Hubo una época
pretérita en la que el lenguaje no existía. Lo fue construyendo el ser humano,
porque le aterraba que el tiempo fuera mudo.
Laura desliza
los dedos por el lomo de los libros y se le constriñe la garganta. Desde el
pecho asciende una punzada de dolor.
Siempre hay que
remontarse a los orígenes de cualquier actitud o propensión, por insignificante
que parezca. Allí está la herencia sin testamento que se recibe de los ancestros.
Su madre le había
dicho que durante el embarazo había leído continuamente y que, a los pocos
meses de nacida, le relataba cuentos. Eran su canción de cuna. Más tarde, en
sus primeros años, le mostraba imágenes coloreadas que le aclaraban las tramas
de aquellos “Había una vez…”
En la boca de la
madre resonaban palabras magnéticas, que la seducían y también la asustaban por
el enigma de su significado. Apenas supo reconocer las letras ella sola deletrearlas
fue su juego favorito, lo prefería a las muñecas o a corretear por la plaza.
Con las
metáforas llegó a entender lo que de otro modo hubiera sido incomprensible.
Creció, amó y maduró entre el terciopelo añejo de sus páginas.
Laura se asombra
de que todavía le queden reminiscencias tan lejanas. Hay días, cuando mira los
estantes repletos de volúmenes, cree que son invenciones para no aceptar la realidad.
¿Cuál? ¿Fue su madre quien le inculcó el amor por la lectura? Ahora no lo puede
afirmar con certeza. No la reconoce cuando la llama para comer. Quizá sea una
enfermera y su madre haya muerto, igual que su padre, porque el único hombre
que la visita usa un ambo azul.
Al mirarse en el
espejo ve una cara sin tiempo. Así imagina a las protagonista de las miles de
novelas que sus ojos devoraron para nutrir el alma. Tiene en la mirada la quietud
animal de la resignación, pero en el interior de su cuerpo todavía late el
anhelo de saber.
Camina a lo
largo de la biblioteca que roza el techo del cuarto. Duerme en un baluarte de
libros que forman un castillo de papel y polvo. Observa los títulos, los
pronuncia a media voz, no recuerda las historias ni las reflexiones que contienen. Para Laura dentro
de esas tapas hay hojas en blanco.
Te convertiste en la más grande coleccionista de la
ciudad,
así le dice su madre, o quien fuese, pero no retiene una sola línea de lo que
acaba de leer.
Es probable que vayas olvidando palabras, dijo el hombre
de azul, aunque ya no está segura. Tal vez todo esto sea parte del argumento de
la novela que siempre quiso escribir.
© Mirella S.
— 2019 —
Escultura hecha con hojas de libros de Su Blackwell |
Qué historia, Mirella.
ResponderEliminarA veces pienso que voy a terminar así, encerrada con mis libros.
Me siento identificada con algunas cosas de Laura, gracias.
Un beso grande.
Es medio tremenda, sí. Yo fui regalando a bibliotecas públicas un montón de libros porque no tengo más pared para guardarlos.
EliminarMuchas gracias, linda y un abrazo enorme.
Siempre sentí que en el único lugar donde puedo ser feliz es en mis libros, todos los que coleccioné, como Laura y que, como los suyos, también ocupan toda una habitación y también algunos espacios en otras. Antes que escritor, lector o un refugiado, todavía no me decido por el término.
ResponderEliminarAbrazos, Mirel querida.
A cualquier lado que vaya, en mi bolso siempre hay un libro. Aunque no tenga tiempo de abrirlo, sé que está allí, como un talismán.
EliminarY vos, querido Gavrí, sos todo eso, en distinto orden, según las circunstancias.
Muchas gracias por dejarme el comentario en el blog, porque en Facebook se van perdiendo.
Un fuerte abrazo.
Qué preciosura de texto Mirella. Creo que todo el amor por los libros y por la literatura en general comienza cuando somos niños. Y en particular cuando desde niños nos han leído un cuento antes de irnos a dormir. Luego queremos leer nuestros cuentos ya solitos hasta que un nuevo ciclo comienza. Somos nosotros entonces los que podemos leer un cuento a nuestros hijos o sobrinos. Por desgracia ese amor que trasladas de Laura hacia los libros tiende a extinguirse. El propio papel cae en picado mientras las nuevas tecnologías crecen de manera inversamente proporcional. Pero el olor del papel, el olor de un libro y el regusto de pasar una página no lo pude cambiar ningún aparato tecnológico.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Probablemente las nuevas tecnologías reemplacen al papel, aumentarán los libros en formato digital, pero lo importante es que no se pierda la pasión por la lectura y que las futuras generaciones sigan disfrutando de la literatura de todos los tiempos. Creo que no se perderá porque siempre habrá escritores, personas que necesiten definir, explorar la realidad, tanto externa como interna, de su época. Y también siempre habrá niños que deseen que le cuenten una historia, por su madre o por el robot que los cuida.
EliminarMuchas gracias por tu presencia y tus reflexiones, siempre interesantes.
Un abrazote, Miguel.
que lindo porque todo habla del ser madre y lo que lo rodea... los hijos justifican esas noches de desvelos y lecturas...
ResponderEliminarme gustó tu relato, besos para vos...
Gracias por pasar y me da mucho gusto que te vayas conforme.
EliminarDevolución de besos, duplicados, JLO.
Me parece muy enigmática tu historia querida Mire. He pensado que se trata de un fantasma que vive en una biblioteca pero también que podría tratarse de alguien con alzheimer. No sé, de cualquier manera es placentero leerla. También te he imaginado a ti jugando a deletrear antes que salir a correr al parque.
ResponderEliminarTe dejo un gran abrazo querida amiga.
Beeeesos.
No es un fantasma, sino alguien que padece la horrible enfermedad que empieza con A.
EliminarAcertaste, Gildo, de chica era una lectora voraz. A escondidas leía los libros de mi hermana, mucho mayor que yo, sobre todo en los veranos a la hora de la siesta.
Gracias, amigo, otro abrazo y beeesos.
Muy bueno. Cuando la memoria se va alejando, quedan los libros, como castillo donde seguir viviendo. Muy triste pero a la vez muy esperanzador, la lectura desde la infancia siempre. La potencia de la palabra y las historias que pasan de generación en generación.
ResponderEliminarUn abrazo
Creo que la pérdida de la memoria, el olvido de palabras es el temor de todos los que escribimos y amamos leer.
EliminarSí, el interés por la lectura debe ser inculcado desde muy temprano.
Muy agradecida, Albada, te mando un besazo.
Y aún cuando dicen que ya no queda nada, queda esa patina que cubre el polvo de la memoria...
ResponderEliminarPrecioso relato como siempre e ilustrado con una linda imagen.
Besos, Bella Dama.
Una pátina que agrisa aún más los días y hace que la realidad pierda sus contornos.
EliminarMe encantó el trabajo de esa artista que modela formas usando libros viejos y abandonados.
Gracias, querida Zarcita, te dejo un abrazo bien fuerte.
¡Faaa!¡La decadencia que producen los años contada por una experta de las letras como vos! ¡Excelente!
ResponderEliminar¡Mil gracias por la lectura y el entusiasmo, Osvaldo!
EliminarUn abrazo.
·.
ResponderEliminarNo puedo evitar pensar en el Alzheimer. Y duele, más cuando ronda cercanamente.
Un relato fascinante.
Un abrazo Mirella.
.·
LMA · & · CR
Lo más triste que no hay forma de revertirlo, en el mejor de los casos apenas retardar la evolución.
EliminarMe alegra que te gustara, Alfonso, a pesar de tratar un temática triste.
Un gran abrazo y gracias.
Ha de ser durísimo vivir una experiencia así, en que seamos incapaces de recordar y reconocer a nuestros seres, y parece que ni siquiera los libros frenan esa perdida de memoria. El Alzheimer es un mal que se hace poderoso robándonos hasta nuestra biografía.
ResponderEliminarMuy bien enfocado el tema en tu relato.
Un abrazo.
Se pierden los recuerdos y también la identidad, solo queda una nebulosa de flashes sin sentido. Así me imagino esta enfermedad, que puede destruir al cerebro más brillante.
EliminarGracias por acercarte y dejar tus impresiones.
Un abrazo.
no hay peor cosa que olvidar lo vivido
ResponderEliminarbesos
No tener noción de quién se es, no saber para qué se está en este mundo.
EliminarGracias, profe, te mando un abrazo.
Tremenda historia, preciosa...
ResponderEliminarTan bien relatada como siempre... es un gusto leerte.
Besos
Muy agradecida por tu lectura y por la sensación que te dejó.
EliminarUn abrazo, Laura.
Triste futuro sin recuerdos Mirella. Por desgracia el Alzheimer es el mal de nuestros días, lo más cruel que nos toca vivir, te roba todo y te queda compleamente vacío. Lo pasamos con mi padre 11 largos años.
ResponderEliminarUn relato que nos hace pensar.
Un abrazo.
Lamento lo de tu padre, Laura. Mi madre decayó bastante en su último año, no tenía esa enfermedad, pero tampoco era la misma. Cuando la mente se obnubila ya nada es igual
EliminarGracias y abrazos, Laura.
Mis padres amaban los libros desde siempre tuve acceso a todos y a los que pedía, recientemente también he reglado libros hice una selección y aproximadamente me deshice de unos quinientos, algunos los recuerdo se cuando los compre o me los regalaron, se cual es la historia que cuentan pero otros muchos fueron novelas de moda y no hay sitio para todo. A pesar de todo si un día me pierdo que me busquen en un librería, tu texto me ha desatado le lengua (bueno los dedos)eso es que me ha gustado. Abrazucos
ResponderEliminarEs fundamental que en la familia se estimule la lectura, que se propongan libros y que se comente lo leído. Recuerdo que mi padre me regaló una versión para niños de La Ilíada y la Odisea y yo estaba tan fascinada que los releía continuamente.
EliminarAhora compro pocos libros, están a precios prohibitivos por aquí. Con amigas hacemos intercambios para tener siempre lectura disponible.
Me gustó tu lengua desatada, Ester.
Besos de buenas noches.
La lectura puede ser una pasión, una pasión que entiendo.
ResponderEliminarTerrible es el olvido.
Un abrazo.
La lectura nos abre la mente y nos propone caminos.
EliminarEl olvido es una de las cosas más tremendas porque te deja vacío.
Gracias, Demi, con un abrazo.
Qué relato tan magnífico Mirella.Me lo voy a quedar.Un beso grande
ResponderEliminarEs todo tuyo, Elisabeth. Muy contenta que te gustara.
EliminarBesotes y gracias por estar siempre.
¿Seguimos con las preguntas, Julio? ¿Ya llegaste a las 100 que te propusiste?
ResponderEliminarLos libros de autoayuda no son de mi predilección, los hay buenos (muy pocos) y en general se basan en ciertas premisas, que se vuelven recetas y que no termino de compartir.
La poesía, en cambio, toca la sensibilidad y hace reflexionar desde otra óptica.
Gracias por acercarte y un gran abrazo.
Un texto precioso en su forma y tremendamente sensible en su trama, querida Mirella. El olvido y el deterioro de las mentes enfermas no respetan a nadie, ni siquiera a quien tanto amó los libros y las miles de vidas que encerraban. El único consuelo son esas horas placenteras que la lectura le proporcionó a tu protagonista mientras fue posible. Qué terrible realidad nos traes hoy y, sin embargo, una no puede evitar disfrutar al leerte. Así de bien lo haces :)
ResponderEliminar¡Un beso y feliz noche!
Es un tema que duele, precisamente porque es irreversible y muy actual. Para todos es un drama, pero aún más para los amantes de la lectura o de la escritura. Debe ser tremendo en la primera fase, cuando todavía se tiene conciencia de los olvidos.
EliminarMe alegra que lo disfrutaras a pesar de la temática.
Muy agradecida, Julia, te mando otro beso.
Qué bonito a la vez que triste relato, Mirella.
ResponderEliminarCada libro es un mundo que se abre ante nosotros, que nos permite evadirnos, soñar e imaginar. La palabra en sí, proporciona alimento al alma.
Por eso apena pensar que se olvide, que llegue un momento en que una enfermedad vaya quitando tanta belleza y su recuerdo.
Un beso, y feliz fin de semana.
En los libros encontramos de todo: reflexiones, ideas, distracción, compañía, además de que nos mueven emocionalmente. Y para los que nos gusta escribir el dolor es doble, porque vamos perdiendo las palabras, el deseo de la creatividad, la búsqueda de tramas para historias. En fin, muy triste.
EliminarTe agradezco la presencia y el comentario, Irene.
Besazos, linda.
¡Hola, Mirella! Jo, has sabido "cocinar" un relato de contrastes. Realidad-fantasía; el eterno deseo de retorno a la infancia, la alegría de la lectura y... esa terrible enfermedad que lo hace desaparecer todo, esa muerte en vida...
ResponderEliminarNarrado con tu magistral pluma has sabido escribir un texto elegante que muestra las consecuencias del Alzheimer sin caer en tópicos, desde la literatura. Un abrazo!!
Me imagino que en sus momentos de lucidez, para Laura debe ser terrible ver esa enorme biblioteca y no recordar nada de lo que contienen todos esos volúmenes. Tampoco se sabe bien si esos retazos de recuerdos son reales o forman parte de la enfermedad.
EliminarMe es muy grato saber que te gustó, David.
Gracias y abrazos.
También me identifico con tu protagonista en lo del amor por los libros y en mi caso tener a un padre dispuesto siempre a leerme cuentos.
ResponderEliminarYa de adulta, por cuestiones de mudanzas de domicilio y de ciudad, he optado por regalar una gran mayoría.
En mi infancia, cuando veraneaba en casa de mis abuelos maternos, siempre me las ingeniaba, cuando iba de visita a otros domicilios, para que me leyeran cuentos, fábulas y lo que podían ofrecer a una niña propensa a soñar despierta. Además, era algo pesadita con las preguntas, poniéndoles a prueba su paciencia.
Me ha gustado tu tierna y trágica historia de esta protagonista, que practicamente nació dentro de un libro, pero que la fatalidad de sufrir Alzheimer, la incapacita para disfrutar de su pasión.
Un gran abrazo, Mire.
Gracias por contarme tus experiencias infantiles con las lecturas, Estrella. Yo juntaba moneditas y las gastaba en libros usados que después cambiaba por otros en la misma librería de viejo. A mis diez años leía de todo, aventuras, Salgari, Verne, las de misterio de Agatha Christie, en ediciones de bolsillo.
EliminarMe da gusto que quedaras contenta con este relato.
Un abrazo.
¡Qué duro! y te lo digo con la emoción contenida al borde de las lágrimas porque Una misma puede ser Laura algún día. Está tan bien compactado en ese episodio del discurrir de la vida de la protagonista cuando "al mirarse al espejo ve una cara sin tiempo". Esos dedos que se deslizan por el lomo de los libros. Alguien que "Creció, amó y maduró entre el terciopelo añejo de sus páginas." Te dices que no puede ser y es. ¡Qué gran relato, Mirella! Es un placer leerte porque lo tuyo es arte, Literatura con mayúsculas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Te agradezco enormemente el elogioso comentario, sobre todo porque me siento abandonada por esa varita mágica que me encendía la imaginación con cualquier pequeño detalle.
EliminarUn gran abrazo, María Pilar.
Toda una vida atrapada por los libros,... incluso desde antes de nacer,... Me ha parecido bellísimo, pero sobre todo ese final creo es realmente es realmente fantástico.
ResponderEliminarBuen fin de semana!
El final me costó bastante encontrarlo, es muy difícil cerrar una historia con esta temática sin hacerla todavía más deprimente.
EliminarMuy agradecida por tu lectura y comentario, estimado viajero.
Un abrazo.
No hay nada más fascinante que descubrir una historia por primera vez. A lo mejor esa es la suerte de quienes pierden la memoria, que descubrirán el misterio de El conde de Montecristo una y otra vez.
ResponderEliminarPreciosa historia. Me ha cautivado.
Un beso muy grande y felicidades
Me pareció muy interesante tu mirada positiva respecto a esa gradual e implacable pérdida de la memoria. Leer cada libro con el entusiasmo de la primera vez.
EliminarGracias por acercarte, Ana, te mando un fuerte abrazo.
Quizás en los textos haya más metáforas que las que nos parece. En ocasiones pienso igual que Laura. Creo que la posibilidad de comunicarnos y trasmitir el conocimiento humano mediante el lenguaje escrito es más efectivo cuando lo hacemos de ese modo porque trasmitimos una experiencia única y nos acerca a la comprensión de los sentimientos del otro, a quién no alcanzamos a ver el rostro pero sí el corazón. Hermoso relato, Mirella.
ResponderEliminarLos libros que más nos llegan son los que, en algún punto, tienen que ver con nosotros, con las partes oscuras que soslayamos y con las luminosas que también desconocemos.
EliminarY los que escribimos también en la ficción seguimos hablando de nosotros mismos, a través de metáforas, de historias que, aparentemente, no tienen demasiado que ver con nuestra historia. Pero ahí estamos, intentando comunicarnos, transmitir emociones.
Un abrazo y gracias, Ariel.
Un gran homenaje arquitectónico (de palabras) a la lectura.
ResponderEliminarEste relato tiene algo de borgiano, pero puedo llegar a notar también, como dicen ahí arriba, la conexión con clásicos como El Conde de Montecristo o tambien con las historias mágicas del Rey arturo
Abrazos!
Para mí la lectura fue la gran compañera de una infancia bastante difícil.
EliminarEn los libros encontré distracción, comprensión, mundos desconocidos, enseñanzas de vida. Recuerdo con cariño al Conde de Montecristo y a los Caballeros de lal mesa redonda.
Un abrazo, Frodo y gracias por pasar.
Que bonito blog,si me permites por aquí me quedo,saludos cordiales.Vengo de lo de Ester
ResponderEliminar¡Encantada, Fiaris y bienvenida! Me alegra que te gustara el blog.
EliminarBesos.
Es un placer pasar por su blog Saludos
ResponderEliminar¡Bienvenido y muchas gracias por dejar tu opinión!
EliminarSaludos.
¿Será necesario recordar o será suficiente con vivir el instante?
ResponderEliminarHermoso texto, Mirella. Muchas gracias por traerme hasta aquí. Me gusta lo que he encontrado y también ver a tantas personas a las que aprecio mucho.
Besos
Tu pregunta podría ser la 101 de las planteadas por Julio David... jajaja...!
EliminarLos recuerdos muestran el camino que recorrimos para llegar a lo que somos. No es bueno vivir en el pasado, pero carecer de él debe ser duro.
Gracias por acercarte, Alí, tenemos muchos amigos en común.
Besotes.
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EliminarThanks for the visit.
hay tanta melancolía en tu relato Mire, esa melancolía que atrapa, que arrulla, que acuna , a pesar de esa "desmemoria" cruel, sin duda la vida de Laura ha estado plagada de viajes , de aventuras, en definitiva de sensaciones que sin leer muchas veces no habríamos experimentado.
ResponderEliminarOjalá Laura tenga quién le cuente historias, como cuando era una niña, quien sabe si ella en su silencio pueda viajar entre las palabras
un abrazo inmenso y gracias por tan bella historia
Siempre me dejás comentarios cálidos y ricos en reflexiones. Muchas gracias, María.
EliminarLa situación de Laura es triste, no sabe si lo que recuerda de su pasado es real o una mezcla de las historias que ha leído. Puede seguir hojeando libros en ese castillo de letras, aunque al otro día se le hayan borrado. Algo es algo.
Un abrazo grandote, guapa.
Me encanta tu relato Mirella !!!
ResponderEliminarEsas historias !!! lenguaje, comunicación, olvido ... imprescindibles y un caos cuando se difuminan o pierden
Un abrazo
Me da gusto que lo hayas disfrutado, Esme. Cuando los olvidos se vuelven permanentes se vive como en un sueño.
EliminarGracias, guapa y muchos besos.
Me gusta muchísimo tu relato, Mirella. Está lleno de mucha nostalgia, el pasado que se pierde irremediablemente, la memoria anclada, esos recuerdos atrapados en ámbar.
ResponderEliminarSaludo!
Te agradezco un montón que también hayas leído este relato, Yessy.
EliminarEl tema es triste y traté de elaborarlo desde una óptica no tan realista.
Besos.
Por un lado lo interpreto como un elogia de la lectura.
ResponderEliminarPor otro lado, no sé por qué, me ha venido a la cabeza la triste enfermedad del alzheimer.
Salu2.
Las dos cosas, a través de sus olvidos de las lecturas se muestra lo progresivo de su enfermedad.
EliminarUn abrazo y gracias.