Hubo días en que peleaba con él en mi cabeza. Peleas
estériles: cómo te podés pelear con el silencio. Pero yo insistía, le ponía
palabras a su boca, aunque sabía que él nunca las hubiera dicho. Era querer
penetrar lo impenetrable. Soy terca, en eso salí a él. Terca y charlatana; él,
terco y mudo.
Te hablaba con la mirada, con gestos mínimos. El dedo
índice en alto era peor que si esgrimiera las tablas de la ley. Hasta el perro
bajaba la cola y se acurrucaba en su cucha. Había elaborado un eficaz y
práctico código de señas. Si alguna comida resultaba insípida, cerraba los
dedos como si estuviera sosteniendo un recipiente invisible y agitaba la mano
repetidas veces sobre el plato, hasta que alguno de nosotros le alcanzaba el
salero.
No consigo establecer en qué momento dejó de hablar.
Cuando yo iba al colegio primario me ayudaba con las tareas de matemáticas y ciencias naturales.
Siempre parco, si no entendía, él apelaba a gráficos o dibujos. Yo parloteaba
sin parar, quizás para incitarlo con mis preguntas o a través de mis anécdotas
escolares. Al cabo de un rato cruzaba el índice sobre los labios. ¡Ni que
estuviéramos en un hospital o en un templo!
En mi época del secundario ya había enmudecido. El índice
hablaba por él. Se ve que de tanto usarlo se le había estirado, porque era el
dedo más largo de la mano derecha. En ocasiones también recurría al pulgar para
hacernos saber que le llenáramos el vaso o, en casos de máxima desaprobación,
lo curvaba hacia abajo, como un emperador que decreta la muerte de un
derrotado. Ahí sí que me sentía una gladiadora a merced de un retiarius a punto de ser ensartada por el
tridente.
Si movía el dedo índice de izquierda a derecha, era menos
grave; todo dependía si el desplazamiento era enérgico o no. Si lo hacía con
más lentitud, había alguna chance de negociación. Entonces, lo mejor era
observarle los ojos. Si se le encendían dos destellos en el centro de su
negrura, estaba aflojando, había posibilidades.
Cuando cumplí los quince pude tener mi fiestita, con una
serie de pautas a obedecer, escritas a máquina en una hoja que encontré clavada
con una chinche en la puerta de mi dormitorio. Tuvo la cortesía de no mostrarse
ante mis amigos y las veces que fui a la cocina a buscar bebidas, escuché el
tecleo de la Olivetti que provenía de la piecita en la terraza.
Mamá tampoco era conversadora y cuando hablaba había que
estar atenta, su voz era un susurro, casi un suspiro. En la adolescencia mis
cuestionamientos se habían multiplicado y le pregunté cómo se las arreglaba el
viejo en la oficina, quién podía tolerar un hablante mudo. Ella se encogió de
hombros con delicadeza y dijo: papá no es necesario que hable, trabaja en un
archivo, solo, en el sótano; por un montacargas pequeño le bajan los
expedientes.
Apenas el mundo giró para mi lado y me abrió una puerta,
escapé del círculo de silencio y gestos. Desparramé mi cháchara por donde
anduviera, indiscriminadamente, y entablé esos simulacros mentales en los que
yo formulaba preguntas, acusaciones, reproches, que él contestaba con lo que yo
hubiera querido que contestase. Muy a mi pesar, también aparecía la mímica. Si
necesitaba una aprobación, él unía el índice y el pulgar en un redondel que
luego bajaba verticalmente, la boca sesgada por la improbabilidad de una
sonrisa.
Yo viajaba mucho en esos tiempos. Daba conferencias de lo
que fuera: había encontrado un canal para mi verborragia. De la familia casi no
tenía noticias. Ocasionalmente llamaba a mamá, pero su voz se había vuelto tan
tenue que la conversación era un puro qué
dijiste… cómo… no te entendí, me repetís… entonces
prefería hablar con la tía Magda, una chismosa que le sobraban palabras.
Por ella supe que el viejo estaba internado. Tomé el
primer avión y durante el vuelo me dediqué a esos coloquios inventados, incapaz
de perdonarle que no hubiera más tiempo para escucharlo y conocerlo.
Mamá me abrazó y, sin hablarme, salió de la habitación.
Magda me dijo que se había quedado afónica, de repente, ni la voz finita le
salía.
Me acerqué a la cama. Debió percibir el calor de mi
cuerpo y abrió los ojos, en los que ya cabalgaba la muerte. Movió un poco los
labios, me incliné y él dijo: viniste,
mi chiquita. La voz le vibró como las cuerdas de un violín desafinado.
Cerró los ojos y se fue hacia el territorio del silencio definitivo.
Después del funeral mamá se recostó y yo, sin motivo
alguno, subí las escaleras hacia la pieza de los cachivaches. La encontré
limpia, vacía de los trastos que solían abarrotarla.
Debajo de la ventana había una mesita, sobre ella la
máquina Olivetti, como un escarabajo prehistórico. Completaban el escenario una
silla incómoda en su austeridad y varias estanterías de metal, que guardaban
cajas etiquetadas. Tomé la que correspondía al año 1998, fecha en la que me
había ido de casa. Contenía esas carpetas marrones, de archivo, una para cada
mes del año, deformadas por la cantidad de papeles, que habían empezado a tomar
el color de las hojas en otoño.
Leí al azar. Encontré todas las palabras que él no me
había dicho, las había guardado en esas cajas. Quedé anclada en la ribera de su
ausencia.
©
Mirella S. — 2013 —
me impactó esto Mirella,me tansportaste,genial!
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EliminarPrimeros de Mayo...
Papa ya se ha ido, papa se ha vuelto a marchar pero esta vez no volvera...
Cansado, dolido... tanto trabajo y para nada... el pobre sin ningun reproche iba, venia, no paraba en todo el dia y todos quejandose de El como si no fuese "gran cosa lo que hiciese...
El que todo "lo miraba con valentia y aunque fuese un mal dia alegraba "la vida con optimismo... lo quise tanto que cuando me dijo que ya no podia mas, Yo me disguste y le respondia que tenia que resistir, que no me dejase que aun tenia que "contarme muchas cosasm que tenia que estar a su lado dandole mi Amor , el Calor, el Alimento que necesita, ytodo lo que me "perdia al no estar Junto a El...
los gritos de "unos y otros se nos fue...tanto me negue a "creerlo que hasta un auto un poco mas y me mata...que pena que el mundo este "tan golpeado que no nos damos ni cuenta lo que significa AMAR al conyuge, al projimo, a Nuestros Padres, a hasta aquel que esta "tirado en la calle... somos tan individuales, tan independientes que por supuesto no ahi nadie mejor que NOSOTROS....
Adios Papa!!
Rosario, muchas gracias por tus mensajes, tan positivos.
EliminarAnónimo, no entendí demasiado tu extenso comentario, supongo que te estarás refiriendo a tu padre.
De todos modos, gracias por acercarte.
Muy emocionante. Las palabra que no decimos habladas, no se pierden cuando se necesita escribirlas.- Besicos.
ResponderEliminarLas palabras escritas quedan, pero los silencios también.
EliminarAbrazos y gracias.
Una historia preciosa, que emociona, tu escribes con el corazón y hay que leerte con el. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Ester, siempre pongo todo lo que tengo a la hora de escribir: mente, alma, cuerpo. Es una necesidad y una pasión.
EliminarAbrazote
No sé si será autobiográfico, pero es muy bello, Mirella. Más allá de los bordes del silencio, hay palabras que pujan por salirse de los bordes, como sucede en tu relato, de un modo u otro, en un código u otro. Y te diría que más allá de las palabras, hay silencios que hablan fuerte y claro también, sobre todo los paternos.
ResponderEliminarEstamos algo en sintonía temática, porque si bien escribí sobre mi visión personal de La Biblia como libro, me focalicé en un episodio que desboca el silencio y lo asocié con mis propios silencios, temporales, ya que como la niña que se va haciendo mujer en tu narración a fuerza de silencios y palabras, siempre me identifiqué más con la verborragia, con el dejar volar las palabras como pájaros al viento. Será por eso que me siento tan en casa por acá, como en mi nido.
Un beso!
Fer
No es autobiográfico, hay cosas que sí tomé de mi padre, un hombre muy callado y solitario.
EliminarYo soy más como él, tirando a callada, tal vez por eso la urgencia de escribir, ya desde chica.
Todavía no pude leerte como corresponde, ando escasa de tiempo y con un gran cansancio mental y físico.
Me alegra que te sientas como en tu casa, ese es mi anhelo para todos los que vuelan hasta acá.
Fer, un gran abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarTienen algo de trágico las palabras que no se dijeron o las caricias que no se dieron y que quedaron arrumbadas en algún sitio, en uno de esos folios amarillentos y sorprendentes que describes.
ResponderEliminarAbrazo Mirella.
Dejan un hueco, Jaal. Porque después se podrá comprender y justificar, pero el niñito interior quedó carenciado, le faltó lo que necesitaba en ese momento.
EliminarGracias y un abrazo.
Hola Mirella
ResponderEliminarNo conozco mucho de lo que tienes o llevas escribiendo, pero este relato es uno de los mejores que te he leído. Es perfecto, a mi me suena así, amén del contenido que es un poco nostálgico.
Abrazos y que tengas una linda semana.
El tema del padre, es uno de los más fuertes, especialmente para las mujeres. Es la primer imagen de lo masculino que tenemos, nos marca y deja huella. A veces para mal, otras para bien.
EliminarBuona settimana anche a te.
Abbraccio forte.
A veces, quisiera yo también guardar tantas innecesarias palabras en cajas... Un abrazo.
ResponderEliminarDarío, sin embargo no te imagino un parlanchín; tus poemas son intensos, pero no le sobran palabras. Eso sí, no te andás con chiquitas con lo que decís (risas)
EliminarOtro abrazo.
A veces nos arrepentimos de aquello que teníamos que haber dicho y nunca dijimos. Palabras que salen del alma y que nunca nos atrevimos a pronunciar, y lo triste es que cuando queremos enmendar la plana ya hemos hecho tarde.
ResponderEliminarBesos Mirella.
La palabra y el silencio: dos grandes temas. Cómo medirlos, cuánto hay que decir y cuánto hay que callar. Y también cuándo, en qué momento es preferible no hacerlo o sí.
EliminarGeneralmente nos damos cuenta después que hemos metido la pata, pero todo es aprendizaje.
Rafa un besote, también.
Tarde comprendiste que él te hablaba de otra manera, con palabras escritas que guardaba para ti.
ResponderEliminarMuy bonita historia.
Un abrazo,
Sau, mi padre no llegó a esos extremos y no dejó nada escrito.
EliminarEra alguien de muy pocas palabras, absorto en su pasado doloroso en la guerra y a quien no se le podía hablar demasiado.
Es triste crecer en el silecio, pero luego una se va y entonces se pone a escribir.
Un abrazo.
Que emocionante !!!
ResponderEliminarMe he metido en el mundo de este relato, viviendolo con toda su emisión, con todos los sentimiento que destila...
Besos Mirella :)
Gracias Nieves, siempre presente y con tu mirada amable.
EliminarMuy agradecida y un besote.
me hiciste recordar algo que le escribi a mi padre...
ResponderEliminarlo voy a poner en el proximo post.
muy bueno, muy personal y con muchos sentimientos
saludos
carlos
Parece que llegó el momento de sacar a la luz temas viejos.
EliminarEste relato no es estrictamente personal, sí lo era "Pater familias", un post anterior.
De todos modos en este, abordo el tema del padre desde una de las cosas que más me afectó del mío, el silencio.
Espero tu próximo post.
Abrazo
Ay, Mirella...gracias por haberte dedicado a esto! Verdaderamente sos una gran escritora. Te felicito, amiga. No sé como expresarte que entrás con mucha facilidad en la intimidad del lector, muy profundo. Grande abbraccio!
ResponderEliminarTe agradezco mucho Patzy, tus palabras caen justo en un tiempito de crisis, que todo el que escribe tiene en algún momento (o en varios), respecto al valor de sus textos.
EliminarUn altro abbraccio, forte forte...
Mirella una historia hermosa, yo soy muy hablador ,en casa me dicen que demasiado, me cuesta mucho estar con personas en silencio, estimada amiga saludos, un abrazo.J.R.
ResponderEliminarJ.R. en mi casoes al revés, no soy extremadamente conversadora (tampoco muda) y a veces prefiero escuchar que hablar.
EliminarGracias por el comentario y por pasar.
Otro abrazo de vuelta.
HACES QUE UNO SIENTA LO QUE QUIERES ESPRESAR. TREMENDO RELATO.
ResponderEliminarUN ABRAZO
Parece que es así, nomás, muchos lo dicen. Aunque la mayoría de mis textos son ficcionales, los cuento desde mí y es como si vivienciara eso que relato, entonces pierdo un poco la noción de lo que puede experimentar un lector.
EliminarGracias por la visita.
Abrazo.
Las palabras son muy necesarias, no sólo decirlas, sino escucharlas de los otros. Están hechas para la comunicación y tendemos a desconfiar de quien es demasiado silencioso. En el caso de tu estupendo relato, por ser el padre el callado tiene su influencia en la hija, con lo cual es tremendo el hallazgo final de esta.
ResponderEliminarUn abrazo lleno de palabras.
Pienso que no necesitamos un exceso de palabras para comunicarnos, pero sí es necesario saber qué le pasa al otro y si nos han comprendido.
EliminarHoy se habla demasiado y no se dice nada. La palabra la siento devaluada; no se comunica, se informa. La prueba la vemos por la calle, en en los medios de transporte, todos con sus móviles, enviando mensajitos o parloteando de futilidades.
Te agradezco que te hayas acercado al nido y te felicito nuevamente por tu libro y por el excelente reportaje.
Un abrazo.
Brillante relato. El párrafo en que mencionas las cuerdas del violín y el silencio definitivo, está conformado por unas líneas increíbles, llenas de sentimiento y buen hacer.
ResponderEliminarAdemás, lo escribiste en una fecha bastante señalada en mi vida, triste como el relato, y sentida, también como el relato.
Buen trabajo, Mirella, es un placer leerte.
Saludos.
Espero que el haber leído este relato en una fecha importante para vos, te haya servido en algo. Cuando se producen esas sincronicidades, creo que son ocasiones para propiciar una reconciliación interna -si hubiera que hacerla- o para recordar lo bueno que que significó esa relación, esa persona, y todo lo que dejó.
EliminarMe hace bien saber que te ha gustado el texto y cuando pases por aquí serás siempre bienvenido.
Otro saludo.
Que emocionante cada párrafo. El silencio es tan necesario en algunos momentos, en otros nos aturde.
ResponderEliminarUna relación a su manera, él era así, callado y sin embargo en cada escrito habrá dejado un trocito de su corazón y esa frase final en la partida, me mató.
Un abrazo.
mariarosa
La armonía está en el medio y nosotros siempre andamos con el platillo del silencio más bajo o más alto que el de la comunicación.
EliminarAprecio mucho que te haya gustado el final, me costó bastante encontrarlo.
Mariarosa un abrazo también para vos.
ResponderEliminarUn relato fantástico. El final... apoteósico..
Y esas palabras,a veces, también nosotros las guardamos... cuando debieran haber sido dichas.
· un abrazo
· LMA · & · CR ·
Bolo, gracias por acercarte y como le dije previamente a mariarosa, ese final me dio trabajo, pero parece que fue el adecuado.
EliminarOtro abrazo.
los silencios son productivos cuando estamos en pleno trabajo creativo
ResponderEliminarpero cuando se hacen entre dos que sean solo por besarse, de lo contrarios son abismos insalvables
buen trabajo narrativo Mirella
abrazos
Tenés toda la razón, Elisa, el mejor silencio es el del beso y de cuando estamos en el proceso creativo, de otro modo ocasiona puro conflicto.
EliminarAbrazo.
gracias por tu huella
ResponderEliminarlas estrellas fueron inspiración esta noche
abrazos
Elisa, gacias por aclarármelo.
EliminarUn cielo estrellado nos conecta e inspira tantas cosas.
Un beso.
Espléndido relato, Mirella.
ResponderEliminarLos silencios. Los silencios pueden ser mortales. La incomunicación trae consigo muchos momentos perdidos, muchas sensaciones olvidadas, demasiados afectos abandonados.
Me ha encantado, repito.
Gracias por acercarte a mi orilla.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Gracias por tus conceptos, Mos.
EliminarEspero que nos sigamos acercando, yo a tu orilla y vos a este nido.
Un abrazo.
Claro que las palabras son necesarias, a veces se amontonan de tal manera para salir que alguien decide guardarlas dentro.
ResponderEliminarUn buen final
Abrazos
Gracias Esme, la comunicación es algo necesario, primordial, para saber a qué atenernos. Los silencios nos llevan a territorios de conjeturas, que por lo general nunca son positivas.
EliminarUn abrazo.
LOS SILENCIOS A VECES SON NECESARIOS Y OTRAS SE LLEVAN CON LA VIDA TODOS LOS MENSAJES.
ResponderEliminarEXCELENTE ENTRADA MIRELLA, TIENES MUCHO TALENTO PARA LLEGAR AL ALMA, NOS SENTIRNOS IDENTIFICADOS CON TUS MARAVILLOSAS PALABRAS.
BESOS
Luján, voy a cumplir seis meses en el mundo bloguero y me ha hecho mucho bien. Me sigo asombrando por todos los buenos comentarios que recibo, porque es la primera vez que muestro lo que escribo de un modo tan público.
EliminarUn abrazo.
Yo lo que he visto es un texto cuidadísimo, mimado en la expresión y lleno de matices emocionales que, sin duda, me ha conmovido profundamente, por lo sumamente importante que es para la protagonista la figura paterna, tanto que en el detalle aprecio algo más que amor y respeto, aprecio un enamoramiento con sus picos de amor-odio, quizás y por qué no, un claro complejo de Electra.
ResponderEliminarLa manera de hablar de sus dedos en ese idioma gestual que ella interpretaba con enorme perfección, atenta hasta a los destellos de sus ojos, por ejemplo..
"Si movía el dedo índice de izquierda a derecha, era menos grave; todo dependía si el desplazamiento era enérgico o no. Si lo hacía con más lentitud, había alguna chance de negociación. Entonces, lo mejor era observarle los ojos. Si se le encendían dos destellos en el centro de su negrura, estaba aflojando, había posibilidades."
me ha parecido una belleza.
El relato me enganchó, me zarandeó sin soltarme y me emocionó, así que salgo contenta de tu casa, Mirellísima.
Hay muchas formas de hablar desde el silencio.
Namasté.
Morg, no es tan fácil escapar al complejo de Electra, todas las mujeres tenemos un poquito, especialmente las que crecimos bajo una figura paterna poderosa. Intentamos desembarazarnos a medida que crecemos, pero ¿lo logramos del todo?
EliminarCreo que ya te lo he dicho muchas veces, que alguien con tu trayectoria y con una escritura tan precisa y bella, venga a elogiar mi forma, me produce un gran estímulo.
No tengo una formación, soy puramente intuitiva y con una gran obsesión por el mejor uso de las palabras y lograr el clima necesario para emocionar al lector, sin caer en lo fácil y trillado.
Es bueno que salgas contenta, me empuja a seguir intentando, a perfeccionarme.
Abracísimo.
Vaya hombre. Se diría que le hubieran echado una maldición. El relato es intrigante. Bien conseguido.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Gracias, Tío Antonio por el comentario y la visita.
EliminarMuchos cariños.