Supe
la historia del señor Smith por mi abuelo. Me contó que tocaba el piano en los
cines de barrio para musicalizar películas mudas. No era eficiente en su
trabajo, aunque sí tocando el piano. Los temas elegidos no coincidían con lo
que pasaba en la pantalla, no acompañaban los saltos, las morisquetas, la
mímica de los actores o los momentos decisivos de la trama.
Su
música era grave, absorta, no contribuía a crear el clima oportuno. Cierta vez
quedó en silencio, con las manos quietas sobre el teclado. Del público se
desprendió una larga ristra de silbidos y algún que otro zapateo. Él, metido en
su frac negro, se paró como una golondrina atolondrada, hizo una reverencia a
la silbatina y caminó hacia la salida. Allí lo atajó el gerente del cine, que con
gestos frenéticos, casi una copia de los que se proyectaban en la pantalla, le
indicó que regresara a su tarea.
Al
poco tiempo lo despidieron.
El
abuelo lo había conocido en un piringundín del Bajo*, del que era habitué, como decía él. Un
putañero* el abuelo, antes de casarse con la abuela Isabel. Después también.
El
señor Smith había pasado por todos los biógrafos* de Buenos Aires, donde tocaba
sus melodías a destiempo, hasta que vino el cine sonoro y terminó trabajando en
el bar de putas.
Cuando
el abuelo murió, al revisar su escritorio, encontré una foto que se había
sacado con Smith. Parecía la imagen de un matrimonio antiguo: el abuelo parado
detrás de Smith, con una mano en su hombro y Smith, sentado junto al piano, era
una sombra a punto de diluirse, sometido por la altura del abuelo. Con la
mirada de vidrio de sus lentes parecía excluir lo externo, como una ventana
cerrada.
Muchas
veces el abuelo había rememorado aquella época noctámbula. Uno renacía en amaneceres junto a
cuerpos dispuestos, generosos y calientes —me
contaba. Con el casamiento cumplió sus deberes maritales con la luz apagada y
en silencio.
Me quedé un buen rato con la foto en la mano. Ya
no la miraba, la vivía, como si yo también estuviera inmerso en el ambiente neblinoso de
humo, las risas borrachas, el alcohol que ardía en la garganta y de fondo la
música del piano.
La
voz del abuelo me llegó como si regresara de la juventud. Smith había cambiado el repertorio, en el bar tocaba blues, algo de jazz,
el fervor de Memphis. Aunque todos le pedían tangos y milongas, de a poco su
música se fue imponiendo. Siempre había alguna mina* que apoyaba el escote en el
piano y con las uñas rojas marcaba el ritmo oscuro de tristezas. Qué años
aquellos, pibe* —me decía el viejo. Podía verlo, sentado en el sillón del escritorio,
sosteniendo el vaso de whisky en alto, en un saludo.
Nunca
supo la edad del señor Smith, sospechaba que era bastante mayor, tenía algo
espectral en su delgadez, como si los huesos le succionaran la carne. No era
buen conversador y tenía un acento indefinible, con una voz gutural que se volvía
un siseo en la llovizna expulsada por su boca.
La verdadera
voz le salía de las manos cuando se deslizaban sobre el marfil de las teclas.
Entonces se producía el milagro.
No tenía los dedos que se esperarían de un pianista. Eran cortos, chuecos,
amarillos de nicotina. Cada vez que arrancaba con “Winter Time Blues”, había un
momento en el que algo se detenía en el aire y Smith, doblado sobre el piano, tocaba
como si fuese invulnerable y sus manos sagradas —me
había descripto el abuelo.
Cuando
él se casó, por un tiempo interrumpió sus idas al bar. A su regreso Smith ya no
estaba y la francesa Ivette le contó que durante su ausencia el señor Smith
había cambiado. Su música perdió
el alma y él parecía
trepidante, más desconectado que nunca. Mezclaba
o inventaba letras de canciones dentro del vaso de ron: I ain't
ever goin' back no more, there's a man going crazy up
here… with the wintertime blues… no friends, I’m alone again…
Una
noche no volvió más al bar y el piano fue reemplazado por dos guitarras y un
acordeón.
© Mirella S. —2013—
Glosario
Piringundín del Bajo: bar ubicado cerca del puerto, una especie de burdel, donde también había orquestas de tango. Estos lugares surgieron en los años 20.
Biógrafo: sala de cine.
Biógrafo: sala de cine.
Mina: mujer, muchacha.
Pibe: niño, adolescente.
Acrílico de Fabián Pérez
Les dejo dos videos, uno de tango y otro de jazz, para todos los gustos.
Ah! Mirella! cuántas historias guardan las fotografías, historias que cobran vida al encontrarlas de pronto perdidas en algún cajón.
ResponderEliminarEn mi viejo blog, publiqué, hace algunos años, una foto de mi abuela, acompañada de una bellísima poesía de José Emilio Pacheco, que justamente habla de esas fotos perdidas en el tiempo http://enelaguadeltiempo.blogspot.com.ar/2009/05/edades.html
Me encantó la historia de Smith! me encantó leerla en tu excelente narración!
Y sobre el blues... qué decir... el blues es mi música preferida!! El tango también me gusta mucho.
Gracias!
Fui a tu viejo post y quise dejarte un mensaje pero no lo aceptó. El poema es una maravilla, lo bien que describe el paso del tiempo y las fotos antiguas me encantan, con ese tinte ocre que para mí es el color del tiempo.
EliminarLos blues me llegan mucho, tienen "algo". Me hace bien saber que te gustó el relato, no le tenía mucha confianza, porque me metí en un tema menos personal, aunque traté de trabajarlo mucho a Smith. Él sí tiene cosas mías (jajaja)
Gracias, Laura, besos.
Ya siento el humo del garito y en el paladar un regusto a whisky barato, siento la música. Ummm!! Me siento como en casa.
ResponderEliminarBesos Mirella.
Entonces lo pasaste bien, Jaal, en el piringundín.
EliminarComo creo que sos un gran lector, te comento el origen de este relato. Se me ocurrió al conocer algunos detalles de la historia de Felisberto Hernández, excelente escritor uruguayo, bastante poco conocido. También fue un eximio pianista y para pagarse los estudios en el conservatorio, trabajó precisamente -como Smith- en salas cinematográficas, en el período de las películas mudas.
Espero que el whisky barato no te haya caído mal.
Un abrazo y gracias.
SIENTO TODO ENTRE LAS LETRAS Y LAS IMAGENES.
ResponderEliminarWOW.
ABRAZOS
CARLOS
Gracias, Carlos, seguro que tu imaginación desbordante habrá hecho de las suyas con las "chicas" del lugar... jajaja.
EliminarUn abrazo.
¡Qué interesante historia!
ResponderEliminarUn gusto que la disfrutaras, Tracy.
EliminarBesote.
Que estilo Mirella! Como es la primera vez(creo) que visito tu blog, me dejé asombrar por los detalles de la entrada. La manera de escrivir, el glosario, los videos extras.
ResponderEliminarMuy buen blog.
Saludos!
¡Gracias, Ignacio! Me produce satisfacción saber que te enganchó el relato, no le tenía fe, porque es un tema lejano en el tiempo, pero que traté de recrear dentro de mí, de alguna manera.
EliminarQué lindo que te guste el blog, soy un poco obsesiva con las imágenes y si tuviera más tiempo disponible, le agregaría otras o las iría cambiando.
Bienvenido todas las veces que quieras pasar, aquí no hay puertas.
Abrazo
Bonita historia esta del abuelo y el señor Smith. Esas fotografías son unos recuerdos imborrables. Me han gustado los vídeos. Los tangos siempre me han fascinado, será porque cuando era pequeño, mi padre cantaba aquellos magistrales tangos del maestro Carlos Gardel.
ResponderEliminarBesos y abrazos querida Mirella.
Edmundo Rivero, el que canta el tango, era un gran intérprete, con una voz fuerte y expresiva.
EliminarLos tangos de la llamada "Guardia Vieja", son memorables.
Un gusto que lo pasaras bien en el piringundín, capaz que te encontrase con Jaal.
(me estoy riéndo)
Un fuerte abrazo, Rafa.
Una vez más consigues envolvernos en un ambiente que nos atrapa, olvidamos el tiempo pasado y encontramos un cruce en el tiempo donde la historia se convierte en atemporal y esa música con el humo de los cigarrillos nos trasporta a ese local tan maravilloso y que a mi personalmente, tanto me gustan.
ResponderEliminarMil besos Mirella :)
Muy contenta, Nieves, de haber producido ese efecto, que todo escritor (o aprendiz) quiere lograr en los lectores.
EliminarGracias, linda, sos un sol.
Besazo.
Una magnifica semblanza, Mirella. La he disfrutado mientras la leia. Y, ahora, gozo del tango, ese cafetin arrastrado que tanto me gusta.
ResponderEliminarHas creado el ambiente con maestria.
Un beso.
P-D.- No se la causa, pero no salen los acentos, ¡horror!
Creo que los acentos y esas falencias son cosas de Blogger, a mí me ocurren otras. Pero después del cálido comentario que me hiciste -y que te agradezco de todo corazón- lo que menos me fijo es en la falta de acentos.
EliminarGracias, Isabel, siempre considero mucho tus opiniones.
Besos.
Mirella me ha gustado esa historia de las andanzas del abuelo, esos dedos de no-pianista del señor Smith son los que hablaban no su boca pero llegó el momento en que los dedos también enmudecieron.
ResponderEliminarBesos,
Cosas que pasan, Sau, hay carencias que no se pueden remediar; lo mismo ocurre con la extranjeridad, el estar metido un un mundo que sólo funciona o existe cuando se desarrolla la propia pasión.
EliminarGracias por la lectura y un beso mayúsculo.
Me gustó el relato, me gusto “Después también”, son historias que nadie inventa por que existieron o que existieron después de ser inventadas. Y me gustan las voces argentinas, que le dan un aire mas verídico al relato. Un abrazo
ResponderEliminarEl todas las latitudes y en buena parte del mundo se dan historias como estas, en cafetines llenos de humo y de alcohol... tal vez lo que cambia es la música y los idiomas y su forma coloquial de hablar.
EliminarMi agradecimiento por tu paso, Ester.
Con un abrazote.
el baile deleita
ResponderEliminar...Y la música y la compañía que remienda soledades.
EliminarAbrazo, profe.
ResponderEliminarQue tristeza el saber que al final eres reemplazado... pero es así la vida. El Sr. Smith no es una excepción.
Y que bien relatas...
· un beso
· CR · & · LMA ·
Somos descartables en todos los órdenes, aunque seamos buenos en lo que hacemos, siempre hay cambios, movimientos y los que vienen atrás empujan y quieren su porción.
EliminarTu visita por el sur es siempre muy gratificante, Bolo.
Abrazo.
Me da risa el abuelo putañero. El relato es preciso y la pobre existencia del pianista marca una atmósfera brumosa que se puede respirar en la lectura. Los videos que lo apoyan son una feliz ocurrencia tuya, te revelan inquieta y a mí me dejó maravillado: texto y videos!!
ResponderEliminarFeliz semana, Mirella!!
Lo del abuelo era un hábito habitual de esos tiempos... hasta no tanto, sólo que ahora no se llaman piringundines.
EliminarEs siempre placentero saber que el que viene por acá lo pasa bien, no se aburre y encuentra cosas variadas.
Otro gusto es tu paso por el nido.
Espero que no nos crezca el moho con tanta agua. Besos.
Guauuuu!!! Este relato me encantó, Mirella. Tiene todos los condimentos que me atrapan y seducen. Siempre se me dio por observar a los pianistas de bar. En las pelis, en los bares de verdad... Los miro y pienso: Quién será? O será de verdad cuando sus manos se apoyan sobre la teclas del piano? Yo creo que ahí es donde logran ser de verdad. Allí crecen y despliegan las alas. Y vuelan con su música. Y cierro la boca. Me lo voy a leer otra vez, pero en esta oportunidad con un blues de fondo.
ResponderEliminarMuy bueno! Beso grande, mujer.
Para ciertas cosas soy muy intuitiva, pero no para la publicación de algunos de mis textos. Ya me pasó con varios. Internamente me decía: mmmm... éste no va a gustar, o aquél no va a enganchar, por suerte nunca la pegué.
EliminarMe alegro que disfrutaras del ambiente, del personaje y del clima de la narración. Es el mejor premio para quien escribe.
Gracias, Bee y un fuerte abrazo.
¡Qué gran relato Mirell! me lo llevo.Beso
ResponderEliminarMuy generosa, Rosario, te agradezco mucho.
EliminarUn abrazo grandote.
Es un texto soberbio, Mirel. Casi que me sacaron el aliento las imágenes:
ResponderEliminar-Su música era grave, absorta,
-se paró como una golondrina atolondrada,
-Parecía la imagen de un matrimonio antiguo: el abuelo parado detrás de Smith, con una mano en su hombro y Smith, sentado junto al piano, era una sombra a punto de diluirse, sometido por la altura del abuelo. Con la mirada de vidrio de sus lentes parecía excluir lo externo, como una ventana cerrada.
Y no sigo, porque termino transcribiendo medio cuento. Después no digas que no te lo dije, porque yo jamás gasto pólvora en chimangos y los escritores de raza, en mi mundo, se huelen unos a otros.
Un texto logradísimo (haya o no haya tenido Guada que ver) para mí, es un texto de la Mirella a la que yo le aposté todas las fichas porque siempre supe que podía escribir cosas así.
Te contesto en seguida por si te vas de viaje para decirte que me emocionó tu comentario. Lo escribí en el taller de Guada, pero no tuvo mucha aceptación, porque no era un tema "personal", escribía sobre algo lejano y no vivido.Ya no me acuerdo las sugerencias. Hice algunas correcciones, pero mínimas y siguiendo más mi intuición.
EliminarSin embargo traté a Smith como si fuera una parte mía (y probablemente lo sea: la extranjeridad) y quizás allí estuvo el logro y el desafío, poder escribir de algo ajeno a mi mundo y mi época y no hacerlo desde afuera. Lograr encarnarme en el personaje.
Vos y Morgana me están elogiando demasiado últimamente y me van a acostumbrar mal.
Mil gracias, amigo, no daba ni cinco por este relato.
Abrazo y espero que estés bien.
Es un relato estupendo. Me ha gustado mucho la forma en la que tratas al personaje y su entorno. Son escenas que se viven.
EliminarBesos.
Muy gentil, María del Mar, no había visto tu comentario, que quedó en las respuestas.
EliminarMe gratifica saber que lo disfrutaste. Gracias.
Un besazo.
Leído con mucho interés. Tanto la solvencia creativa que la sostiene, el mundo que nos describes, la construcción de los personajes, el clima, la atmósfera… eres una retratista genial!
ResponderEliminarComparto
Un fuerte abrazo
Cuántas cosas lindas me dejás en tu comentario, Marybel.
EliminarLo agradezco profundamente, como también tu generosidad en compartirlo.
Un besazo, guapa.
Recorro las aceras, todo son Smith. Cierro los bares, I´m alone again. Por todas partes, las notas de tango y jazz. Has trastornado toda lo cotidiano que transito, hasta dejarme en otra realidad, seguramente la única que merece la pena. Como si otra vez Onetti, Borges, Cortázar, Sábato...
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Como le conté a Jaal, esta historia me la inspiró otro rioplatense: Felisberto Hernández, uruguayo, que además de escribir unos relatos con un estilo muy personal, donde se difuminaba lo real con lo imaginario, también, para subsistir, tocaba en el piano en los cines.
EliminarMuchas gracias por acercarte siempre, Amando.
Un abrazote
La música encierra la historia de miles de derrotados como el Sr. Smith. Un abrazo.
ResponderEliminarDerrotados, incomprendidos, inevitablemente solitarios...
EliminarAbrazo, Darío.
Pero dejó su huella y yo la busco en el tango.
ResponderEliminarEsos viejos tangos son hermosos y cuentan historias duras, muestran realidadesque ahora parecen lejanas, pero que existieron y ciertos rastros aún persisten.
EliminarUn beso grande, Angelines y gracias.
Excelente, Mirella, me gustó mucho. Tus descripciones certeras y tu manera de manejar la trama, nos remontan sí o sí a los primeros años del siglo XX, espacio de tiempo que, considero, le cuadra al dedillo a tu relato.
ResponderEliminar¡Saludos!
Busqué un poco de información sobre esa época y sobre los piringundines, para ubicarme también históricamente. Es otra parte que también me gusta hacer cuando escribo algo fuera de mi tiempo y ambiente.
EliminarSiempre te quedo agradecida por el entusiasmo de tus comentarios.
Muchos saludos, Juanito.
La naturalidad expresiva, el puntillismo detallista para recrear el ambiente, las imágenes poéticas que matizan las personalidades de los personajes... todo, me lleva a la satisfacción de leer un relato intimista muy bien escrito.
ResponderEliminarNo es alabar por alabar, Mirellísima, pero cuando no hay pegas, no las hay.
Ya sabes que los Ultra llevamos a gala ser sinceros en nuestras opiniones, caiga quien caiga.
El relato es francamente bueno.
Un placer, escritora.
Namasté.
Ya lo sé Morg que no son alabanzas, porque los conozco a vos y a Gavrí, que cuando tienen que sacar el hacha no le hacen ningún asco (jajaja)...
EliminarIgual me sigo asombrando y no puedo evitar emocionarme, porque fueron muchos años de silencio con mis cuentos guardados en el cajón o de críticas bastante despectivas en algunos de los talleres por los que pasé.
Lo que sí tengo más conciencia, es que en estos catorce meses que transcurrieron desde que abrí el blog, mejoré bastante. Y eso se lo debo buena parte a cierto Ariano y a una Taurina que también logró que incursionara en la poesía, sin saber nada de técnica... ¿Te suenan?
Todo mi agradecimiento y mi respeto, siempre.
Besos, preciosa.
Qué bien lo pasaron!!!
ResponderEliminarMe hubiera gustado salir por la noche con ellos.
Mucho mejor que la vida de ahora.
Besos.
No sé, Torito, si todo tiempo pasado fue mejor... en esos lugares el vino o el licor solía ser de mala calidad... las chicas... no sabría decirte, muchas inmigrantes.
EliminarBesos y gracias.
Interesante el Sr,Smith.
ResponderEliminarAquí en Valencia,había un garito que ponían cine mudo y tocaba un pianista.
Me encantaba.
Un abrazo Mirella
Gracias, Gea, esos toques del pasado tienen algo especial.
EliminarNo sé por qué, pienso que los pianistas de los bares son tristes y solitarios.
Muchos besos.
Impecable, Mirella. Tanto que me la creí al momento, y fijate, te atajé las ganas de ir hasta abajo y ver la foto del abuelo con el Sr. Smith. Puff, entre desilusionado y contento cuando pillo que el relator es un tío y no una tía.
ResponderEliminarHay una parte en el discurso del abuelo en la que no sé si es su manera de hablar o quizás un desliz "Cada vez que arrancaba con "Winter Time Blues", había un momento que algo se detenía en el aire y Smith"... había un momento en el que algo le busco yo que diga. O también "Cada vez que arrancaba con Winter Time Blues (y como arrancar es un momento) luego se producía un momento en el que..."
Lo que más me gustó es que no hay abusos ni en lo temporal ni en lo espacial, ningún exceso en las descripciones.
Me gustó, che.
Un abrazo.
Gracias, che... En cuanto a la observación que me hacés sobre la manera de hablar del abuelo, la verdad, no te entendí, diste tantas vueltas que no sé qué me quisiste decir...
EliminarMe parece que me topé con otro tan obsesivo como yo con las palabras... jajaja...Me alegro que en general no le encontraras fallas más graves.
Un abrazo, chamigo.
Me quede maravillado con el sr, Smith y su piano, con esas primeras imágenes del cine y su espectáculo musical y luego las del bar con las putas, y aquella que se acerca.
ResponderEliminarGenial la transición del blues al tango.
Es un texto encantador y con momentos poéticos de la fascinante vida de este personaje.
Un abrazo Mirella.
Gracias, Gonza, por tu cálido comentario. En vista de que a todos les gustó, quedé satisfecha; tenía mis reparos con la reconstrucción de la época y de como describo a los personajes, que además son masculinos, cuando habitualmente abordo una temática desde el punto de vista femenino.
EliminarUn abrazo.
Cómo los recuerdos pueden tener tanta vida! La pulcritud y concisión de las palabras nos pintan una imagen perfecta del señor Smith, se hace presente y visible todo...
ResponderEliminarAbrazo fuerte cara Mirella.
Es algo que me sale solo eso de meterme en la piel del personaje y me gusta investigar la época, si es que ocurre en el pasado.
EliminarGracias, Gen por el comentario y me alegro que el relato te gustara.
Tanti affettuosi baci.
Ay Mirella... me has hecho meterme de lleno en la historia, pero que buena historia la del Sr. Smith!! Si hasta la ropa se me ha impregnado del olor a humo, de ambiente turbador de burdel... bellas imágenes y descripciones. Me encantó no, lo siguiente!!
ResponderEliminarUn besazo Mirella. Un abrazo escritora.
Me gusta armar a los personajes y también las descripciones de los sitios donde se mueven, sin exagerar, apenas una pinceladas para ubicar al lector.
EliminarEn cuanto a la palabra "escritora", todavía no consigo apropiármela, ya vendrá el momento.
Mil gracias por tu afectuoso mensaje, Mabelita y también te abrazo fuerte.
Qué bueno! Por lo que leo en los comentarios, el Sr. Smith tiene club de fans ya!
ResponderEliminarQué habrá sido de él? Será que no soportó la ausencia del abuelo?
Me gusta cómo describís, me gusta!
Besos
Parece que Smith cayó muy bien, pobre hombre... lo hice medio tristón y con un único amigo.
EliminarEl final de la historia es de cada lector...
Gracias, Dana, un gusto que pases por acá.
Besos.
Que buena historia, leerla es como verla en una pelicula. Felicitaciones por tan buena narración.
ResponderEliminarsaludos
Gracias, María y bienvenida, un gusto que disfrutaras del relato.
EliminarMuchos saludos.
Que personaje tu abuelo y el señor Smith. Épocas que no conocimos pero que por la voz de nuestros viejos queridos se nos hacen reales. Lo cuentas tan bien que parece actual ese piringundin del bajo y sus personajes.
ResponderEliminarComo siempre eres un modelo de narradora.
Un abrazo
No es una historia real, Mariarosa; no conocí a mi abuelo, soy italiana y vine a la Argentina de chiquita.
EliminarEn general mis relatos son inventados, parto de algún sentimiento o algo que me conmueve y dejo que la imaginación haga el resto.
Este cuento me lo inspiró la historia del gran escritor uruguayo Felisberto Hernández, que tocaba el piano en los cines en tiempos del cine mudo.
Estuve haciendo averiguaciones para no meter la pata en cuanto a la época.
Lo importante es que te fuiste conforme con la lectura.
Muchas gracias y besos.
Estupenda narración, Mirella, qué bonito leerte. Un abrazo.
ResponderEliminarMe alegra que lo sientas así, Alfredo.
EliminarMis mejores deseos para la presentación de tu libro.
Espero que después nos cuentes.
Un gran abrazo.
muy buen trabajo narrativo Mirella
ResponderEliminarfelicitaciones!!!
abrazos y feliz jornada
Gracias linda chilena por pasar siempre.
EliminarQue tengas también un hermoso día.
Abrazos.
Un magnifico relato, Mirella! Cuando entre al blog esperaba leer sobre algún personaje desconocido por mi, pero cuando la historia de un personaje tan peculiar es marcada por la vida de otro personaje no menos especial, mi interés creció y me mantuvo expectante por saber más de Smith. El final da a entender que Smith y el abuelo se convirtieron en amigos entrañables como las teclas del piano. Me encantó. Un abrazo.
ResponderEliminarUna alegría que el relato te enganchara, Lumy. Muchas gracias por la lectura y la visita.
EliminarBesos, linda.
Se vive y se respira la época de estos dos putañeros, Mirella. Un relato notable, que despide música, tabaco, alcohol y nostalgia en cada línea. Muy bueno.
ResponderEliminarMe alegro de haber logrado ese efecto Raúl, porque nunca pisé un burdel... pero quién te dice que en otra vida...
EliminarGracias y muchos saludos.
Me encantó este post.
ResponderEliminarTiene el resabio de algunos recuerdos que me trajiste a la mente.
Cuántas palabras se esconden tras una imagen...
Vidas, recuerdos, e instantes que renacen en esos lugares recónditos de la memoria.
Y qué dulce o amargo es rememorarlos.
Besos, bella dama.
Un gusto que lo disfrutaras, Zarza.
EliminarReconstruir historias a través de viejas fotos es algo muy típico de quien tiene alma de escritor.
Un fuerte abrazo y gracias.