Está inquieta,
duerme de un modo entrecortado y cuando abre los ojos cree ingresar en una
realidad de sueños.
La figura alta,
con la delgadez de un álamo, aparece en medio de brumas. Ámbar no discierne si
es un recuerdo o una alucinación. Dejó de verlo cuando era niña, hace ya demasiado
tiempo.
Él, su padre, un
día tomó el violín y caminó en busca de la música, su único amor. Esa fue la
historia que le contó la madre: las frases caían de sus labios filosos cargadas
de rencor. Comenzaron a odiarlo juntas.
La mujer amarga,
que enroscada en su resentimiento se ocupó de criarla con desgano, ya ha
muerto. Ámbar vive sola en la casa seca y vacía, como lo fueron sus moradoras. No
le encuentra sentido pensar en él después de tantos años, tampoco comprende la
tenacidad del desasosiego.
De pronto escucha
una vibración abrupta, como si proviniera del cielorraso. Es recurrente, se
asemeja a un llamado.
Persigue la ruta
del sonido que la conduce al ático. Abre la puerta, el olor a moho y a encierro
la golpea como una cachetada. El sonido se ha hecho música exquisita, llena de
variaciones. Es el de un violín.
Camina hasta un estuche
polvoriento. Allí está, el arco se mueve sobre las cuerdas. La música le habla,
el violín le cuenta una historia, otra historia: la de su padre. Intuye que ha
muerto recientemente, cuando empezó el insomnio, la perturbación. El violín es
la voz del padre.
Cada nota ejecutada
por el instrumento es una palabra que se enlaza con otra y le dice que él nunca
la olvidó. Había partido no por amor a la música, sino por amor a una mujer. El
violín quedó en el altillo, custodiado por el rencor de su esposa, que no le
permitió llevárselo ni ver más a Ámbar.
El arco frota
las cuerdas y exhala un trémolo, como
el de un sollozo. Luego se eleva, pausado, en agudos que tienden una línea
certera en el aire, un puente para unirla al hombre alto. Un puente compasivo
que pide y da perdón, una absolución final donde cada uno ocupa el lugar que le
corresponde.
La música se
enreda en los desperdicios que yacen en el cuarto, bajo capas de cenizas de
años mal vividos. Ámbar cruza las manos sobre el pecho, el corazón palpita,
suave, dócil. Percibe que el odio se desvanece.
(429 palabras)
© Mirella S.
— 2019 —
Muy bueno. Cuando una esposa guarda un rencor, y los trasmite, es una maldición, para la hija en este caso, y para el padre, quien igual amaba profundamente a esa hija.
ResponderEliminarMuy buen texto. Un abrazo
Gracias Albada, los rencores carcomen y lo peor que puede hacer una madre es transmitírselo a la hija.
EliminarUn besazo.
¡Genial Mirella!
ResponderEliminarCada vez tengo más claro que cuando un autor tiene talento, una autora en tu caso, un pie como el que ofrece David en su concurso es el instrumento perfecto para sacar todo ese talento a relucir. El texto es tenue, silente y a la vez tiene una musicalidad narrativa que le aporta ese violín y la historia que guarda detrás. Una historia de rencor que solo puede cicatrizar con algo tan humano como es el perdón.
Un fuerte abrazo escritora.
El pie de David me dio la patada inicial (con cariño, eh!) porque últimamente estoy desganada para escribir y con pocas ideas. Me obligó a poner en funcionamiento las reuronas y me alegra que el resultado te gustara.
EliminarGracias por la descripción de lo que te produjo, me encantó.
Un gran abrazo, Miguel.
Siempre me deslumbras, no importa que sea un reto, una propuesta, que vayas sola y libre, siempre tus historias tienen la mejor de las narraciones, la gramática mas pura y la elegancia en el estilo. El enojo de una esposa, puede matar a los hijos. Hoy final feliz. Abrazucos
ResponderEliminarGracias por el comentario tan elogioso, Ester. El odio es una mochila demasiado pesada de acarrear y más si detrás no está toda la verdad y se engaña a una hija debido al despecho.
EliminarDe vez en cuando es necesario un final feliz.
Un abrazote apretadito.
¡Hola, Mirella! Dicen que la música amansa a las fieras, en este caso, la música las reconcilia. El corazón conoce de razones que la razón no entiende (hoy estoy en plan de citas, je, je, je), eso siempre provoco felicidad, pero también dolor. Un dolor intenso, agudo, que solo el tiempo o un violín mágico es capaz de mitigar y es entonces que comprendemos que solo el perdón nos hace crecer.
ResponderEliminarUn maravilloso relato que realza el reto de este mes. Un fuerte abrazo!!
¡Te agradezco muchísimo estos microrretos, compañero David! Son un gran estímulo para mí en este largo período de aridez literaria. Estaba por tirar la toalla porque no encontraba el objeto mágico y de pronto, escuchando un tema musical, en el que predominaban los violines, empezó a formarse el núcleo del relato.
EliminarSolo el perdón logra devolvernos la serenidad y sí, es un acto que también nos hace crecer.
Un enorme abrazo.
Maravilloso relato, propio de tu mano, Mirella, con tu inconfundible estilo. Puro arte esa manera de ir suavizando lo bronco de la historia con los sonidos armoniosos de un violín para unirlos a los dos en un solo punto el del perdón. Y entre líneas el lector descubre toda una vida de odios y rencores. Cuanto en tan pocas palabras.
ResponderEliminarPuro ingenio en el arte de escribir. Me gusta mucho leerte y siempre me sorprendes gratamente.
Mi admiración y mi abrazo, Mirella.
Mil gracias por tan lindo comentario, María Pilar. Corregí mucho este micro, para que dentro del límite del número de palabras propuestas, se pudiera entender el trasfondo de esas dos mujeres, la falta de sinceridad de la madre que arruinó la vida de la hija.
EliminarMe encanta que disfrutes con mis textos, sabés que el nido está siempre abierto.
Un gran abrazo.
Muy Bella historia, Mirella. Solo la música y ese íntimo sentimiento de lo fantástico, capaces de transformar el rencor en perdón y olvido...
ResponderEliminarUn abrzo muy fuerte, hasta tu primavera.
Me da gusto que hayas disfrutado del relato. El poder soltar el lastre que une al pasado es necesario para vivir más libremente.
EliminarAquí la primavera está tan variable que hoy parece un día de pleno invierno.
Gracias, Soco, con un enorme abrazo.
Hermosa historia, Mirella.
ResponderEliminarAbrazo
Muchas gracias por leerla y dejar tu impresión.
EliminarUn abrazo, Horacio.
Ambar descubrió, no el amor de su padre por el violín. Sino su propio amor por esa música, que tuvo que esconder de su madre. Por lo menos, es lo que capté.
ResponderEliminarUn abrazo.
Todo es posible, Demiurgo. Algo de eso se me había cruzado mientras pensaba la historia, pero después la trama me llevó para otro lado.
EliminarGracias por la lectura y el comentario.
Abrazos.
Ha merecido la pena que David te haya motivado de esta forma, para que por fin comiences a desperezarte de ese mal sueño en el que últimamente te habías hundido y de verdad que lo celebro, porque no sabes lo que echaba de menos la soltura y brillo de tus letras. Ese estilo que siempre te ha caracterizado, donde esculpes con máximo rigor cada detalle de la personalidad de tus protagonistas, cada sonido, cada espacio, cada silencio o mirada... Todo está condensado armónicamente en tus historias, pero esta última ha conseguido ese «punto de cocción» exacto, donde ingredientes, tiempo, condimentos y arte, me han deleitado el paladar. Date cuenta, que tratándose de una síntesis no sobra ni falta nada.
ResponderEliminar¡Te felicito por tu minucioso trabajo!
Un abrazo grande, Mire.
Me está resultando muy dificultoso encontrar ideas nuevas, que me satisfagan, porque no me gusta escribir por escribir, sin un objetivo. Estaba bastante desalentada y creí que no iba a poder participar en este microrreto, lo fantástico no se me da con facilidad. Por suerte, apareció la punta de una historia y de a poco salió el micro.
EliminarTe agradezco profundamente tu comentario, tan cálido y lleno de elogios hacia mi escritura. Me alegro de que te haya gustado tanto, Estrella.
Un fuerte abrazo.
Que triste que el rencor no perdone. Menos mal que Ámbar descubrió el violín y volvió a sentirse en paz.
ResponderEliminarLindo relato Mirella.
Buen octubre.
Un abrazo.
Si se queda anclado en el rencor, el perdón difícilmente tendrá cabida, pero hay ocasiones, mágicas como las de este relato, pero otras en las que no hay ninguna magia, en las que se logra esa serenidad que da el perdonar.
EliminarContenta de que te haya gustado, Laura y gracias por tu comentario.
Besos.
La voz de Mirella suena, resuena… y es que Ámbar ha sabido perdonar, al fin, una ausencia.
ResponderEliminar“La teórica” aconseja que un micro no debe ser demasiado adjetivado ni explayarse demasiado en las emociones... ¿pero sabes Mirella?, a mí también me ocurre que me dejo llevar, en ocasiones, y entonces es cuando hay VERDAD en lo que se cuenta, como ha ocurrido con la voz del violín, y verdad no quiere decir que haya ocurrido las cosas tal cual, sino que la historia es verosímil.
A pesar del desasosiego, hay cierta serenidad, casi diría pacífica paz ganada a pulso, entre el presente y el pasado.
Es uno de los micros que más me han gustado de este nuevo reto propuesto por el amigo David.
Un cariñoso abrazo Mirella y enhorabuena.
Gracias, Isabel, por considerar este micro en tan buena posición en tu ranking.
EliminarLa vida sin perdones ni vueltas de hoja se vuelve muy triste y, afortunadamente para ella, Ámbar escuchó la voz del violín.
La parte de la "teórica" no me quedó clara. Sí, creo haber hecho comentarios sobre el exceso de adjetivación, algo que a mí también me cuesta, pero nunca que explayarse demasiado no sea bueno. Al contrario, para mí siempre fue lo más jugoso de un texto y lo que llega al lector. No sé si te entendí.
Un fuerte abrazo, compañera.
A ver si logro explicarme Mirella. Quise decir, que si ya la adjetivación excesiva hay que evitarla, al tratarse de un corto o micro, pues con mucha más razón. Se trata de condensar, las palabras en un corto hay que elegirlas con precisión y medida, por lo tanto, a la hora de sacrificar palabras supongo que hay que meter tijeras en adjetivos y adverbios (hablo en términos generales)
EliminarYo nunca había escrito micros, empecé hace poco tiempo, y antes de hacerlo estuve estudiando las "reglas", aunque también te digo que me encantan romperlas.
Tanto en tu relato (que me encantó), como en otro micro mío anterior del reto de la puerta "El cerebro del alma", utilicé adjetivos porque no tenía otra manera de hacer llegar lo que quería contar.
Tus adjetivos son medidos, eso quise decir.
No sé si me he enrrollao más de la cuenta ;)
Querida Isabel, ahora te entendí, malinterpreté la palabra "teórica", coincido totalmente con vos, también no me es fácil escribir microrrelatos y cuando corrijo empiezo a "podar", a preguntarme si ese adjetivo aporta algo y si es en verdad necesario.
EliminarBesos, guapa.
Y yo sin leerlo.Paso un día fuera y se desatan los poemas los relatos y los tuyos que son tan tiernos.Besos
ResponderEliminarNo siempre se puede estar disponible y al día con todo lo que se publica, Elisabeth. De todos modos el texto de aquí no se marcha y pudiste leerlo. Me pone contenta que te gustara.
EliminarGracias y besos.
Me re-encantó, Mirella. La caída de las frases, de un párrafo a otro, están tan bien logradas que todo el relato me ha parecido una melodía mágica. Me alegra mucho que este formato te haya entusiasmado y estés recuperando las ganas de escribir, porque para mí es un placer leer tus cosas.
ResponderEliminarUn abrazo grandote.
Ariel
Gracias, Ariel. Estos micros se los debo a la iniciativa de David. Hay etapas en que necesito de algún estímulo externo para producir algo.
EliminarUn gusto que te hayas quedado contento después de la lectura.
Abrazo grande, compañero de letras.
Bellísimo relato Mirella,... ¿sabes que cuando os leo a ti o a Raúl, me traéis recuerdos de Buenos Aires?, una ciudad que me encanta y a la que vuelvo siempre que puedo.
ResponderEliminarDel relato, qué decir. De nuevo yo resaltaría la historia y el tempo.
Enhorabuena Mirella!
No sabía que también habías estado en Buenos Aires ¿en qué lugar del mundo no estuviste, Toño? Viajar y conocer otras realidades y paisajes es hermoso y amplía la mente.
EliminarEs un gusto que disfrutaras del relato y mil gracias por la lectura.
Un abrazo.
Existen sensaciones que no deberían heredarse, o que tendríamos que tener la capacidad de no inculcar.
ResponderEliminarComo hijos deberíamos no repetir lo que percibimos como errores, como negativo... pero esto es mucho más difícil... si lo sabrá el Dr. Freud
Por suerte la música, la voz del violín, salva.
Abrazo!
¡Hola Frodo, gracias por tu lectura! En este caso no hay herencia si pudo superar el trauma con solo saber la otra versión de la historia. Como ella era chica cuando pasó todo (no sé si eso queda claro), absorbió la malignidad de la madre y quedó atrapada en su odio y el desconocimiento del padre.
EliminarEs cierto, la música salva y amansa a las fieras.
Otro abrazo.
Me han fascinado las escenas que narras con sutilidad, todo ello aderezado con un personaje lleno de rencor que nos dá más de una reflexión. Un bello relato fantástico y con moraleja. !Me super encanto, Mirella!
ResponderEliminarAbrazo.
Muy agradecida por tu comentario lleno de entusiasmo, Yessy. Sería maravilloso si pudiéramos superar rencores y conflictos guardados con la magia de un instrumento. Como eso no existe, hay que superarlo a fuerza de voluntad y trabajo interior.
EliminarUn abrazo grandote.
Cierto, ella es la única que ha quedado, es una reconciliación íntima y que tiene como único intermediario el violín.
ResponderEliminarMUchas gracias, Julio, recibo el abrazo y te mando otro grande para que cruce la cordillera.
Cómo el rencor de la madre puede condicionar a la hija, como si quisiera vengarse en ella. Me encantado. En menos de 500 palabras, se encierra toda una vida.
ResponderEliminarUn beso y mis felicitaciones
Mil gracias, Ana, contenta de tener nuevamente tus palabras en el nido.
EliminarLos rencores tan fuertes y arraigados se desparraman como veneno. La niña creció absorbiéndolo.
Un abrazo.
Transmitirles a los hijos una pasión frustrada para hacer de ellos un "instrumento" es algo que no puedo concebir...
ResponderEliminarNi uno ni otra, ni ella misma, pese al violín que supuestamente debería unirlos, encajan.
Ni los hilos rojos... de un destino...
Forzar la naturaleza, sólo nos devuelve un huracán de tsunamis.
Ojalá tu protagonista, ella, logre alcanzar su paz entre las notas discordantes de una partitura, que ni estuvo escrita por y para Ella.
Besos, Bella Dama.
¡¡Magistral una vez más!!
El violín logró su cometido: gracias a sus notas el odio se diluye y ella puede salir de esa situación asfixiante que la encadenó buena parte de su vida.
EliminarAquí fue mediante un acto mágico, en la realidad es un proceso trabajoso y lento.
Muy agradecida, guapa, te dejo un enorme beso y abrazo.
Hola Mirella !!!! ya de vuelta !
ResponderEliminarMe ha gustado tu relato, claro y conciso , como siempre.
El rencor y el despecho son malos compañeros y si los trasmites pueden ser muy destructivos .
Un abrazo
¡Se acabaron las vacaciones, Esme! :( Ahora a publicar todo lo que fotografiaste en el verano.
EliminarComo no podía pasarme de las 450 palabras había que contar la historia lo más resumida posible. Me alegra que te gustara, linda.
Un abrazo.
Bello y nostálgico, se percibe la música, uno podría imaginársela y visualizarla a medida que avanza el relato. Fuertes, estridentes y para terminar claras y harmoniosas, porque poco a poco se comprende y perdona. Que importante es saber hacerlo y no vivir anclado en el rencor.
ResponderEliminarPrecioso, de verdad.
Un beso.
El rencor quita las ganas de vivir y el perdón las devuelve.
Eliminar¡Muchas gracias Irene! Qué lindo que te haya gustado.
Besos.
·.
ResponderEliminar429. No necesitas más. Posible finales están en nuestras manos.
Me gusta el relato. La música lo envuelve todo y, finalmente crea los dos puentes que permitirán a Ámbar descansar.
Un abrazo Mirella
Me alegro de haber regresado y encontrarte publicando.
.·
LMA · & · CR
Y a mí me alegra tu regreso y tu visita, Alfonso. No estoy escribiendo mucho, pero me apunté en este desafío y por los comentarios, tan mal no me fue.
EliminarEsos puentes que tendió la música del violín la llevarán a la orilla de la paz.
Un gran abrazo.
Un relato precioso, Mirella. El odio y el perdón... ¡Qué dos sentimientos tan poderosos!
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
Muy agradecida, Bruno. Cuánto menos odio habría en el mundo si a todos nos sonara el violín del perdón.
EliminarOtro abrazo.
¡Qué bonito Mirella! Casi he podido escuchar ese sollozo del violín.
ResponderEliminarProduce mucha tristeza ver que el rencor envenene las relaciones, esa madre que contagia su odio para hacer que empiecen a odiarlo juntas. Me ha parecido tan contundente y dolorosa esa realidad que se da en algunas parejas de padres divorciados, que en su afán de dañar al otro acaban lastimando a sus hijos y a ellos mismos.
Me ha parecido un texto precioso, me ha gustado mucho la manera en que has hecho contar a través de ese violín.
Besos
¡Muy amable, Conxita, gracias! Parece increíble que una madre traspase a su hija el rencor por un hombre, además sostenido con una mentira, porque su ego no soporta la "humillación" de ser abandonada.
EliminarUn abrazo.
¡Cuánta verdad en este relato! Yo lo sufrí en carne propia. Afortunadamente mis tres hijos de mi primer matrimonio, hoy adultos, tienen conmigo y con mi esposa una relación afectuosa.
ResponderEliminarMe alegra que pudieras recomponer la relación con tus hijos, cuánta serenidad aporta a la vida personal y familiar.
EliminarTe agradezco mucho la lectura de los relatos publicados anteriormente. ¡Te hiciste una verdadera panzada... jajaja!
Abrazos, Osvaldo.
Tan bello y llegando tan profundo como un cuento. Muchas Mirella por tan vibrante momento. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarPD: Tuve también complicaciones familiales de niño...
Contenta de que lo disfrutaras, Eric. No está basado en mi historia personal, también tuve una infancia muy difícil, aunque en otros aspectos
EliminarSiempre agradecida de tu presencia.
Abrazos.
Exquisito relato Mire. La música siempre ayuda a los estados de animo, al igual que la soledad para reencontrarnos y reconciliarnos con aquello que se ha enquistado durante años.
ResponderEliminarTu relato me lleva a ese desván tan íntimo que todos tenemos en nuestra "casa" ese que debemos visitar de cuando en vez, para perdonar y perdonarnos, ese donde el silencio lanza ecos de antiguos pasos y abre ventanas a la esperanza
un abrazo que te llegue , con mucho cariño
Dijiste algo que generalmente dejamos de lado: perdonarnos a nosotros mismos. Es esencial para después aplicar el perdón en los demás.
EliminarMe dejaste un hermoso comentario, pleno de madurez y poéticamente expresado.
Otro abrazo bien apretadito, MaRía.
Las presencia de ese violín es el nexo de unión entre padre e hija,su presencia en el desván trajo a su mente momentos del pasado olvidados por la crudeza de la situación entre sus padres.
ResponderEliminarUn texto cargado de sutileza y con una narración muy diáfana .Se visualiza perfectamente la escena entre la joven y el violín en perfecta unión.
Un abrazo Mirella
Puri
El instrumento de la mentira de la madre, finalmente sirvió de nexo, como bien decís, para limpiar la memoria del padre y encontrar la paz del perdón.
EliminarMuchas gracias por tu lectura y el cálido comentario.
Abrazos, Puri.
Que joya de relato, me ha encantado leerlo y vivir esa historia de amor con matices de odio, de mentiras y nostalgias, pero el desenlace ha sido reinvindicador. El violin y esas sutiles y hermosas melodías que se pueden desprender de él, hablan por sí solas de la vida, y todo lo que puede encerrarse en cada nota musical se convierte en magia.
ResponderEliminarGenial narrativa, que cala y nos transporta a ese ático a escuchar ese polvoriento violín.
Que tengas una fantástica semana Mirella
Hola Harolina, muchas gracias por tan amable y gratificador comentario. Cuando David expuso el reto pensé que no tendría ninguna idea sobre algo mágico y que no podría participar. Por suerte no fue así y, poco a poco, fue surgiendo la trama y luego de múltiples correcciones, aquí está.
EliminarMe alegra enormemente que te hayas ido conforme con la lectura.
Un abrazo.
Este se me había quedado pendiente Mire. Mira lo que me estaba perdiendo.
ResponderEliminarEstamos atados a lo que nuestros padres decidan darnos o maldecirnos con ello, como con un rencor o un prejuicio.
Te dejo otro abrazo y más beeeesos.
Espero que ganes el concurso.
Y a mí se me escapó contestar tu comentario... No es un concurso, simplemente participar de consignas que nos propone David y como no estoy con muchas ganas de escribir, me sirve de estímulo.
EliminarMuy agradecida, Gildo, te mando beeesos y abrazos.