Después de días inestables, de lluvias
persistentes y nubes alquitranadas que jugaban carreras con el viento, ellas
volvieron. El pecho gris perla, las alas como pintadas con carbón. Ellas: las
golondrinas.
También reaparecieron los halcones. El
gobierno de la ciudad los había traído, años atrás, para espantar a las
palomas, convertidas en plaga.
Por el barrio de Clara había dos
halcones, ahora son cuatro. Sobrevuelan los edificios, oscuros, temibles. Sin
embargo, las palomas se han habituado a su presencia y conviven con el enemigo
en relativa paz. Es que ellas son tantas que la pérdida de algunas no se
percibe. Cuatro contra miles.
Hubo una época en que los halcones se
fueron o tal vez incursionaron en otras zonas. Clara piensa que su regreso se
debe a que las golondrinas les resultan un bocado más apetecible. Ellos acechan
desde las cúspides de parabólicas; son estatuas de plumas tiesas, con aspecto
inquisitivo, la cabeza girada en un perfil cortante de pico y ojo de acero.
Clara, temporada tras temporada, celebra
el regreso de las golondrinas. Este noviembre, en sus escasos ratos libres,
mira más el comportamiento de los halcones. Nunca los vio atacar. Se mantienen
apartados en las atalayas de las antenas. No vuelan juntos como las golondrinas,
que dibujan arabescos en el aire, incansables, ruidosas, cuchicheando trinos
secretos o gritándose mensajes en código.
Los halcones observan, callan. Cuando se desplazan lo hacen lento, planean majestuosos, las alas extendidas y se pierden
entre los vericuetos de las torres. No se comunican entre sí, no dejan oír la
aspereza de su voz. Los han desterrado para que cumplan una misión lejos de su
elemento y el nuevo territorio está formado por compactas hileras de concreto llenas de ojos por donde los espían.
Las golondrinas son el movimiento
inherente a lo vital; los halcones son los guardianes de la muerte.
Clara, este año, se siente atraída por
esas siluetas impávidas apostadas en una antena próxima a su balcón, se
identifica con los halcones, como si mediante su presencia altanera hubiese
descubierto algo que antes despreció en ella y que también le pertenece. Hoy
más que nunca.
© Mirella S.
— 2017 —
Majestic, fantastic, ferocious.
ResponderEliminarI'm glad you like it.
EliminarThanks and kisses, Rick.
Todos en más de una ocasión deberíamos ser halcones, y Clara parece que ha comprendido lo que ocurre. El halcón puede ser más rapaz y dañino, pero tiene la certeza, de que al ser más fuerte que otras aves, le garantiza la supervivencia y superioridad del resto. La golondrina es más ineficaz e inocente, y siempre vale la pena sel halcón para demostrar que en su entorno nadie le va a amedrantar. En cuanto a la paloma, ha tenido que ceder su espacio, y me perece bien, ya que aunque se quiera representar como símbolo de paz, aporta muy poco, porque lo que aporta no es bueno. Las palomas todo lo cagan, y hasta monumentos emblemáticos los hacen polvo Yo me declaro más por ser halcón, ya que al menos el respeto lo tienes asegurado.
ResponderEliminarBesos y abrazos querida Mirella.
De aspecto son majestuosos y en cuanto a lo que simbolizan, tenés razón, son más aptos para la supervivencia que otras aves más pequeñas. Es así: el grande se come al más chico.
EliminarMe dan pena, los halcones no deben ser muy felices en una ciudad, eso sí tienen el alimento asegurado. Este tipo de golondrinas que viene al inicio del verano son preciosas. El otro día una se quedó parada en la baranda de mi balcón.
Siempre agradecida por tus comentarios, querido Rafa.
Un fuerte abrazo.
La cohabitación es a menudo imposible
ResponderEliminarBesos
Sí, sobre todo entre especies antagónicas (humanas incluidas)...
EliminarGracias por leer, Óscar.
Besos.
Nunca fui de la ley del más fuerte. Las golondrinas dentro de su sencillez y su eterno retorno también a su manera son una bella representación de la supervivencia. Ejemplo de ello el cuento del Príncipe feliz de O.Wilde, que me trajiste a la mente asociando ideas.
ResponderEliminarEntre un David y un Goliat, un David... siempre.
Las palomas y yo no nos llevamos bien (excepto en el currucucú;))
Los halcones, son aves de presa, y con ellos... las flechas.
Besos, mi Bella Dama.
Un bello cuento para la reflexión, además de bien escrito. Tú nunca dejas indiferente.
Adoro las golondrinas y el cuento de Wilde es uno de mis preferidos, lo leí cuando tenía doce años.
EliminarGracias, querida Zarcita, me complace que mis letras no dejen indiferentes.
Abrazo grande.
Los humanos halcones dominan el mundo y si alguien pone en riesgo su dominio acaban con él sin contemplaciones.
ResponderEliminarBesos.
Todos tenemos un poco de halcones y no es malo si lo sabemos usar favorablemente.
EliminarUn gracias enorme y un abrazo, Torito.
La naturaleza es salvaje y cada animal tiene en su adn aquello que necesita para sobrevivir. Seguramente esos guardianes de la muerte también son generosos solo atacan cuando necesitan comer. Eso es algo en lo que los animales nos dan muchas lecciones,no dañan por dañar.
ResponderEliminarEste verano recuerdo algunas tardes en la piscina leyendo y mirando como las golondrinas venían a beber agua, me gustaba mirar sus movimientos elegantes,planeando, casi sin levantar ni una gota y volvían una y otra vez. Me parecía muy relajante, leyéndote he recordado esos momentos. Siempre es un placer leerte.
Besos
Exacto, Conxita, los animales no dañan por dañar, tienen que alimentarse para vivir. Son mucho más nobles que muchos seres humanos. Las golondrinas son hermosas.
EliminarTe agradezco mucho la lecttura y te dejo un fuerte abrazo.
Un texto de suma belleza, querida Mirella. Las alegorías enaltecen el texto, aplican a las palomas, golondrinas y halcones. Clara se alegraba por el regreso de las golondrinas, el movimiento de lo vital. Pero este año ha cambiado, no sabemos porqué pero ha descubierto algo en sí misma que la identifica, y ahora se inclina por la altanería de los guardianes de la muerte. La vida y el fin de la misma en juego, dos grandes temas de la existencia y de la literatura.
ResponderEliminarMe siento feliz de que estés publicando nuevamente. Un abrazo grandote, Mirella.
Ariel
Tus comentarios siempre me pueden, me gusta mucho la forma cómo analizás un texto y lo expresás.
EliminarMontones de gracias y de abrazos, querido Ariel.
Alegórico e impactante. Desde la descripción detallada, has conseguido transmitir el estado de ánimo de Clara, ¡enhorabuena!
ResponderEliminarUn abrazo muy grande, Mirella.
Muchas gracias por la visita y por el calificativo de impactante, querida Isabel, y más viniendo de vos.
EliminarOtro abrazo grandote.
Tus alegorías son magnificas jugar con el tamaño de las aves, lo que representan y lo que cambia para Clara, me gustan las golondrinas, las palomas no, solo el Espíritu Santo y la de Picasso. Y sobre todo me alegro de que hayas escrito, remonta el vuelo cual Ave Fenix. Abrazos
ResponderEliminarTampoco me gustan las palomas de las ciudades, en cambio estas golondrinas viajeras son encantadoras.
EliminarSon momentos muy duros para mí e intento no decaer.
Gracias y abrazos, querida Ester.
¡Ay esas viajeras golondrinas!
ResponderEliminarTus golondrinas son urbanas, no se parecen en nada a las que hacían las delicias en el balcón de los versos de Bécquer.
Es un escrito inquietante, magníficamente escrito, al margen de lo cotidiano, de las plagas de algunas aves, de las encomiendas de los gobiernos para combatirlas, a mí me parece una alegoría, de lo que conlleva la vida en ocasiones, de sus luchas, sinsabores, acechanzas y enemigos, enfermedades o circunstancias que nos arrebatan o menguan a quienes queremos.
Las golondrinas son la esperanza, la aventura, el vuelo a otras dimensiones. Ya sabes Mirellas, unos escriben y otros interpretan.
A mi me gustan tanto las viajeras golondrinas como los poderosos halcones.
Hiciste una aguda interpretación de todo lo que contiene este texto.
EliminarTe lo agradezco mucho, Isabel, en cuanto pueda pasaré a leerte.
Un gran abrazo, guapa.
Muy buen texto, hasta los halcones con su voracidad resultan hermosos.
ResponderEliminarmariarosa
Muchas gracias, Mariarosa, en efecto los halcones, con otras características, son tan hermosos como las golondrinas.
EliminarBesos.
Interesante relato sobre algunas aves que aunque no se gusten, conviven.
ResponderEliminarMuy amable Orlando, gracias por la lectura y la opinión.
EliminarSaludos.
Muy buen relato alegórico de las aves. Muy bien escrito. Las golondrinas me gustan mucho. Menos me gustan las palomas. Un abrazo
ResponderEliminarEntonces coincidimos, María del Carmen. Me alegro que te gustara el texto.
EliminarAbrazos.
En algún momento la mutación se produce en nuestra intimidad. Indefectiblemente mutamos porque la mutación es un estado de defensa, Mirel querida.
ResponderEliminarPoética como siempre y reflexiva como siempre en una metáfora sensible y cuidadosa.
Abrazos.
Querido Gavrí, haciendo limpieza encontré tu comentario en la carpeta de Spam y lo rescaté.
EliminarGracias por tus consideraciones, amigo.
Un abrazo enorme.
·.
ResponderEliminarMe gustan las golondrinas, me gustan los halcones...
Aquí se han empleado a los halcones para ahuyentar a otras aves en los aeropuertos. Posiblemente tengan que emplearlos para cazar 'drones', especie 'avícola' que desea colonizar el cielo.
No sé si a Clara le gustarán los drones. A mi no, no quiero que me espíen desde un cielo destinado a tener solamente nubes.
Un abrazo, Mirlo, un ave que me encanta.
· LMA · & · CR ·
No me gusta para nada esa especie llamada 'drone' y su ojo insidioso.
EliminarEl cielo es, como vos decís, para las nubes y para los pájaros, aquellos con plumas, no de metal.
Un enorme gracias y abrazos, Alfonso.
A mi me parece que a Clara le gustaría echarse a volar al lado de sus admirados halcones, que no desea ser alguien común pues golondrinas y palomas ya hay muchas y no se diferencian demasiado unas de otras. El halcón es poderoso, orgulloso, altivo, busca su propio camino, tal vez deba pagar el precio de la soledad. Buen relato Mirella, y bien escrito además. Besos.
ResponderEliminarHay momentos que se necesita mirar desde una altura para calibrar los pasos a seguir. Eso me parece muy de halcones y, probablemente, el precio sea una soledad necesaria.
EliminarContenta que te gustara, Jorge.
Abrazos.
Hola querida Mirella, un gusto volver a disfrutar tus relatos que siempre invitan a la reflexión.
ResponderEliminarA mi me gustan toda las aves pero tengo especial predilección por las golondrinas tienen mucho porte aun dentro de sus colores sencillos y su delicadeza.
Saludos, besos y abrazos.
P.D. Feliz año hermosa Mirella.
U
Mil gracias por tu presencia y tu comentario, querida Euge. A principio de cada verano siempre me asomo al balcón para ver aparecer a las hermosas golondrinas.
EliminarBuen año también para vos y muchos besos.
Clara se siente ahora más identificada con los halcones, por más que disfruta la vuelta de las golondrinas. Posiblemente se debe a su estado de ánimo, a cómo se precibe a sí misma. Creo que siempre buscamos fuera lo que más se parece a lo que tenemos dentro, y con ello nos identificamos...
ResponderEliminarUn texto precioso, Mirella. Tu forma de escribir es tan delicada y sutil que uno tiende a perderse entre los renglones solo por gusto de disfrutar.
Un beso grande, amiga.
El afuera casi siempre refleja lo que nos sucede adentro, lástima que la mayoría de las veces estamos tan ocupados que no nos paramos a mirar lo que nos muestra.
EliminarMuy agradecida por tu elogioso comentario.
Un abrazo bien grande, Julia.
Un relato estupendo.Los halcones son fuertes y orgullosos aunque también obedecen al de la mano extendida.Las golondrinas siempre eligen lugares bonitos y te puden recitar unos versos antes de partir.Me gusta mucho como escribes.Besos
ResponderEliminarEl ser humano siempre intenta domesticar a la naturaleza, el obedecer no está en la de los halcones. Para mí simbolizan, en su estado natural, la libertad en toda su crudeza.
EliminarGracias, Elisabeth, por pasar por aquí como una golondrina que siempre vuelve con palabras amables.
Besos.
Pueden
ResponderEliminar:)
EliminarQué belleza mi querida Mire. Pues es que aunque parecieran antagónicos la vida y la muerte conviven como tus halcones y golondrinas, y supongo que los humanos somos las palomas, la plaga, los miles que todo destruyen. Es un texto precioso amiga.
ResponderEliminarAbrazos enormes y beeesos.
Así lo creo, Gildo, lo interpretaste tal cual: los humanos arruinamos y ensuciamos todo.
EliminarTampoco soportamos que la vida va de la mano de la muerte.
Abrazos y beeeesos, querido amigo.
Qué gratificante es encontrar textos como éste. Excelente la descripción de esas figuras que encuentro tan parecidas a otras que observo en la ciudad. La muerte, la vida, la soledad, la comunidad, la víctima o el victimario. Muy buen texto ¡Felicitaciones!
ResponderEliminarMe reconforta que el texto te gustara, María, Gracias por la lectura y el comentario.
EliminarEstoy pasando un momento muy duro, en cuanto pueda iré a visitarte.
Besos.
Me fascina la imagen que has elegido para este relato, Mirella. Palabras como pájaros es el nombre de tu blog, y creo que con esta bella historia has demostrado por qué elegiste a estos animales como protagonistas. A mí las aves me resultan fascinantes por esa libertad de poder volar que tanto envidiamos los humanos.
ResponderEliminarAdemás, en su vuelo podemos encontrar tantas metáforas como las que has plasmado en este texto bello y ciertamente melancólico.
Un fortísimo abrazo.
La imagen la tenía guardada, la encontré hace tiempo en la web, también me encantó y viene justo para este texto. Adoro los pájaros, siempre me conmueven con sus vuelos y trinos.
EliminarGracias por tus palabras tan lindas, Sofía.
Un abrazo no menos fuerte.
Me agradan mas las palomas que se cagan en todo
ResponderEliminarBesos
Todos los gustos son respetables.
EliminarGracias, Chaly.
Besos.
Me gustan las golondrinas como a Clara, no las palomas, y si ahora también se siente atraida por los halcones algo aprenderá de ellos, van por libres.
ResponderEliminarBuen domingo Mirella.
Besos.
Las palomas son una plaga, mientras que las golondrinas para mí representan la alegría y los halcones lo majestuoso.
EliminarGracias y besos, Laura.
Todos quisiéramos aprender a extender nuestras alas y salir volando, de un modo u otro.
ResponderEliminarPocos son los que realmente pueden hacerlo.
Saludos,
J.
Es verdad, José, vivimos atados a tantas cosas...
EliminarMuchos saludos.
Lo siento mucho Mirella.
ResponderEliminarMis condolencias.
Un abrazo gigante para ti.
Muy agradecida, Xavi.
EliminarUn fuerte abrazo.
Hola Mirella. Siempre un placer leerte. Lo de especies matando para alimentarse puede herir la sensibilidad de algunos...pero la naturaleza las creo así...lo que me molesta es el hombre creyéndose con el derecho de trastornar el orden natural a su conveniencia.
ResponderEliminarAbrazos.
Es muy cierto lo que decís, Eric. Gracias por leer textos publicados hace meses.
EliminarNo estoy escribiendo en estos momentos y tengo el blog abandonado.
Otro abrazo.