Qué distinto era volver a casa los jueves por la tarde, después de haber estado en el parque. Eloísa comprobaba que sus pasos eran más rápidos, siempre arrastrando un poco los pies y con sus rodillas que crujían como ramitas a punto de quebrarse, sin embargo había una energía renovada en su andar tambaleante. Y sí, tenía unos quilos de más, a pesar de que comía como un pajarito. Los jueves ni notaba los achaques, porque había muchas cosas en qué pensar, tantas palabras dichas. Los relatos eran el hilo que la unía a las demás, como en el bordado: una puntada seguía a otra y se formaba una flor. Palabra tras palabra, se componían historias jubilosas o dramáticas, según el dibujo de la vida de cada una.
Neli era una
mujer alegre, con mil anécdotas a flor de labios y una risa franca. Fedora,
recién jubilada, tenía la voz grave de tanto fumar y un aire enigmático, así
la describía Neli. Eloísa era la más vieja del grupo, con sus ochenta y cinco
años, el tejido constante y el orgullo de no usar anteojos. Hablaba poco
Eloísa… y con lo burra que sos qué podés
contar, qué les voy a decir con las cosas interesantes que les pasan a ellas.
Hasta los momentos trágicos, si los vivís con dignidad, tienen su colorido —palabras de Fedora—, yo no sé bien qué quiere decir, pero suena lindo. Lo había dicho en voz alta, mientras encendía la luz de la cocina y abría la heladera. Hoy por suerte dejé la cena lista, con el frío que hace la sopa de verduras te sentará de maravillas.
Hasta los momentos trágicos, si los vivís con dignidad, tienen su colorido —palabras de Fedora—, yo no sé bien qué quiere decir, pero suena lindo. Lo había dicho en voz alta, mientras encendía la luz de la cocina y abría la heladera. Hoy por suerte dejé la cena lista, con el frío que hace la sopa de verduras te sentará de maravillas.
Eloísa,
mientras calentaba la sopa, hizo sus comentarios sobre la reunión de la tarde,
costumbre adquirida desde que iba al parque y se encontraba con las otras.
Hablar sola, consecuencias de la chochera o de alguien que no fue escuchada. Ni se te ocurra llorar sobre leche derramada, arruinando lo bueno de la tarde, no seas
aguafiestas.
Bajó la tabla
de la mesa empotrada y sirvió la sopa humeante y espesa. Le puse de todo, calabaza, acelga, cebolla, apio, morrones y los
daditos de panceta, que le da ese saborcito ahumado… Hoy Fedora contó algo
sobre su divorcio, qué mujer culta, sabe hablar, cómo no va a saber si por más
de veinte años fue la secretaria de ese artista plástico muy conocido, del que
nunca me acuerdo el apellido.
Buscó una
servilleta y se sentó en un banco sin respaldo; la cocina era un pañuelito,
ella prefería comer allí y no en la mesa del comedor, repleto de los muebles
oscuros de cuando se casó y vivía en la casa grande, y ahora amontonados en
este departamentito de morondanga… Fedora, qué nombre especial. Ella sí que es una mujer fuerte, se le
plantó al marido y le dijo a mí con la división de bienes no me vas a joder, no
te olvides que los escorpianos somos estrategas. Qué linda palabra “estratega”,
la voy a escribir antes de que se me olvide.
Eloísa dejó el
plato vacío sobre la mesada, se dirigió hasta el bargueño del comedor y sacó un
cofre de madera. Adentro estaba revestido con una felpa que alguna vez fue roja
y contenía varias hojitas de anotador. La última palabra que había escrito era “enigmática” y —entre paréntesis— Neli. Que también se luce, fue maestra, pero ni comparación con Fedora,
que viajó por casi todo el mundo acompañando al artista en sus exposiciones. Según Neli, el marido de Fedora estaba muerto de celos y lo llamó Otelo, para
mí se equivocó, Fedora le dice Pancho, Pancho esto, Pancho lo otro… en fin,
la cosa es que junto con el divorcio, la jubilación, y Fedora quedó triste y
amargada, todas le dieron ánimo, a mí no me salía ni una palabra, entonces me
acerqué con la bandeja de los bizcochitos y le cebé un mate. Menos mal que en
el parque encontramos siempre alguna de las mesas de cemento desocupada; yo me
encargo de llevar el termo con el agua caliente y la yerba y las demás se
turnan con las facturas o los bizcochos de grasa.
Eloísa releyó
algunas palabras de la lista y al final agregó: estratega (Fedora) y cerró el cofre. Cuántas palabras había en ese cofre, formaban parte de vidas
ajenas compartidas, y cada palabra de la lista había sido un momento precioso
de compañía.
Fue en una
tarde tibia, a fines de febrero, que ella tuvo ganas de ir al parque con su
tejido, el termo y el mate. Se acomodó en una de esas columnas mochas de
cemento que rodeaban la mesita y miró a los chiquilines que corrían por el
sendero de piedras. A sus espaldas la voz ronca de Fedora preguntó si podía
sentarse, los bancos estaban todos ocupados.
Cómo no va poder, es un lugar público. Eloísa se
asombró al escuchar su voz en un tono firme y alto. Pero esto era ahora, allí,
en su comedor abarrotado, en el parque simplemente había asentido con un
movimiento de cabeza.
Le impresionó
la mujer alta, con una onda que le caía sobre la frente, la mirada de pájaro
herido, los labios aún parecían los de una muchacha. Hice lo único que sé hacer, le ofrecí un mate y Fedora me miró con sus
ojos alargados, sonrió, su boca fue todavía más hermosa, y tomó el mate. Seguí
con mi tejido, ella fumaba, esa tarde no hablamos. Días después vino con una
amiga, me la presentó: ella es Clara y yo soy Fedora.
Conversaban,
como si Eloísa no estuviera, aunque no sintió la sensación de ser inexistente,
como le ocurría ante los extraños. Saben
mi nombre, que soy viuda, nunca les hablé del difunto, que en paz descanse,
total para qué, mucho para contar no tengo, a lo sumo que cada tanto me llevaba
al cine o a caminar por el centro, eso fue en los primeros tiempos de casados,
después como no le pude dar hijos, ya ni eso, y entré a ser un mueble más en la
casa enorme y vacía de risas.
Apoyó las
palmas sobre la mesa cubierta con una de sus carpetas tejidas al crochet y
acarició distraídamente la tapa combada del cofre. Cuando apareció Neli, con su
risa contagiosa, corriendo detrás de su nieta, decidieron juntarse todos los
jueves. Siempre hay temas: el lío del
divorcio de Fedora; Clara es astróloga, tiene un programa en la radio y saca de
la manga historias increíbles; o la familia enorme de Neli, con tantos yernos y
nueras me los confundo a todos.
Los jueves
lluviosos eran una decepción, esa semana se hacía interminable. Las invitaría acá, pero el comedor con los
muebles viejos, las sillas que tienen el asiento medio hundido… ellas son tan
finas, estarán acostumbradas a ciertas comodidades, a ambientes elegantes.
Este jueves
tuvo un regalo extra. Fedora se quedó un rato más después que Neli y Clara se
fueron. Me di cuenta de que me miraba. Estás pálida como la luna, me dijo. Le contesté que era un poco de cansancio,
nada importante. Ella metió la mano en el bolso y me dio una tarjeta: por
cualquier cosa que necesites no dudes en llamarme. Y al irse me dio un beso.
Eloísa guardó
cuidadosamente el rectangulito blanco en el cofre, un obsequio inesperado de
los astros, diría Clara. O una alegre sorpresa de la vida y, tras la frase de
Neli, su carcajada resonando en el aire manso del parque.
© Mirella S. — 2010 —
© Mirella S. — 2010 —
Me quedé con ganas de seguir leyendo. Y no sé por qué, me llamó mucho la atención esa cajita en la que guardaba palabras, es una idea genial. Deberías desarrollarla más, qué harán esas palabras sueltas en la caja, en la vida de su dueña. Un abrazo, Mirella.
ResponderEliminarTe llamó la atención porque vos también sos una caja que atesora palabras.
EliminarTomaré en cuenta la sugerencia que me hiciste, tal vez surja otra pequeña historia.
Muchas gracias Alfredo.
Un abrazo.
Muy interesante relato. A veces, yo también iba los jueves al parque con mi perra Rita y me encontraba con unas señoras amigas y charlábamos de temas variados, pero un día una paloma le cagó en la cabeza a Rita y muy ofendida, no quiso ir mas al parque. El cofre de Eloísa donde guardaba palabras me hizo recordar el cofre donde yo guardaba dólares, un obsequio inesperado de los astros, pero ahora está vacío...
ResponderEliminarabrazo
Lucrecia si esos dólares te los gastaste en tus vacaciones caribeñas, bien gastados están.
EliminarGracias por la visita, perdón por los sillones hundidos, el mate lavado, pero la malaria cunde en todas partes.
Un abrazo.
Me ha enternecido especialmente, Mirella, y es que los viejos se asemejan a los niños.
ResponderEliminarMuy dulce el relato. muy entrañable.
Un beso.
Cuando lo escribí, a continuación de "En la biblioteca", me gustaba bocetar personajes simples, cotidianos. Siempre me interesó más el personaje que la anécdota.
EliminarMuchas gracias por pasar siempre por aquí.
Un beso enorme.
En este relato "se respiran" el mundo y las "mañas" de los viejos. Es muy interesante...con los años, aquello a lo que solíamos dar poco valor, pasa a ser lo más preciado...El sentido de las palabras, no? Como siempre me dejaste pensando en muchas cosas...disfruto de tus relatos. Grande abbraccio, Mirella!
ResponderEliminarTante grazie Patzy per i tuoi complimenti. Sí, la vecchiaia é difficile, ma ancora si possono trovare cose nuove que portino un pò de felicità.
EliminarForte abbraccio, cara.
la expectativa de vida es cada vez más larga
ResponderEliminarlamentablemente la calidad de vida no va aparejada con la cantidad de ancianos
y al final son muchos más los que dependen de otros para sus cosas más básicas
a mi al menos no me gustaría llegar a ello,
prefiero un tiro certero y no quedarme dando la lata
ni cargándole el destino a nadie
los viejos son adultos que eso nunca se nos olvide
una vez me lo dijo el geriatra que atendía a mi padre
lo peor que podemos hacer es tratarlos como niños
porque ellos saben muy bien como manipularnos
buen fin de semana
abrazos
Hay distintas formas de vivir la vejez: con miedo y afligiendo a los parientes o con dignidad y lucidez.
EliminarNo es un tema fácil de tratar, a nadie le gusta esa etapa; intenté mostrar en Eloísa a una mujer sola, que todavía se vale por sí misma y que un día encuentra en un parque un regalo inapreciable: aprender cosas nuevas y a ser vista, considerada.
Muchas gracias por venir y también que tengas un lindo fin de semana.
Un abrazo.
sin duda Eloisa es una afortunada, pero la realidad nos deja un marco muy precario
Eliminarella representa el ideal, y que ojalá se diera
tu relato deja la luz y el sueño esperanzados
pero comenté desde la realidad
la vejez ya se ve es cada vez más solitaria y abandonada
las personas en su individualismo y poca conciencia social
no siempre me quedo pegada en el texto, sino que miro más allá
sorry, intentaré atenerme solo a los textos de ahora en adelante para comentar
abrazos
No Elisa, por favor no te censures, me parece bueno que expresemos nuestros puntos de vista.
EliminarEscribí este relato porque conocí a muchos ancianos como Eloísa, que a veces, aunque no lo sepan o lo manifiesten, mantienen una chispa vital que aflora cuando alguien les da una mano y una oportunidad.
También está el lado real y triste, el del abandono, la soledad, la enfermedad que crea dependencia, etc., no lo niego, pero en este caso preferí mostrar algo más esperanzador.
Un abrazo grandote.
Cuánto daría yo por esos paseos lentos en nuestro atardecer... poder llegar con ese amor por la vida... Un abrazo.
ResponderEliminarEl amor por la vida, el amor por los otros y de los otros... lo único que sostiene.
EliminarGracias, Darío.
Abrazo grande.
Me gusta este tipo de relatos. A veces la gente olvida que un día será protagonista (co suerte) de alguno de ellos; habrán yernos, nueras, tejeremos a crochet _ punto arroz jaja, 1..2...3...me confundí y me quedó un nudo….4 y así)
ResponderEliminarLo bueno es llegar a la vejez y tener a alguien cerca, una amiga cómplice con quien divagar, a quien le importe poco el ambiente elegante.
Un beso Mirella
El crochet o el tejido no son para mí... sí la lectura, los paseos cerca del poco verde que queda en la ciudad.
EliminarY quién te dice Viv, capaz que nos encontramos en algún banco de alguna plaza, al sol en invierno, a la sombra en verano, compartiendo mate y bizcochitos.
Vivian, gracias por acercarte al nido.
Besotes.
Muy bueno, Mirella, mucha sensibilidad en tus letras. Felicitaciones.
ResponderEliminar¡Saludos!
Muy agradecida Juan, por la visita y por los cumplidos.
EliminarUn abrazo.
Cada texto tuyo que leo me llena más que el anterior, es precioso.
ResponderEliminarMe quedaría con la frase: "Hasta los momentos trágicos, si los vivís con dignidad, tienen su colorido", coincido en que suena muy bonito!
Gracias Estela, una alegría que te gustara y tenerte por estos lados.
EliminarBesos.
TU FORMA DE CREAR, ES MAGISTRAL.
ResponderEliminarBESOS
ReltiH, te voy a nombrar mi agente literario... jajaja.
EliminarGracias por leerme siempre y por tus comentarios ultra positivos.
Un abrazo.
Le temo a la vejez deteriorada.
ResponderEliminarNo pasaré por eso.
besos.
Todos la tememos Xavi y tampoco sabemos qué nos tocará vivir cuando seamos viejos.
EliminarEsperemos que sea una etapa plena y vital.
Un abrazo.
La vejez, la sabiduría, el ver pasar el tiempo pausadamente ,agradecer cada pequeño gesto, esas amigas con las que charlar ratitos... precioso.
ResponderEliminarMe recordó a mi Tía pilar que vive muy parecido, teje que te teje, y con la mente ágil y vivaracha aunque sus piernas le fallen en mas de una ocasión.
Un besote Mirella !!
Creo que en la vejez lo chiquito, las pequeñas cosas sin importancia para los más jóvenes, adquieren otro valor.
EliminarEl mundo se achica, sí, pero también se profundiza más en lo que antes se pasaba por alto.
Abrazos, Nieves.
¡Feliz otoño!
:D
Tierno relato. Felicidades.
ResponderEliminarBienvenida, Carmen y gracias por dejar tu impresión.
EliminarMuchos saludos.
Que relato más entrañable, me he sentido parte de la reunión, casi, casi, se me escapaban las ganas de decir algo yo también !!
ResponderEliminar¡Qué bueno lo que me contás Angelines! Me gratifica que el relato te haya producido esas ganas de participar.
EliminarUn abrazo fuerte y mil gracias por acercarte.
Un relato de suma nostalgia, Con historias que se fueron, que se cuentan y que prometen nuevas aventuras, de esas tal vez impensadas, hasta prohibidas. Vivir hasta el final es lo que cuenta.
ResponderEliminarLlegar a viejo debería ser sinónimo de: hago lo que se me canta y no me digan nada.
Saludos, Mirella. Un placer leer tus trabajos.
Exacto Raúl, pero eso tendríamos que decirlo no sólo en los últimos años de vida, sino antes, porque vivimos limitados por la mirada exterior y el propio juez interno.
EliminarMe alegro mucho de que vengas y disfrutes de las historias.
Abrazo.
Muchas comas donde no van las comas producen ciertos momentos de galimatías dentro de un texto que se las trae, Mirel. Creo que si le prestaras un cachito de afecto y atención, como a buen viejo, encontrarías como encajar algunas cosas que bailan sin encontrar todavía la pista donde ocurre el bolero (puede ser tango, rock o el lento que más te guste).
ResponderEliminarSuperado este escollo comístico, me gusta el texto. Reunión de mujeres. Soledad. Identidad. Y ese subplano en que las ideas de la protagonista esencial (la principal es Fedora) dirigen el relato hacia el lector, va muy bien.
Hay que dejar que los personajes nos enseñen aquello que ellos están necesitados de decir.
Shalom
El afecto y la atención están, no sabés cuántas veces corregí este texto. Lo que falta es el conocimiento, porque la puntuación es sumamente importante, ya lo decía Castillo en su taller.
EliminarComo no me das ninguna pista (tampoco pretendo que lo hagas, gracias que conseguiste banda), voy a revisarlo de nuevo y espero darme cuenta de las fallas.
Vos decís que no hay que agradecer a los amigos. No estoy de acuerdo. Yo siempre lo hago, el agradecimiento es una expresión que me brota naturalmente, porque en unas cuantas cosas soy afortunada y lo menos que puedo hacer es expresarlo: a la vida, a los amigos, a los que me dejaron enseñanzas, a los que no están más, a poder escribir, al sol, a la sopa de verduras y a todo lo que me sorprende cada día. Como Eloísa.
Shalom.
ResponderEliminarHe llegado a "vieja" -lo digo por los años- y sinceramente, no me siento incluida en esa "categoría". .Sigo pensando, haciendo, viviendo como siempre, como hace 20, 30... años.
Creo que algo influye también la sociedad, para que te sientas viejo. Tendría muchas anécdotas para contar...
Por supuesto, me gusta mucho tu narrativa, y te felicito. Y lo que digo anteriormente, no tiene mucho que ver con tu relato.
Un abrazo, linda.
No estoy tan segura de que no tenga que ver con el relato y, aunque así no fuera, me gustó que lo contaras.
EliminarEs cierto, la sociedad va excluyendo y ni hablemos en lo laboral: a los 50 ya te consideran Matusalém, aunque tengas experiencia y una currícula valiosa.
Gracias por pasar y cuenta lo que sientas.
Un abrazo, Socorro.
ResponderEliminarQue habilidad 'tenés' para reflejar con total naturalidad una conversación de esas que se puede escuchar en cualquier parque.
Esa sopa, con la panceta, ya me la tomaría yo...
· un abrazo
· CR · & · LMA ·
¡Jajaja... un santanderino que habla porteño, me gustó!
EliminarEn cuanto a la sopa, pronto vendrá el frío por allá arriba y podrás degustarla.
Gracias Bolo -hombre de imágenes- por leer este relato, bastante largo por cierto.
Abrazo,
Mirella!! qué coincidencia!! Justo hoy iba a subir un post a Facebook contando que por estos días leí la palabra "drenaje" y me dí cuenta de que se trataba de una palabra que nunca usaba. Habría que tener un cajón con un listado de palabras para volver a usar cada tanto!
ResponderEliminarEn una época, anotaba en una libreta las palabras que me gustaban, para tenerlas en cuenta en ulteriores textos. Después dejé, porque me olvidaba de ir a buscarlas.
EliminarBesos y gracias por compartir.
Muy bueno, Mirella. Me gusta mucho la forma en que fuiste conduciendo la narración, moviéndote de atrás para adelante y viceversa. Hay que saber hacerlo porque puede llegar a confundir al lector o marearlo. Y -agradablemente- este no es el caso. Salió un relato muy tierno y con un toque de delicado misterio encerrado en esa cajita. Un abrazo, mujer!
ResponderEliminarEse recurso solía usarlo en la época en que escribí este relato; ahora de vez en cuando, también.
EliminarParece que a unos cuantos les generó cierto interés la cajita. Lo voy a considerar...
Muchas gracias, Bee y un gran abrazo.
Hola Mirella, no sabes lo mucho que me gusta venir siempre hasta esta tu casa virtual, también un poquito nuestra porque la compartes y nos concedes alojarnos como seguidores. Muestras tanta sensibilidad, tacto, cariño y pasión por las cosas bien hechas en este relato que me has emocionado, he sentido esa escena tal y como la describes porque nos pones en el lugar con tus descripciones y haces que nos integremos con los personajes.
ResponderEliminarMe gusta leerte siempre, y me gustan también tus visitas, siempre bienvenida.
Un abrazo muy grande
Rosa.
Gracias, Rosa, como bien dijiste esta es tu casa y la de todos que quieran compartir sus opiniones o simplemente pasar y leer.
EliminarGenerar emoción es el gran objetivo del que escribe y cuando lo logra, dio en el blanco.
Otro abrazote para vos.
Mi comentario atemporal (Debí haberlo hecho hace un año)...Las historias de vidas sencillas me colman la curiosidad. Tu relato sobre esas mujeres en el ocaso de sus vidas es una obra de arte (a pesar de las numerosas comas del principio, como te lo hace notar un comentarista JAJA!!) Yo también estoy en el ocaso pero, me siento ajeno a la contemporaneidad de esas mujeres, cada uno es el arquitecto de su vida, también depende de la suerte, eso no quita de que esté condenado al más allá, veremos como lo tomo llegado el momento...Por ahora lo tomo a risa...Estaré diciendo la verdad...
ResponderEliminarCada relato tuyo mueve a la reflexión, Abrazo, Mirella!!
¿Nos conocíamos en la fecha en que publiqué este relato? No me acuerdo.
EliminarClaro que te sentís ajeno a la realidad de ellas: sos hombre y tus intereses pasan por otros carriles.
Muchas gracias, Edu, por venir a leer publicaciones viejas, como las protagonistas.
Un abrazo.