El que vive en el departamento de arriba es adicto a las caminatas. El
golpeteo de sus tacos repercute en mi monoambiente. Cada paso es como un gong
que vibra en el aire o como si Robocop
se paseara sobre mi cabeza.
No tengo escapatoria, soy un tipo metódico, trabajo en casa, salgo sólo a
estirar las piernas o para las compras. Me mudé a este edificio hace poco, por
algo el alquiler es tan barato. A la semana empezaron las idas y venidas y un
polvillo leve cayó del cielorraso. Me preocupé cuando las marchas y
contramarchas se extendieron hasta tarde y después durante la noche.
Mientras trabajo estoy con los auriculares puestos, escucho melodías suaves,
que no me desconcentran. Pero llegó un momento en que tuve que subir el volumen,
esos pasos parecían producirse en el interior de mi cráneo tapando la música.
Una noche me levanté y fui a tocarle el timbre. Nadie abrió y los paseos
continuaron.
No tenemos portería ni encargado, hay una mujer que limpia los paliers y el
hall de entrada dos veces por semana. Me dijo que nunca había visto al del 4º
B.
El edificio da la impresión de estar deshabitado. Cuando salgo no me cruzo
con ningún vecino y visto desde la acera de enfrente, las ventanas tienen las
persianas siempre bajas. Conjeturo que como son departamentos de un ambiente no
viven familias; debe vivir gente sola, que trabaja todo el día y vuelve recién
por la noche. Menos yo y el de arriba.
Hablé con la inmobiliaria, que también es la que administra. El empleado me
informó que el tipo envía puntualmente los cheques del alquiler y de las
expensas. Se mudó hace años, dijo, ya no lo recuerda y sólo dejó un número de
teléfono para emergencias.
En cuanto llegué a casa marqué el número, escuché los pasos y al mismo
tiempo los timbrazos que progresaban en un vacío casi aterrador. Lo dejé sonar
cinco minutos. La respuesta fueron los pasos ahuecándome el cerebro.
En ese momento hice mi declaración de guerra. Llamados, puñetazos en la
puerta, le deslizaba papeles con las palabras más soeces que conozco, amenazas
inverosímiles. Me fue venciendo la frustración y descuidé mis actividades.
Estaba pendiente de los pasos, apenas dormía y cuando iba un rato a sentarme en
el banco de una plaza, en medio de mi modorra, elaboraba estrategias para
librarme del caminante. Imaginaba que cada una de sus pisadas se alargaba, en
una procesión maléfica, hacia el camino del averno.
La solución la encontró la inmobiliaria. Me llamaron para ofrecerme un departamento,
que se acababa de desocupar en el 6º piso del mismo edificio. Aunque era más
caro, acepté. Con el espíritu alivianado guardé en cajas mis escasas
pertenencias. En esos días, tal vez por la euforia de irme, los pasos parecían
haber menguado su potencia.
Me sentí afortunado con la mudanza, el ambiente era más amplio, daba a un lateral
luminoso, donde también quedaría a resguardo de los ruidos de la calle.
Después del traslado hubo un período de serenidad, incluso estaba a gusto
conmigo mismo. Tardé más de lo necesario en acomodar los pocos muebles. Consulté
un libro de Feng Shui, corrí el sofá
cama y el escritorio numerosas veces, quería encontrar el ángulo óptimo, la luz
y la orientación acertada.
Espacié mis idas al supermercado, terminé por hacer el pedido por teléfono.
Tampoco volví a salir a caminar, hacía footing
dentro del ambiente espacioso, casi monástico. Entre esas cuatro paredes
estaba todo lo que podía desear. Desde la ventana seguía el cambio de las
horas, del clima. Veía alas de nubes que navegaban por el cielo como velas
pálidas, o la noche rota por la luna.
La paz terminó cuando empezaron los timbrazos y la estridencia del
teléfono, hasta que lo desconecté. Más tarde vinieron los insultos, escritos
con letras de imprenta y rodeados de puntos de exclamación, que me pasaban por
debajo de la puerta.
©
Mirella S. — 2014 —
Imagen sacada de la Web

Enloqueció.
ResponderEliminarSe desdobló y ya no sabe ni quien es.
Espero que no sea biográfico, jajajjaa
Besos.
Estoy loca, pero no tanto. Me lo inspiró el vecino de arriba, que a veces deja caer unas cosas que parecen rocas.
EliminarGracias, Torito y besos, también.
Ufff, qué mala pinta tiene esto...
ResponderEliminarDudo si es él el que tiene en su cabeza todo o ese todo lo persigue ciertamente como si fuese el averno...
Espero que continúe, Mirella.
:)
Besos.
Este termina acá, así que todo son especulaciones, que me pueden servir de pista para orientarme sobre qué quise contar... jajajaja...
EliminarBesos y gracias, Marinel.
prisión house
ResponderEliminarDe alguna forma... también.
EliminarBesos, profe.
Me parece un relato redondo, Mirella. Lo he leído con auténtico interés, no solo porque escribes muy bien, sino también porque este relato tuyo guarda semejanza con uno mío en que un tipo ve a otro desde la ventana de su casa en el edificio de enfrente. No es lo mismo, pero te aseguro que guardan una gran afinidad.
ResponderEliminarUn beso grandote.
Me parece haberlo leído, Isabel, pero no lo recuerdo mucho, lástima que no pusiste el título. Hubiese sido interesante releerlo.
EliminarTe agradezco el comentario y es un gusto saber que lo disfrutaste.
Abrazote.
¿Existe la inmobiliaria? Ya no se que pensar, y a pesar de todo me ha entusiasmado el relato. Un enorme abrazo
ResponderEliminarCreo que la inmobiliaria es lo único real... jajajaja... bueno, Ester, menos mal que a pesar del misterio te entusiasmó la lectura.
EliminarAbrazo y beso.
Hacia la mitad del relato mi mente se fue a "Edén interrumpido" de Carlos Sisí, pero luego se impuso tu originalidad y me diste una historia tremenda de locura y misterio.
ResponderEliminarMuy bueno.
Saludos.
Estos relatos sé que son más del estilo que te gusta. Me alegro, porque me parece que más de uno quedó despistado con el final.
EliminarUn abrazo, Raúl y gracias.
En un caso de estos que ya no se sabe quién es quién, ni quién está peor, lo más aconsejable es pagarle a la inmobiliaria religiosamente para irse con la conciencia tranquila y a continuación tirarse por la ventana no si antes haberle pegado fuego al edificio. Pues esto de verdad pasa con muchos vecinos, que joden y molestan más que un grano en el culo.
ResponderEliminarBesos Mirella.
Tengo una larga experiencia con vecinos que molestan, acumulada a lo largo de las múltiples mudanzas que hice en mi vida. Me tocaron unos cuantos que estaban realmente para el psiquiátrico.
EliminarEste relato debe haber surgido como una especie de desahogo.
Gracias, Rafa, con un gran besote.
Terrible situación, pero al fin se convirtió en lo que criticaba o se volvió loco. Una de dos o ambas.
ResponderEliminarCreo que un poco de ambos.
mariarosa
El lector es el que tiene la palabra final y siempre tiene la razón... jajaja...
EliminarGracias, Mariarosa, besos.
Suerte la suya. Llevo años haciendo lo mismo, pero mis vecinos de abajo no se cabrean, no me mandan amenazas bajo la puerta. Siempre están viendo la tele, y no se enteran de nada. Ser la conciencia de otros resulta muy duro en estos tiempos.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Por eso, en el corazón de la gran ciudad, lo mejor es pasar desapercibido.
EliminarUn abrazo y gracias por la lectura, Amando.
Eran sus propios pasos !!??
ResponderEliminarLamento no poder aclararte el panorama, Angelines. El final salió solito y así y también yo lo sigo desentrañando.
EliminarUn besotote y gracias.
Plas plas plas... todos los aplausos. Un relato impecable, intrigante. Un abrazo.
ResponderEliminarMe inclino ante los aplausos y me alegro de que te engancharas con la intriga.
EliminarAbrazo, Darío.
Todas mis felicitaciones, un relato magnifico que engancha. Un fuerte abrazo, Mirella.
ResponderEliminarMuy agradecida, Alfredo, con otro abrazote.
EliminarMe pareció genial Mire. Como siempre tu gran voz de narradora.
ResponderEliminarAbrazototote.
Gracias, Gildo, un alegrón que lo consideres así.
EliminarAbrazototes.
Original enfoque sobre los peatones del piso de arriba, son un clásico en los edificios y en tu magnífico relato lo serviste con una genial ironía. Me da risa que te lo haya inspirado tu vecino de arriba, tal cual lo cuentas en una respuesta anterior, ahora si tu reacción es como la del tipo protagonista del cuento, metes miedo, Mirella!!
ResponderEliminarYo también trabajé siempre en casa y alguna vez se me dio por la práctica del flamenco, vivía en un 4º piso, el de abajo lejos de agredirme me pidió piedad, me conmovió!!
Abrazo molto, MIR!!
Estoy un poco tocada, pero no tanto, Edu. El resto es pura ficción.
EliminarEl del 21º debe practicar levantamiento de pesas y todavía no está con el entrenamiento necesario, porque cada dos por tres larga las pesas y en cualquier momento aparecen en mi deparatamento. Ojo, todo esto es imaginación mía.
Vos también, practicar flamenco, que es zapateo puro... pobre el del 3º.
Gracias por la lectura y por el chusmerío.
Un gran abrazo.
Genial!!!! Un relato circular! Yo también te aplaudo. Me acordé de varios cuentos, y de los autores grandes...probablemente por la manera en que lo cerraste...como ese de Borges, del tipo sentado en el sillón....o el del pullover azul...y los doce pisos, de Cortazar! Exquisito. Grossa, grossa. Abbracio.
ResponderEliminarPrimero escribí un final que no me gustaba para nada. Dejé reposar al texto como si fuera la masa de la pizza, unos días después apareció el actual.
EliminarLas circularidades de Borges y Cortázar son antológicas.
Un abrazo grandote y mil gracias, Patzy.
No puedo definir este cuento, pero hay en él cierto elemento fantástico. No catalogaría al protagonista simplemente como un loco, no es un cuento realista. En la primera versión que hice, sí lo era. Pero cuando se me ocurrió el final que tiene ahora, ya no sé si es sólo locura, si no hay "algo" que se traslada con él al otro departamento... Nunca pude analizar mis cuentos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Jorge, por tu comentario y por la lectura atenta.
Otro abrazo. :D
dios adoro tu blog, y al parecer mucha gente comparte mi opinión. Yo soy nueva en esto y te pediria por favor que te pasaras por el y que dejaras un comentario opinando. Es muy importante para mi. Te sigo, ¿Me sigues? un beso
ResponderEliminarGracias, Silvia, por la visita y bienvenida.
EliminarMe alegra de que te gustara este espacio, pasá cuando quieras.
Un beso.
:) mi blog es silvicovers7.blogspot.com
ResponderEliminarYa voy a conocerlo.
EliminarMuy bueno Mirella. Ya me imagino la cara del protagonista. Debe haberse vuelto loco.
ResponderEliminarMuy buena historia.
Abrazos
carlos
Gracias, Carlos, seguramente su cara no habrá expresado demasiada satisfacción.
EliminarBesos.
Como es habitual, magnífica tu manera de narrar. Redondo. Un regalo leerte.
EliminarComo a Jorge Roussel, me ha hecho pensar en personas capaces de hacer con naturalidad, lo que tan violentamente critican a otros. Y no lo veo para nada fantástico, sino realista: Existen y abundan personas raras, egocéntricas, sin ningún respeto por los demás. Existen pisos de edificios modernos con techos y paredes como de cartón. Existen las reacciones exageradas. Y las revanchas, que también puede ser... (correr una y otra vez los muebles de sitio, hacer footing...
De cualquier modo, un relato impecable. Te felicito y te abrazo.
Es verdad, Soco, parecido al "haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago". Los edificios actuales son colmenas en las que todos comparten sus ruidos y sus vidas con el resto de los habitantes.
EliminarDesde mi departamento escucho, no sólo al de arriba que deja caer cosas pesadas muy seguido, también al del piso de abajo que juega a los gritos con su niño.
Gracias, linda, por estar siempre y con la mejor onda.
Un fuerte abrazo.
Otra estupenda narración Mirella ... tienes una gran habilidad para meternos dentro de los personajes ...
ResponderEliminarAbrazos
Gracias, Esme, es algo que me gusta mucho hacer e, indudablemente, me tira mucho más la prosa que la poesía... aunque estoy tratando de acercarme a ella.
EliminarAbrazotes.
Fantástico! Definitivamente.
ResponderEliminarUn cuento con doble circulación...mal chiste!
Besos Mirella! Me encantó.
Me alegro, Dana, es bueno saber que el lector disfruta con el sudor de mi cerebro... jeje...
EliminarGracias y besos.
INTRIGA EXCELENTEMENTE RELATADA!!!!
ResponderEliminarABRAZOS
Un gusto que lo pasaras bien con la lectura, Adolfo.
EliminarAbrazos, también.
felicitaciones Mirella, tu duende creativo sabe enganchar
ResponderEliminarabrazos y buen fin de semana
Eso parece, Elisa, de acá no salen aburridos, lo cual es ya un logro...
EliminarAbrazote, linda.
Se piró mal....se volvió chapita. como dirían por allá.
ResponderEliminargenial.
Pirarse, chapita... palabras que ni la lejanía consigue borrar.
EliminarGracias, Karin, por darte una vuelta por el barrio... jeje...
Un ambiente claustrofóbico. me chifló. Me gustan estas descripciones tuyas.
ResponderEliminarMe recordaste la peli de Polanski "el quimérico inquilino" Le locataire.
Cuando se entra en una espiral como ésta, es como volver loco a cualquiera.
Y bueno quien no ha tenido un vecinito pelotudo,eh?
Yo si quieres te paso un par de mis taconazos y a replicarle... Sonrío.
Muchos besos, Bella dama.
Aquí se estrenó como "El inquilino", pero el protagonista estaba mucho más "del tomate" que el mío, como decimos por aquí. Qué pélicula.
EliminarYa te dije que tus tacones me hielan hasta la médula con solo verlos.
Gracias, guapa Zarza, un gusto leer tus comentarios.
Besotes.
Qué buen relato, Mirella.
ResponderEliminarEspeluznante, con una vuelta de tuerca brillante sobre el final. Excelente manejo del suspenso durante toda la trama.
¡Felicitaciones!
Gracias, Juanito, un gusto que te pareciera enigmático y que te hayas ido satisfecho.
EliminarMuchos saludos.