Se mudó al departamento de
al lado hace ya unos meses, pero nunca la he visto. Su baño está pegado a mi
living, así supe que canta temas de Shakira cuando se ducha. Siempre las mismas
estrofas, empieza despacito para calentar la garganta, después larga unos alaridos
a todo pulmón que perforan las paredes endebles que nos separan. Mi vecina se
ríe mucho, con unas carcajadas afónicas que destemplan la tranquilidad de vivir
casi en una nube: piso 26, mirando al Jardín Botánico y detrás un exiguo segmento
del río.
A su regreso, en cuanto abre
la puerta, se acaba el silencio. Habla por teléfono, silba, y se oyen golpes
como si tropezara con los muebles o se le cayeran objetos al piso. Creo que
vive sola igual que yo y, sin entrar en detalles porque soy un caballero, están
los sonidos de los fines de semana por la tarde. El dormitorio de Shakira da a
mi cocina, y un domingo a eso de las cinco, fui para prepararme un té, cuando en
la quietud irrumpió una catarata de gemidos, que fueron in crescendo hasta terminar en un grito estentóreo, cuyo eco vibró
en el aire largos segundos. Al echar el agua en la taza, mi mano temblaba
ostensiblemente.
Lo desaforado de la
situación me hizo acordar la escena de una película en la que la actriz hace
una demostración pública de un simulacro de goce, tan bien actuado que deja boquiabiertos
a los presentes. Con las mujeres nunca se puede estar seguro. Sin embargo la
ceremonia de los fines de semana se perfeccionó en calidad y cantidad y no me
quedó duda de que lo que allí ocurría era auténtico. Por más que pusiera el compact
de Aída y subiera el volumen del equipo al máximo, el virtuosismo de las
trompetas en la Marcha triunfal era opacado por el clímax de Shakira.
No soy un puritano, en
mi juventud, allá por los años 50’, fui un calavera*,
como se decía entonces. Quizás en mis tiempos había más mesura y discreción,
aunque esa época es tan remota que no sé si es cierto. Sí afirmo que las
paredes de las casas eran mucho más gruesas.
Aprendí de memoria los
estribillos de Shakira. Mi melomanía se circunscribe a la ópera, pero con el
correr de los días encontré que ponían una nota alegre y estimulante a la
asepsia de mi vida silenciosa de viejo solterón. En mi fantasía su figura
creció en una mezcla de Sophia Loren y Anita Ekberg. Mi vecina se convirtió en
un personaje exuberante de alguna película de Fellini que imitaba a Shakira. Pasé
del fastidio a cierto grado de animación; cuando ella volvía, aportaba una
oleada joven, viva, grotesca y entrañable a la vez. Me hubiera gustado conocerla, intercambiar
frases banales, de vecinos, pero no nos cruzábamos en el palier. En oposición a
mis rutinas, sus horarios eran caóticos. Una tarde que salía de mi
departamento, solo alcancé a ver la fugacidad de una sombra tragada por el
ascensor. En otra oportunidad, mientras lo
esperaba en el palier, escuché que hablaba por teléfono. La voz se acercaba y
se alejaba, su tono era entrecortado, sin gritos ni risas.
Como es común que pierda
la noción del tiempo, no sé si transcurrieron días o semanas hasta que me di
cuenta de que había vuelto el silencio. No hubo más sonidos a la hora de la
siesta, tampoco el canto en la ducha, sólo quedaron los ruidos de la puerta
cerrada de un golpe o una silla que choca contra las patas de la mesa. El júbilo había cesado, un aire triste se
esparció como cenizas en el piso 26.
A pesar de mi habitual
prudencia no pude aguantar y le pregunté a Luis, el portero, si conocía a la
chica del 26 C. Él, franeleando los vidrios del hall, me dijo:
—Sí, hace cerca de un
año que compró el departamento. —Me miró con sus ojos oblicuos y preguntó—: ¿No
la vio nunca?
—No, todavía no nos
encontramos.
—Con razón, porque no es
ninguna piba, debe pasar los cincuenta.
—Ah… —no pude agregar
nada más debido al desconcierto.
—Vive sola, es
contadora, muy amable —Luis siguió por su cuenta aportando información—. Es
viuda, pero creo que tiene algún tipo de relación con un señor distinguido, lo
vi varias veces, hace tiempo que no viene.
—Ella, cómo es,
físicamente quiero decir —la pregunta me salió sin que pudiera controlarme.
—Y… qué le voy a decir,
no es gran cosa: petisita, flacucha —dijo Luis, que por suerte se había agachado
para frotar la parte baja de los vidrios y no vio que mi cara se tornaba
granate.
—Antes era más
conversadora, se reía, hacía bromas —continuó—, ahora saluda, algún comentario sobre
el tiempo y de ahí no pasa.
—Claro, claro ¿Y la vio
últimamente?
—Justo anteayer me
preguntó si conocía a alguien del edificio interesado en comprar el departamento.
Me parece que se traslada a Córdoba.
Esa mañana fui a caminar
por el Botánico y en contra de mis costumbres me senté a tomar un café. Estábamos
en primavera y el verde de las plantas era un agasajo para la vista, pero ese
despliegue de la naturaleza me llegaba empañado, como si hubiera sufrido una
desilusión o una pérdida.
El estrépito que venía
desde el palier me informó que ése era el día de la mudanza. Me aposté detrás
de la puerta con el ojo puesto en la mirilla. Shakira, con su voz afónica, daba
instrucciones precisas a los de la mudadora para que no le arruinaran el
tapizado del sillón. Les indicó que la esperaran abajo mientras hacía una última
recorrida. Me puse el saco a los apurones y salí al palier. Shakira cerraba la
puerta con llave. Juntos esperamos el ascensor.
—Buen día —le dije.
—Hola —respondió sin mirarme
y haciendo tintinear las llaves.
Soy de altura promedio y
su cabeza me llegaba al hombro, con el pelo corto, sin volumen, de un rubio
lavado. Tenía puestos unos jeans y una musculosa que le descubrían unos
bracitos anémicos.
Ya en el ascensor, para
romper el silencio, dije:
—Después de todos estos
meses nos conocemos recién el día que se va.
—Sí, la vida en Buenos
Aires…
Dejó la frase inconclusa
y levantó la cabeza. Vi los ojos más extraordinarios que recuerde, como
aguamarinas con brillos de ámbar, pero con una mirada tan melancólica que me
turbó. Llegamos a la planta baja.
—Adiós y suerte con su
nueva casa —me despedí.
—Gracias, voy a extrañar
las hermosas óperas que usted escuchaba —agitó la mano y se fue hacia el camión
de mudanzas.
Eran las doce, hacía
calor y yo con el saco puesto; en el apuro había olvidado de llevar el bastón,
pero igual me encaminé hasta el shopping para comprarme un compact de Shakira,
e iba tarareando “latiendo como el sol,
mi corazón no tiene edad… tralala… este es un día especial, uhuh uhuh, quiero
creer en otra oportunidad…”
©
Mirella S. — 2010 —
*Calavera: expresión popular para designar al hombre trasnochador y mujeriego.
Me encantó, me tuvo en vilo hasta el final.
ResponderEliminarme alegra que hayas decidido sacarlos del olvido.
Con alguna corrección, iré publicando alguno más.
EliminarBesos y gracias.
Que bueno que vuelvas a recuperar estos escritos, porque la verdad son maravillosos. Sigue rebuscando por los cajones, que seguro que nos das más sorpresas.
ResponderEliminarBesos Mirella y gracias.
Todavía queda uno que otro pasable, los iré alternando con algo actual, aunque no estoy muy productiva que digamos...
EliminarBesos y gracias a vos, Rafa querido, por estar siempre.
Seinfeldiano el modo en que el relato concluye en cotidianeidad y circuntancialismo , pero con elevado valor presentista por tu capturante narrativa que nos parece llevar a distinto desenlace y nos arroja finalmente en la vida sigue igual.
ResponderEliminarBesos Mirella siempre bella.
La vida, de un modo u otro, siempre sigue igual e imperturbable su rumbo, nos guste o no la mezcla de los que nos toca y de lo que forjamos con eso.
EliminarMil gracias por tus amables palabras.
Besos, Carlos.
Esos momentos de la vida que se transforman en el recuerdo de un romance que nunca fue, pero que siempre se añoran como tal, ¿no?
ResponderEliminarMuy lindo ese final. me encantó. Ahí es donde me sacaste la sonrisa: en esa despedida.
Saludos.
Contenta de la sonrisa del final, hoy que se sonríe tan poco, viene bien.
EliminarTodavía me gusta la idea de ese hombre mayor, estructurado en sus costumbres, que se hace el bocho con una fantasía que le brinda un soplo de vitalidad. Como si abriera una ventana.
Gracias, Raúl, saludos.
Muy bien llevado y de un rico valor de la vida diaria. Ya me imagno a la vecina cantando en la regadera... yo tengo una que es insoportable y cuando se toma dos tragos empieza a imitar a shakira... jajaja
ResponderEliminarbesos
Y sigue sacando del cajón esos cuentos están muy buenos
CArlos
Ya van quedando pocos, pero hay algunos que pienso rescatar del polvo del tiempo.
EliminarComo me mudé muchas veces, me ha tocado toda clase de vecinos y vecinas... este relato es un homenaje a los cantores/gemidores... jajajaja.
Gracias, Carlos, un abrazo.
Disfruto más con lo que te leo a ti que con los libros que leo cada día.
ResponderEliminarEres muy buena.
Besos.
Xavi, ese es un elogio para enmarcarlo, colgarlo en un lugar bien visible y leerlo cuando me sobrevengan las inseguridades y la feroz autocrítica.
EliminarUn gran besote.
Yo también tuve mi "Shakira" durante mis primeros meses en Milán, la diferencia era que sí nos cruzábamos en el ascensor por las tardes y era mucho más joven que yo. De una voz ronquita muy particular, tanto para cantar como para gemir. Nos hablamos casi nada, nunca nos presentamos pero hasta ahora recuerdo sus cantitos en italiano puntualmente a las siete y treinta de la mañana.
ResponderEliminarExcelente relato Mirella, un fuerte abrazo.
De esa clase de vecinos hay a montones, también los padecí, algunos eran como para internarlos por los ataques de locura que manifestaban.
EliminarLa tuya te servía de despertador, por lo menos cumplía una función productiva... jajaja.
Gracias Eduardo, me alegro de que te gustara el relato, bastante más liviano de lo que suelo publicar.
Otro abrazote para vos.
Me encantó. ...sacando jugo a las melodías pasadas
ResponderEliminarLo escribí cuando Shakira estaba en su apogeo, no es que sea mi cantante favorita.
EliminarBesos, profe y gracias.
Me sacó una sonrisa y el sombrero;te saludo, me gustó mucho.
ResponderEliminarmariarosa
Lo de la sonrisa es lo mejor, hace mucho bien y es un gusto que lo disfrutaras.
EliminarBesos, Mariarosa.
Pues mira que me sacó una tremenda sonrisa Mirel. Me encantó el final, no podía ser de otra manera. Un solterón ya madurón con un pasado de calavera. como mencionas, y una mujer que se revela en los simpáticos referentes (Shakira) al concluir la historia.
ResponderEliminarMe gustaron las citas a Meg Ryan, Anita Ekberg y Shopia Loren para referenciar al personaje femenino.
Aquella contadora, aquella Shakira del piso 26 le insuflo vida a aquel solterón y le cambió un poco el esquema a su melomanía, digamos que se la popularizó jajaja.
Me gustó Mirel.
Abrazo.
A cualquier edad viene bien un cambio, hasta de gustos, sea Shakira o Lady Gaga... jajaja...
EliminarMe alegra mucho saber que lo disfrutaste y de las citas cinematográficas. En el viejo original la nombraba a Meg Ryan, pero decidí que no hacía falta, que quien vio la película se daría cuenta a quien me estaba refiriendo.
Muy agradecida por tus comentarios, Gonza, con un fuerte abrazo.
Creo que esa escena se ha vuelto un clásico del orgasmo, jajaja. La escena de la parroquiana que después ordena lo que le habían servido a Sally es genial.
EliminarUna de esas comedias románticas que me recordó mucho a Woody Allen cuando la vi.
Un acierto apelar a los códigos culturales del lector.
También es una de las comedias románticas que más me ha gustado. Tiene ese humor inteligente, con la pizca de ironía justa.
EliminarGracias por el segundo comentario, Gonza. Coincidimos con la peli.
El relato alimentó mi curiosidad que se aceleraba cada vez más a medida que avanzaba la historia, el remate muy bueno; este micro de vecinos atrapa porque muchos hemos tenido a personajes como éstos al lado de nuestro departamento, a mí, por ejemplo me tocó una gemidora serial que me ponía muy incómodo por nuestras hijas, que eran chicas y pensaba que podían oírla, por suerte se casó y a partir de eso no gimió más!!
ResponderEliminarEn cuanto al calavera, cambiar la ópera por Shakira, francamente, claudicó, declinó, se degradó, todo por una fulana que era lo opuesto a la Loren o a la Ekberg...Esperaba otra cosa del calavera, los calaveras son cancheros...
En fin, la pasé muy bien con la lectura escritora MIR, a propósito, me gustaría tenerla de vecina, con todo respeto lo digo.
Bacio lungo, MIR!!
Jajajaja... Edu, con el casamiento se acabaron todos los ruidos molestos para vos... y el jolgorio para tus vecinos.
EliminarEl calavera no va a cambiar su gusto operístico por una cantante pop, pero ir a comprar el CD es como para guardar un recuerdo de esa fantasía falsa que alimentó e hizo crecer en su imaginación de hombre solitario. Como integrar otro mundo.
Un calavera es canchero cuando es joven, cuando está solo, es mayor y usa bastón, vienen otros sentimientos.
Un gusto que disfrutaras del relato. Abrazo.
Me has ido picando la curiosidad, Mirella, a cada párrafo. Todo es cotidiano y sencillo y el final es perfecto, agradezco el realismo. Me ha encantado el hecho de que el texto esté plagado de detalles que lo enriquecen y le dan vida y de esa complejidad agridulce que dejan las ilusiones al enfrentarse con la realidad. Y también el hecho de que no es para nada triste, que es muy natural y fluido tanto en contenido como en forma.
ResponderEliminarUn abrazote, Mirella! ^_^
(Luego te respondo a tu comentario sobre el relatillo de terror)
Pasé por muchas fases en mi escritura; escribí cuentos para niños; algo muy malo de ciencia ficción; cuentos fantásticos, que ya estaban un poco mejor; intenté con el humor, con ningún resultado; tuve mi etapa costumbrista-realista, a la que pertenece este cuento.
EliminarSiempre fui exploradora de géneros. En general soy bastante densa en la temática y en cómo lo cuento, pero este y un algún otro, salieron en un tono más liviano.
Eso de los detalles es típico mío, también siempre me esfuerzo para que el interés no decaiga. Veo que cumplí con el cometido.
Gracias, Jorge, por tu lindo comentario.
Un abrazo enorme.
Disfruté al máximo leyéndote, sabes bien como mantener la intriga hasta la última línea.
ResponderEliminarFeliz semana :)
Besos
Es una gratificación saber que lo pasaste bien con la lectura.
EliminarMuchas gracias, Nieves, un abrazote.
Asi como el agua no se puede retener dentro del puño asi tampoco las oportunidades.
ResponderEliminarGracias por traerme un recuerdo.
Besos
Espero que haya sido un buen recuerdo, Chaly.
EliminarGracias y besos.
Interesante, la verdad es que seguí el relato sin darme cuenta, y quede como decepcionado al ver que no seguía mas.
ResponderEliminarImagine que el Sr. tendría alguna relación con la Dama en cuestión, como vecinos; dieron ganas de conocerla.
Muchas gracias y bienvenido, Francisco.
EliminarMe alegra que el relato te haya interesado, es bastante largo, pero no tiene el final que esperabas, también pasan esas cosas y lo que quise destacar es que el protagonista no queda mal por la partida de la vecina, sino que la presencia de ella le insufló fantasía y nuevos deseos.
Saludos cordiales.
Nunca he sido amigo de las historias largas en la red, pero la curiosidad mato al gato. Latiendo como el sol es la típica historia que uno comienza a leer a ver que pasa, al cabo estás deseando una copa, y si puede ser un pitillo y tu butaca de las lecturas, por que lo que lees es tremendamente divertido, fresco y bien contado. Me ha encantado esa duda meciendose en el aire de si finalmente el señor tendría un acercamiento con Shakira, confieso que quise vestirme con su saco e intentar que aquella mujer de de ojos maravillosos no dejara de ser la banda sonora de mi vida. Un saludo
ResponderEliminar¡Bien por la curiosidad! No soy propensa a publicar historias largas, pero de vez en cuando, y a pedido de los amigos que visitan el blog, lo hago.
EliminarMe da un gusto enorme que disfrutaras de esta historia, sencilla, sin pretensiones, un reflejo de la realidad que nos roza.
Muy agradecida por tu comentario y bienvenido. Habrá también textos cortos, para que todos queden conformes.
Saludos, Jonh.
felicitaciones Mirella, entretenido y redonda narración
ResponderEliminarun gusto leer, tiene su moraleja final
o será que sé de muchos que pasan sus días sin una Shakira a su lado por empaquetados y rutinarios jajaja
besitos y buena jornada
Muchas gracias, Elisa, por tus palabras positivas. Nunca acierto cuando publico un post, del actual pensé que no iba a gustar demasiado. Me alegra haberme equivocado.
EliminarEs verdad, hay mucho hombre rutinario, cómodo en su monotonía.
Besos, linda.
A mi me ha gustado saber que ella escuchaba la ópera que él ponía. Besicos.
ResponderEliminarMe alegra de que lo descubrieras, porque el final lo cambié varias veces y cuando encontré ese detalle, me gustó como quedaba y que ella también lo había registrado a él.
EliminarGracias, Ange, un beso grandote.
Ay! Si esto es lo que te "sale" cuando escribís "sin pretensiones"...como ha de ser cuando las tenés?! Me encantó! Me pareció un relato super-romántico, muy "up"...teniendo en cuenta que son las 7.30 ahora cuando lo leo, me alegraste el día! Forte abbraccio cara amica!
ResponderEliminarCuando escribí este cuento tenía pretensiones, siempre las tuve a la hora de escribir. Ahora cambiaron, se volvieron más "pretensiosas"... jajaja... y este relato podría entrar dentro de la categría de simpático.
EliminarUn gusto que te alegrara su lectura, eso es mucho para mí. Agradezco enormemente tus comentarios estimulantes.
Tanti bacioni, Patzy.
UFFFFFFF, QUÉ RELACIÓN TAN EXTRAÑA, NO?. EXCELENTÍSIMA CREACIÓN!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarABRAZOS
Relación de vecinos de edificios de departamentos actuales... los escuchás pero casi nunca los ves, entonces se arman fantasías y conjeturas.
EliminarGracias por pasar siempre.
Un abrazo.
Genial, genial...espectacular, me encantó la historia que creaste y la fluidez con que deslizan tus palabras. Siendo sincera cuando lo vi dije uff.. es largo, porque soy muy vaga para leer mucho jeje, pero se lee en un instante por su calidad atrapante. es un gusto siempre pasar a leerte! saludos y un fuerte abrazo!
EliminarPasar la prueba de leer algo que de entrada nos parece largo y salir entusiasmado es un logro importante para el que lo escribió.
EliminarTe agradezco mucho la sinceridad, porque a mí me ocurre a veces, aunque soy una lectora voraz, pero en la web hay tanto material y el tiempo es poco.
Ante todo bienvenida y nuevamente gracias por dejar tu opinión.
Un gran abrazo, Paula.
Me gustó mucho, Mirella.
ResponderEliminarRomántico, idílico, volador... Muy bien llevada adelante toda la trama, engancha al lector. Y se disfruta muchísimo. Excelente construcción de los personajes, también. En fin, un «genial» le queda al pelo.
¡Saludos!
Muchas gracias, Juanito. En los últimos tiempos ya no me brotan historias de este estilo, mi forma de escribir ha cambiado bastante, por eso trato de rescatar los antiguos que todavía valgan la pena ser rescatados.
EliminarUn gran saludo.
Muy agradecida por acercarte a este espacio, Nilda. No sé nada de portugués y me va a ser difícil entender y apreciar lo que escribes.
ResponderEliminarCordiales saludos.
Como siempre un verdadero placer perderse en tus relatos. Bello, bello, bello, de veras, se vive.
ResponderEliminarCon mi cariño
Mil gracias, Soco, por leer también este relato. Un gusto grande tenerte por aquí.
EliminarMe alegra tanto que te "perdieras" en la historia.
Abrazos y besos.
Bueno, lo que bien empieza, bien acaba...
ResponderEliminarShakira también se llevó consigo al viejo Verdi y sus trompetas.
Sonrío.
Un simpático relato, Bella Dama.
Besos.
Me agrada mucho haberte hecho sonreír. Hay que hacerlo, aún cuando el cuerpo parece una marioneta derumbada ,como me siento yo hoy con mi columna en este día tan húmedo.
EliminarBesos sonrientes, guapa.