Caminaba con indiferencia, el deseo extinguido. Era solo esos pies que se
movían automáticamente, persiguiendo el impulso que la había llevado hasta
allí. Su corazón palpitaba en arrítmicos latidos fríos, casi imperceptibles. Estaba
ligada al mundo por la irregularidad de los adoquines bajo unas suelas que se
extenuaban.
Laura pensó que sería su último viaje. Había dejado de interesarle recorrer
calles desconocidas, pararse delante de piedras viejas que emanaban el hedor
húmedo de un pasado ajeno, admirar las obras producto de la locura de otros,
Tenía la necesidad de sentarse, pero en esa callecita gótica, fuera del
tiempo, no había negocios. Un barcito hubiese sido una herejía.
La luz inesperada captó su atención. Se encendió al pasar delante de una ventana al ras de la vereda. Vio un
cartel incomprensible y unos escalones que conducían hasta la oscuridad de una
puerta.
Los pies, ya independientes de su voluntad, bajaron el breve tramo de
escalera. No tuvo que golpear la aldaba con la cabeza de un águila: la puerta
se abrió en silencio.
La mujer, desde su contraluz, hizo un gesto para que entrara. La siguió a
un cuarto interior con una mesa, dos sillas y una lámpara colgante con la
pantalla verde que, como un párpado inquieto, provocaba en las paredes la luz sinuosa
de un acuario.
Sobre la mesa había un florero en el que explotaba su belleza un ramo de jazmines,
una jarra y un vaso. Laura bebió con avidez un agua con sabor a limón.
La mujer se retiró a la zona en penumbra del cuarto. Regresó con una vasija
en la que algo humeaba lentamente y se sentó frente a ella. Su piel era una
tierra en la que el arado de la vida produjo su devastación. En cambio, cuando
sus manos se estiraron para tomar las suyas, Laura las comparó con los pétalos apretados
en el florero. Esa Gaia de tierra antigua, le acarició las palmas. Sus yemas
sedosas le recorrieron cada línea, repasaron cada montículo. Sintió las manos humectadas
y percibió el olor del almizcle.
El humo de la vasija se hizo compacto y la silueta de la mujer se disipó entre
las volutas. Al aroma del almizcle se le agregó el de la madera quemada. Los
ojos de Laura se cerraron y la barbilla se inclinó hacia el esternón.
Antes de cerrar los ojos —o acaso después, todo se tornó confuso— el
sahumerio le trajo una cara, la del que ya no estaba. Ese, de quien ella pretendía alejarse en cada viaje, el que nunca se había ido
completamente, como si estuviese labrado en su memoria. Hacía mucho que no repetía en silencio su nombre, el
del ángel que perdiera la luz. ¿Gaia lo había convocado?
Comprendió que asir esas facciones era como querer peinar el agua con los
dedos. En esa mezcla de olores, prevaleció el de los jazmines por encima del
olor amargo de aquello que se incineraba en la vasija. En su mente se
formularon las palabras que había guardado en la desesperanza. Venían y eran absorbidas
por la intensidad del perfume, llevándose consigo, rasgo a rasgo, la cara y sus
ojos como líquenes.
El tiempo parecía moverse a sus espaldas, sin tocarla. Presintió que la
pequeña Gaia ya no estaba en el otro lado de la mesa. La ceremonia había
concluido.
Su cuerpo comenzó a tomar consistencia y la fatiga concentrada en los pies,
cedió. Una vitalidad nueva se fue extendiendo por sus músculos.
Abrió los ojos. Los jazmines estaban amarillos y agostados, los pétalos
caían como copos muertos sobre el mantel. Junto a su vaso vio una tarjeta con
unos números. Del morral sacó los billetes.
Cuando llegó a la calle, la tarde desplegaba su esplendor. Si se apuraba
todavía podía llegar hasta el palacio medieval que tanto quería conocer y por
el que había proyectado el viaje a esa ciudad.
los caminos son infinitos
ResponderEliminarSólo podemos recorrer algunos... a veces acertamos con uno justo.
EliminarBesos, profe.
querer peinar el agua con los dedos... qué hermosa frase. De esas cosas que son imposibles de hacer, pero a veces nos empeñamos en hacer.
ResponderEliminarMe ha gustado esta imagen general de que en la vida hay infinitas posibilidades, caminos, decisiones, etc...
Abrazos
tu fan
carlos
La decisión está siempre en nosotros, sólo que no la vemos o no queremos tomarla.
EliminarPero desde afuera vienen señales...
Gracias, querido "fan", + abrazos.
Quiero una sesión como esa.
ResponderEliminarYa!!!
Besos.
¿Para qué, Torito... hay algún mal recuerdo para borrar?
EliminarBesos y abrazos.
UNA NARRATIVA ESPLENDIDA, ATRAPA.
ResponderEliminarBESOS
Gracias, Adolfo, me gusta que la trama te atrapara.
EliminarBesos.
Descripciones geniales y precisas, a caballo de una narrativa fluida, nos transportan hacia la ensoñación de unos momentos mágicos. Esos que en momentos muy señalados, se presentan en nuestro camino e iluminan nuestras vidas, dándoles un sentido nuevo o cuando menos, diferente...
ResponderEliminarUn gusto pasear junto a tu Viajera.
Un abrazo.
Muy generoso con tus elogios, José... no es un cuento que sienta como particularmente logrado, pero reconozco que no soy objetiva con lo que escribo, aunque hay algunos textos que me resultan más cercanos.
EliminarMuchas soluciones se nos presentan de un modo mágico, pero en realidad ya estaban dentro nuestro, sólo necesitaban el momento oportuno.
Gracias y un abrazo.
muy buen relato Mirella
ResponderEliminarnos llevas en las palabras por ese escenario y sensaciones de la protagonista
abrazos
Gracias por estar siempre y con tanta buena onda.
EliminarUn abrazo, Elisa y buena semana.
Un viaje estupendo, surrealista y revelador. Una parada que no resultó ser un verdadero stop después de todo. Tus letras hechizan, Mirella, y se nota en cada palabra ese aroma a almizcle y a madera quemada.... embriagador.
ResponderEliminarSaludos
Me quedé sin palabras ante semejante comentario, Raúl, sólo te digo muchas gracias y me alegro mucho de que hayas vuelto al mundo bloguero.
EliminarEspero tus textos.
Saludos.
Me ha encantado.
ResponderEliminarBesos
Mil gracias, Vero, por acercarte y leer.
EliminarUn gusto que lo hayas disfrutado.
Besazo.
He ido andando a través de sus pasos.
ResponderEliminar¿Te hiciste también la lectura de la manos? Espero que todo resultara bien...
EliminarBesos, Tracy y gracias.
ResponderEliminarLos pétalos caían como copos muertos sobre el mantel...
del morral sacó unos billetes...
No fue un buen viaje pero, seguramente, era el viaje que tenía que hacer.
· abrazos
· CR · & · LMA ·
Hay viajes que parecen externos, pero que terminan llevándonos en un recorrido por nuestros paisajes interiores.
EliminarGracias, Bolo, abrazos también.
Muy buen relato. Se ve cómo una brizna de esperanza y un aflojar la cuerda puede hacer que sigamos andando.
ResponderEliminarMuchos besos.
Gracias, guapa, me alegro que te gustara. Para poder seguir adelante a veces tenemos que hacer un alto.
EliminarBesos.
Saber encontrar el misterioso camino de la magia para seguir adelante. Las posibilidades son infinitas.
ResponderEliminarMilbesos.
No sé si son infinitas, creo que siempre hay una posibilidad para salir de una determinada situación, todo está en que estemos abiertos para aprovecharla.
EliminarMil gracias, Soco, con abrazos lluviosos.
Peinar el agua con los dedos es lo que hacemos con los sueños. Besicos.
ResponderEliminarCon los sueños y también con la realidad, cuando nos empecinamos en sostener situaciones que hay que dejar fluir.
EliminarGracias por tu huella, Angelines.
Besotes.
Es difícil saber que caminos son los certeros pero en todos hay algo de positivo.
ResponderEliminarAbrazos
Si no perdemos contacto con nosotros mismos, la respuesta a lo que nos preocupa llegará, de un modo u otro.
EliminarAbrazo, linda.
Qué buen relato, que encanto!
ResponderEliminarQué bueno saber de vos, Gilberto, un alegrón que pasaras y te gustara lo que leíste.
EliminarSaludos.
Será por esa razón que me gusta caminar? Que siempre hay un camino para andar? Quizás lo mío sea un exceso de esperanza, pero tengo la certeza que ahí está la clave: quizás detenerse un rato, perderse entre las tinieblas, y luego volver a la senda.
ResponderEliminarSigo, metiéndome en la historia. Análisis: 0 Y no sabés cuánto me gusta eso. Gracias!
Un beso, Mirella!
Es bueno tener esperanzas, Bee, porque llevan a que uno busque materializarlas y a no dejarse abatir.
EliminarTenemos mucho miedo cuando nos sentimos perdidos, pero si estamos dispuestos, volveremos a encontrar una senda y probablemente no será la misma, porque esa ya la recorrimos.
Gracias, linda y un beso grandote.
He seguido a Laura antes y después y me iré con ella a recorrer ese palacio;)
ResponderEliminarMe ha encantado .
Buen lunes.
Un beso,
Espero que disfrutes de la compañía de tu tocaya y que el palacio sea de tu agrado.
EliminarMuchas gracias Laura por pasar.
Besos.
Hermosa y profunda mirada a esta historia. Si Laura fuera capaz de mirar así, abandonaría esa indiferencia sobre los adoquines ;)
ResponderEliminarMe parece que aprendió la lección, esa extraña experiencia sirvió para devolverle la vitalidad y el interés.
EliminarLo que le había absorbido el deseo, quedó entre las cenizas humeantes de la vasija.
Muchas gracias, K. un abrazo.
A veces muchos necesitan ese empujoncito, no sé yo creer en estas agoreras, pero hay mucha gente que deja en sus manos su propio camino y cuando ya sigue sin funcionarles, pese al timo causado, lo vuelven a intentar de nuevo.
ResponderEliminarEn todo caso tu relato está perfumado de principio a fin con ese dulce atractivo de quien ya no tenía nada qué perder, y no resulta extraño el querer intentar trasformar la gris realidad, para salir del atolladero en cualquier camino para retomar el vuelo.
Besos, bella dama.
El encuentro con esa mujer es más bien metafórico, tal vez la hice demasiado real al ponerle el cartelito con el precio. Dudé mucho con eso y finalmente lo dejé.
EliminarAhora me lo estoy replanteando.
Gracias, Zarza por tu aporte y tu paso por el nido. Perdona si estaba un poco húmedo, pero ha llovido mucho por aquí.
Besazos.
¡Sublime ensoñación, escrita por dedos alados!
ResponderEliminarAbrazo, Mirella!!
Te salió el poeta, Eduardo...
EliminarGracias, me gustó que pasaras y disfrutaras de la entrada.
Otro abrazo.
Qué mágico Mirella!! Abrazos
ResponderEliminarGracias, Gea, lo mágico nunca está de más en nuestros días.
EliminarUn abrazo.
Me ha parecido muy curioso: un viaje lleno de una suave fluidez para construir un viaje que no es una huída. En los mitos y obras griegos emprender un viaje siempre es algo absolutamente transformador. En este viaje yo describiría la transformación precisamente como tú te referías al imposible: "peinar el agua con los dedos" (frase llena de fuerza), ¿por qué no se va a poder acariciar el agua?
ResponderEliminar¡Un abrazo, Mirella! ^_^
Es que sus viajes eran una huida, hasta que se sentó en esa habitación desconocida... entonces ese viaje se convirtió en transformador, conjuró lo que le quitaba el deseo, lo que olvidaba y no quería olvidar .
EliminarEl agua se puede acariciar, claro... querer peinarla, ya es un tanto más difícil.
Gracias, Jorge, un fuerte abrazo.
Aunque se pierda la ilusión por muchas cosas nunca debemos de quedarnos aletargados, hay que moverse y seguir caminando, ya que en ocasiones y por azares del destino, ese camino nos puede tener preparado un final feliz.
ResponderEliminarBesos Mirella
La vida es puro camino, hay momentos que necesitamos detenernos para saber qué queremos hacer, para aclararnos, pero después de haber juntado fuerzas, nos espera la carretera, como en un "movie road".
EliminarGracias, Rafa, ando muy atrasada con las respuestas y las visitas porque se me corta Internet a cada rato.
Besos.
Me parece que las paradas en esta vida a veces son motivadas por recuerdos vivos, situaciones a afrontar, ciclos por concluir o de cerrar, dejar de procrastinar… con la misión, necesariamente, de resolver cosas y pendientes que por alguna razón distraen o toman tiempo y energías, quizás, más de la cuenta.
ResponderEliminarEs necesario parar, pues, y me parece que la gran metáfora de ese masaje aliviador o al menos reconfortante es la misma sensación que nos queda cuando resolvemos favorablemente en inesperadas paradas, el viaje existencial y salimos de él para continuar.
Qué historia Mirella, bellamente narrada y con esa clave a la que muchos tendríamos que atender. Esa es mi lectura.
Un abrazo.
Muchísimas gracias por tu comentario, con el que coincido, porque cada tanto nos toca alguna crisis o estamos en una encrucijada y se nos debilitan las ganas.
EliminarEs el momento de que algo viejo en nosotros debe morir (o quemarse) y deje el espacio para que algo nuevo surja.
Un gran abrazo, Gonza.
De la utilidad de los sahumerios para la supervivencia emocional...
ResponderEliminarMuy conseguida la atmósfera. Sospecho que es el humo.
Abrazos, siempre
Espero que no te haya dado tos, Amando.
EliminarGracias, siempre, con abrazos.
¡¡¡Que bien que escribes!!1
ResponderEliminarEntré en la historia y me subyugo la calle y sus pasos sobre los adoquines, la casa y esos jazmines y ese final que deja al lector pensando... ¿qué fue a buscar entre tanto misterio...?
Es para leerlo varias veces.
mariarosa
Mil gracias, Mariarosa, por tu atenta lectura.
EliminarUn beso grandote.
Un gusto meterse dentro de tus líneas y dejarse llevar por lo que va diciendo....
ResponderEliminarUno va descubriendo mundos nuevos con las palabras de siempre.
Es un gusto leerte Mirella.
Abrazo.
Esa es la idea y la constante búsqueda del que quiere contar una historia.
EliminarTe agradezco mucho, Gen.
Otro abrazo.
Lo leí dramático, intenso, onírico en el recuerdo de la pequeña que partió hacia otro mundo.
ResponderEliminarMe encantó, Mirella. Tu manejo del lenguaje es genial.
¡Saludos!
Lo que más me interesa es encontrar la forma más ajustada a lo que quiero encontrar. A veces logro acercarme.
EliminarUn gusto que disfrutaras el relato, Juanito.
Saludos.
Tu relato me ha recordado a esos momentos en los que de pequeño me llevaban a la iglesia y el monaguillo agitaba el incensario por la nave, me ha hecho recordar la atmósfera, esa extraña sensación.
ResponderEliminarBesos
Es verdad, los sahumerios ayudan a provocar sensaciones de irrealidad, los usan mucho en terapias con visualizaciones.
EliminarTambién me acuerdo de cómo me gustaba el olor del incienso cuando iba a misa de niña, pero sólo lo usaban para ceremonias especiales.
Un abrazo, Jaal.
Todo tiene un precio en la vida, Mirellísima, y exactamente igual que la adivinadora es una metáfora, el pago por sus servicios, también. Yo no tocaría nada.
ResponderEliminarLa vida que nos sume en la desgana, nos sana devolviéndonos la vitalidad. Hay mucha magia en el día a día, mucho misterio en cada renacimiento emocional.
Una belleza el relato, extremadamente poético, así que me ha encantado.
Namasté.
Después de un comentario me vino esa duda. Es cierto, Morg y aunque es una metáfora, todo tiene su precio.
EliminarMuchísimas gracias por tus apreciaciones, que comparto y también por los elogios, que acepto encantada, porque sé de quién vienen.
Abracísimo.