lunes, 20 de mayo de 2019

Reportaje




—Quisiera hacerte unas preguntas íntimas ¿me permitís?

—No tengo demasiadas respuestas.

—¿A qué se debe?

Dejé de investigarme. Empezó a ser aburrido, rondar sobre los mismos pensamientos, los temas de siempre.

—Mencioname algunos.

El dolor, el fracaso, la soledad, la muerte.

La muerte ¿qué pensás de ella?

—Una gran salvadora, el cierre digno de una vida plagada de miserias. Para mí es un ángel bondadoso y liberador.

—¿De qué te libraría?

—Ante todo de mí mismo, el peor enemigo. Afuera hay crueldad, injusticia, camuflajes. Pude amortiguarlos con la armadura blindada que me fabriqué. En cambio, no pude blindarme de mí.

—¿Con el amor también te acorazaste?

—No, cuando llegó estaba aún desprotegido.

—¿Fuiste feliz?

—Mucho, al principio.

—Tu voz tiembla, no te endureciste totalmente.

—Con ella, no. Jamás lo logré. Nací con un alma procelosa y cuando nos encontramos la miraba como alguien que desde las sombras descubre un muro blanco, inundado de luz.

—¿Y qué pasó?

—Sabés perfectamente qué pasó ¿para qué me lo preguntás?

—Quiero oírlo, sin divagues tortuosos, sin que lo falsees con tu autocompasión. Quiero oírte, ubicándome en la vereda de enfrente, con la poca objetividad que nos queda. ¿Por qué te derrumbaste en este abismo?

—Se nos murió o te olvidaste. Estás contento ahora, hijodep…

—No te alteres, no tuvimos la culpa. Acaso no acabás de decir que la muerte es un ángel liberador.

—Para mí, que ya soy un zombi. Ella era la imagen de lo vital, mi jubileo privado.

—¿Considerás que lo fue únicamente para vos? Yo, desde tu otra faceta que despreciás, también la amé.

—Sí, esa posición tuya que nunca logré desactivar: todo pasa por algo, hay que aceptar y seguir, atesorar lo positivo… bla bla bla.

—Si me dieras cabida no te sentirías tan mal. Tus horas (nuestras horas) no serían tan irrelevantes, tratando de existir lo menos posible y mirar la vida como uno que desde un tren ve pasar el paisaje. Me dejaste abajo, en la última estación.

—¿Querés subirte a este tren rumbo a la nada?

—Buscaríamos objetivos, proyectos, un sentido. Tal vez, nos abriríamos al amor nuevamente y...

—Cerrá ese pico de loro, sos un cobarde que esgrime el optimismo como un escudo porque le teme a su propia oscuridad. Y aunque no te guste yo soy esa oscuridad. Aquí terminamos este reportaje absurdo.

—No me doy por vencido. Al menos conseguí removerte de la inercia, que la sangre vuelva a circular, volcánica, que tus ojos se incendien con el fuego de lo vivo. No sabés mostrar la furia, te la guardás tras tu máscara de indiferencia y de una sonrisa vitriólica. Aunque no te guste, seguiré aquí, acicateándote.





©  Mirella S.   — 2019 —





jueves, 9 de mayo de 2019

El cielo desde el balcón



El crepúsculo gravitaba sobre los techos y azoteas.
El día de verano concluía en un derrame de rojos sofocantes.




Hubo un atisbo de nubes preanunciando el ansiado frescor,
pero el sol, implacable, las rasgó con sus llamas
recordándonos que era enero.




El cielo desnudo es bello en su pureza impura.
Las nubes, sin embargo, le otorgan miles de atuendos.




©  Mirella S.   —2019—