a Amadî
El príncipe Orlando por decisión de su madre, la reina
Alba, vivía en un palacio en el interior de una rosa. Siempre había sido un
niño con una salud muy frágil y Alba consultó al hada protectora de esa
comarca, quien le dijo que debía conducirlo al palacio de mármol blanco,
construido en el centro de un capullo de rosa.
Si permanecía allí, el príncipe viviría sano y joven
para siempre y también aquellos que lo acompañaran. Alba temía envejecer, por
lo tanto estuvo de acuerdo con las indicaciones del hada. Pidió a su esposo, el
rey, que ordenara trasladar la corte entera al palacio de la rosa. Él, con gran
tristeza, le dijo que no podía traicionar la palabra dada a sus súbditos el día
que fue coronado. Debía quedarse.
Alba siguió adelante con la propuesta del hada.
Preparó a Orlando, eligió la comitiva que los acompañaría y el hada los condujo
a su nuevo destino.
Los años pasaron, el príncipe crecía fuerte y hermoso
y Alba estaba contenta porque no había perdido su belleza ni su juventud. El
niño le hacía muchas preguntas sobre qué había fuera del palacio. Alba le
contestaba siempre que era mejor no saberlo, allá todo era horrible y cruel.
Orlando no podía imaginarse ese mundo desgraciado que le describía la madre, él
solo conocía la belleza, los juegos, las fiestas y la comodidad.
Sin embargo, esa vida empezó a resultarle monótona.
Tomó la costumbre de mirar por la ventana de su
cuarto, a pesar de que veía siempre el mismo panorama: los pétalos blancos que
envolvían el palacio. Un día los pétalos se movieron, como agitados por la
brisa y Orlando pudo ver a lo lejos formas y colores desconocidos. Después la
cortina de cerró y la blancura acostumbrada rodeó el palacio.
Desde ese momento Orlando se sintió inquieto: pensaba incesantemente
en esos matices nuevos. El mundo era algo más que el corazón de la rosa donde
vivía. Y como no sabía qué era envejecer ni enfermarse, no tenía miedo a lo que
pudiera ocurrirle del otro lado.
Harto de suspirar y mirar por la ventana, no escuchó
las súplicas de su madre y cubriéndose con un manto, salió del palacio. Cruzó
varias capas de pétalos y, por fin, se encontró afuera.
Al recorrer el mundo aprendió lo que era malo y lo que
era feo. Pero también encontró belleza y bondad y cada vez que le pasaban cosas
buenas, las disfrutaba más, porque había conocido las desagradables.
De tanto viajar el manto se fue deshilachando, tuvo
que trabajar para comer y en sus manos aparecieron callosidades. Al cruzar un
arroyo de aguas límpidas, se vio por primera vez desde que había dejado el
palacio: ya no era tan hermoso y su pelo estaba salpicado de hebras blancas.
En uno de sus viajes encontró a un anciano acostado a
los pies de un árbol. Parecía muy enfermo, Orlando le dio un poco de agua y se detuvo
a cuidarlo. El viejo, de vez en cuando, abría los ojos y murmuraba una única
frase: las sandalias de oro y los guantes
de seda. Cuando murió, Orlando lo cubrió con piedras y ramas y prosiguió su
camino.
Llegó a una ciudad con edificios altos y grises. Sus
habitantes caminaban apurados, con la vista fija en los adoquines de la calle.
Los días que no trabajaban se iban al campo con linternas, lupas, picos y
palas. Se ponían a cavar y revisaban cada terroncito de tierra, una y otra vez.
Orlando pensó que con esos pozos destrozaban la hierba y las plantas.
Se acercó a un hombre y lo saludó.
—Qué maravilloso atardecer, nunca vi un cielo tan
transparente ¿no le parece?
—¡No estoy para perder el tiempo en esas tonterías! —contestó
el hombre de mala manera.
—¿Por qué cavan esos pozos, qué buscan? —preguntó
Orlando.
El hombre, sin dejar de remover el pasto, le contestó:
—Las sandalias de oro y los guantes de seda.
Orlando recordó las palabras del viejo moribundo y
siguió preguntando:
—¿Para qué sirven las sandalias de oro y los guantes
de seda?
El hombre se pasó un pañuelo por la cara húmeda de
sudor y lo miró con desconfianza.
—No soy de este país y no conozco las costumbres —le
explicó Orlando.
—Quien encuentra las sandalias de oro será poderoso y
rico para siempre y si también encuentra los guantes de seda será eternamente
joven y hermoso.
—¿Cuántos pares de sandalias y de guantes hay?
—preguntó Orlando.
—Cada uno tiene su par de guantes y de sandalias, sólo
hace falta encontrarlos.
—Pero si los encuentra ¿cómo sabe que son los suyos y
no los de otro?
—Únicamente yo podré ver mis sandalias y mis guantes,
los de los demás son invisibles para mí.
—¿Alguien los encontró? —quiso saber Orlando, cada vez
más interesado.
—Sí, sé de un hombre que encontró una sola sandalia y
de una mujer que encontró un guante.
—¿Y qué les sucedió?
—El que encontró la sandalia se volvió rico, pero no
tenía poder, tampoco la juventud ni la belleza. La que encontró el guante sería
eternamente joven, pero le faltaba la belleza y ser rica y poderosa.
—Y entonces ¿qué van a hacer?
—Continuaremos buscando hasta el último minuto de vida
o por toda la eternidad, si fuera necesario. Nadie descansará hasta no tener
completos el par de sandalias de oro y los guantes de seda.
Orlando se alejó pensativo. Recordó a su madre, que para
no envejecer, prefirió quedarse encerrada en el interior del capullo de la rosa
y se dijo que él había hecho bien en irse por el mundo. Ahora conocía el
egoísmo, la codicia, la mentira, también había hallado generosidad, amor, gente
honesta. Había disfrutado de la magnificencia de la naturaleza y descubierto la
alegría de ser libre. En muchas oportunidades tuvo que juntar coraje para
enfrentar situaciones difíciles. Había aprendido bastante de los errores
propios y ajenos.
Se fue rápido de esa ciudad tan triste, donde sus
habitantes desperdiciaban la vida detrás de una obsesión.
Siguió viajando por el mundo con la mente abierta, serena,
dispuesto a descubrir cada día algo nuevo que floreciera en su alma.
Es de cuando escribía cuentos infantiles... en el siglo pasado.
Espero no se aburran.
Abrazos para todos.
Admirada Mirella, he leído con mucha fruición y entusiasmo tu historia que, detrás de lo fantástico, encierra verdades muy interesantes. Ya desde el primer renglón me sentí atrapado y leí hasta el final felicitándome de haber encontrado a una Escritora y Poeta tan versátil e ingeniosa. Es cierto que los humanos jamás estaremos, cien por cien, felices con lo que somos o tenemos y mucho más triste es constatar que hemos convertido a nuestra casa común en un amasijo de paradojas, en donde la paz la quieren construir con guerras, en donde la mentira reina por encima de la verdad y hasta elige presidentes; un mundo en donde el odio pareciera ser la camisa de fuerza de los seres humanos y el amor un verbo desgraciado que ya nadie quiere conjugar.
ResponderEliminarHermoso relato, ágil y muy bien hilvanado.
Me ha gustado mucho tu historia!
Un abrazo desde mi norte escandinavo.
El valor que le doy a este cuentito es que lo escribí en mi adolescencia, cuando tenía una mirada optimista sobre el ser humano. Ahora ya no se me ocurren historias con moraleja positiva.
EliminarEste forma parte de los cuentos infantiles que me gustaban escribir en esos años lejanos.
Te agradezco de corazón tu cálido comentario y quedo contenta de que hayas disfrutado del texto.
Un abrazo desde el sur del mundo.
Hola, Mirella, tu cuento, a mi humilde entender, está lleno de sabiduría y moralejas que no me han dejado indiferente.
ResponderEliminarUn viaje fascinante por diferentes facetas del ser humano.
Besos y feliz tarde
Qué bueno que le vieras aspectos de interés, teniendo en cuenta de que lo escribí entre los 16/17 años, ya ni recuerdo.
EliminarGracias, Pilar un fuerte abrazo.
I love this story.
ResponderEliminarGreat morals and lessons.
You're good.
Thanks for sharing . . .
Warm kisses for you 😘
I hope that the translation will be good.
EliminarThanks for reading and leave your comment.
A big hug, Rick.
No es más feliz el que lo tiene todo, y vive como en una burbuja, alejado del mundo real, ya que en este caso, como el personaje de tu fabuloso cuento, lo que llega a ser teniéndolo todo, es un desgraciado que vive encerrado y aislado, sin conocer el fabuloso mundo que hay detrás de él y desconoce. A pesar de las dificultades de la vida, hay que hacerle frente, porque tanto de lo bueno como de lo malo, solo hay una vida, y debemos afrontarla como tal. Excelente cuento Mirella.
ResponderEliminarBesos y abrazos querida.
Así es, querido Rafa, hay tanto para ver que esconderse con el fin de no sufrir es condenarse a vivir a medias. La vida es un continuo sube y baja de hechos buenos y otros duros y tristes. Hay que enfrentar todo lo mejor que se pueda.
EliminarGracias, amigo, un fuerte abrazo.
LA VERDAD QUE ES MUY TRISTE QUE LA MAYORÍA DE LAS PERSONAS SE OBSESIONAN CON EXTERIORIDAD. MUY REFLEXIVO TU CUENTO.
ResponderEliminarABRAZOS
Lo material, el aspecto, la eterna juventud, o incluso vivir eternamente, son las obsesiones que parecen afianzarse cada vez más.
EliminarGracias, Adolfo, por pasar.
Abrazos.
Tu relato me hizo pensar en las madres que quisieramos tener a nuestros hijos en un lecho de rosas en el que nada ni nadie los lastime, pero tienen que conocer los diferentes matices de la vida.
ResponderEliminarEncuentro en el relato como desperdician su vida algunas personas persiguiendo una utopía y otras obsesionadas por lo material,la belleza y eterna juventud.
Salgo contenta con la lectura.
Besos, hermosa.
La sobreprotección es muy común, va de la mano del miedo por lo que pueda ocurrirle al niño, pero se impide su crecimiento y que pueda desarrollar su propia fuerza.
EliminarCuántas cosas inútiles se interponen para disfrutar de aquellas que verdaderamente importan en la vida.
Me da gusto que te vayas conforme, Euge.
Un gran abrazo.
No seré yo quien vaya a buscar mis sandalias de oro no mis guantes de seda. No tengo tiempo, estoy ocupado en vivir. Las rosas son para disfrutarlas desde fuera.
Preciosa narración. Bien has hecho en recuperarla.
Un abrazo, Mirlo
· LMA · & · CR ·
Ya lo creo que no, estas demasiado ocupado buscando y fotografiando los nudos de la existencia humana, Bolo.
EliminarUn placer que te gustara el cuento.
Abrazos, Bolo.
Aburrirme?
ResponderEliminarEs uno de los mejores cuentos que he leído en mi vida.
Gracias, otra vez.
Besos.
Menos mal, porque un Toro aburrido puede ser peligroso...
EliminarMil gracias, Xavi, a vos, por no dejar de leer ninguna de mis publicaciones.
Abrazos.
¿Aburrirnos?
ResponderEliminarEs un cuento hermoso, yo lo disfrute y me quedo su mensaje, no busques lo imposible, vive y disfruta el momento.
felicitaciones Mirella.
mariarosa
Pensé que como era un cuento infantil, además largo, podía no interesar. Me alegro haber despertado al niño interior de los que comentaron y también que te vayas con un mensaje.
EliminarMuchas gracias, Mariarosa.
Besos.
Por ser tuyo lo he empezado a leer con mucha atención, es magnifico y desde luego de aburrido nada, me gusta la moraleja y se lo voy a leer a mis nietas y a mis hijas con las que hoy he a hablado de ti. Bien, muy bien, siempre presumo de como escribes. Abrazos
ResponderEliminarMe da una enorme satisfacción que los compartas con tus nietas e hijas y también que me hagas promoción... jajaja... serías una excelente agente literaria.
EliminarGracias, querida Ester, un abrazo bien apretado.
Qué van a aburrir, tus cuentos son maravillosos. Este es hermoso. Yo todavía no encontré ni guantes ni sandalias.
ResponderEliminarSaludos.
Tampoco los busques porque te pasarás la vida en esa tarea y lleno de insatisfacción. Tratemos de mejorar lo que tenemos y también como personas, que ya es un montonazo.
EliminarGracias, Raúl, muchos saludos.
Muy bueno! Salir de tu zona de confort, muy usado actualmente, pero con ese tono fantástico del siglo pasado...jaja. Lleno lleno de mensajes maravillosos.
ResponderEliminarOjalá todos alguna vez, experimentemos la valentía de este príncipe.
Tener los ojos muy abiertos para ver a través del capullo. Y animarnos.
Beso linda!
Salir para no ser un espectador de la vida. Supongo que cuando lo escribí era para decírmelo a mí misma por mi terrible timidez.
EliminarMe da gusto que le encontraras mensajes.
Gracias y besos, Dana.
Las moralejas limpian los vidrios empañados, son redondas y didácticas, despiertan el pensamiento. Muy bueno tu cuento!!
ResponderEliminarAbrazo, Mirel!!
Son buenas en la literatura infantil, enseñan, muestran conceptos de valor dentro de una historia y entreteniendo al chico.
EliminarMe alegro que te gustara, Edu.
Abrazo.
Necesitaríamos mil vidas para conocer las maravillas de nuestro mundo y por ello aprovechemos el tiempo.
ResponderEliminarMe encanto tu relato.
Besos
Entre las preocupaciones cotidianas y los deberes a cumplir nos queda poco tiempo para nosotros y ese tiempo hay que aprovecharlo al máximo.
EliminarGracias por tus palabras elogiosas, Chaly.
Besos.
Es un cuento encantador y muy bonito.
ResponderEliminarNo conocía esta faceta tuya de escritora de cuentos infantiles. Es un arte bien difícil escribir para niños y jóvenes. Y creo que tú lo has conseguido en este cuento. ¡Felicidades!
Un abrazo
Publiqué algunos en el blog, pero son todos de otra época, de mi adolescencia, ya no me salen con la frescura y las ideas originales que deben tener.
EliminarMuchas gracias, Isabel.
Un fuerte abrazo.
Es un cuento precioso, Mirella, de niños nada , yo lo he disfrutado muchísimo.
ResponderEliminarBesos y feliz fin de semana.
Celebro que lo hayas disfrutado, Celia. Tiene el formato de la literatura infantil por lo del hada, la magia del palacio dentro de la rosa... y eso.
EliminarUn abrazo y lo mismo para ti.
Mágico cuento Mirella y una buena lección de vida.
ResponderEliminarEs mejor no tener sandalias de oro ni guantes de seda, y vivir cada intante por que eso es la vida... aunque a veces tengamos grandes traspíes que superar para conseguirlo.
Buen fin de semana.
Besos
Parece que nos cuesta mucho aprender a desapegarnos de tanta carga inútil, de tanto deseo material, del éxito y del poder y disfrutar de todo lo simple y grato que ofrece la vida, aun en medio de sus constantes altibajos.
EliminarBracias, linda y besos.
No podríamos pretender alcanzarlo todo ni por mucho que quisiéramos, dentro o fuera de nuestra torre de marfil, eternos insatisfechos... e intentar ser dioses de imposibles igual fuera como dentro es una eterna búsqueda de la torpeza del barro del que estamos hechos.
ResponderEliminarA cada cual su camino.
Sigue contándome cuentos, sigue escribiendo vida con sus ejemplos y espejismos.
Besos, Bella dama de pluma y escritura privilegiadas.
Y un abrazo.
Algunos personajes -sobre todo los que tienen poder- actúan como si fueran eternos, pero a cada chancho le llega su San Martín y adiós a todo lo acumulado y a los deseos de ser dioses.
EliminarEstoy escribiendo poco y nada, creo que se me acabaron las ideas y siento que me repito.
Gracias, querida Zarza, un abrazo bien fuerte.
Hermoso cuento con ese mensaje tan precioso que lleva dentro y más Mirella si lo escribiste con esos 16 añitos, ¡qué sabia eras ya entonces!porque justo es ese mensaje lo que realmente acaba importando y marca las diferencias entre una vida feliz y una vida llena de ansías y buscando.
ResponderEliminarUn beso
Un gusto que te fueras conforme, Conxita. No sé si a esa edad era muy consciente del mensaje. Eran tiempos en que escribía casi sin pensar, como si alguien me estuviera dictando las palabras, armando la trama de las historias. El mensaje o la moraleja la capté años después, releyendo el cuento.
EliminarGracias, Conxita, con un abrazo grande.
Pienso lo mismo, Julio, en eso de la vida eterna y el paraíso que nos espera si fuimos buenas personas. Pero en la vida todo es incierto, tambaleante y variable y lo mejor que podemos hacer es vivir plenamente el día a día.
ResponderEliminarGracias por la lectura y el comentario y muchos saludos.
Bellísimo tu cuento. Me gustó que no hubiera princesa hermosa ni bruja malvada.
ResponderEliminarCuando vuelva mi nieta se lo contaré ( espero no olvidarlo).
Un abrazo
Gracias, linda, me alegro que te gustara. Con princesas hermosas no tengo ninguno, con brujas malavadas, sí. Pero son muy largos para publicarlos en el blog.
EliminarSi te olvidás de algo, podés volver a mirarlo, el cuento queda, o improvisás sobre la marcha que imaginación te sobra.
Otro abrazo.
Precioso cuento, como no podía ser de otra manera viniendo de ti.
ResponderEliminarLa verdad es que pasamos la vida obsesionándonos en persecuciones inútiles que no nos dejan disfrutar de muchas cosas buenas que pasan por nuestro lado.
También es cierto que hay que sabemos de lo bueno por lo mucho malo que hay...lamentablemente.
Aleccionador sin duda.
Besos.
Lo triste es que muchas veces somos conscientes de que estamos perdiendo el tiempo detrás de objetivos banales y sin provecho, pero seguimos intentándolo.
EliminarSi todo viene bien y sobre rieles nos acostumbramos y dejamos de valorar pequeñas delicias que solo apreciamos después de una mala racha.
Gracias, querida Marinel, con un abrazote.
El ser humano es inconformista por naturaleza, cuando tenemos paz, necesitamos acción; cuando padecemos la guerra el conflicto, ansiamos la huida, el paraíso que nos ofrezca calma y sosiego. Así somos de contradictorios. Excelente cuento, Mirella, como los de antes, como los de toda la vida... los mejores. Saludos!
ResponderEliminarSomos unos insatisfechos, siempre nos falta algo, ya sean cosas inalcanzables o pequeñeceses como el estado del tiempo: en verano queremos que refresque y en invierno ansiamos el sol. Tampoco sabemos apreciar el momento presente, en un continuo torbellino de proyectos para el mañana.
EliminarGracias, David, por tu opinión positiva con respecto al valor del cuento.
Un abrazo.
Maravilloso !!
ResponderEliminarQue grandes verdades y con que sutileza Mire!!
lo has escrito el siglo pasado ufffffffffffffffffff... mira que ya llovió ehhh .. jajaja
ay me has hecho brillar la mirada y la sonrisa ( te digo lo que te he dicho en el anterior relato! )
un besito
Con este relato pudiste sonreír para compensar la tristeza del anterior.
EliminarMe pone muy contenta que estés de vuelta por la web.
De tanto en tanto es bueno tomarse unas vacaciones, pero se te extraña.
Besotes, María.
Hola Mirella!! Me hiciste volver a cuando era chico y me contaba cuentos la maestra en la escuela.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
De vez en cuando hace bien sentir esa inocencia y esperar con ansias el desenlace de la historia.
EliminarMil gracias, Simón.
Otro abrazo.