Debo
reconocer que no me resulta fácil convivir con este hombrecito que se asoma
diariamente por la ventana de mi cocina. Es una situación bastante anómala y
molesta además, porque en mi casa me gusta andar en camisón y sin nada en
verano.
Hasta podría tolerar ver la cara intrusa detrás del vidrio, hasta podría ignorarlo —o decidirme a poner unas cortinas— y seguir con lo que estoy haciendo, sin embargo, lo que más me exaspera es que se le vea sólo la cabeza, con esa mata de pelo carbón y esos bigotazos de utilería. Pobrecito, en realidad parece la caricatura de una cabeza.
Hasta podría tolerar ver la cara intrusa detrás del vidrio, hasta podría ignorarlo —o decidirme a poner unas cortinas— y seguir con lo que estoy haciendo, sin embargo, lo que más me exaspera es que se le vea sólo la cabeza, con esa mata de pelo carbón y esos bigotazos de utilería. Pobrecito, en realidad parece la caricatura de una cabeza.
Trato de
no acercarme a la ventana cuando él se asoma. Le
doy la espalda y me preparo un té. De vez en cuando no puedo con mi genio, giro
con un movimiento brusco y le pesco un parpadeo agitado y un leve temblor en la
punta de los mostachos.
Se queda
poco tiempo, en cuanto salgo de la cocina y voy a otra habitación, se va. No
tiene horarios, sus apariciones son caóticas y eso me irrita porque nunca sé
cuándo lo voy a encontrar.
Cada casa
tiene sus rarezas y hay que soportarlas. Me acuerdo de un edificio de
categoría, de cinco pisos, que tenía un árbol, un hermoso jacarandá, dentro del
hall de entrada. La ocurrencia que tuvo el arquitecto para no sacarlo, fue
adaptar la construcción de modo que el árbol creciera libremente en su lugar,
así que el tronco pasaba a través de los balcones, en huecos especiales, que
iban agrandando a medida que el árbol se robustecía. Los balcones tuvieron que
ser muy amplios, lo que les quitó unos buenos metros a los departamentos del
frente.
En la época en que el árbol florece el espectáculo era admirable, con todo ese despilfarro de tonos violeta pálido. Claro, siempre hay que pagar un precio: los vidrios de los ventanales estaban rayados por las ramas sacudidas por el viento fuerte proveniente del río. A los del tercer piso (que era donde el jacarandá se ponía más frondoso) no les quedó otro recurso que sacar los vidrios que impedían su crecimiento, de modo que se apretujaron en las habitaciones de la parte de atrás, mientras el árbol desplegaba sus ramas en el living y en el comedor. Además, hacia el mes de noviembre, sobreviene la nevada lilácea de las flores, que caen y forman montañitas en los balcones, con el trabajo extra de barrerlas varias veces por día.
En la época en que el árbol florece el espectáculo era admirable, con todo ese despilfarro de tonos violeta pálido. Claro, siempre hay que pagar un precio: los vidrios de los ventanales estaban rayados por las ramas sacudidas por el viento fuerte proveniente del río. A los del tercer piso (que era donde el jacarandá se ponía más frondoso) no les quedó otro recurso que sacar los vidrios que impedían su crecimiento, de modo que se apretujaron en las habitaciones de la parte de atrás, mientras el árbol desplegaba sus ramas en el living y en el comedor. Además, hacia el mes de noviembre, sobreviene la nevada lilácea de las flores, que caen y forman montañitas en los balcones, con el trabajo extra de barrerlas varias veces por día.
Sin
embargo, a mi juicio, los que la pasan peor son los que cohabitan con los
fantasmas de anteriores propietarios, que se empecinan en no abandonar el
antiguo hogar. No hay que decir con ligereza que todos son
crueles y vengativos. Para saber a qué atenerse con ellos, es recomendable
conocer la historia del difunto. Si su deceso fue reciente, las informaciones
más jugosas se pueden obtener a través del portero o de una vecina anciana y
sola, que son los que suelen conocer al dedillo los movimientos de los
moradores del edificio. Con esos
datos a veces se logran pactos de no agresión. O si el espectrito es
inofensivo, hasta se consigue integrarlo al grupo familiar. Ahora, si el deceso
ocurrió en tiempos remotos y hay un fantasma recalcitrante en irse del lugar —y encima es malévolo—, esa familia no tiene más alternativa que recurrir
a una médium para sacarlo del limbo en el que está atascado y devolverlo al
espíritu del universo.
Dentro de
todo soy bastante afortunada con lo que me tocó en suerte. El hombrecito no
interviene en mi vida, no ensucia, no se toma revancha si lo asusto. Tan sólo
aparece en la ventana de mi cocina cuando sabe que estoy ahí. Nunca en el baño o en el dormitorio,
lo que sería mucho más incómodo y violatorio. No quiero volver a mudarme porque
una no sabe qué le va a deparar la nueva casa. Por ahora procuro acostumbrarme
a la presencia de su cabezota ovoidal. No
me pregunto de dónde viene, no puedo preguntarme eso.
Vivo en un
piso 20.
©
Mirella S. — 2013 —
![]() |
"Ventanas en la noche" de Edward Hopper |
Yo debo ser un loco;
en todo caso si estoy cuerdo,
los demás no deberían
tampoco andar sueltos.
los demás no deberían
tampoco andar sueltos.
George Bernard Shaw
Sencillamente genial, me fascina como eres capaz de hacer un "relato" de algo tan sencillo y que al leerlo uno se pueda involucrar en él, imaginar a dicho hombrecillo, o ese árbol creciendo casi como parte de las familias que viven en ese edificio. De todo lo que he leído tuyo es lo que más me ha gustado junto con "El regalo del mar", pero sigo en ello, así que volverás a tener noticias mías.
ResponderEliminarUn beso dulce de primeras luces del día.
Te había escrito un mensaje que de pronto desapareció mágicamente, no sé si lo recibiste. El Blogger no está funcionando bien.
EliminarTe agradezco el comentario tan favorable y con comentarios así sólo te puedo decir: volvé prontoooo!!!!
Un saludo y buen inicio de semana.
El problema de las flores de ese árbol, es que son pegajosas y dejan mancha difícil de quitar; por si no sabías. ¡Pero son preciosas cuando están colgadas en conjunto!
ResponderEliminarSoy una enamorada de esos árboles, por mi casa hay muchos y cuando se les empiezan a caer las flores, las veredas se cubren con una hermosa alfombra lila; sí, son pegajosas, aunque no sabía lo de las manchas.
EliminarBixen, cuando tenga que escribir algo sobre la naturaleza, te voy a pedir asesoramiento, veo que estás bien informado/a.
Muchos saludos
Y que esperas, con el cuerpazo que tiene la protagonista del relato. Se levanta de la tumba las veces que haga falta.
ResponderEliminarSaludos Mirella.
Hombre tenías que ser para fijarte en esas "nimiedades"... jajaja!!!!
EliminarGracias por venir (aunque no te asomes por la ventana, eh...)
Un gran abrazo
Esta facilidad tuya para escribir y contar tan lindos relatos es de las cosas que a uno le llena. Gracias por los momentos que nos dedicas y brindas amiga, y es un placer el seguirte.
ResponderEliminarBesos Mirella.
Rafa estuve extrañando la cuota picaresca de tu comentario del día, porque la risa es salud y yo te leo, suelto mis buenas carcajadas, me suben las endorfinas y largo los antidepresivos... jajaja!!!)
EliminarMe alegro de que te guste lo que encontrás en el nido.
Un abrazo
Mirella,contundente final donde pones al descubierto la facilidad con la que juzgamos a los demás desde nuestra soberbia altura.
ResponderEliminar(Volvemos a tener problemas con Blogger)
Un saludo.
Manuel, tu constancia para pasar y leer, es invalorable y te lo agradezco mucho.
EliminarMe di cuenta de que algo no funciona con Blogger porque estaba contestando un mensaje y... desapareció.
Un abrazo y buen inicio de semana.
Si el de bigotes se aventura hasta el piso 20 a mirar por la ventana es porque algo gana en tan peligrosa empresa ja ja ja.
ResponderEliminarLas arquitecturas están hechas para ser habitadas y no deshabitadas y la arquitectura de la literatura sí que cobija espíritus con todos sus eventos en procura de humanizarse!!!
Divertido relato que aosculta en los ecos y reverberaciones de la comunicación, esa dimensión donde todos podemos ser posibles desde la umbra, la penumbra o la luz, aunque sea solo por alguna vez.
Abrazos Escritora!!!
¿Por qué los hombres buscan "realidades", "motivaciones", cuando lo que hay es fantasía? ¿Por qué el pobre hombrecito debe forzosamente ganar algo? Tal vez necesite compañía... además es sólo una cabeza que flota... jajaja!
EliminarGracias Aris por la visita y por las dudas no me saco el camisón. Muchos saludos.
Cada vivienda es un mundo. Y pueden pasar tantas cosas entre paredes, techos y suelos, como se puedan imaginar.
ResponderEliminarY siempre lo real supera a lo imaginado.
besos :)
Vivimos rodeados de misterios que superan lo imaginable, pero nuestros sentidos son demasiado torpes para captarlos y entonces escribimos historias fantásticas, esperando que se develen.
EliminarGracias por la visita y un gran abrazo.
Ufffff, ahora que lo dices espero no tener un "bigotitos" rondando por mi casa, yo casi siempre llevo menos ropa que la que mencionas en la entrada, sobre todo si hace buen día, jajajaja. Estupendo trabajo el tuyo, me gusta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Nunca se sabe, mejor correr las cortinas... jaja!!!
EliminarMuchas gracias por la visita y que tengas una buena semana.
Besos
Mirella Cuanta facilidad para escribir tan fabuloso relato te deseo una fabulosa semana Saludos desde España
ResponderEliminarGracias José Ramón, no creas que este me salió tan fácil. Lo tuve que elaborar bastante, pero parece que gustó y lo agradezco.
EliminarUna semana excelente también para vos.
Abrazos desde Buenos Aires.
Muy buen texto. Bravo por el arquitecto de la jacarandá. Hay días que maldigo el día en que esta especie bajó de los árboles. Cuando te enfades con el hombrecito de testa peluda que te observa en silencio, piensa en su soledad y desamparo que siente al verse separado de su objeto de deseo por un frío cristal. Y a la intemperie, con el viento que sopla en las alturas de un piso 20...
ResponderEliminarLo tendré en cuenta, pobrecito, colgando ahí solo, pero a veces resulta un poco intimidante e invasivo ser observada por alguien con unos mostachos temblorosos... aunque ahora que lo pienso a esta altura siempre hay viento, tal vez esa sea la razón del temblor y no por la emoción de verme.
EliminarBienvenido y gracias por pasar.
Muchos saludos... desde el piso 20.
Es un gusto encontrarme en tu espacio y leer lo que has escrito. Muy bien llevado el relato formado por micros internos. La historia y sus fantasmas cautivante.
ResponderEliminarUn abrazo Mirella.
Gracias por pasar y dejarme tan lindo mensaje.
ResponderEliminarCreo que las dos somos ancianitas del siglo pasado... jejeje!!!!
Un abrazo y nos seguiremos leyendo.
Muy bien logrado relato, si fuera la protagonista trataria de encontrar un piso bajo
ResponderEliminarAbrazo
Lapis ¿con cuál intención, para poder darle acceso al hombrecito?
EliminarOtro abrazo
Buen relato Mirella. Creo que no tengo ningún calvito por casa pero a veces me sorprendo hablando con los invisibles jjj
ResponderEliminarMe gustó... de verdad
Besos desde Barcelona
Gracias Esme por visitarme (¡y nada menos que desde Barcelona!)
EliminarEs grato saber que te gustó y cuidadito con los invisibles, son los más peligrosos, se los puede pisar.
Abrazo desde Buenos Aires.
Vivir en una casa sin fantasmas debe ser un aburrimiento.
ResponderEliminarUn beso.
Habló la voz de la experiencia...jajaja!!!!
EliminarUn gran abrazo.
Yee! cada casa tiene sus rarezas, la mía revela sonidos extraños cuando estoy sola, es muy raro.
ResponderEliminarSaludos y un placer leer tu interesante relato.
¡Gracias por la visita!
EliminarEl más temible ruido es cuando cruje la madera del piso de la habitación de al lado, como si fueran pasos que se acercan.
Un abrazo
Según entiendo en USA bajo la consigna "Full Disclosure" aparentemente hay que informar que "hay inquilinos" o que murió alguien en la casa. Igual los argentos vivimos rodeados de fantasmas: El fantasma de la inflación, de la devaluación, etc.etc. Y ni hablar de los que aon hinchas de equipos en el descenso...:-) Beso!
ResponderEliminarNo se me había ocurrido que el relato podía ser una metáfora de nuestro país, pero veo que contiene algunos de los componentes que nos aquejan.
Eliminar¿No serás gallina... ? No, hay más olor de bostero...
Abrazo
Acabo de entrar después de varios días y me encuentro este relato bello y un poquito inquietante. Me ha encantado.
ResponderEliminarGracias Olga por pasar y dejar tu brizna en el nido. EL relato es algo inquietante, pero con cierto grado de humor, de absurdo, que no lo convierte en uno de terror.
EliminarEspero que ningún fantasma se haya instalado en tu casa y ningún hombrecito te espíe por la ventana... jajaja!
Un abrazo
Imaginación prodigiosa y buen arte para expresarla, Mirella, envidio a ese hombrecito de mostachos aunque tenga la cabezota ovoidal, tu camisón debe ser traslúcido!!
ResponderEliminarBesote contumaz, MIR!!
Gracias, Edu, por veneir a leer historias de los primeros tiempos. Esta es de las pocas que tienen un toque de humor o ironía.
Eliminar¿Ya sacaste los libros que te recomendé del freezer?
Abrazo.
Me gustan los que tienen un toque de humor.
EliminarLos libros que tengo en el freezer...Tengo uno "La mujer justa" que lo estoy descongelando para las fiestas. En diciembre encuentro sosiego, terminaron todos los campeonatos de fútbol (Sigo los europeos) y también terminan los programas periodísticos, ya no hay vorágine, irrumpe la placidez, momento ideal para la lectura!!
La novela del itálico, "La soledad de..." leí una reseña y la temática me parece triste, no es tema que me atrape!!
En el 2015 te comentaré que me pareció "La mujer justa", tiene temática chusma, rubro de sumo interés para mí!!
Abrazo y mil reverencias caballerescas, MIR!!
Entonces buscate otro, Edu, no es un libro para el verano, es puro drama.
EliminarAbrazo.
Es para las fiestas de fin de año, no para el verano, en esas fechas el drama me sienta bien, son días muertos, tirado en un sofá y en el letargo de las tardes viviré esa novela, veremos que tan dramática, en el curso de su desarrollo sobrevolará tu imagen, te miraré sobre los anteojos, plácido y en paz...
ResponderEliminarBuenas noches, siempre, que siempre tengas buenas noches, MIR!!
Ufff, las fiestas, veo que para vos también son un embole. Espero que el libro te guste, mirá que Márai es denso.
EliminarAbrazo, Edu.