Mira la hiedra
esmeraldina, que despaciosa pero persistentemente, trepa por el muro
descascarado, casi infame de la casa. La hiedra se vuelve tupida, alberga entre
sus hojas diminutas arañas, que con sus telas, contribuyen a fortalecer la
cobertura. Ella también quiere un manto para cubrir sus zonas rotas, la carne
carcomida hasta los huesos, así ve su vulnerabilidad.
Hubo un tiempo en que abandonó el vestido de caperucita,
hecho jirones por el uso prolongado. A pesar de aferrarse a esos harapos, no se
identificaba más con ellos ni la representaban. Al menor descuido aparecían los
mechones de pelaje áspero o los colmillos ansiosos de la sangre de los que la
vejaron.
Hubo un tiempo que desconocía su parte loba y los
hincaba sin piedad en sus brazos y piernas, como si todo hubiera sido culpa
suya.
Había cerrado su
alma con un candado para permanecer en un limbo ceniciento. No bastó, los otros
lobos, cazadores natos por cuyas fauces goteaba su rapacidad, estaban al acecho
allí afuera.
Llegó el día en
que no sostuvo más el rol pasivo, rompió el candado con el poder de sus uñas y
encaró a los depredadores. Eran demasiado fuertes y ella no pertenecía a la
manada. Notó que sus manos nervudas, capaces de rasgar con desesperación,
temblaban. Sin embargo, no retrocedió, se mantuvo hasta que la derribaron.
Ya no valía la
pena levantarse, se enroscó sobre sus heridas y esperó la muerte, la liberación
última que no sobrevino. La loba se había convertido en una perra apaleada y lo
único que le quedaba era el orgullo. Se había arrancado los harapos de
caperucita y estaba desnuda. Buscó refugio y fue cuando encontró el muro
tapizado con la hiedra.
Le gusta la idea
del vestido verde, húmedo de lluvia o tibio de sol: un escudo de hojas, espeso
y flexible a la vez. Algo se expande en su interior con ese repentino acercamiento
a la naturaleza. Se detiene a observar los matices del cielo, fantasea de cómo
las nubes, incentivadas por el viento, hacen caminar a la luna.
Pero la soledad,
la carencia de un gesto amigable, la fracturan en esquirlas de hielo sin
destino. Solo le queda el instinto animal de la supervivencia y un brumoso
sueño verde con olor a tierra salvaje.
Se mira en un
charco: las mejillas son blancas como el marfil joven y los ojos están velados
como un paisaje de agua. En su garganta crece un aullido, los sollozos no
parecen proceder de ella sino de un ser acongojado y frágil oculto en algún
lugar de la noche.
© Mirella S.
— 2018 —
Mirella! Pude escuchar esa especie de estampido de libertad que tiñe todo el entramado de las palabras expresado de modo tal que lo reconocería aunque no tuviese firma porque suena afinado en la clave de tu música. Hay dolor y belleza, la síntesis habitual, el sonido maravilloso de la nota justa.
ResponderEliminarAriel
Me he vuelto muy sintética, ya no logro explayarme como en textos de años atrás.
EliminarEstuve corrigiendo uno viejito, le borré casi un tercio y así y todo lo veo larguísimo. Lo publicaré más adelante, en vista de que las ideas siguen escaseando.
Muchas gracias por tus siempre afectuosos y positivos comentarios.
Un abrazo, Ariel.
La fantasía que creyó encontrar entre la hiedra, le hace sentir más su soledad. Triste y hermoso a la vez Mirella.
ResponderEliminarBuen martes.
Besos
Hay momentos en que la ilusión es necesaria para dar impulso y salir, aunque después se rompa y aparezca la realidad en toda su crudeza.
EliminarMil gracias, Laura, con un abrazote fuerte.
Muy sugerente, Mirella.Una bella alegoría del maltrato, de la humillación y de la determinación de rebelarse, de ir hacia otros entornos de libertad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Fanny, prefiero recurrir a alegorías para tratar temas tan dolorosos y tristes como el de los abusos a las mujeres. Cada día escuchamos más y más sobre ellos y lo peor es la impotencia, sobre todo cuando vienen en "manada".
EliminarMuy agradecida por tu lectura y otro abrazo de vuelta.
valiente el escrito
ResponderEliminary muy bello
besos
Me alegra de que te hayas ido conforme, profe.
EliminarBesos.
Duele, duele en el alma tu historia. Tan poética, tan bella… Creo que el valor de este relato está en ese equilibrio que logras entre la impresionante y bellísima alegoría que nos cuentas con el grito de desgarro tan doloroso que la atraviesa: el grito de mujer frente a la manada.
ResponderEliminarUn abrazo, Mirella.
De estas historias hay tantas y sin interrupción, que sentí la necesidad de escribir al respecto, buscando la forma menos realista, pero sin quitarle lo trágico.
EliminarMuchas gracias, María Pilar y un fuerte abrazo.
Has tejido una alegoría maravillosa sirviéndote del clásico. Un relato lleno de símbolos que supone un aporte literario a esta lacra social como es la violencia de género y el machismo más rancio que esperemos, más pronto que tarde, desaparezca. Un fuerte abrazo!
ResponderEliminar¡Muchas gracias David! Escribí y publiqué en el blog varios textos sobre este tema tan triste, desde distintas miradas y esta vez elegí una más metafórica.
EliminarContenta de que te gustara.
Un gran abrazo.
Bueno Mirella, esto es verdadero arte creativo literario fundiendo música y palabras, dolor y esperanza, frustración y libertad y un grito desgarrador ante el horror feminicida que asola al planeta en un retroceso muy paradójico de las libertades individuales.
ResponderEliminarUn gran abrazo y felicidades.
Te agradezco enormemente el comentario tan entusiasta, Miguel. Es un tema muy delicado que hay que tratarlo con el mayor respeto y sin que el alegato pierda fuerza.
EliminarOtro abrazote inmenso para que cruce el océano.
Te metes de lleno en el dolor de la vejación, reinventarse es una coraza que dura poco. Un día escribí sobre la necesidad de reescribir los cuentos infantiles, son crueles, puesto que en un principio se escribieron para adultos, tú has usado un clásico y le has dado visos actuales, pero mantiene la crueldad de la realidad. Un abrazo
ResponderEliminarEs que esta realidad es muy cruel, Ester y tomar los personajes de Perrault me sirvió para encontrar imágenes más poéticas y no caer en un realismo que duela todavía más.
EliminarGracias y besos.
Una loba apaleada, agredida que se reinventa, o trata de hacerlo. En la vida hay muchas lobas intentando resurgir del dolor y el maltrato, y a veces es tan difícil... el mundo esta creado para los fuerte y a los débiles les cuesta todo mucho más. Bello relato Mirella, profundo y con tu sello de calidad.
ResponderEliminarmariarosa
En esas situaciones tremendas o te dejás caer y no te levantás más o tratás de buscar los modos acordes a cada una para seguir viviendo. Loba, con su fuerza interior y su garra lo va a lograr, aunque aulle en soledad.
EliminarGracias, Mariarosa y besos.
Un tema muy tratado en los últimos tiempos pero tú le das un tinte diferente, toda una poesía de relato alegórico. Cada día mejores letras Mirella.
ResponderEliminarEsperando estés bien.
Muy amable Orlando por acercarte hasta el sur, agradezco tu lectura y el comentario.
EliminarEstoy escribiendo poco y me siento algo mejor.
Un abrazo.
Decís algo muy acertado, Julio. Primero necesita ocultarse, restañar las heridas y darse cuenta de que solo ella puede salir adelante, solo con su voluntad y deseo de ser libre.
ResponderEliminarMuy agradecida por tu comentario.
Abrazos.
Cuánta tristeza y dolor, pero de que manera tan bella lo expresas.
ResponderEliminarQuizás la soledad sea el sino de los más fuertes, de quienes sobreviven, en definitiva de los que se rebelan contra la manada.
Un fuerte abrazo, Mirella
Ya lo creo que la soledad es una acompañante habitual de quien muestra fuerza y no se doblega. La manada se siente poderosa cuando los miembros están juntos, no piensan, y hay una voz que los dirige según sus propias reglas.
EliminarMe alegra que te haya gustado la forma que elegí para este texto doloroso.
Gracias y abrazos, Pilar.
Hola Mirella,
ResponderEliminarTus palabras me agarraron fuerte, provocándome congoja y rebelión.
Espero que llegue el día en todos tipo de violencia desaparezca. Coger conciencia del sufrimiento ajeno e intentar ayudar a radicarlo. A veces me asusto, porque día sí y día también salen y se escuchan auténticas aberraciones, ¿qué nos pasa?
Un beso enorme, tu escrito es maravilloso.
Irene, gracias por tu comentario. Cada vez me afianzo más en la idea de que los humanos estamos involucionando. Aunque logramos enormes progresos tecnológicos, en una abrumadora mayoría la parte sensible, amorosa hacia el otro, se ha diluido en la indiferencia, el egoísmo, los intereses y la violencia sin límites a nivel mundial, que no nos hacen tan diferentes de nuestros antesapasados de la edad de piedra.
EliminarUn fuerte abrazo, guapa.
Estremecedor Mirella...Abrazos.
ResponderEliminarGracias por acercarte y dejar tu impresión.
EliminarUn abrazo, Eric.
Muy bello Mirella como lo relatas.Me quedo con ganas de abrazarla fuerte.Como mi abrazo
ResponderEliminarSos muy dulce y sensible, Elisabeth. Qué buen impulso tuviste después de la lectura.
EliminarTe lo agradezco mucho.
Besos.
Estremecedor y al mismo tiempo muy emotivo Mirella.
ResponderEliminarMe gusta que ella no se rinde, sola, valiente. Es una superviviente que no se deja vencer, que ojalá no esté más sola pero si llega el caso, sabrá hacerle frente.
Un beso
Es que si se rinde, se muere... con el aullido final y las lágrimas empieza a soltar todo el horror que se le acumuló en el cuerpo y en el alma.
EliminarAprecio mucho tu lectura y el comentario, Conxita.
Besos.
Muy bueno, me gusto mucho
ResponderEliminarBesos
Me da gusto, Chaly, que te fueras conforme.
EliminarGracias y besos.
Mirá que es tan difícil escribir sobre el dolor de esta manera tan hermosa.
ResponderEliminarSolo tus palabras, como pájaros. Qué importa cuánto escribas si lo que sale de tu exhaustiva corrección es esta belleza.
Me puso la piel de gallina.
Me encanta Mirella.
Te mando un fuerte abrazo y un beso que dure todo el fin de semana largo.
Es muy difícil tratar este tema, difícil y doloroso porque no disminuyen los casos. Por eso lo encaré desde un ángulo metafórico.
EliminarGracias por el comentario tan lindo que me dejaste.
Otro abrazo y beso también grandotes para vos, Dana.
·.
ResponderEliminarAhondas en la realidad más abyecta. La vejación y el supremacismo del macho.
Los tiempos están cambiando. Hay un grito unánime que irá modificando patrones y conductas. Sea lentop o no, el cambio es ya imparable.
Un gran texto, Mirella.
Un abrazo
.·
LMA · & · CR
Sí, hay una mayor conciencia en la mujer, que empieza a valorarse y a exigir que sea respetada. Estamos en el inicio de un largo camino en el que la justicia y el estado también deben involucrarse y garantizar castigos adecuados y sitios de refugio y contención. Por lo menos en este lado del mundo en ese sentido estamos en pañales.
EliminarGracias por acercarte siempre, Alfonso.
Un gran abrazo.
Crudas metáforas para la rotunda denuncia del abuso y maltrato que muchas mujeres han sufrido. A pesar de su rudeza no se puede obviar la belleza del texto. Me ha encantado!
ResponderEliminarUn abrazo!
Muy amable, Norte, cada uno desde su lugarcito debe crear conciencia y no olvidar este flagelo.
EliminarMe da gusto que te hayas ido conforme por el modo de tratar el tema.
Otro abrazo.
Qué maravilla y qué intensidad en este relato, Mirella. Me ha encantado, de verdad.
ResponderEliminarA veces tenemos que sacar la garra y demostrar -a nosotros mismos y a los otros- de lo que somos capaces. Pero es verdad que muchas veces somos derrotados, vejados y contra ese fracaso solo podemos mostrar resignación o aceptación, que no es siempre lo mismo.
También lo leo desde una perspectiva algo más feminista. Quién sabe si estas palabras esconden, a modo de metáfora, las emociones de una de esas muchachas a las que han ultrajado, apaleado o abusado de manera física y psicológica.
Enhorabuena por esta maravilla.
Un besazo.
Sí, este texto refleja, de un modo metafórico, algo de lo que puede sentir una mujer que ha sido abusada vilmente. Lo encaré desde este ángulo más alegórico para sacarle crudeza, pero no intensidad.
EliminarGracias por tu hermoso comentario, Sofía.
Un abrazote desde el otro lado del charco.
¡Qué bueno leerte Mirella! Un relato con metáforas tan claras que se visualizan al leer.
ResponderEliminarYa estoy siguiendo tu blog y agradezco que por medio de Ariel hiciste un comentario en el mio, que cobra más valor para mí viniendo de una escritora de tu calibre.
Muchas gracias, Osvaldo, me alegra de que te hayan gustado mis textos, ya veo que leíste varios, que mañana contestaré.
EliminarOtra vez gracias por un comentario tan positivo.
Un abrazo.
Hola Mirella.
ResponderEliminarUn placer haber accedido a este texto tintado de realidad, dureza, gran belleza y sensibilidad. La narrativa denota saber… Y es grato compartirlo!
Abrazos.
¡Bienvenido Ernesto! Es una temática muy dura y, lamentablemente, cada día escuchamos más casos. Trabajé mucho en la forma de narrarlo para no caer en un realismo crudo.
EliminarAgradecida por tu visita y tus palabras.
Un abrazo.
Bella forma de expresar el sufrimiento, la soledad y el sentirse sola frente a la barbarie que parece sigue asolando sin piedad aún en estos tiempos. Pero la protagonista sabe aislarse y revelarse a su manera y confraternizar con la naturaleza. El instinto puede dar paso a la esperanza y lograr la libertad. Gran mensaje en tus letras, Mirella.
ResponderEliminarUn abrazo!
Si tuvo el coraje para enfrentar a la manada de cobardes, seguramente, después de reunir fuerzas, seguirá adelante. Gracias, Mila, contenta de que gustara.
EliminarOtro abrazote.