Qué la enamoró de Juan
cuando lo conoció en ese curso de periodismo, ya no se acuerda. Es difícil
desenterrar sensaciones que parecieron intensas si el sentimiento no
está más. Tampoco tiene ganas de revivir ese amor del que ni quedan cenizas, y
menos cómo se inició. Sin embargo, caminando por la calle, alguien le recordó al
Juan de la primera época y, sin quererlo, ligado a él, aparece también el aula
del Instituto, grande, llena de estudiantes que se disputan las sillas.
La génesis fue así: ella
tironeando del respaldo y Juan del apoyabrazos. Ganó él, alto y forzudo. Usaba
una remera blanca de mangas cortas (cómo se va acordando), en la piel bronceada
se le marcaban las venas, que parecían cordones azules. Ella, flacucha, bajita,
trastabilló, lo miró unos segundos con furia reconcentrada y, al descubrir una silla vacía en el fondo del aula, salió corriendo en esa dirección. Esquivando piernas y
mochilas, se lanzó a la conquista del lugar desocupado. Desde allí del profesor
sólo veía un penacho de pelo rebelde. Lo llamaban el Pájaro Loco (lentamente los
recuerdos toman forma).
En otra oportunidad vio a Juan en el bar del Instituto, tan atestado como el aula. Había que ir hasta el
mostrador, hacer el pedido, traérselo en una bandejita precaria y después
amucharse en alguna mesa. Con un movimiento de serpiente había conseguido
llegar hasta la primera fila. Le entregaron la taza y un brownie (con qué
nitidez recuerda ahora) y cuando giraba con su bandeja en alto, un codo grueso
como un caño de desagüe, le hizo volar la taza y el café con leche se derramó
en una lluvia de barro sobre su pelo y su blusa. El energúmeno no se disculpó,
sino que se apuró a llenar con sus músculos la brecha que ella había dejado.
Ya lo tenía bien
identificado: un ropero demoledor del que debía apartarse. El siguiente
encuentro se dio en el cine debate mensual que organizaba el Instituto. De la
película casi no se acuerda, estaba pendiente de sentarse al lado de Fabio, que
buscaba sentarse al lado de Carolina. Juan apareció de la nada y
ocupó la butaca libre a la que ella le había echado el ojo y que estaba junto a la
de Fabio. De modo que Juan quedó interponiéndose entre ella y el destinatario
del metejón que la desmigajaba en esos momentos. Qué clarito se acuerda de los
movimientos en vaivén que hacía para verlo, pero el cuerpo de gladiador de Juan
le impedía toda visión de Fabio, que era menudo y petiso como ella.
Estaba nerviosa y en la
mitad de la película —en blanco y negro, uno de esos bodrios franceses de la nouvelle vague, cree recordar que era “El año pasado en Marienbad”, donde no
pasaba nada, pero que le gustaban en aquella época, porque le daban un aire
intelectual y de vanguardia—, entonces, justo durante un silencio, no es que
los personajes hablaran demasiado, a ella se le ocurre abrir el paquete de
caramelos. El crujido del celofán crepitó en la salita que oficiaba de cine
como si fuera el fuego de una hoguera. El chistido, mejor dicho, el resoplido
de Juan, la paralizó y no pudo seguir desenvolviendo el caramelo. Se quedó así,
con medio caramelo sin papel que se le fue pegoteando entre sus dedos,
calientes de indignación. Cuando se encendieron las luces, pudo ver que el
brazo de Fabio había rodeado el hombro de Carolina.
Una noche, a la salida
del Instituto, se topó con Juan en la esquina. Llovía, con una lluviecita
compacta e implacable. Ella odiaba los paraguas, sistemáticamente se los olvidaba
en cualquier sitio donde los apoyara. Se subió la capucha de la campera y se
arrinconó en la ochava a la espera del cambio del semáforo.
Juan tenía un
paraguas enorme, como hecho a su medida. Cuando el semáforo indicó que podían
cruzar, ella se apuró, él se le puso al lado y la guareció debajo de esa
especie de sombrilla para elefantes.
Ahí empezó todo. ¿Habrá
sido ese gesto el principio de la atracción? Nuevamente la memoria empieza a
fallarle y no puede discernir bien las etapas que siguieron, casi nunca de la
mano, a veces cada cual por su lado, a los codazos, a los gritos. Ese período
es como si se hubiera apelmazado de tal manera que lo único que ve es un
mazacote oscuro de discrepancias.
Ahora, recordando los
inicios, entiende que no podía haber sido para toda la vida o hasta que la
muerte los separe; en el fondo era lo que entonces ella esperaba que durase
el amor, no tan solo los veinte años que estuvieron juntos.
©
Mirella S. — 2010 —
Así son los recuerdos, salen como esos pañuelos de papel que, al tirar de uno, van saliendo todos de la caja. Besetes,
ResponderEliminarBuena imagen, Angelines, muchas veces ocurre así. Vienen encadenados.
EliminarGracias y otro besete.
Lo que mal empieza, mal acaba...
ResponderEliminarY no es cuestión de destino ni de casualidades, no lo creo. Es mentira lo de es que estábamos hechos el uno para el otro... y esas cosas que queremos creernos mientras el amor dura.
Me suena esta historia que duró en otro caso, 17 años...
Besos, bella dama.
Depende, Zarza... cada pareja es un mundo y algunas son de otras galaxias.
EliminarConocí a una que de novios se llevaban como perro y gato y con el tiempo la relación prosperó en una mayor comprensión mutua.
La duración no está garantizada para nadie.
Gracias, guapísima, y muchos besos.
en cosas del amor no hay recetas ni sabidurías que sirvan
ResponderEliminarel amor es una caja de mago ... nunca sabes que asomará
el tiempo no es lo importante
la vida que se comparte es lo que cuenta
besitos y buena semana
el relato es atemporal , puede aplicarse natural ayer hoy y mañana
:D
http://dondeperderse1.blogspot.com/
EliminarEl amor durará lo que tiene que durar, pero la protagonista del relato deber haber visto mucho cine holibudense y se quedó enganchada en las frases remanidas "hasta que la muerte nos separe" o "es el primer día del resto de nuestras vidas".... jeje...
EliminarGracias, Elisa, por pasarme tu nueva dirección para recibir las notificaciones de lo que publicás.
Besos.
20, 5 o meses
ResponderEliminarLa esencia es lo que dura, en realidad
Depende de lo concentrada que sea... puede evaporarse rápidamente.
EliminarBesos, Oscar.
A pesar de que Juan era un plasta acabó metido en la jarra, y creo que se me entiende lo que quiero decir. Sin ella ser consciente de ello, quizá lo que más le atraía de aquel hombre, eran sus bruscos modales. Veinte años son muchos, o nada, según cantaba el maestro Gardel.
ResponderEliminarBesos Mirella.
Qué bien, Rafa querido, conocías el tango "Volver", de donde proviene el título del texto.
EliminarVeinte años es muchísimo si fueron vividos como "La guerra de los Roses"; un suspiro si la relación iba lisita y se corta de repente, por lo que sea.
Un abrazo grandote.
Me encanta como escribes.
ResponderEliminarEs tan entrañable...
Me has hecho recordar una Rosa.
Besos.
Gracias, Xavi, me alegra que disfrutes con lo que escribo.
EliminarEspero que el recuerdo de esa Rosa no haya sido demasiado triste.
Besos.
Gracias, Xavi, me alegro de que disfrutes con lo que escribo.
EliminarEspero que el recuerdo de esa Rosa no haya sido muy triste.
Besos.
Así son los recuerdos... A veces existen quienes recuerdan las cosas bruscas y no lo hermoso. Coincido con Toro, pero ya te lo he dicho tantas veces que vas a pensar que lo digo por adularte
ResponderEliminarBesos
carlos
Por los datos que aparecen en el relato, los momentos bruscos son los que prevalecieron. Seguramente habrá habido buenos momentos, que quedaron tapados por los otros.
EliminarNos leemos hace más de un año, Carlos, de ningún modo voy a pensar que sos un adulador.
Gracias, siempre.
Un beso.
Y argentina a la final
Eliminarsoy incha de la selección argentina.
abrazos y nos vemos en la final.
carlos
Gracias, Carlos, no miro los partidos, no sé nada de fútbol y los sufro...
EliminarContra Holanda, cada tanto prendía la tele para ver cómo iban debido al silencio imperante, porque con cada gol argentino la ciudad se vuelve un solo grito que aturde.
Sí miré los penales... qué nervios.
Gracias por los buenos deseos.
Un abrazo.
ResponderEliminarSiempre esperamos que el amor sea eterno cuando ni la eternidad es eterna. (me ha quedado una cita)
El caso es que describes muy bien el advenimiento de la memoria que se creía perdida.
Siendo positivo, 20 años son muchos si son, exactamente, los últimos veinte años.
· un abrazo
· CR · & · LMA ·
Estás hecho un filósofo, Bolo. Veinte años son una eternidad si se viven en esas condiciones y solamente para sostener una ilusión.
EliminarUn abrazo invernal.
ERES UNA CRACK PARA CREAR TREMENDOS RELATOS!!!! UFFFFFF SIPOTE TEMAZO!!!!
ResponderEliminarUN ABRAZO
Adolfo, siempre con una mirada positiva con lo que escribo, te lo agradezco mucho.
EliminarOtro abrazo.
Para lo que el amor dura hoy, veinte años es una eternidad.
ResponderEliminarAsí es, Tracy, hoy todo termina rápidamente y sin demasiadas vueltas.
EliminarGracias por la visita.
Besos.
Los escenarios del amor, nuca se sabe bien como terminarán pero es el comienzo donde esos recuerdos son mas intensos y pasionales .
ResponderEliminarMuy lindo el relato de hoy.
Mil besos!!!
No me gusta mucho como quedó este relato y dudé en publicarlo, es de hace unos años y cambié bastante la forma de escribir.
EliminarLo nuevo que terminé tampoco me conforma y lo estoy corrigiendo.Paso por un período en blanco.
Gracias, linda, un beso enorme.
Es muy bueno, pero me pregunto: cómo pudo la protagonista enamorarse de semejante tipo.
ResponderEliminarCuando uno escribe , al menos yo, saco un poco de aquel amigo que conocí, los amores de
aquella chica del barrio y con todo eso salen cuentos. Los tuyos son muy buenos, tienes estilo, algo díficil de lograr.
Un abrazo.
mariarosa
En las cosas del corazón te podés encontrar con enormes sorpresa, la prueba está en algunas mujeres golpeadas, que siguen defendiendo y perdonando al maltratador.
EliminarSoy bastante observadora del alma humana y a veces me baso en ciertos personajes de la vida real.
Este cuento quise darle un tono irónico, pero como la ironía no es mi fuerte, no lo logré.
Gracias, Mariarosa, por tu presencia.
Un abrazo.
Me gustó mucho esta frase: "Es difícil desenterrar sensaciones que parecieron intensas si el sentimiento no está más".
ResponderEliminarLo disfruté mucho, en verdad nos trasladas a esos momentos de buscar y encontrar un amor, que uno no sabe para cuánto durarán.
Te abrazo Mirella, beeeesos.
Gildo, gracias por pasar y un es gusto grande que disfrutaras lo mismo del texto, aunque no lo considero muy bueno.
EliminarEl amor es un gran misterio, tan grande como la vida y la muerte.
Abrazo y beeeeesos.
ResponderEliminarTal para cual
Cada uno encuentra la horma de su zapato.
EliminarGracias, Chaly.
"...no tan solo los veinte años que estuvieron juntos..." Es curioso cómo, cuando las cosas no funcionaron, solemos minimizar hasta aquellos hechos que alguna vez fueron nuestros mejores logros. Un relato para disfrutar. Gracias, Mirella! E forte abbraccio.
ResponderEliminarEsa frase final quiso ser irónica, porque la protagonista, esperaba que fuera para toda la vida, entonces qué son veinte años, pero como dije más arriba, no está bien logrado el tono del cuento. E incluso ahora pienso que no sé si va ese final.
EliminarGrazie a te, Patzy, per la fedeltá, non manchi mai. Sei un tesoro.
Bacioni.
Los amores pasados forman parte de los recuerdos siempre nos acompañarán aunque con el paso de los años los veas con mucho más sosiego.
ResponderEliminarme gustó tu relato Mirella.
Abrazos
Estamos hechos por las vivencias pasadas, que de alguna forma nos moldean. Muchas veces, nos suceden olvidos, porque no queremos asumir la responsabilidad que tuvimos.
EliminarGracias, Esme, por tu constancia con este espacio.
Un beso grandote.
Veinte años no es nada, la memoria usa otra dimensión del tiempo y los recuerdos son frescos, nada que ver con el tiempo real. A propósito tu relato me llevó al recuerdo de cuando consumía, en el cine arte Lorraine, las peli de la "Nouvelle vague" como la de Alain Resnais "Hace un año..." que a diferencia de la flacucha bajita de tu historia a mi me apasionaba ese cine, me gustaba Robbe Grillet, me gustaban las flaquitas de anteojos...Fue ayer.
ResponderEliminarEs frente al espejo que huyen los recuerdos y pierden inmediatez. En el amor para que sea durable, pienso, deberíamos usar la dimensión del tiempo de la memoria, siempre fresca, siempre presente la etapa del inicio deslumbrante!!
Abrazo, Mirella (¿Usas anteojos?)
Volvió el preguntón... uso anteojos nada más que para leer. De lejos veo perfectamente.
EliminarNo me gustaban esas pelis francesas ni la "nouvelle vague" o la Sagan.
Hice un curso de periodismo, que no terminé, allí conocí a mi marido, todo un caballero, nuestra historia fue otra. Me basé para este relato en algunos personajes que pululaban en ese Instituto.
Espero que tu curiosidad haya quedado satisfecha.
Gracias por la lectura, espero que consigan traer a tu hermano a la Capital y se recupere pronto.
Un abrazo, Eduardo.
Cierto que 20 años no es nada: mi historia duró mas de 30...
ResponderEliminarPero sea el tema que sea, tu manera de narrar es lo que cuenta. A mi, me despiertas todas las emociones y me echas a andar todos los sentidos. Me encantas.
Un abrazo lleno de primavera.
Tu comentario me pone muy contenta, Soco, porque esa es la misión o lo que empuja al que escribe: despertar emociones, hacer reflexionar...
EliminarMuchas gracias, desde una Buenos Aires helada y ventosa.
Abrazo grande.
...la vida no es nada. 20 anos, mucho menos.
ResponderEliminarSaludos.
Veinte años es un segmento que puede ser breve o largo, según midamos el tiempo que nos toca vivir.
EliminarMuy agradecida por la visita, Carlos.
Saludos.
Hola Mirella!
ResponderEliminarMe encantó. Primero me fui enfureciendo con Juan, no podía apartar el texto de la realidad, incluso buscaba los “Juanes de mi vida” a ver con quién lo asociaba.
Después, al ver el desenlace, pensé que no fue tan mala la cosa; veinte años es “casi” un “hasta que la muerte los separe”.
Nada está escrito, por ahí ves parejas que parecen de miel y ni bien se casan se las comen las hormigas. Otras, a los tirones, duran una eternidad.
Es muy difícil eso del amor y la convivencia, y el control remoto…y la suegra…y hijitos…y los dientes del ratón Pérez…y el acto de San Martín.
En fin, que pasé a verte para dejarte un abrazo apretao’ de invierno (si sigue este frío con lluvia voy a necesitar una sombrilla para elefantes, me estoy ensanchando ji)
Besos!
Tengo que volver, mientras dale de comer al mini-gati. ;)
¡Volviste Vivian! Qué lindo saber de vos... cosas de la vida: vos llegás y yo voy a estar ausente por un tiempito del mundo bloguero. Necesito concentrarme y escribir.
EliminarVeinte años con el mismo tipo es casi una locura... jajaja... pero hay minas para todo. Digamos, en este caso, porque hay parejas que se bancan y hasta son felices.
Un abrazo apretadito y espero que vuelvas a abrir el blog y a escribir.
Volveré... pero no seré millones.
Una hermosa historia de amor, Mirella. Los recuerdos siempre están presentes en las etapas de la vida, y muchas veces se vuelven borrosos y mentirosos, o más bien adecuados para que uno pueda contarlos a conveniencia a través de del tiempo. Pero siempre es un placer volver a revivir situaciones.
ResponderEliminarSaludos.
Con el tiempo las situaciones se desvirtúan, mejor dicho, las desvirtuamos a nuestro favor. Sin embargo hay escenas que aparecen nítidas en nuestra memoria en cuanto las evocamos.
EliminarGracias, Raúl, vos "semper fidelis" ...
Abrazo.
Un abrazo.
besitos y abrazos colorinches pa´la semana Mirella
ResponderEliminargracias por tu huella
estaremos al agüaite (ojo) como decían los viejos del campo jajaja
:D
También para vos, Elisa, no será por mucho tiempo, porque extraño.
EliminarUn abrazote.
Todo amor que dure más de veinte minutos es puro adorno, superchería, escalones de tiempo hacia los sótanos de la soledad.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Bueno Amando, no es para tanto... algunos alcanzan los veinte días antes de desinflarse.... jeje.
EliminarUn abrazote y gracias.
Mirella S. Me encantó tu blog, y si existen amores que duran toda una vida aunque cada vez quedan menos....Me encanto tu blog, y me quedo, seguiré leyéndote.
ResponderEliminarUn abrazo
Te invito a que pase por el mío.
http://entredosluces12.blogspot.com.es/
Gracias, Pastora ¡bienvenida!
EliminarPor suerte hay de todo bajo el sol, aunque es cierto que se tiende aceleradamente a los amores efímeros.
Apenas pueda iré a visitarte, vengo un poco complicada y con poco tiempo
Un abrazo.
Majestuoso, Mirella.
ResponderEliminarTransmitís de manera impecable el romanticismo que ya fue. Te juro que siempre esperé, a medida que avanzaba en la lectura, un final feliz, una vuelta de tuerca a favor de la protagonista. La realidad (¿la rutina?), finalmente, pesó más que todo lo demás: a pesar (o quizás por...) de los veinte años juntos, se terminó el amor.
Me encantó.
¡Saludos!
Jajaja... Juanito, en este caso un romanticismo muy especial, algo bruto... pero sobre gustos...
EliminarMe parece que en la mayoría de mis relatos no hay un final feliz, aunque creo en ellos, y que duren lo que tienen que durar.
Un final feliz es que ella lo pueda recordar sin nostalgias y haya recuperado su vida.
Mil gracias por tus apreciaciones y muchos saludos.
Pues sigue recurriendo al archivo Mirella, si te apetece. Porque tus relatos, sean viejos, de hace algún tiempo o actuales, siempre son interesantes y sobre todo de mucha calidad.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
PD: deseo que tengas unos días agradables. claro que ahora recuerdo que aquí es verano y vacaciones y allá, será otoño y época de trabajo.
Pero da igual ¿no? Igualmente disfruta de la vida.
Chao.
Gracias, José, por pasar. Aquí es pleno invierno, estoy bastante atareada porque es la "temporada alta" de trabajo, además, con pocos deseos de escribir, lo que para mí es bastante grave.
EliminarPor eso me estoy tomando unas mini vacaciones del mundo virtual, pero apenas pueda me daré una vuelta por tu espacio.
Muchos saludos.
Me ha gustado mucho tu relato. Acabo de descubrir tu blog y la verdad es que me ha gustado todo lo que he encontrado en él.
ResponderEliminarEspero que pronto vuelvas a coger el ritmo de escribir porque se te da muy bien.
Un saludo :)
Gracias, Sara y bienvenida. Me alegro de que te resultara interesante este espacio.
EliminarPor el momento voy a hacer un alto, porque no sirve obligarse a escribir cuando no hay motivación. Pero seguramente continuaré publicando en las próximas semanas, ya que es algo que me hace mucho bien.
Besos, y apenas pueda te retribuiré la visita.
Pues si.
ResponderEliminarUn Canceriano de manual.
:)
Besos.
Somos de la misma cofradía, Xavi, espero que lo hayas pasado bien y mis mejores deseos para tu nuevo año.
EliminarAbrazote.
Me quedo con tu permiso a leer tus relatos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bienvenido, Pablo, espero que te sientas como en tu casa y te guste lo que hay en este espacio.
EliminarOtro abrazo.
Me parece muy bien que recurras a los archivos, señal que no has olvidado nada.
ResponderEliminarUn beso.
feliz semana Mirella
ResponderEliminarmil gracias por tu huella
abrazos