Siguió con atención el andar
vacilante de la hormiga. Sus patitas arañaban la pared buscando rebordes mínimos por
donde sostenerse en el ascenso. Salvador comprendió en ese momento que a lo
largo de su vida se había comportado igual que una hormiguita.
En el pecho se le desgajó algo,
como cuando en jardines ajenos cortaba y podaba ramas secas o las que habían
tenido la osadía de crecer más de lo que el espacio les permitía.
Había combatido a las hormigas
sin piedad, eran los fantasmas de los jardines. Hasta las soñaba escalando el
tronco de los rosales. Formaban un ejército que avanzaba, milímetro a
milímetro, en dos filas oscuras: las que iban a depredar y las otras que
volvían con el botín. De tanto en tanto algunas se detenían, hacían un rápido
reconocimiento, sus antenas transmitían el parte de situación, para después
regresar a la misión asignada.
Salvador recordó el placer de
cuando las espolvoreaba con el veneno como si fuera un azúcar impalpable; o ese
otro líquido, que al derramarse sobre sus cuerpos, los calcinaba. La búsqueda
del hormiguero se volvía un trabajo minucioso de investigación. El hallazgo del
túmulo, con su boca camuflada entre los granitos terrosos, era la satisfacción
del día. Esa noche un sueño tranquilo le bajaba los párpados. Una batalla
ganada.
Los dueños de los jardines le
daban un apretón de manos y le decían: usted
es el salvador de los rosales. Era
una época en que las rosas aún sorprendían con su perfume.
Con el paso de los años los
pesticidas se volvieron más letales. Sin embargo las hormigas no se extinguían.
Al cabo de un tiempo el rastro en el césped delataba su regreso y era el inicio
de una nueva declaración de guerra.
Salvador decía: hay que matar a la reina. Perfeccionó sus métodos. Usaba ácido
bórico de cebo, que las mismas hormigas introducían en el hormiguero. Tuvo
éxitos y algunas colonias se desintegraron.
Miró absorto cómo esa obrera
trepaba penosamente por la pared. Sintió un cosquilleo en los dedos y estaba
por estirar la mano, pero la hormiga desapareció en una grieta. El trozo de
flor que llevaba como un estandarte, quedó del lado de afuera y cayó a sus
pies.
Tanto trabajo para nada —murmuró Salvador. El trofeo era
demasiado grande para que entrase por la fisura.
Los dedos le temblaban y tardó en
levantar ese fragmento rojo proveniente de algún rosal devastado. Se puso
de rodillas y, con la dificultad de los huesos viejos, se inclinó para meter el
alimento perdido en la grieta. Pronto llegaría el invierno.
Su mano oscilaba, pero él siguió
empeñándose en su tarea de introducir el resto del pétalo por la grieta en la
que había entrado la hormiga.
Lo intentó con tanto ardor que la
partícula roja se volvió pulpa entre sus yemas, como un coágulo de sangre: tal
vez el símbolo de todas aquellas que había matado, bajo el lema de salvador de los rosales.
©
Mirella S. — 2011 —
Un cuento muy ingenioso. Te felicito. Salud!
ResponderEliminarGracias por pasar por el nido, pronto corresponderé a la visita.
EliminarMuchos saludos.
Un relato enternecedor, al final nos da pena el ladron. Un abrazo
ResponderEliminarSon seres vivos, que no hacen disquisiciones sobre lo que corresponde depredar y lo que no.
EliminarAbrazos Ester.
Odio las hormigas y su manía de introducirse en mi espacio. Entiendo que es su vida, pero enredan la mía, así que no dudo en fumigar al menor atisbo, ¡menuda plaga!
ResponderEliminarEso sí, desde un punto puramente intelectual, qué humildes y esforzadas son. Lo malo es que en mi espacio no las quiero, y eso lo afirmo con todo mi ser, hasta con el pensante, brrrr.
La narración es hermosa, demorada, mimada. Ese jardinero, salvador de los rosales, parece que nos hace un guiño y todo. Yo lo he visto.
Un beso.
Cuando era niña tenía un sentimiento de dualidad con las hormigas.
EliminarEn el jardincito de la casa de mi infancia algunas veces hice lo que al final intentó Salvador.
También me dolía ver los rosales y otras plantas "peladas" por ellas de la noche a la mañana.
Gracias por tu comentario y un abrazo.
Al menos, su epopeya le fue reconocida por un texto precioso. Las hormigas, siempre antihéroes...
ResponderEliminarPobres obreras laburantes... gracias por pasar siempre Darío, un fuerte abrazo.
EliminarAy, Mirella...vos sí que sabés apuntar a las debilidades! Yo he sentido, muchas veces, lo mismo que Salvador...y siempre, en esas circunstancias, me venía a la memoria una pregunta retórica que hizo cierta vez Mafalda, el personaje de Quino, quien después de matar una hormiga...y mirar los restos que de ella habían quedado...expresó con un gesto de preocupación ya tardío: "O tenías grandes proyectos?".
ResponderEliminarFantastic! Abrazo
El gran proyecto de las hormigas es colectivo, preservar la comunidad, la subsistencia. Cuánto tendríamos que aprender de ellas.
EliminarBesotes Patzy.
pobres hormigas...tan laboriosas ellas
ResponderEliminarTrabajadoras incansables, actúan como una entidad única para sostener su colonia.
EliminarGracias Sr. Gato.
El escrito es muy bonito, pero las hormigas a pesar de ser muy laboriosas y todo lo que se quiera hay que exterminarlas, porque sobre todo en jardinería hacen mucha pupa. Ahora por mucho veneno que se esparza sobre ellas, siempre salen vencedoras, ya que aparecen en poco tiempo otro nuevo ejercito de ellas.
ResponderEliminarBesos Mirella.
Rafa, mis sentimientos siempre estuvieron divididos, entre los rosales y las hormigas.
EliminarDe niña le dije a mi padre, que como Salvador las perseguía sin piedad, porqué no destinábamos algunas plantas para que ellas también se pudieran alimentar.
Lo que me parece que sí hubiera sido un poco difícil, habría sido hacerles entender a las hormigas cuáles plantas del jardín eran para ellas y cuales no.
Cosas inocentes de la niñez.
Un abrazo Rafa.
Llega un momento en la vida que todos nos preguntaremos Para qué?
ResponderEliminarPor los motivos que sean.
Me gustó mucho este relato, creo que guarda varios tesoros.
Un beso!
Gracias Dana, es un relato aparentemente simple, pero mi intención fue darle un mensaje suyacente.
EliminarUn abrazo.
ResponderEliminarCada uno tiene su destino... pero cada uno tiene en su voluntad la posibilidad de cambiarlo, aunque sea imperceptiblemente.
El salvador de rosales, por un instante, trató de cambiar algo... y ya era suficiente.
· Saludos
· CR · & · LMA ·
Sí, Bolo, comprendió al enemigo y vio que tanta diferencia no había entre ellos...
EliminarGracias por pasar y dejar tu opinión.
Abrazo
Me identifico con exterminar hormigas, algo rutinario de verano.
ResponderEliminarY aquí, se mueren, pero regresan al otro verano.
¿O será que se van a veranear a otro sitio?
Se van a invernar, no son como las cigarras, trabajan fuerte en el buen tiempo para tener con que sobrevivir en los fríos.
EliminarGracias por pasar.
Saludos.
Me encantó el relato.
ResponderEliminarEs Salvador y son las hormigas, pero yo tengo la manía de extrapolar y buscar la quinta pata al gato en todo lo que leo, así que me parece una bellísima parábola de la compasión en el ser humano, que llega con la experiencia de la vida. Al final nos diferenciamos poquísimo de las hormigas y como plaga, no la hay peor. (ríome).
Un abrazo, Mirellísima.
Lo comparto por ahí.
Namasté.
Namasté.
Como siempre diste en la tecla, Morg.
EliminarEs la compasión que dan los años y las luchas y que te hacen llegar a esas conclusiones. Sí, el ser humano es otra plaga, pero a mí me queda siempre una chispa de esperanza en medio de la oscuridad en que estamos viviendo.
Gracias por compartirlo.
Un abracísimo.
Las hormigas no saben de jardines prohibidos para ellas, lo suyo es laborar como un ejército, dos mundos enfrentados, Salvador el cuidador de jardines y las hormigas, esos pequeños batallones que no saben otra cosa que trabajar.
ResponderEliminarPrecioso relato
Cierto Sau, sólo encuentro un pequeña diferencia. Creo entender que dentro de una colonia todas procuran sostenerse y forman un núcleo compacto que busca el bien común, algo que los humanos no hemos aprendido todavía.
EliminarComo le decía a Morgana, sin embargo no pierdo la esperanza que aprendamos.
Abrazo, loco lindo.
Hay determinados animales a los que por su pequeño tamaño no los sentimos vivos, pero racionalmente les aplicamos el mismo tratamiento que a nosotros. El salvador de rosales sintió el trabajo de la hormiga pero no al ser vivo. La mataría en cuanto volviera a verla. Es un texto, como todos los tuyos, que busca la precisión, la palabra exacta. Un texto profundo y muy bueno.
ResponderEliminarAbrazo Mirella.
Jaal, es un texto que apenas lo terminé no me pareció que era gran cosa. Sin embargo después llegué a quererlo bastante, porque le fui descubriendo la verdadera trama, algo muy inconsciente al principio, que se me fue haciendo cada vez más claro en la medida que lo corregía.
EliminarGracias por tu aporte.
Abrazo
Bufff, me emocionaste...cuando era pequeña lloraba cuando alguién pisaba una hormiga...crecí y eso cambió, las vi como un incordio...ahora...ahora vuelvo a ser como cuando era niña...
ResponderEliminartu historía es preciosa
besos
Uno va cambiando según las etapas. En la cuestión de ciertos insectos "dañinos" siempre me mantengo en una molesta oscilación, aunque me diga: son ellos o yo.
EliminarLos bichos que más me espantan son las cucarachas y los murciélagos, que abundan mucho en la zona donde vivo, cerca de un Jardín Botánico.
Han tenido el atrevimiento de meterse en mi casa, hasta que puse redes metálicas en las ventanas.
Me da alegría que te haya gustado el relato.
Besote
Una tarea esa de salvar a los rosales, me encantó el relato por tanta sensilidad como has puesto en cada letra. Te felicito y me quedo.
ResponderEliminarBesicos.
Gracias Ana por pasar y quedate y vuelve como si estuvieras en tu casa.
EliminarBesos y abrazos.
Creo que este cuento tiene dos finales.
ResponderEliminarUno es el final para el lector:
- Pronto llegaría el invierno
y el otro, el final de autor:
- Lo intentó con tanto ardor que la partícula roja se volvió pulpa entre sus yemas, como un coágulo de sangre: tal vez el símbolo de todas aquellas que había matado, bajo el lema de salvador de los rosales.
En el primero, se intuye el segundo final. El lector se ocupa de comprender la actitud de Salvador y no haría falta agregar nada más, porque los lectores tienen imaginación fecunda y además, está bien explicado lo que pasa.
Pero aparece el segundo final, que es el metamensaje y ese segundo planteo narrativo puede leerse textual, con su carga poética o, buscar la razón profunda de incluirlo en un cuento ya terminado dos párrafos antes.
Si bien el cuento trabaja una anécdota, proyecta (y he aquí la valencia del final de autor) una metáfora de actitud de vida. El verdadero resumen es el porqué de ciertas actitudes casi costumbristas adquiridas como si fueran un deber, cuando en realidad no lo son.
El final es reivindicativo del rompimiento de aquello que condujo la vida del protagonista, hasta que este advirtió que la vida no era eso, solamente.
Lehit
Está muy bien todo lo que interpretaste. Cuando escribí este relato no tenía idea de cómo lo iba a terminar. Simplemente escribía, casi sin analizar ni planificar. Había una voz interna que parecía dictarme y lo escribí bastante rápido, algo poco usual en mí.
EliminarAl terminarlo me pareció un texto muy sencillito. Fue durante el trabajo de corrección cuando empecé a encontrarle otro sentido, la trama suyacente. Entonces sentí que era parte de ese texto, que lo podía sentir cercano y no como un escrito más.
Agradezco tu claridad y tus aportes, que son muy valiosos para mí.
Saludos.
UN RELATO MUY INTERESANTE Y A LA VEZ MUY REFLEXIVO.
ResponderEliminarUN ABRAZO
Para alguien que escribe es bueno saber que lo producido interesó al lector. Te agradezco ReltiH que siempre te des una vueltita por estos lados.
EliminarOtro abrazo
Olá Mirella!
ResponderEliminarDe fato a tradução automática não é boa e,
não ajuda no entendimento dos textos.
Oh! Herman Hesse é o meu favorito.
Grato!
Gracias por tu visita Arnaldo, por eso no tengo traductor automático.
EliminarMuchos saludos.
Un relato a tu altura, ni más ni menos...excelente.
ResponderEliminarUn abrazo
carlos
Ojo, Carlos, mirá que no soy muy alta, más bien bajita... jajaja!!!
EliminarGracias y un abrazo.
Me encantó, querida amiga, permitime que apenas te digo esto, porque estoy sin internet y tengo que visitar a muchos amigos.
ResponderEliminarMirella, me alegra mucho haber conocido tu blog, hace un tiempo que quería decírtelo, pero nunca encontraba la ocasión.
Un beso enorme.
HD
Agradezco tus apreciaciones, Humberto.
EliminarMe causa admiración la fidelidad de todos tus seguidores y como vos respondés afectuosamente, siempre, a cada uno que te deja un mensaje.
Eso ya te debe insumir mucho tiempo, así que no te preocupes, el contenido de tu comentario es más que suficiente.
El nido está al aire libre y abierto, sin obligaciones ni condicionamientos. Que el vuelo hasta aquí sea por puro placer y ganas.
Otra vez gracias y un abrazo.
Hola, un placer pasar por tu buen blog, te felicito por tu gran trabajo, aquí me tienes felicitándote. Te invito cordialmente a que leas mi nuevo poema titulado “El poema cósmico”, es un poema romántico entre estrellas.
ResponderEliminarGracias Boris "bosterito", por pasar. No creo que estés muy contento por la performance de Boca en estos momentos (me río mucho)...
EliminarTe mando un gran beso y también pasaré por tu bombonera.
RECUERDO A MI MADRE PERSIGUIENDO HORMIGAS ENTRE LOS ROSALES PORQUE TENÍA MUCHOS Y ERA TAN TRISTE QUE SE LOS DEVORARAN.
ResponderEliminarPRECIOSO RELATO COMO SIEMPRE, ESCRIBES TAN BIEN QUE SOBRAN LAS PALABRAS.
UN BESITO
PD HE VISTO LAS IMAGENES DE LOS ESCRITORES CON SUS GATOS, SIEMPRE ME HAN CAUTIVADO PORQUE TODOS HAN TENIDO SU COMPAÑERO. ES QUE LOS GATOS SIEMPRE ESTAN SOBRE LOS PAPELES, LES GUSTA MIRAR COMO UNO ESCRIBE. SON CURIOSOS.
CARIÑOS
Luján, qué bueno que estés bien y de vuelta.
EliminarGracias por tu presencia y tus comentarios. El tema de los gatos y los escritores es fascinante y a la vez misterioso.
Son animales curiosos, libres y tan bellos. Los quiero igual que a mis pájaros.
Un abrazo
¡Qué epifanía la que estremece a Salvador y qué buen juego de palabras propones desde el título, Mirella!
ResponderEliminarNecesito un Salvador, no para mis plantas, que no incluyen rosales porque los sé difíciles de cuidar, sino para una puerta debajo de la cual han anidado termitas luego de la inundación. Les hemos echado de todo pero persisten y han sacado la puerta de ángulo. No creo que deberíamos ser piadosos con las hormigas, aunque a veces también tengo sentimientos encontrados con ellas. Pero amo demasiado las plantas de mi jardín urbano y ni que hablar de mis puertas de madera.
¡Brillante narración: cada día te superas un poco más!
La cita final es la frutilla del postre que siempre espero: exquisita.
Gracias!
Un beso!
La historia de Salvador es una metáfora de nuestras dualidades, de la relación con el que consideramos enemigo; hasta que un día comprobamos que nos parecemos bastante, que hemos luchado contra lo que fuimos o somos aún hoy, proyectado en el otro.
EliminarEspero que se te solucione pronto el tema "termitas", que son una verdadera plaga.
Gracias por tus opiniones, siempre tan positivas y un fuerte abrazo.
ResponderEliminarHay muchos salvadores de rosales en esta vida que van haciendo sus quehaceres como hormiguitas, poco a poco pero sin descanso. A veces sus trabajos parecen insignificantes pero no por eso son menos dignos.
El valor de las cosas pequeñas.
Un abrazo Miella
El valor de las cosas pequeñas es enorme y ojalá que los salvadores de rosales se multipliquen en esa toma de conciencia.
EliminarGracias Esme y un gran abrazo.
Un relato que me he visto reflejada por que las hormigas también atacan mi pequeño jardín y siempre andamos buscando bichejos entre las hojas, y a fumigar!!!
ResponderEliminarPrecioso este relato Mirella, Un besote :)
El trabajo en el jardín, es un reflejo de lo que se nos presenta en la vida: arrancar hierbas invasoras, erradicar lo nocivo y destructor.
EliminarUn abrazo grandote. Y gracias por pasar siempre.