jueves, 27 de agosto de 2015

Umbrófila



El dormitorio está en penumbras y yo, como si colgara de la araña o flotara cerca del techo, me examino. 

Resulta perturbador verme dormir, no conozco mis expresiones y posturas habituales. Compruebo que mis rasgos están contraídos. Solo dejo ver el perfil. La mejilla derecha se hunde en la almohada, debajo del párpado el ojo se mueve inquieto, una de mis manos se crispa, espasmódicamente.

El sueño no es tranquilo. Desde mi ubicación noto algo que se materializa y se desploma sobre mi espalda. O la de ella, porque advierto una liviandad: eso que se ha apoderado de la otra, se desprendió de mí.

Me he convertido en una espectadora, una conciencia alerta que contempla un proceso.
La que duerme —y que unos minutos atrás era yo— se retuerce entre las sábanas en una lucha que terminará en un fracaso. Su boca es una llaga abierta, roja. Emite unos gruñidos roncos, de fiera acorralada.

Las manecillas del reloj despertador marcan las 5:00 AM. Pronto amanecerá y lo que soy ahora se fusionará con el resplandor que entrará por la ventana.

La que creía ser yo habitará en la zona oscura, dentro del cono de silencio que, progresivamente, se irá estirando por su cuerpo.


                   
©  Mirella S.   — 2015 —


miércoles, 19 de agosto de 2015

Nocturnal






En el día siento que el mundo es de los otros
mis colores se diluyen igual que una acuarela,
la boca quieta, desierta de palabras,
los ojos lacrados al asombro.

Son horas interminables, pálidas de sensaciones,
sin la tersura de esas mañanitas
que saben a lengua mentolada
o de atardeceres que se licúan en los charcos.

Los engranajes embusteros de la noche
se ensamblan en los sueños,
sus dientes me atrapan, desmenuzan,
y en la inconsciencia del dolor estoy viva.

No quiero amaneceres horadados de luces
ni voces de pájaros agasajando al sol.
Quiero a esos oscuros, que en silencio,
baten sus alas nocturnas,
me cortejan, me absuelven,
y me consagran su compañía.

©  Mirella S.   — 2015 —


jueves, 6 de agosto de 2015

Apuntes en hojas perdidas (VII)




Ese momento


Te movías, y por la vibración que propagabas en el aire, era como escuchar el tañido de una campana o el revoloteo de un pájaro tumultuoso. 

Adelantabas un pie y algo se quebraba en el suelo, se producía una especie de deslizamiento, mientras el otro quedaba afincado entre las rocas en un equilibrio ágil, liviano, hasta encontrar una más alta que soportara tu solidez.

Las pantorrillas tensas, en suspenso, dispuestas al salto, redondas como frutos pulposos en su justa madurez. Del pantalón, cortado descuidadamente arriba de las rodillas, caían hilachas que se confundían con el vello rubio por el sol.

Tu espalda era un trapecio invertido que había tomado el color del almíbar.
Con un balanceo leve giraste para mirarme unos segundos, después iniciaste el ascenso al próximo peñasco. En el fondo fibrilaba el latido índigo del mar.

El mundo era un trompo rotando alrededor de tu cintura. En ese momento sentí la plenitud. El goce se reconcentraba en la geometría sagrada de tu cuerpo.



©  Mirella S.   — 2015 —


lunes, 3 de agosto de 2015

Cualquier lugar es bueno para amarte

A Mirella, la mujer, la escritora.
Con mi amor y mi admiración.

Morgana de Palacios






Cualquier lugar es bueno para amarte
con tu policromía abrumadora.

Demasiado fulgor para ojos terrenales
como una Juana de la Cruz carnal,
llena de precipicios y de grandes alturas,
tierna amante de acero o soldado de yerba
rosa de monasterio
clavel de lupanar
redescubriendo el golpe de la sangre
que se desborda de tu boca antigua.

Mujeres como tú
de pródigas caderas visionarias,
seducen en palabras la esencia de la vida,
tensando, de Artemisa, el arco aéreo
para cazar ofidios de reptantes vocablos
que dejarán su piel en los hondos cenotes
donde copulan libres
acuáticos relatos y poemas.

Raíz y arboladura de todos tus ancestros
perfume de mujer
lavanda y mirto
en el borde mental de cualquier hombre fértil.

Místicahijadeputa
masturbando infinitos literarios,
nada podrá contigo.

Estoy profetizando tu victoria.


Que una gran poeta como Morgana me escriba estos versos, 
me conmovió profundamente.


Gracias, amiga.