jueves, 13 de junio de 2013

Downtown, New York




Nunca supimos —ni sabremos— porqué Pablo desapareció de esa manera. Una noche nos saludó con  un chau, nos vemos, y no lo vimos más. A la semana pasamos por la pensión, a preguntar. Dijo que se iba de viaje, nos informaron. Como al mes dimos una vuelta por lo de la hermana. Ella ni nos hizo entrar, desde la puerta y hamacando al último de los hijos, que chillaba como un marrano, con la indiferencia en la voz y en los ojos, idénticos a los de Pablo, pero fríos, dijo: ese vago hace rato que se borró y si se fue, mejor que acá no vuelva.
Eso pasó poco después de la euforia del Mundial del 78. No preguntamos más, no era tiempo de preguntas y varios andábamos con el culo entre las manos… Pablo no, era un bohemio, su única militancia era sacar fotos y su mirada experta sabía encontrar situaciones especiales, siempre en blanco y negro, con su Leica inmemorial. Entonces éramos unos pendejos idealistas, a la deriva, pero de a poco cada uno fue tomando su propio rumbo. Algunos se perdieron, vaya a saber por cuáles caminos; otros mantuvimos contacto y de vez en cuando compartíamos el clásico del domingo o unas cervezas. Con el tiempo Pablo dejó de ser tema de conversación, ya se había convertido en un fantasma.


No sé por qué me eligió a mí, no recuerdo que fuéramos demasiado afines, supongo que yo habré sido el único del que se acordaba la dirección. Me había casado y tuve que sentar cabeza, no me quedó otra, por el pibe, que nos cayó como peludo de regalo. Cosas de la vida o descuidos de la calentura.
Mi vieja me avisó por teléfono: tenía una carta. El sobre era grande, marrón, con estampillas extranjeras. Adentro había una foto en blanco y negro. En el reverso estaba escrito a lápiz: Downtown, New York, 1980. Quién me podía mandar una foto que había sacado diez años atrás. Una foto triste y al mismo tiempo elocuente, un reflejo de la soledad urbana. En blanco y negro, con el estilo y la visión inconfundibles de Pablo.
El de la foto podría ser él o cualquiera. Estaba tomado de lejos: una silueta en contraluz, un tipo sentado en el suelo, los brazos sobre las rodillas, al inicio de un pasaje estrecho, encajonado por dos oscuros paredones de ladrillos y ventanas con rejas. La luz venía de la calle transversal al pasaje y de un cachito de cielo entre los altos edificios cuadriculados de ventanas. Había una escalera de incendios, tal cual se ve en las películas yanquis.
El tipo, Pablo tal vez, usaba un sombrero de fieltro de los años 50 y una campera corta. Y en esa posición acovachada miraba a un gato negro. Un lugar roñoso, donde imperaba el abandono, con charquitos de agua, papeles tirados, el silencio del vacío, como el Once en un día domingo.
Él y el gato, frente a frente, mirándose, entablando un diálogo secreto. La sensación que tuve fue que se entendían, había algo recíproco, más allá de las palabras. Algo inmortal que fue fijado en una imagen que perduraba en el tiempo, que cruzó un hemisferio para que yo, un pobre gil, compartiera ese instante. Sin ninguna explicación ni una nota, muy de Pablo. Pero lo que me carcomía era no saber si ese fulano era Pablo. Y de no ser él ¿cuál era el mensaje, para qué la foto?
Estuve mucho tiempo dándole vueltas al asunto, no lo comenté con nadie, hasta que me decidí y enmarqué la foto. La colgué en un rincón del comedor, como si no quisiera que la vieran, como si fuese algo íntimo entre Pablo y yo. Diez años después me pareció que no éramos tan distintos. Claro que Graciela la descubrió al toque; ya por aquella época apenas nos aguantábamos. Plumero en mano, chilló: por qué pusiste esa porquería, es deprimente…  Y la descolgó. Yo me le fui al humo, la agarré del brazo y le dije que la dejara donde estaba. El tono de mi voz no admitía réplica. Ella, por primera vez, se tragó la respuesta.
En cambio Nacho, que tenía cuatro años, cuando la miraba decía: qué lindo el gatito que le habla al señor.


La foto señaló etapas de mi vida. La colgué en el 90 y en el 94 la descolgué porque me separaba. Me fui a lo de la vieja unos meses hasta que conseguí un sucucho para mí solo y que pude pagar. La foto ocupó un lugar destacado y cuando en el 97 me ascendieron, le cambié el marco por otro con más pinta.
No es que viviera pendiente de la foto, ni la miraba, la conocía de memoria, estaba ahí, y eso era lo importante. A veces pensé con envidia —para qué lo voy a negar—, que Pablo hizo lo que había querido. No es moco de pavo irte a Nueva York a los veinte años, sacar una foto que da testimonio de que tu sueño se está cumpliendo. Aunque te mueras de hambre y estés más solo que un perro, la pasión te arrastra y ese fuego no te lo apagan así nomás. Yo no lo tengo y lo que enciende mis días grises es saber que Nacho existe.
En el 2000 para Navidad me pidió una cámara de fotos. Pensé si me daría el cuero para comprarle una digital de última generación. Me dio una alegría casi desaforada cuando Nacho aclaró: como las de antes, para sacar en modo manual, igual que la foto de Pablo. Era el único que conocía la historia, mejor dicho, mis suposiciones sobre la historia.
En sus ojos de río manso aparecieron estrellas cuando abrió el estuche con la Leica. La que usaba Pablo, capaz que me hago famoso como él, murmuró. La llevaba a todas partes, era un saqueador de imágenes, que después me mostraba con entusiasmo.
En el 2005 le ayudé a armar el cuarto oscuro. El secreto del fotógrafo está en el revelado, me dijo. Tenía la misma edad de Pablo cuando se fue. A veces decía cosas parecidas. Era como si Pablo me hablara a través de Nacho y yo me entibiaba con el calor de su llama.
Una tarde, mientras tomábamos mate, así, como al pasar, me dijo que le habían aceptado el book en la galería del San Martín y que a fin de año haría una muestra. Miré la foto del hombre con el gato y ya no necesité saber quién era: el mensaje había encontrado destinatario.



©  Mirella S.   —2011—

Foto de Henri Cartier-Bresson







                                 

46 comentarios:

  1. Evocadora y a la vez ansiosa mirada al pasado.
    Pleno de carga karmática surgida de la intuición.
    Y la obsesión de mantener una imagen a través del paso de los años, el asirse a un pasado de alguien que desapareció contiene un elemento que tortura.
    Un relato pleno de sensibilidad y de tristeza con un final esperanzador que nos demuestra que no existe el tiempo perdido. El tiempo sumó la extraña ecuación de cada quien y produjo un resultado individual, el cual si lo analizas comprendes cuan necesario fué para el engranaje de la existencia dentro del conglomerado colectivo.
    Gracias por compartir ésta provocación al sentimiento.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Carlos por tan jugoso comentario. Lo que vivimos en nuestra vida no es tiempo perdido, creo lo mismo. Las acciones que ejecutamos (también las que omitimos hacer), son hilos conductores que en algún momento responden o nos acercan a otras del pasado.
      También creo en intuiciones profundas, lástima que este mundo se ha vuelto tan racional que no les da importancia.
      Un saludo afectuoso.

      Eliminar
  2. No sé si ya tenías las fotos hace 2 años o las buscaste ahora para que se ajustaran exactamente a las descripciones que haces, pero son perfectas, como si acabaras de escribir el texto a partir de su esencia.

    A mí me ha gustado mucho, me reafirma en mi postura sobre las sicronicidades de la vida, que no admite la casualidad sino la causalidad.

    En este párrafo

    "No sé porqué me eligió a mí, no recuerdo que fuéramos demasiado afines, supongo que yo habré sido el único del que se acordaba la dirección. Mi vieja me avisó por teléfono: tenía una carta. Me había casado y tuve que sentar cabeza, no me quedó otra, por el pibe, que nos cayó como peludo de regalo. Cosas de la vida o descuidos de la calentura."

    lo de "Mi vieja me avisó por teléfono: tenía una carta" yo lo pondría detrás de la explicación que da sobre su casamiento y eso, porque así parece que habla sobre ella equivocando el sujeto, y bueno, enlazaría con la descripción del sobre, comme il faut.

    Nada sucede sin un motivo, todo es por algo o como dicen los científicos, relación causa-efecto.

    Hace 2 años, ya eras tú.

    Un beso, Mirellísima.

    Namasté.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La corrección que me indicaste ya la hice y ciertamente queda más claro.
      El cuento lo escribí a partir de la primera foto. Como me gustaba mucho Cartier-Bresson, me había comprado un libro con sus fotos más notables. Me impactó la de ese hombre y el gato, de allí surgió la idea.
      La segunda foto la encontré ahora en la web y la agregué al final.
      Coincido con vos Morg, creo firmemente en la sincronicidades que aparecen en nuestra vida y no son meras "coincidencias".
      Me alegra que te haya gustado, estoy exhumando trabajos antiguos y me interesa mucho tu opinión.
      Un abracísimo y mi agradecimiento.

      Eliminar
  3. El relato es evocador, del presente viaja al pasado, vuelve y va hacia el futuro, que se hace presente. Y una Leica había en mi casa.
    Abrazos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ester captaste muy bien todos esos pases en el tiempo. La Leica es una cámara maravillosa; cuando hacía fotografía, hace más de diez años, nunca me pude acostumbrar a una digital.
      Abrazos y gracias por tu presencia.
      Ayer leí tu post sobre las manos, que me pareció bellísimo, pero era tan tarde que ya no me daba la cabeza para dejarte un comentario.

      Eliminar
  4. No importa el tiempo de la escritura, sino el viaje por tus sentimientos. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo aclaré porque me parece que en los últimos tiempos cambié la forma de expresarme (todo cambio me alegra), y este relato responde a un modo más narrativo, que era lo que buscaba en ese tiempo.
      Gracias Alfredo por pasar.
      Abrazo.

      Eliminar
  5. LO que me trasmite este relato se asemeja mucho a lo que comenta Morgana, a lo largo de la vida pasan cosas que no podría ser simple casualidad, hay ciertas conexiones y enlaces que te hacen pensar que todo tiene un motivo. En tu relato lo reflejas a la perfección. De ahí que me haya gustado tanto como para releerlo.
    Besos :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te agradezco enormemente por la gentileza de tus palabras, siempre estás ¡y además me lees dos veces! Es un gran estímulo para mí.
      También coincido con lo de las sincronicidades. Todo está estrechamente entramado en nuestra vida y a la vez formamos parte de la red del inconsciente colectivo.
      Un fuerte abrazo y buen fin de semana.

      Eliminar
  6. Por el tiempo en que se fue, quizá Pablo no hizo lo que quería hacer, e irse, fue una alternativa desesperada. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tal vez, Darío, pero la historia de Pablo no la sabemos (ni yo la imaginé), sólo está el recuerdo y esa especie de legado.
      Abrazo.

      Eliminar
  7. Que te puedo decir, es una belleza. Decís que es de hace algunos años, para mí sigue siendo muy bueno. Es increíble como una imagen puede disparar la imaginación y crear tan bellos textos.


    mariarosa

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mariarosa, uso mucho la imagen para activar la imaginación y he usado varias veces fotos, otra forma de arte que me encanta.
      Gracias por la calidez de tu comentario.
      Un abrazo.

      Eliminar
  8. Mirella me ha encantado el relato y esa foto de pablo tuvo su continuación en Nacho, me ha recordado a mi vieja Nikon que tantos caminos ha recorrido a mi hombro, tantos pueblos y tantas mujeres hermosas ha retratado, me dejó miles y miles de diapositivas, de otros tiempos.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sau, las viejas cámaras tenían un encanto especial.
      Un gusto que te hayas quedado contento con el relato. Con la fuerte autocrítica que tengo, me parecía que no estaba tan bien escrito, a pesar de las muchas correcciones que le hice.
      Un abrazo

      Eliminar
  9. Seguramente algo se desprendia entre los dos para que acudiera a ti, las conexiones parecen , a veces, magicas...

    las dos fotosd que has puesto son preciosas, conozco los fotógrafos

    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Seguramente Pluv, hay enganches que están más allá de las palabras que sólo pueden dar explicaciones.
      Cartier-Bresson es un fotógrafo que siempre admiré, por la capacidad de captar momentos y por la iluminación de sus trabajos.
      Otro beso grande.

      Eliminar
  10. Pues aunque el relato ya lo tengas escrito hace tiempo, es sensacional y para sacarle el jugo como lo has hecho sobre unas fotos de blanco y negro y muy bonitas te ha quedado "chachi piruli", vamos de lo más hermoso. Mirella besos gordos y buen fin de semana. Por cierto ahora no uso ni gafas ni lentillas, ya que me operé los ojos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Con la oinión de todos ustedes me he reconciliado con el relato y las dudas se fueron disipando. Como soy tan estricta con mis escritos, es un alivio saber que gustaron.
      Recordaba bien el asunto de tu operación a la vista, así que ahora vas a poder meter la nariz en el horno sin perder las gafas.
      Rafa un enorme abrazote y buen fin de semana.

      Eliminar
  11. El relato manifiesta tu gran ductilidad para crear atmósferas e historias tan creíbles, tan nuestras, que hasta nos familiarizamos con Pablo, con el gato, con Nachito...qué interesante! Me gusta este juego tuyo, y siempre me presto gustosa a serguirte el tren. Felicitaciones. Y abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Patzy es una gran satisfacción para alguien que escribe (y con exigencia interna como yo) recibir un comentario como el tuyo.
      Gracias por pasar siempre.
      Gran abrazo.

      Eliminar
  12. emocionante visión al pasado. las fotos se entrelazan perfectamente con la historia.
    me ha gustado mucho
    saludos
    carlos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Carlos por tu infaltable comentario, positivo y afectuoso, que aprecio mucho.
      Abrazos.

      Eliminar
  13. Mirella, muy interesante historia. No importa si lo escribiste en tal o cual fecha ¡Es brillante!
    Las fotografías me han encantado, y me llevan a la siguiente pregunta, de si todo el que se va buscando un futuro lo encuentra.
    Besos, buen finde

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Depende de qué es lo que se busca y sobre todo cómo se lo busca. Cuando se pone mucha energía en algo, se logra lo que se ha propuesto, quizás a costa de dejar otras cosas.
      Interesante y difícil tu pregunta.
      Gracias por el brillo de tu comentario.
      Abrazo y buen finde también para vos.

      Eliminar
  14. que jugo

    que acertado

    que maravilla

    y las fotos, preciosas

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias profe por adjetivos tan elogiosos.
      Saludos y buen fin de semana.

      Eliminar
  15. Brillante es poco, me gustó mucho. Cariños.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Norma, agradezco mucho la amabilidad de tu comentario y por la visita.
      Abrazo.

      Eliminar
  16. Un precioso relato contado en argentino que fotografía en colores muy nítidos la historia de tres generaciones de muchos argentinos que se vivió y se sintió en blanco y negro. Hay en mi vida un Pablo que se fue, pero en los 90, a Downtown New York primero, y a Carolina del norte después. Y hay un Nacho que se podría ir algún día como sigan las cosas así. Ojalá logre que su foto tenga la trascendencia de la del Nacho del relato, si es que eso lo que lo hará feliz. A pesar de que me dolería saberlo a la distancia, lo entendería y sería feliz con su elección de vida.

    Un beso!

    Fer

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mundial 78, época infame que todos llevamos dentro aunque no la recordemos en modo consciente. Tengo algunos escritos más que tratan, tangencialmente, esos años pero son muy largos para subirlos al blog.
      Aunque las ausencias nos duelan, cada uno debe seguir el propio vuelo, hacia donde lo dirige la vida.
      Gracias Fer y un bsazo.

      Eliminar
  17. Según lo iba leyendo, me iba enderezando en el sillón, he acabado de pie. Y en posición de saludo. Con reminiscencias evidentes, el manejo del lenguaje y la atmósfera que crea, son capaces de aliviar la -generalmente- tediosa circulación por los blog. Una joyita, una gastada imagen colgada en la pared.
    Abracitos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Amando por la visita, es un honor (un poco incómodo para vos) que lo hayas leído de pie y por la impresión que te produjo el relato.
      Un abrazo.

      Eliminar
  18. Estimada Mirella, me he sentido atrapado por la historia,una mirada al pasado ,muy brillante, ha sido un placer leerte, un abrazo.J.R.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias José Ramón por la visita. Me alegro que hayas disfrutado del texto, a pesar de los argentinismos que contiene.
      Otro abrazo.

      Eliminar
  19. excelente relato Mirella, agregar algo a lo que ya han expresado los demás es redundar
    simplemente felicitarte y agradecer que compartas estos trabajos con nosotros

    feliz fin de semana


    pd...la primera foto recuerdo la usé para un poema hace ya tiempo pero en el blog antiguo
    sin duda Henri Cartier logra darle a sus fotos un plus en sensaciones que saltan al imaginario
    http://www.henricartierbresson.org/prix/home_en.htm

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mirá Elisa, con tanto elogio que recibo es un gusto compartir los textos con ustedes.
      La primera foto habla por sí sola y Cartier-Bresson fue un artista con mayúsculas.
      Buen fin de semana también para vos. Con un abrazote.

      Eliminar
  20. como siempre tus relatos con tanta visión, son como películas.
    saludos!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jenny, muchas gracias por acercarte, estás escribiendo poco en tu blog, debés andar muy ocupada.
      Un abrazo.

      Eliminar
  21. RELATOS PARA APRENDER. GRACIAS POR COMPARTIR.
    BESOS

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Aprendemos entre todos, yo estoy tratando de aprender de mis amigos blogueros que escriben poesía y animarme a incursionar en el género.
      Besos, ReltiH.

      Eliminar
  22. Tu relato me hace pensar que la vida es una encrucijada de caminos entreverada de encuentros , desencuentros e irremediables olvidos.Hay soledades que se se separan y habitan en distintos espacios...para finalmente encontrarse de nuevo.las fotos hablan por sí solas ...soledad , alma y deseos de otredad.Creativo y profundo relato.Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Se me ocurre que el olvido, que en ciertas circunstancias buscamos desesperadamente, también nos trae cierta culpa, como si temiéramos olvidar lo que amamos o lo que representó algo importante en nuestra vida.
      Sin embargo, esos recuerdos permanecen latentes en el inconsciente y cualquier disparador basta para que surjan y se desplieguen.
      Gracias Juan y un gran abrazo.

      Eliminar
  23. Cuánto duelen a veces las ausencias! ¿Una imagen da pie a una historia como esa? Dios mío, Mirella, has armado un cuento precioso, evocador, tierno a un tiempo y también un poco triste. Me ha encantado, aunque la verdad es que el primer mundial que recuerdo fue el del 82, el de naranjito, porque se celebró aquí.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Para la Argentina el mundial del 78 quedará muy grabado, porque se ganó y ademas porque señala un período nefasto de la dictadura militar que hizo desaparecer a tantas personas. Entonces fue una distracción para que el pueblo festejara una victoria, en pleno terrorismo de estado.
      Uso mucho las fotos o ciertas imágenes, un recurso que suele activarme la imaginación.
      EME (¿de Manuel, Mario, Miguel...? Disculpa, soy curiosa) te agradezco mucho el comentario y la visita.
      Otro abrazo.

      Eliminar