Imagino la cara
de disgusto de Olivia cuando se entere de que Mercedes no vino y vea los
vidrios del living manchados por la lluvia. Esta mañana cayó un diluvio. El
viento, enardecido, tiraba el agua a baldazos en el balcón, que quedó como un
pantano: una mezcla del hollín de los autos y el cemento del edifico que construyen
al lado. No tuve la precaución de bajar las persianas, no quiero estar a
oscuras si puedo mirar la lluvia resguardado en mi escritorio. Me produce
placer, no me importa que los vidrios se mojen.
Seguí
escribiendo mis artículos; alrededor de las once hice una pausa para prepararme un
café. Por la hora Mercedes ya no iba a venir, vive en el culo del mundo, toma un colectivo hasta la estación del tren y el subte en Constitución.
Hace bastante que trabaja en casa y me doy cuenta de que sé poco de su vida. Tiene
varios chicos y el marido está enfermo de un mal raro y es él quien los cuida.
A veces me da
lástima verla con esas ojeras, me levanto, le hago un café con leche y agrego una
generosa porción de budín con nueces. Ella se pone colorada y siempre me dice no se hubiera molestado, señor. No me molesta;
necesito un recreo de media mañana y a Mercedes algo caliente en el estómago le
va dar un poco de energía, meta franelear muebles, frotar vidrios, porque no
debe quedar ni la más ínfima mácula.
Si el tiempo
está bueno me voy al bar de la esquina, mientras ella limpia el escritorio. No
me llena la cabeza con sus problemas, que son serios, como hacía la que venía
antes, de la que ya ni me acuerdo el nombre.
Olivia es una
obsesiva y cuando está en casa revisa todo lo que hace Mercedes, pasa el dedo por
los muebles y no perdona la mínima mota de polvo. No entiendo por qué quiere
que todo reluzca como un espejo si al otro día aparece ese velo opaco que nos
deja el polvillo de la construcción. Nada puede quedar fuera de sitio y a mí,
honestamente, cierto desorden no me incomoda, da más sensación de hogar; cuando
está tan pulcro me parece que habito en la casa de una revista de decoración.
Menos mal que
ahora Olivia tiene que ir más seguido al estudio y hay mañanas en las que se va, así Mercedes puede trabajar sin la presión de los gestos de Olivia, que no es de
recriminar, hay que reconocérselo, pero pone caras: ladea la cabeza,
entrecierra los ojos, frunce los labios pulposos y después los mete para
adentro y le queda una línea taxativa que, a mi juicio, es un gesto más
demoledor que un reproche. A veces vuelve a limpiar sobre lo impecable, saca
telarañas imaginarias de los cielorrasos, dobla el diario por su doblez
original, le da palmadas al sofá, como si el tapizado (que cambió hace un mes) hubiera
absorbido toda la tierra de la ciudad.
Olivia, te tendrías que haber llamado Olimpia, le digo en
broma. Ella se ríe mientras repasa con la gamuza la mesita ratona. Conmigo no
se molesta por mi desprolijidad, se me ocurre que lo agradece, porque así tiene
una excusa para ir y venir, no se puede quedar quieta.
En cambio yo soy
un perezoso, en cuanto termino con los escritos me tiro en la cama, escucho
música, leo o dejo vagabundear la mente. También me gusta mirarla, el modo en
que va y viene, levanta algo, guarda un libro, pasa la aspiradora, metida en
ese universo inalcanzable, del que estoy excluido. Ya no le pregunto más, sé
que tiene que ver con su familia, a la que nunca conocí, la criaron unos tíos,
el padre se fue o se murió. O la que se murió fue la madre, se me confunde la
historia; la única vez que conseguí abordar el asunto le tuve que sacar unas
frases con tirabuzón. Sé que con los tíos terminó peleada, la tía le dijo que
se fuera y no los vio más. Algo pasó que le ensombreció la vida.
Hablamos poco
entre nosotros, no es que seamos personas calladas o nos falten palabras. Yo
vivo de las palabras que escribo. Cuando nos juntamos con amigos somos muy
sociables, siempre proponemos temas. Tampoco creo que esté mal que no nos
comuniquemos cosas, me parece que tenemos otro entendimiento que está más allá
de lo verbal. Pesco al vuelo si está triste o de malhumor o si le ocurrió algo
grato: lo emana, su cara es un libro abierto para mí; o sus manos, si las
crispa, si tamborilea en la mesa, si las deja laxas sobre las rodillas, si las
ocupa para limpiar desaforadamente.
¿Qué querrá
limpiar? ¿Hubo algo que la ensució? A qué se debe el ansia por mantener todo en
su lugar, controlar el caos. Sí, hay muchas cosas que no sé de ella. Me atrae
su enigma, no quiero quebrarlo con cosas dichas, que después no se pueden
borrar y quedan ahí como un peso muerto que hay que sostener y del que no te
librás más. Mejor no saber secretos destructivos, uno los intuye, forman parte
de nuestra vida, para qué sacarlos a la luz, despertar a la bestia que dormita
en el fondo.
Estamos bien
así, nos miramos a los ojos y sabemos de ese sedimento oscuro, aunque no esté
explicitado en palabras, nos sonreímos, el amor es dulce o salvaje, según los
ánimos. Y cuando ella no está, dejo el toallón en cualquier parte, el espejo
salpicado, la colcha con arrugas, el escritorio que hierve en el desorden de
carpetas, en el revoltijo de papeles, libros apilados, que crecen como árboles desde
el suelo. Siento que tengo dos casas, dos historias, la propia y la compartida.
Ya es la una,
paró de llover, quedó un cielo gris, aburrido de lluvia. Mercedes no vino. El
balcón está todo enchastrado y detrás de los vidrios el panorama se desvanece como un tul. Esta tarde, cuando Olivia regrese, va a tener mucho para limpiar. Percibo que cuando limpia es como si rezara, la cara se le distiende, se siente
segura, protegida de recuerdos que duelen.
© Mirella S.
— 2012 —
Muy buenas las valoraciones que este hombre hace sobre la mujer que limpia y de su propia esposa. Sus pensamientos juzgan, pero sin criticar, metiéndonos a los lectores en sus sentimientos y sensaciones. Es posible que no todo sea como él lo ve, pero me metiste tanto en su cabeza que afirmo yo mismo que todo es así.
ResponderEliminarSaludos.
Hoy no pude ir contestando a medida que comentaban, así que acabo de leerlos todos juntos y sos de los pocos que valora la actitud del hombre. Coincido bastante con vos, Raúl.
EliminarUn relato que ha provocado opiniones dispares sobre los personajes, lo cual me gusta.
Muchos saludos.
Si, es mejor no conocer sus secretos, como tu lo dices son una carga.
ResponderEliminarBesos
Lo dice el personaje, en eso no coincido totalmente. No me parece sano hablar siempre de las cosas del pasado, pero no saber nada del de tu pareja es tener una actitud poco comprometida.
EliminarGracias y besos.
Me imagino a la pareja, él tranquilo amando su ambiente y ella nerviosa y dominando el espacio común. Besetes.
ResponderEliminarMirella, muchas gracias por tu amable comentario en mi blog al que ya he contestado, pero vengo para decirte que no te sientas mal por el "bien entendido" entre Toro y yo. No soporto los insultos, no puedo con ellos, sobre todo hacia mi generación a la que supongo pertenecerán sus padres. Lo que dice demuestra que él es el "palurdo, inculto y perturbado". En nuestra generación se trabajó y estudió para que los jóvenes como él tuvieran un futuro pero se ha puesto de moda el ataque zafio e indiscriminado.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte Mirella y besetes.
(puedes borrar el comentario si quieres)
No tengo porqué borrarlo, Angelines. Este espacio proclama libertad de expresión y eso lo respeto mucho.
EliminarGracias por la lectura, este texto da para muchas interpretaciones.
Besos.
Qué placer es volver a leer tus escritos, querida Mirella. Me atrapan totalmente. Y es que tienes duende al hilar las palabras, y profundidad (siempre me metes en algunas reflexiones).
ResponderEliminarUn abrazo enorme y, por favor, no dejes de escribir.
Qué gran elogio que este texto -del que no estoy particularmente conforme- te haga reflexionar. Estoy tratando de escribir algo, veremos como procede el proceso.
EliminarMil gracias, Isabel y un fuerte abrazo, guapa.
Estos relatos tuyos de una fracción de vida me fascinan, son mis preferidos, y siempre termino identificándome con una parte o con la totalidad de ellos. Me encantó! Bacioni!
ResponderEliminarMe gusta escribir sobre momentos en los que, ya sea en las reflexiones o en los recuerdos de algún personaje, se vislumbren puntas de historias... que continuará el lector.
EliminarMuy contenta con tu vuelta, Patzy.
Abbraccio forte, cara.
Magnífico. Espero no te canses de leer elogios querida Mire, porque tus letras los merecen.
ResponderEliminarMe han encantado todas las divagaciones que hace sobre Olivia, aunque me quedé con ganas de saber más sobre Mercedes. Me pareció el comienzo de una novela que quiero leer.
También me gustó que Mercedes viviera en el "culo del mundo" :D
Abrazos y beeeesos
Yo vivo en el culo del mundo para la mayoría de ustedes :)
EliminarOtro texto desempolvado y no habrá novela, no tengo pasta de novelista. Me interesan los chispazos de historias para que trabaje la mente del lector, así que la historia de Mercedes podés inventarla vos, Gildo.
Más abrazos y beeesos.
Muy conseguidos los retratos de los personajes.Bien utilizada, eficaz , cada palabra, algo muy de agradecer en cualquier texto, pero más aún en los narrativos. Me gusto.Besos
ResponderEliminarGracias por un comentario tan lindo Jordana, viniendo de vos que sos tan tersa en la utilización de las palabras en tus poemas, es todo un elogio.
EliminarBesos.
Sigue siendo una delicia leerte.
ResponderEliminarCada micromundo que creas es un premio para el lector.
Besos.
De los ladridos no hago ni caso.
Gracias, Xavi, mis mundos inventados fueron un gran desahogo y compañía en las épocas difíciles. Ojalá regresen -esos mundos- no las épocas difíciles, que siempre andan rondando y no se van del todo.
EliminarBesos.
Es sencillo acercarse a los personajes, los pintas en 3D, transmites sus sentimientos y comprendo la desazón que causa el desorden y la travesura de mantener el caos cuando nadie vigila. Un abrazo grandote
ResponderEliminarMenos mal que dentro de su manía obsesiva le permite a él la libertad de ser desprolijo, de otro modo hubiera sido un infierno la convivencia.
EliminarGracias, querida Ester, con un abrazo enorme.
Que buen relato. El compañero o esposo de Olivia es el típico hombre que ve todo y no se preocupa de nada, ni de Mercedes a la que se saca de encima con un café con leche sin pensar que puede necesitar contar algo de su vida, ni de Olivia a la que algo le sucede y de lo que no quiere hablar y se desgasta limpiando para no pensar. Creo que sufre un trastorno obsesivo por la limpieza. Muy interesante ya que los tres personajes, el visible y los están en segundo plano tienen mucho en su interior para un psicólogo. ¡¡Aplausos Mirella!!
ResponderEliminarComo dicen los chico, me re-gustó.
mariarosa
Ese tipo de hombre no sabe lidiar con las confesiones y Olivia no puede confesar sus secretos. Establecen una relación muy particular, que podemos compartir o no, pero que me parece lo mejor que me salió del texto.
EliminarVeo que les gustó a todos, me alegro, porque siempre tengo inseguridad con algunos de mis relatos y el de hoy era uno de ellos.
Un beso, Mariarosa y muchas gracias por estar siempre.
Me encanto este relato en particular. Tal vez porque sentí cierta empatía con alguna escena...
ResponderEliminarCada uno a lo suyo... y cuando el gato se va, las ratitas bailan, -que dicen por aquí.
Cada uno intentando sobrevivir como mejor pueda.
A la única que pincelaste con un poco de empatía y humanidad fue a Mercedes.
A él ni siquiera se le pasó por la azotea, que su marido pudo hasta haber fallecido...
E igual a los pocos meses, hasta se le olvida el nombre como con la anterior.
(Esto ya es una prolongación mía, y me ocurre mucho cuando leo, que imagino más..).
Gracias por saber deleitarme siempre que te leo.
Un beso, bella Dama.
Corrijo: Me encantó.
EliminarPobre hombre, ha sido bastante criticado, jejeje... es que la mayoría con lo doméstico no sabe lidiar. Este personaje tiene sus limitaciones, que encajan con las de Olivia, hay un pacto tácito y todo va bien mientras no se pasen esos límites.
EliminarNo le achaquemos todo al tipo, tal vez preguntó y la que no quiere hablar de sus desgracias es Mercedes. Cada lector puede continuar la historia a su gusto y piacere.
Gracias, guapísima, con un enorme abrazo.
La descripción de Olivia es magistral, igual que la del tipo, falta la de Mercedes, una vida difícil; no entiendo a las personas que tienen una mujer para la limpieza, como sierva, como una esclava a su servicio, aunque la traten bien la rebajan como ser humano en tareas que ellos no pueden hacer porque son "superiores"(Deberían hacerla para incorporarse humildad), no confiaría nunca en éstos que se sienten patrones, sobre ésto he tenido varios conocidos socialistas que empleaban siervas en su hogar y a mi me parecía contradictorio, no me entraba en la cabeza semejante oxímoron, a uno de ellos, amigo, le pregunté cuánto le pagaba "lo que marca la ley" me respondió, en esa época era una miseria, quedé perplejo luego de decirle que era un miserable!!
ResponderEliminar¡Excelente tu relato, Mirel, me despertó opiniones encontradas sobre la esclavitud moderna!! Besos!!
Edu, el de empleada doméstica es un trabajo y hay de todo en cuestión de empleadores.
EliminarPuede haber un jefe de oficina h.de p. que te explota y te trata como a un esclavo y puede haber una señora que trabaja todo el día, tiene hijos y que necesita una ayuda en la casa. No sé cuál es el problema. Es un trabajo tan digno como el de una secretaria, vendedora, etc.
También cuando yo trabajaba en relación de dependencia en una imprenta me pagaban lo que marcaba la ley y eran cuatro mangos. Y encima me trataban mal.
Me alegro que te gustara el relato.
Un abrazo.
Los secretos siempre causan inquietud, cuanto menos.
ResponderEliminarUn relato que te deja pensativa...
Mil besos Mirella!!
Para cierto tipo de personas les es difícil saber verdades, hechos concretos, tal vez porque luego no sabrían como asimilarlos.
EliminarGracias, Nieves, un abrazote.
Interesante Mirella esa divagación a través de la limpieza entre Mercedes y Olivia, eas dos mujeres que comparten espacio con el protagonista y ese convencimiento al que él llega de que mejor dejar cosas sin conocer, respetar los silencios.
ResponderEliminarMe han gustado las preguntas que él se hace y cómo vas conociendo a las mujeres, sí, me he quedado con ganas de saber más tanto sobre Olivia y esa necesidad de restablecer el orden y Mercedes con sus penas a cuestas.
Un abrazo
Me gusta dejar planteadas ciertas incógnitas, ya que es un cuento corto.
EliminarAdemás el punto de vista es el del protagonista y como él no sabe, no quiere hacer preguntas, entonces el lector deberá aceptar esas limitaciones.
Gracias, Conxita, un gusto tenerte por aquí.
Besos.
Ya sabes que admiro tu narrativa y disfruto de estas descripciones que nos regalas como tartas de frambuesa con nueces y arándanos (vaya, no creas que estoy con el estómago vacío, solo que me dejas con un gran regusto en los labios del pensamiento, como si estuviera delante de una pastelería y pudiera comerme todas sus golosinas...je,je,je).
ResponderEliminarTambién está muy bien desarrollado ese silencioso lenguaje que mantienen ambos admiradores, es decir esa empleada (Mercedes) preocupada de no fallarle a Olivia en esas tareas de pulcritud extrema que se siente protegida y bien cuidada por este señor protagonista y narrador de la historia quien a su vez, mitiga su soledad con su presencia.
Besos.
Es una satisfacción muy grande que percibas mis letras como esas riquísimas metáforas de dulces y pasteles. También que hagas los análisis de los personajes, sus relaciones y vivencias.
EliminarAgradezco muchísimo tu presencia en este espacio, Estrella.
Un abrazo.
Admirarse en silencios mutuos ayudan también a conocerse mejor.
ResponderEliminarImagino el goce de este hombre cuando ella no está, sintiendose entre esas dos las dos casas. Buen relato!!
Gracias por tus visitas ;)
Buen fin de semana.
Besos.
Los silencios tienen su parte positiva y, en este caso, los protagonistas saben usarlos a su favor. Cuando se está hablando todo el tiempo, detrás puede haber también un gran vacío que debe llenarse con palabras.
EliminarGracias por tus comentarios, Laura.
Abrazo.
El afán de limpiar, de dejar todo pulcro se va perdiendo con el tiempo, a medida que los recuerdos dejan de doler.
ResponderEliminarUn abrazo Mirella
Gracias por tu presencia, Malque, yo, por suerte no soy una fanática de la limpieza.
EliminarSí me gusta mantener cierto orden.
Un abrazote, linda.
Regresando… poco a poco
y en el regreso me encuentro un lugar acogedor donde las palabras te envuelven y t adentran en historias cotidianas... primorosamente escritas.
Un abrazo, Mirella
· LMA · & · CR ·
Me alegra saber que la recepción a tu regreso fuera con una historia que te resultó acogedora.
ResponderEliminarUn gusto tenerte nuevamente por estos lados.
Gracias, Bolo, con un abrazo.
Aquí me tienes, no sin saber que decir, su no más bien, buscando la manera de expresarte lo que tú relato me ha hecho sentir y pensar.
ResponderEliminarVidas paralelas, en la casa, cuando las miradas se cruzan, tal vez, lo que desea el hombre es tener paz, paz interna, pues hay verdades, secretos , que una vez desvelados nos incomodan, nos perturban y hasta pueden ser motivo de reproche por una tontería...hay miserias que tapamos bajo el brillo que deslumbra.
Vuelvo a pensar y pienso: que a veces se prefiere vivir la vida entre realidades y suplir esos vacíos de la manera q no nos duela y nos haga sentir bien...
Y una mujer con ese toque d misterio atrapa a muchos varones.
Divague, supongo....
Un besito
Cada uno arma su vida de pareja como puede. Si hay respeto por ambas partes y se acuerda aceptar a la otra con sus silencios y secretos, no está mal.
EliminarSi fuera a la inversa, las mujeres no pararíamos hasta sonsacarle al hombre todas sus oscuridades y misterios. Así somos nosotras, pero ellos no, pueden vivir tranquilos sin necesidad de destapar aquello que puede convertirse en la caja de Pandora.
Muchas gracias por tus "divagues" y por la visita.
Besos, María.
Los silencios entendidos son mejor que las palabras...a veces pesan menos...
ResponderEliminarme gustó tu relato .... 'limpiar sobre limpio' esconde alguna insatisfacción ... bueno no sé cada uno tiene sus manías
Abrazos
Comparto que eso de limpiar sobre limpio es una obsesión que tapa otros conflictos no resueltos.
EliminarGracias, Esme, te mando un fuerte abrazo.
Ya creo que te lo he comentado en alguna ocasión, te admiro mucho, a ti; y a otras personas de otros espacios que los dos visitamos. Y os admiro por la capacidad que tenéis para escribir, ya que creo que os podíais dedicar de pleno a ello, y publicar, novelas, cuentos y demás.
ResponderEliminarBesos Mirella.
En Argentina no se puede vivir de la literatura y en cuanto a publicar es casi imposible para alguien desconocido, a menos que tengas una "recomendación". En varias oportunidades armé un libro con mis cuentos y los envié a unas cuantas editoriales; algunas ni me contestaron, otras dijeron abiertamente que ya no leían material de autores inéditos.
EliminarCon el blog estoy más que contenta de recibir el cariño de todos los que me leen y dejan sus opiniones.
Mil gracias y un enorme abrazote, Rafa.
Aunque no lo escribí ni dejé pistas en el texto, lo pensé también como un problema de índole sexual con el tío, por eso la tía la echó. Pero ya me parecía un relato largo y no quise extenderme, además está vista desde la mirada de él.
ResponderEliminarNo pasa por el lado de los celos hacia Mercedes, pero el lector puede darle todas las interpretaciones que quiera.
Muchas gracias por pasar, Julio, con un abrazo.