoy es sábado y me parece una estepa interminable a recorrer. Con el alma
árida y los pies fríos me siento en el borde de la cama. Y en esa posición,
inclinada sobre mí misma, en la espera de quien no espera, aparece la imagen de
la casa junto al río, abandonada, melancólica y solitaria. Como yo.
Alcanzar el bolso de lona en la parte alta del placard, llenarlo con lo
indispensable, agota la poca energía que me resta en los fines de semana.
En la terminal de micros encuentro uno que es rápido y con un asiento al lado de la ventanilla. Ver como los
edificios se alejan, tragados por el verde del campo, me hace caer en un
mediosueño.
La casa está en las afueras, en un recodo que hace el río; desde la ruta no
es visible, tapada por la cúpula de los sauces llorones que la rodean. En el
aire flota un olor a romero y cuando me acerco al muelle de madera vislumbro el
río de aguas mestizas. En este tramo es más caudaloso y produce el canto de una
cascada. La casa está oscura, huele a humedad. Abro las ventanas, el reflejo
cobre del atardecer y el perfume del romero la devuelven a la vida.
No me apego a recuerdos, son como el agua del río, fluyen continuamente y
los últimos tapan a los viejos, que forman un fondo legamoso y caminar por él
me vuelve insegura. Pero no he venido a reencontrarme con el pasado. La casa
tiene uno en el que yo estaba involucrada, no son más que años encanecidos por
el tiempo. Creo, no estoy segura aún, que vine para estar cerca del río,
hamacarme en su susurro, que repercute en mí como una canción de cuna.
La ciudad es mi mediamuerte, con su porción diaria de estridencia,
hipocresía, incertidumbre y desconexión. Aquí, con las piernas colgando del
muelle devastado por la intemperie, comprendo que eso que se instaló en mi
pecho, la piedra, es un bloque de cemento que construí y que debo remover para
que mi respiración recobre la naturalidad perdida.
Acaso mañana, cuando despierte, no tenga que obligarme a abandonar las
sábanas, siga el llamado del río, la voz de los pájaros, el frufrú sedoso del
viento en los sauces y escuche el campaneo de mi risa, aún por recobrar.© Mirella S. —Marzo 2014—
has combinado el escenario con el estado de ánimo de la protagonista muy bien proporcionado ,la imagen de un hastío, un desgano una abulia se va potenciando con el correr de la lectura
ResponderEliminarpara dejar abierta la "redención" en el párrafo final
buen trabajo Mirella
abrazos y buena semana
La "posible redención", Elisa... la pobre mujer tendrá que regresar a la ciudad y allí la rutina volverá a atraparla. Tal vez, visite más seguido la casa junto al río... quién sabe...
EliminarUn fuerte abrazo y gracias.
El cierre es impecable. Me dio la sensacion de alguien que quiere irse y cada dia se agobia por no haberse ido.
ResponderEliminarmuy buen relato.
abrazos
carlos
En esta época vivir en una gran ciudad es un agobio. En la mía se está haciendo cada vez más difícil.
EliminarMe alegro que te gustara, abrazos, Carlos.
Yo sigo viéndote en búsqueda, putísimamente poética y dulce como un marrasquino nostálgico. El agua, siempre el agua, Mirella. Aunque tu río sea un mar, yo te entiendo, porque tengo un río diferente, bravo, estruendoso, que ahora con el deshielo rompe contra las rocas del cauce, a escasos 50 m. de casa, así que suelo pararme en un puente romano que lo cruza, o aislarme en un recodo que siento exclusivamente mío y dejar que lo que murmura se lleve la melancolía-
ResponderEliminarNo hay muelle ni la mirada puede perderse en su horizonte, pero es bravo y canta como un barítono desgañitado. Se llama Guadarrama. Me gustaría saber el nombre del tuyo.
Me encantó, poeta.
Namasté.
Soy una buscadora constante, es la característica que más me distingue. Y el agua, claro, forma una parte importante de mi naturaleza. También la busco afuera y el Mediterráneo sería mi mar preferido, pero también acepto de buen grado las aguas caribeñas, que son preciosas.
EliminarDesde mi balcón veo el Río de la Plata y al atardecer, el color que le imprime el sol poniente, hasta casi lo disfraza de mar. El río del relato podría ser el Paraná, aunque me gustan más los riachos caudalosos de las sierras de Córdoba, de aguas transparentes.
Tu entusiasmo en la lectura de lo que estoy escribiendo, me impulsa a profundizar en esta veta, aunque no siempre lo logro. Pero persevero.
Gracias, Morg, tu comentario me llegó mucho.
Un abracísimo.
Te brota la belleza con tus letras. Surgen como fuente que pinta los paisajes internos y externos de la protagonist que ansía recuperar el paraíso abandonado. Pero a la vez vemos como fué devorada por el monstruo urbano y ahora la sentimos maquinando una estrategia para su regreso.
ResponderEliminarEsos "recreos" para el alma son necesarios cuando se vive inmerso en una ciudad que, día a día, te va devorando, hasta que sólo queda una especie de marioneta.
EliminarUn abrazo, Carlos, gracias por la visita.
Curioso es que yo, por estos días, me sienta de una forma parecida. Será una plaga del siglo XXI que invade nuestras almas y las carcome. Lo cierto es que no la encuentro; se fue. Aquella energía que me impulsaba a moverme día tras día con una fuerza, si no desmesurada, suficiente.
ResponderEliminarTu melancolía se lee, pero también trasciende y empapa y se disfruta, igual que tus letras.
Un abrazo Mirella, en estos días de fatiga insana...
Es la plaga de esta forma de vida que se va haciendo cada vez más robotizada.
EliminarHay demasiada tensión; incluso para hacer las cosas más sencillas debemos usar energía extra, porque todo viene complicado.
Muy agradecida, José, por compartir tus experiencias y por la visita.
Otro abrazo grande, para que te llegue.
Coincido con Carlos, aquí arriba...es una pintura de paisajes internos, muy bonita! Los tres últimos párrafos son como un cuadro hecho con palabras. Me encantó! Abbracci!!!!
ResponderEliminarBuenísimo lo de "un cuadro hecho con palabras", te salió la pintora, Patzy.
EliminarMe gusta mucho investigar en los paisajes internos, una costumbre muy de la gente de "agua". Y los externos son necesarios para darle un marco.
Grazie, cara, un forte abbraccio.
Con un mate de eucalipto y unas gotas de limon te sacas lo que te molesta en el pecho.
ResponderEliminarBesos
Parece una solución simple y efectiva, le pasaré la receta a la protagonista del relato.
EliminarGracias, Chaly, besos.
Escapando con los pies en el suelo, corriendo sin adelantar un paso, la apatía entra y no hay quien la sacuda. Y todos los día empiezan de la misma manera, pero el final de tu relato es magistral. Un abrazo
ResponderEliminarHay que sacudirse la rutina y la tensión de una época muy dura. Lo mejor es buscar nuevos paisajes, lejos del mundanal ruido.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Ester.
ResponderEliminarLlegando a esa casa que representa el pasado presente, hay que hacer un gran esfuerzo para no quedar atrapada en ella, aunque ese sea nuestro mayor deseo. Tal vez una piedra sea el contrapeso necesario...
· un abrazo Mi.
· CR · & · LMA ·
Bolo, es un pasado que no repercute, que está ahí, como un telón de fondo... lo que ella necesita es deshacer esa piedra que se le forma en la ciudad, entoces busca el agua del río para volver a sentirse viva.
EliminarUn gran abrazo, amigo.
En este sitio literario, entro como un colado (apenas soy lector) pero mas que lector entro como espectador, porque aquí las letras lucen como en una pasarela de Giorgio Armani. Sentí el olor a romero, viví la melancolía, inoculada, y sentí la atracción del paisaje y el imán de su río. Texto muy logrado, Mirella ¡APLAUSOS!
ResponderEliminarEduardo, no te me achiques, sos un lector de primera y un comentarista muy apreciado.
EliminarMe alegra saber que te pudiste trasladar a ese rincón -medio inventado- y disfrutar de la paz de la naturaleza, mientras seguimos aquí en esta ajetrada Buenos Aires.
Una reverencia ante tus aplausos.
Madre mía!!!
ResponderEliminarQué exhibición literaria!!!!!
Eres genial.
De verdad.
Besos.
Gracias, Torito, me pone muy contenta de que te vayas conforme con la lectura.
EliminarUn abrazo grandote.
Hola Sra. Mirella S.
ResponderEliminarWOW! Me he quedado sin palabras,hermoso. Sensacional!
No me apego a recuerdos, son como el agua del río, fluyen continuamente y los últimos tapan a los viejos, que forman un fondo legamoso y caminar por él me vuelve insegura.
Grande Sra.
Saludos cálidos desde Tarragona.
Muy amable, Elisa. Gracias por la visita y el comentario.
EliminarUn gusto tenerte por aquí.
Saludos otoñales desde Buenos Aires.
Hermoso, Mirella! Ese río, el tuyo (aunque lo imagino más hacia el delta), como el río de Juan L. es mi río también, y es un placer sentarse a mirar y sentir y dejar que la corriente se lleve la piedra que a veces se atora en el pecho.
ResponderEliminarUn beso
Me inspiré un poco en el Paraná, aunque no en un lugar específico.
EliminarEl murmullo del agua puede hacernos tanto bien, ver la corriente que fluye, como un modo de purificar todo lo acumulado en esta vida de locos que estamos llevando.
Gracias, Laura, un beso grande.
Un relato rítmico y agradable de leer.
ResponderEliminarDescribes perfectamente ese estado de ánimo que muchos tenemos por estas fechas... astenia primaveral....ese cambio transitorio hacia el verano que va acompañado de un previo semicansancio y con alguna que otra piedra.
Abrazos
Aunque aquí estamos en otoño, y algunos hace poco que volvieron de sus vacaciones (no en mi caso, porque no las tuve), el cansancio se acumula a raíz de tanta rutina y por la forma de vida de las grandes ciudades.
EliminarMuchas gracias, Esme, y muchos besotes.
Los fluidos siempre son importantes
ResponderEliminarAyudan a disolver las piedras que acumulamos.
EliminarBesos, profe.
Qué será esa piedra que tanto pesa y cuesta desprender???
ResponderEliminarLa vida en la ciudad nos carga de obligaciones que pueden ser piedras que no dejan ver la vida que sigue. Que bellamente escrito, un relato hermoso, te diría que es una poesía con imágenes y sentimientos.
Aplauso Mirella.
mariarosa
Buenos Aires me está resultando un hueso duro de roer. Per, lo más insano, es la vertiginosidad en la que vive el mundo, porque como vos decís, perdemos de vista las pequeñas grandes cosas que realmente hacen a la vida.
EliminarMe alegro que el relato te gustara, Mariarosa.
Besos.
Mirel,me mató tu prosa,estuve así mucho tiempo,demasiado ,hasta que el diagnóstico fué Síndrome depresivo crónico,pude evitarlo y tuve miedo ...¡Excelente!
ResponderEliminarMe alegra saber que saliste de ese estado, Saro. Creo que en esta sociedad monstruosa, muchos vivimos con una depresión encubierta. Gracias por participar con tus vivencias.
EliminarUn gran abrazo.
Espero que esa piedra no sea tuya y si lo es un poco de mimos la disuelve, sea de quien sea... hasta de uno mismo. Es un síntoma de que nos estamos olvidando de nuestras necesidades. Un besote.
ResponderEliminarMi impresión es que muchos acarreamos pesos por esta forma de vida desaforada.
EliminarHay demasiada tensión en el aire y la vida se complica hasta en las minucias cotidianas. Habitar en Buenos Aires o en las grandes ciudades se ha vuelto poco saludable.
Gracias, Silvana, y un abrazo.
HABÍA UNA ESPINA CLAVADA, QUE FUISTE POCO A POCO SACÁNDOLA. EXCELENTE!!!
ResponderEliminarUN ABRAZO
http://enancasdelarazon.blogspot.com/
Debemos encontrarle la vuelta a esta forma de vivir que nos propone el sistema.
EliminarEs de lo más insalubre.
Gracias, amigo Adolfo, un abrazo también para vos.
Qué agradable es leerte, y olvidar esas piedras que nos amenazaron. Acaso mañana cuando despertemos todo sea como hemos soñado. Vivamos por ese despertar. Un abrazo, Mirella.
ResponderEliminarGracias por el optimismo sagitariano, Alfredo. Necesitamos una mirada positiva para seguir adelante y buscar la forma para que lo externo nos afecte lo menos posible.
EliminarUn abrazo grandote.
El cansancio del pulso del relato es magistral, Mirella, la espera de que "acaso mañana", la puerta abierta a la acción que no se puede llevar a cabo hoy, aún no... Me encanta, una búsqueda, una escapatoria ideal, un ahora que sin embargo, exhausto, se contempla con unos ojos semicerrados. El efecto es excepcional. Claro que el mañana siempre ocurre el mismo día: mañana. La procrastinación inevitable, puede, no tiene por qué, pero puede ser un síntoma de lo más interesante.
ResponderEliminar¡Un abrazo, Mirella! ^_^
El aplazar determinaciones, creo, es un mal muy de estos tiempos. Se cumple más con lo externo que con las necesidades internas. También se suele esperar que nuestra realidad cambie "mágicamente".
EliminarGracias, Jorge, me quedo contenta de que te haya atrapado el clima del texto.
Un abrazo.
Gigante ola que el viento
ResponderEliminarriza y empuja en el mar
y rueda y pasa, y no sabe
qué playas buscando va;
eso soy yo, que al acaso
cruzo el mundo, sin pensar
de dónde vengo ni a dónde
mis pasos me llevarán.
"Es" de Bécquer (o Becquer; nunca sé). Tiene otra del Guadalquivir guapa y que no encuentro, aunque igual es Leyenda.
Gracias, Bixen, por el poema de Bécquer (con acento) y por la lectura.
EliminarMuchos saludos.
Cuánta belleza encierran tus palabras!!! Ciertamente lo que tu llamas piedra yo la designa mochila: Las dos pesan.
ResponderEliminarMuy buen relato.
Besos
También nosotros le decimos mochila, pero en este caso el peso era tal y en el plexo, que la imaginé como una piedra que obstruye.
EliminarUn gusto tenerte por aquí y me alegra que te hayas ido satisfecha.
Besos, Marybel.
Tu prosa está plagada de bellísimas imágenes Mirella. Y este ir del la vorágine de las ciudades a la paz de la naturaleza para deshacernos de las piedras que nos asfixian es, así se trate de la creación, la terapia adecuada. Hay un dejo de encantadora nostalgia que respira por todo el relato.
ResponderEliminarMe gusto mucho.
Felicidades porque siempre consigues engancharnos y dejarnos algo muy sabroso en tus trabajos.
Un abrazo querida compañera.
Para el que escribe enganchar al lector con la trama que propone o por la forma que cuenta lo poco o mucho que ocurre en el texto, es ya un logro muy grande.
EliminarGonza, te agradezco profundamente la lectura y el comentario.
Un fuerte abrazo, compañero.
Las ciudades nos oprimen, nos ahogan y en rara ocasión nos damos cuenta que nos va robando energía a poquitos. Es cuando escapamos a tierras naturales y tan salvajes como hoy pueda haberlas cuando el oxígeno entra en los pulmones para recobrar las energías robadas y paz olvidada.
ResponderEliminarPrecioso relato Mirella. Un besote !!
:D
Hay ciudades que se han convertido en monstruos devoradores de sus habitantes. Buenos Aires es una de ellas; antes me encantaba vivir aquí, pero se ha hecho muy arduo y problemático. El relato partió un poco de esa sensación: de lo que nos hace la vida urbana cuando es tan caótica y hostil.
EliminarGracias, Nieves guapísima y un montón de besazos.
La ciudad oprime con su apuro y sus piedras nos agobian. Que buen relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bienvenida, María, gracias por tu comentario. Las ciudades están cada día más agobiantes y superpobladas, como un enorme hormiguero.
EliminarBesos.
Es un placer leerte Mirella, me ha encanto la desaparición de esa espina.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz sábado.
Gracias, Carmen, un gusto que te hayas ido satisfecha con la lectura.
EliminarUn abrazo.
Pffffff!!!!!!!!!!
ResponderEliminarTe iba leyendo a vos, pero me veía a mi. Así, así de igualito me siento yo. ¿Cómo pudiste decirlo tan bien? Pasito a paso...
Yo tb pensaba en el río Paraná...
Besos.
Querida Pato, porque es una sensación tan generalizada, que cada vez se extiende más y se comenta... sólo le puse el clima y la necesidad de subsanarla de alguna manera.
EliminarUn gran abrazo.
Imposible no sentirse identificado, Mirella. Cada día se hace más difícil vivir en el infierno de la ciudad. Se pierde el sabor, la sensibilidad. Queda proponerse día a día, buscar ese instante de río y seguir andando. Cuando te asfixia esa rutina perversa, viene bien un: Sólo por hoy! Escribiste este texto en forma de prosa pero podría ser una poesía perfecta. Eso habla de la ductilidad que tenés. Muy bueno! Beso grande!
ResponderEliminarLos que trabajamos en casa, zafamos hasta cierto punto, porque ya es agotador el tema de viajar, de desplazarse. De vez en cuando, ese recreo que nos podemos tomar, nos da fuerzas para seguir hasta el próximo...
EliminarGracias, linda, un beso enorme.
Ese peso que llevamos a cuestas, arrastrando la rutina, el apego por las cosas materiales, el estridente y repetitivo sonido del despertador, la desgana y la apatía, el enjambre en el que nos vemos sometidos, la fauna humana que nos arrastra, el gentío, el escaso placer y el corre-corre que no nos permite detenermos para contemplar algo tan sencillo como es la vida, hasta que por fin, nos paramos, y nos detenemos ante los márgenes de un río... y nos dejamos llevar y fluir... antes de volver a empezar y ver de nuevo cómo se estanca el agua.
ResponderEliminarA fin de cuentas como dijo el poeta, nuestras vidas son eso, ríos que van a dar a la Mar que es morir...
Besos, bella dama.
Me encantó!
Si nos importara menos tener y nos dedicáramos a "ser", yendo ligeros de equipaje, disfrutaríamos más la vida. Pero esta sociedad consumista nos lo permite hasta cierto punto y para no sentirnos los raros, los "sapos de otro pozo", como decimos por aquí, agachamos la cabeza y entramos en la maratón cotidiana.
EliminarSin embargo, con los años, he ido deshaciéndome de unas cuantas maletas.
Gracias, linda Zarza, por dejar tu opinión.
Besazos.
Hola Mirell. La protagonista de tu prosa -tan bella, tan poética- podría ser mi yo de hace unos años.
ResponderEliminarAhora vivo en el campo, sin piedras ni relojes ni contaminación, rodeada de abedules de sauces y de alisos. Tengo el gozoso alboroto de los pájaros y al fondo el rumor de las olas de un Cantábrico, a veces enojado...
Siempre un placer disfrutar tus creaciones. Abrazo larguísimo.
¡Qué afortunada, Soco! Cada vez se hace más duro vivir en una ciudad grande y se pierde el contacto con la naturaleza, que se remite a unos pocos árboles y algo de pastito en alguna plaza... rodeada de cemento.
EliminarGracias por pasar y dejarme tan lindo comentario.
Otro abrazo que llegue al Cantábrico.
Lo leí como una bella (muy bella...) prosa poética, repleta de sentires y descripciones del espíritu de la protagonista y sus ires y venires... Me gustó mucho, Mirella. Tu habilidad como escritora, siempre latente y en su máxima expresión.
ResponderEliminar¡Saludos!
Es un textito intimista, donde la acción pasa por el devenir interior de la protagonista.
EliminarÚltimamente estoy muy introspectiva en mi forma de escribir y trato de explorar esta veta más poética.
Me alegro mucho que lo hayas disfrutado.
Saludos, Juanito.
Nada como desconectarse. Escuché miles de veces eso de: quiero ir a vivir al campo. La piedra hay que cargarla sí o sí, solo hay que buscar la manera de llevarla sin que sea incómoda.
ResponderEliminarEs increíble como vuela uno entre tus letras, Mirella.
Saludos.
También dije muchas veces la frase "me quiero ir a vivir al campo"... pero sé que no aguantaría mucho tiempo. Siempre fui de ciudad, aunque ahora cada día te encontrás con más problemas y trabas.
EliminarEspero que mis letras te hayan llevado a la paz bucólica del río y vuelto renovado.
Un abrazo, Raúl.
Fantástico relato, Mirella, me encantó.
ResponderEliminarUn beso.
Feliz semana.
Gracias, Amapola, un gusto que lo disfrutaras.
EliminarBesos.
...carissima Mirella, oggi ho cliccato sull'etichetta: Mente malinconica, e ho fatto bene! Ho trovato questo post meraviglioso! Una prosa poetica scritta con la voce malinconica dell'anima, un viaggio a ritroso con l'immaginazione, con una pietra che pesa sul petto e col desiderio di trovare un respiro leggero che si trova in un sogno, accanto a un fiume; poi una delicata e sensibile poesia che rende il tutto un viaggio colmo di lirismo interiore; grazie dell'emozione cara amica, un forte abbraccio...
ResponderEliminarCaro Sergio, ho un dubbio, il traduttore non rovina lo stile, certe espressioni?
EliminarPerchè le volte cho l'ho usato per capire meglio certi concetti mi trovai con risultati abbastanza poveri. Il contenuto si capisce ma la prosa si impoverisce.
Comunque, se te ne sei andato soddisfatto con quello che ho scritto, rimango contenta.
Un affettuoso abbraccio.
Hola... Prometo no robarte mucho tiempo. Solo quiero compartir algo contigo. Soy María, tengo 14 años. Hace unos cuantos años escribí un libro, sobre la depresión durante la adolescencia. La verdad es algo súper importante para mi. Me gustaría pedirte de tu ayuda, quiero que la gente y los adolescentes con esta enfermedad (como yo) se identifiquen o no se sientas solos. Solo te quiero pedir que me ayudes a compartirlo por donde puedas, o que al menos te tomes unos cuantos para leer la introducción. Aquí te dejo el link de mi blog. http://detrasdemisonrisambc.blogspot.com Muchas gracias por tu tiempo. Bonito día. -María Bolio
ResponderEliminarGracias María por la visita. Apenas me sea posible leeré lo que publicaste y veré dónde puedo promocionarlo, no tengo Facebook, sólo podría hacerlo en Google+.
EliminarEspero que estés mejor con el problema de la depresión, una forma de combatirla es escribiendo, sacar afuera todo lo que duele. Encontrar metas y buscarlas activamente.
Te deseo lo mejor y sos muy bienvenida a este espacio.
Un abrazo
La espera de quien no espera... por momentos me sentí identificado con esas dos piernas colgando en el muelle o la media muerte de la ciudad. Me gustó el escrito, Mirella. Saludos, nos leemos.
ResponderEliminarJosetxu, todos pasamos por estados así, muy propios de la posmodernidad.
EliminarQué bueno que te gustara. Un abrazo y gracias por acercarte.
UN ESCAPE DE LA SOFOCANTE RUTINA, MUY BIEN EXPRESADO Y LA NARRACION
ResponderEliminarCON TINTES DE AUTENTICA POETA,EXPRECION ,SUGERENTE Y SIGNIFICATIVA
PIDIENDO..............UN YA BASTA, NO QUIERO MAS..................UN AGRADO LEERLA
MIRELLA S. DISCULPANDO MI ORTOGRAFIA Y MI MAYUSCULA, ES SOLO MI PRIMA
Muchas gracias, Gabriel, bienvenido. Es un texto que expresa emociones con las que es fácil identificarse. Me alegra que le haya gustado.
EliminarSaludos.