Ilustración de Minjae Lee
Esa noche,
quién dijo la primera palabra ¿él o yo? Habrá sido él, porque no suelo ser la
que rompe el hielo. ¿Y qué dijo, cuál fue la primera palabra, no la primera
frase sino, absurdamente, la primera palabra? Tal vez fue un saludo: “hola”.
También pudo empezar con un artículo: “la noche está espléndida”, si hubiese
querido entrar en conversación a través del clima, algo improbable en él.
De haber
dicho: “espléndido cielo” (estábamos en la terraza de un piso
alto), hubiese arrancado con un adjetivo, a los que dudo sea muy propenso. Con
un sustantivo imposible, a menos que vaya precedido por un pronombre
exclamativo: “qué cielo” o
“qué noche”.
Pensándolo
bien, se puede empezar con un sustantivo: “noche espectacular ¿no?”. Si descarto la
apreciación meteorológica, lo más probable es que se haya presentado. Entonces
la primera palabra fue un pronombre, “yo soy Horacio”; tal vez omitió el “yo”
y dijo “soy Horacio” y la
palabra inicial fue la conjugación de la primera persona en presente indicativo
del verbo ser. Y si dijo sólo Horacio,
fue con un nombre propio.
Un
“Horacio”, cualquier Horacio, inmediatamente me remite al Horacio Oliveira de Rayuela, uno de mis personajes
favoritos y me siento un poco la Maga cuando se topa con Oliveira en la puerta
de un café de la rue du Cherche-Midi y se hablan por primera vez. Quizás por
eso le llevé el apunte o porque tenía ojos como océanos turbulentos que
contrastaban con la sonrisa melancólica.
Me quiero
acordar del primer momento porque define cómo arranca una relación, si tiene
futuro o no. Siempre le doy importancia a ciertas cosas tontas, como a la
primera palabra y a la última de un libro y verifico si unidas forman un sentido y, si
lo tienen, creo que ese libro me va a dejar una impronta, aunque no sea bueno.
Si esas palabras combinan trato de descifrar cuál es el mensaje para mí.
Reconozco
que a veces hago trampa y me permito incorporar un artículo, como en el caso de Rayuela, libro que me indujo a
escrupulosas reflexiones y cuya primera palabra era “encontraría” y las
dos últimas “el pitillo”, aunque no pude captar el trasfondo de esas
tres palabras ya que ni siquiera fumo. En cambio, el “hoy odio” de El extranjero, constituyó una
puerta que me introdujo en los repliegues de mi inconsciente. En el momento de
la lectura me alertó sobre emociones nada benévolas que mi mente trataba de
mitigar con respuestas intelectuales.
Tampoco me acuerdo de la última palabra de esa noche en la terraza. Me
pidió el número de teléfono y supongo que se habrá despedido. ¿Dijo algo
después de “te llamo”? Tal vez “chau” ¿le agregó mi nombre: “chau
Clara?”
Si la
primera palabra fue “noche” y la última fue “Clara,” no está mal.
Lo mismo si dijo “soy” o si empezó con “que” o si usó un
adjetivo: “bella”, “hermosa” o “espléndida” (noche) y la
última fue mi nombre, “Clara”.
No
recuerdo si le dije Clara, que es mi segundo nombre; el de pila suelo evitarlo
cuando no tengo ganas de corregir cómo se pronuncia ni de andar explicando su
origen nórdico o resignarme a que al rato lo cambien por otro parecido o se lo
olviden y empezar todo de nuevo.
Esa noche
en que me sentí agasajada más por su sonrisa que por sus ojos, de cajón que fui
Clara. Aunque también me surge la duda, con alguien que destila cierto misterio
como Horacio, pude haber querido mostrarme diferente, con un toque de
extravagancia y haberle largado mi nombre impronunciable para que se interese,
para que pregunte.
Lo que me
lleva a otro punto ¿cuál fue la primera pregunta? Porque un encuentro casual
está lleno de preguntas, que es una manera de llegar al otro, de construir
rápidamente el rompecabezas, y formarse una imagen que se irá ajustando o se
irá diluyendo en cada respuesta y el personaje que se arma se acercará o
alejará de lo que se estima “ideal”.
Horacio
entra en esa categoría: me deslumbró porque era demasiado ideal, como si lo
hubiese fabricado a mi gusto y piacere. Un pez pájaro que, repentinamente,
irrumpe de lo insondable y me encandila con sus escamas de oro, con el
movimiento de sus aletas vertiginosas que baten el aire. Al ejecutar unas
cabriolas en el espacio, derrama el rocío del mar adherido a su cuerpo y vuelve
a sumergirse en el enigma.
Puedo
afirmar, casi con seguridad, que no hubo preguntas, no eran necesarias,
estábamos unidos por una corriente sutil, más allá de la torpeza de las
palabras. Esa energía de comunión se da cuanto menos sabemos del otro y es tan
intensa y perfecta que dura un encuentro.
Tantas preguntas
que me hago sirven para rescatar esa noche, mi única noche con Horacio, para
convencerme de que no lo soñé en esa terraza solitaria, en la que me había
refugiado para escapar de una fiesta a la que no pertenecía. Sin embargo,
después de todos estos meses sigo preguntando al vacío: por qué Horacio
Oliveira nunca me llamó.
©
Mirella S. — 2011 —
No toda pregunta merece respuesta.
Publio Siro
Me ha gustado mucho, a partir de ahora me fijaré en las primeras palabras y me acordaré de ti.
ResponderEliminar¡Jajaja... Tracy, juntando las primeras y últimas palabras de todos los libros que leés, hasta podrías escribir una novela!
EliminarGracias por pasar.
Besos.
Las primeras palabras siempre son de cortesía, es difícil iniciar una nueva relación siendo desagradable...jeje aunque algunos pretenden usar esa otra máscara para probar sus efectos. Las últimas palabras suelen ser de despedida y dependiendo del tono pudiera ser el resumen de la velada.
ResponderEliminarEs verdad Mirella, me has hecho pararme en la autopsia de las frases y sus significados.
bsazo.
Conocí personas con las que tuve un inicio muy desagradable y que después se revirtió... y otras, con sonrisas y amabilidades, y después se despidieron con un portazo.
EliminarCada encuentro es un mundo de posibilidades.
De vez en cuando no está mal hacer una autopsia... ¡ja!
Gracias, Marcelo y un bsazo.
¿Era sordomudo, quizá? Los escribidores tenemos cierta tendencia a reducir la vida a palabras.
ResponderEliminarAbrazos, hoy especiales
Era un fantasma, un delirio. Las palabras es lo que mejor usamos, aunque no siempre (hablo por mí).
EliminarAgradezco la especialidad de los abrazos y los retribuyo.
Magnífico relato, Mirella. Es un disfrute por la cantidad de connotaciones literarias que lleva incorporadas, sobre todo esos ecos cortazarianos tan entrañables. También a mí me hubiera gustado encontrarme con Horacio, pero...
ResponderEliminarTe resalto esta frase tuya: "Esa energía de comunión se da cuanto menos sabemos del otro y es tan intensa y perfecta que dura un encuentro". Una frase sabia, certera como una flecha. No sé la causa de que la comunión deje de operarse con el mucho trato, quizá porque ya no nos sorprende, quizá.
Un beso.
P.D.- Buena pinta tiene ese libro de relatos: "Encuentros".
¿Se nota que soy una fanática de Cortázar? Cada tanto lo releo.
EliminarEsos momentos de comunión son tan intensos que no suelen repetirse muy a menudo; hay circunstancias y climas que los propician y cuando entra la cotidianeidad, quedan tapados o diluidos por el humor de cada uno, por las actividades que debemos atender. También tienen su dosis de idealización.
Isabel, "Encuentros" no es un libro, por lo menos no partí de esa idea. Es una forma de ir agrupando los relatos por temas que reiteradamente vuelven a mí.
Gracias por tus palabras y un fuerte abrazo.
Fantástico relato y exposición...
ResponderEliminarRecordar el mínimo detalle de algún memento que desembocó en un hermosos acontecimiento es algo que no sé si hacemos todos, lo que sé es que lo suelo hacer y siempre lo provoca esa pregunta, algo que no nos cabe en la cabeza, en el caso de tu relato el no entender el porque Horacio no la llamó nunca. Bueno quizás nunca tuvo intención de ir mas allá del azar de aquella noche. si más!
Pero el darle vueltas es inevitable.
Un besote :)
Gracias, Nieves. Todos nos hacemos ese tipo de preguntas cuando lo esperado no se da. Pero esta chica manifiesta cierta cosa obsesiva.
EliminarBesostes.
Es como si cada palabra desatara tormentas, de furia, o de ternura... Un abrazo.
ResponderEliminarO son la expresión de una gran neurosis... (me estoy riendo...)
EliminarUn abrazo, Darío.
Jeje...es maravilloso cómo "te las rebuscas" para enganchar con los planteos inciales de tus relatos. Pensar en las primeras o últimas palabras de un encuentro o de un libro, para juzgarlos a partir de ello es, en sí mismo, un divertido desafío de tu imaginación creativa. Con los libros, suelo hacerlo, pero sólo por curiosidad...A partir de ahora, creo que formaré frases con esas palabras separadas por no sé cuantas hojas de distancia, y veré si el resultado de unirlas en composición me anima a leer toda la obra! Abrazo, e complimenti!!!!
ResponderEliminarEs un buen sistema, te lo digo por experiencia (¡ja!).
EliminarProbalo y después me contás.
Gracias por pasar, Patzy y un gran abrazo.
Vaya análisis el suyo!!! (Sonrío) Al principio te seguía como si estuviésemos en terapia- psicológica jaja. Ahora estoy pensando si he dicho ciertas palabras.
ResponderEliminarEs gratificante el poder de la mente Mirella.
Muy bueno.
Besos
Cuando encuentre un Horacio, cualquier Horacio, pensaré en ti.
Vivian, por lo menos el cuento sirvió para que te autoanalices... ya es un logro para el autor... jajaja...
EliminarEspero que también encuentres pronto a un Horacio que te haga sentir como a la prota del relato.
Un placer volver a tenerte por aquí.
Abrazote.
Genial Mirella, sencillamente ... genial. El juego con las palabras, la palabra como soporte de la memoria, el remate ...
ResponderEliminarMe encantó.
Beso!!!
Qué suerte, gracias Flor por tu estímulo; no es un cuento actual, será de hace un par de años, pero lo trabajé mucho en su corrección.
EliminarBesos.
"Por qué?" Tremenda cuestión, no? Ante la desilusión, la pena, la intriga, la curiosidad... Y ese mix muy bueno que lograste evocando a Oliveira. Me gusta la forma en qué te estás desafiando. La búsqueda nunca termina y sin dudas es fenomenal. Un abrazo, Mirella!
ResponderEliminarLa búsqueda de nuevas expresiones es una constante. Cuando empezamos a sentirnos cómodos con nuestra forma habitual, hay que preocuparse.
EliminarEstoy en esa fase. Y hasta que no aparece esa vuelta de tuerca en la escritura, uno se siente que está en el aire.
Gracias Bee, por acercarte y por tus opiniones positivas.
Besotes.
cuánto caos en la protagonista, supongo que a muchos les ocurre
ResponderEliminaraunque no siempre se respondan
pero muchas de las preguntas vuelven a lo largo de la vida a hacerse
abrazos y feliz jornada
Un caos bastante neurótico, eso traté transmitir en esa preguntas compulsivas.
EliminarCuando no hay respuestas, la pregunta queda flotando.
Gracias, Elisa y un beso grandote.
Pobre Horacio!... No se puede presionar tanto a un hombre por el detalle de una palabra mas o menos. O que dijo o dejó de decir. Un poco mas y se arroja al vacío desde la terraza. Y menos compararlo con un loco como Oliveira que andaba por los puentes de París, buscando a una ciruja uruguaya llamada Lucía que decía ser maga. No te preguntes porque no te llama. No te volverá a llamar.
ResponderEliminar¿No sería el Horacio, poeta lírico y satírico romano?
abrazo
Horacio Oliveira, un loco lindo. Los nombres tienen una energía especial, no conocí demasiados Horacios, pero tienen la costumbre de desaparecer. Crean expectativa y se van.
EliminarYa no hago preguntas.
Abrazo, Lucrecia.
ERES UNA RELATISTA GENIAL!!!!!!!!!!
ResponderEliminarBESOS
Gracias ReltiH, creo que sos demasiado generoso (risas).
EliminarContenta por tu visita, te dejo un abrazo.
ResponderEliminarAparte de la lección de morfología y sintaxis, un relato muy original y sugerente.
Masbesos
Una alegría que te haya gustado. Grecias por los adjetivos.
EliminarBienvenida, con un abrazo.
Pues me ha gustado esa forma de ir creando expectativas que se quedan en nada, lo que se dice divagar sobre un espejismo. Y sí, un poco neurótica es la cosa con tanta gramática por medio, pero claro tratándose de una escritora no podía ser menos (ríome).
ResponderEliminarA alguien normal (porque los escritores somos unos anómalos todos) pues le habría dado por hablar de la mirada, de la sonrisa o de las manos del tipo, pero tú pareces una entomóloga matizando palabras que pudieron ser, como si fueran alas de mariposa.
Cortázar, sí, es la bomba. (Se te nota en la mirada que vives enamorada, que dice la canción).
Y bueno, que me gustó esa pulgarada de locura, te sienta bien.
Vine porque no vi moros peleones en la costa, y espero no tener que sacar la cimitarra, jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.
Besos, Mirellísima.
Namasté.
Es que todo está escrito, Morg, hay que buscar otras puntas.
EliminarAdemás no me reconozco romántica. Los que escribimos somos especímenes raros y yo lo soy (y a mucha honra... jajaja).
Por favor, por favor, la cimitarra no, guardala en el placard.
Abracísimos.
Vaya analisis Mirella...
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Carlos con muchos abrazos.
Gracias Carlos, retribuyo los abrazos.
EliminarQuizás murió de un ataque de amor.
ResponderEliminarBesos.
No Torito, en el siglo XXI se muere de otras cosas; y creo que antes también, los románticos eran todos tuberculosos.
EliminarGracias y un beso.
feliz comienzo de semana MIrella
ResponderEliminarmil gracias por tu huella
abrazos y energías
Gracias Elisa, también para vos.
EliminarAquí, con frío y pasados por agua.
Besotes.
Me gusta como tejiste sustantivos y adjetivos, como desglosaste las frases, eres como una especie de detective de la lengua jaja.
ResponderEliminarUn abrazo Mirella.
Matthy, me gustó mucho eso de ser 'detective de la lengua'; de alguna manera hago un trabajo detectivesco con las palabras, sobre todo cuando me doy cuenta de que no fluyen demasiado.
EliminarMuchas gracias por pasar y otro abrazo para vos.
Estoy seguro que Horacio existe y que esa noche también huyó de una fiesta a la que no pertenecía. Estoy seguro que se apoyó sobre la baranda del balcón. Estoy seguro que sacó del bolsillo interno de su saco un paquete de Marlboro. Estoy seguro que mantuvo una conversación inaudible con una dama le dio su segundo nombre, porque el primero era complicado y no era momento de explicaciones. Estoy seguro que memorizó un teléfono al que nunca llamaría. Estoy seguro que esa dama nunca existió.
ResponderEliminarUn beso grande
Me resulta muy interesante ver el punto de vista masculino de la historia. Qué pensaba Horacio esa noche en la terraza.
Eliminar¡Muy bueno como lo relataste! ¿Escribís ficción?
Gracias por tu comentario tan original y por pasar por aquí.
Un abrazo, Alejandro.
Es posible que el pobre Horacio haya vislumbrado lo complicada que es esta mujer, ja. Por Dios. ¡Si hasta se pregunta por preguntas que luego asegura que no hubo! Casi juraría que ese encuentro fue un monólogo de ella, por eso no se acuerda de qué dijo el hombre, si es que este pudo meter algún bocado.
ResponderEliminarNo sé si tu historia iba por el lado en qué la interpreté, pero la disfruté de ese modo.
Saludos.
Claro que la interpretaste, Raúl. Me alegro que hayas disfrutado la neurosis de la protagonista... jajaja...
EliminarMuchas gracias por acercarte.