Qué
extraño destino me tocó en suerte: nadie me lee y tampoco me desecha. Quisiera circular, para que otros sonrían o se emocionen con lo que está
escrito en mí. ¿Será porque cuenta alguna historia triste? Hace mucho tiempo
me hojearon apresuradamente, después fui relegado al cajón de la mesita de luz.
El
dormitorio está casi siempre vacío; sólo por las noches o al amanecer,
una mano estilizada pero firme abre el cajón y saca o deposita algo. Es cuando
puedo echar un vistazo hacia fuera y sobre la mesita, junto al velador, veo una
pila de los de mi especie que se renueva con asiduidad. Un temblor nostalgioso recorre
mis venas entintadas.
Comparto
este lugar en penumbras en el que estoy atascado, con los objetos más dispares.
Algunos van y vienen (pañuelos de papel, monedas, las pastillas de menta);
otros son huéspedes estables: la lapicera fuente, a la que deberían cambiarle
el cartucho, aunque nadie lo hace y, pobrecita, sufre la misma sensación de
inutilidad que yo. Somos afines, ella desea escribir palabras y, por mi parte,
me gustaría que lean las que tengo impresas.
Entre
los residentes consuetudinarios del cajón hay una alianza, que cuando lo abren, rueda
tintineando y suele engancharse en la lapicera, como si fuese un dedo anular
extendido dispuesto para el sí. Desde que estoy aquí convivo con un rosario de
madreperla, que busca mantener distancia de un cuerno de coral. Quedó un
blister con dos aspirinas; un broche en forma de mariposa, con el gancho
abierto, que se me clava en el lomo en las oportunidades que la mano tira del
cajón con apuro.
También
está la agenda azul. Se cree importante porque desborda nombres, números de
teléfono, direcciones. De tanto en tanto la mano delgada la saca de paseo. No
debe llegar lejos: al poco rato vuelve a la prisión con sus aires de princesa,
como si hubiese dado la vuelta al mundo.
Un
día la lapicera rodó cerca de mí, emitió un suspiro de aburrimiento y me
preguntó cuál era la historia que contenía. Le dije que hablaba de una niña que
muere. La lapicera quiso que se la relatara. Le contesté que era apenas una
intuición, no recordaba nada más. Ella, decepcionada, me dijo que entonces no
podía estar seguro de que esa fuera la historia. No supe qué contestar, era
verdad, no sabía de dónde había sacado ese argumento.
Al
cabo de esta conversación, como en un sueño, empezaron a surgir ciertas reminiscencias.
Provenían del fondo de la tinta impresa, que no era más que el vehículo del
alma de las palabras, hilvanadas por una trama de dolor que atravesaba los
tiempos, buscando redención, no olvido.
Tuve
la imagen de otra mano femenina, pero muy ajada. Una mano que sostenía la pluma
de un pájaro y, fatigosamente, trazaba letras en un papel rústico. Con
frecuencia mojaba la punta de la pluma en un tintero de vidrio y entonces la
letra salía más gruesa o se derramaba en gotas negras. Y lo que escribía en
esas hojas era la muerte de una chiquita, que se había deslizado voluntariamente
en un lago o un río.
Era
una historia demasiado triste, por eso no me leyeron. Sin embargo hubiese sido
cruel tirarme, porque habría indicado desprecio o indiferencia hacia la
tragedia de esa vida breve y hacia quien escribió su historia, la madre de la
niña, cada noche a la luz de una vela.
Ahora
entiendo que fui las salpicaduras de la tinta y esa letra quebrada, que tenaz, se
extendía en papeles viejos. Nací allí, aquél fue mi origen, por eso soy un
libro triste.
Fui
recordando fragmentos de la historia y la violencia secreta que custodiaba esa
familia a la que, de alguna manera, yo pertenecía. Se los confié a la lapicera
y me di cuenta que los demás habitantes del cajón, movidos por una energía misteriosa,
se habían acercado y formaban un círculo a mi alrededor, para no perderse
detalles. El broche mariposa se ubicó de tal forma que ya no podría pincharme
con su gancho abierto.
Algo
aleteó entre mis páginas.
© Mirella S. -2011-
1. Óleo de Slava Fokk
2. Detalle del cuadro "Mujer escribiendo" de Jan Vermeer
es un excelente trabajo de personificación Mirella
ResponderEliminarun libro triste
de más que puede surgir entre tanto velo descorrido
sobre todo cuando quienes le protagonizan tienen entuertos y ruidos de conciencia
besitos
Tenía mis dudas en publicarlo, porque lo escribí hace unos años y no lo quise corregir demasiado, para no cambiarlo.
EliminarEste texto responde a una consigna que consistía en escribir algo desde un objeto.
Elegí un libro ¿qué raro, no?
Un beso, Elisa, y gracias.
Los cuentos los hay que se ajustan tanto a la realidad, que de cuento en sí tienen muy poco. Los tuyos y éste en tu caso, es el reflejo de las vivencias ocurridas a muchas personas. Tal y como tú lo narras ese cajón de la mesita guarda muchos misterios, recuerdos y cosas. Cualquier triste libro de la mesita puede hacernos revivir tiempos pasados.
ResponderEliminarFuerte abrazo querida Mirella.
Gracias, Rafa, me gustó la idea de que el libro tuviera que descubrir su propia historia, que está unida a la que se cuenta en sus páginas.
EliminarBesos y abrazos, querido valenciano.
Es bien bonito, Mirella, dulce y triste al tiempo. Me ha enamorado ese libro con su historia triste.
ResponderEliminarPor cierto, la perspectiva, la manera de narrar tan triste historia me parece magistral, ya que no cae en ñoñerías y nos lo cuenta todo el libro desde una actitud bien inocente, sin cargar las tintas como habría ocurrido con otro narrador. Enhorabuena.
Un beso.
Traté de escribirlo desde un lado más inocente, porque tenía miedo de caer en un drama tipo culebrón.
EliminarMe alegra de haberlo logrado. Gracias por tan buen comentario, Isabel.
Un gran abrazo.
Me encanta tu cuento, la vida de un libro, su historia no escrita, le he tomado cariño, creo que tengo alguno como el. Un abrazo
ResponderEliminarSi tenés alguno así, tratalo con mucho afecto y no estaría de más que lo prestases para que lo lean otros.
EliminarAbrazo, Ester.
El libro descubre los secretos del alma afligida de una madre que poco a poco, noche tras noche va dejando palabras como lágrimas.
ResponderEliminarMe gusta la historia del libro triste.
Un abrazo,
Gracias Sau, me pone contenta saber que te gustó la historia. No quería publicarla, pero después me dije: no le puedo hacer esto al pobre libro... lo tienen que conocer.
EliminarAbrazo fuerte.
Sorprendida gratamente, una historia muy original y bien contada. Mis felicitaciones. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, María José, por la visita y la generosidad del comentario.
EliminarUn abrazo.
Seguirá esperando en la penumbra, hasta que un día alguien se fije en él y lo saque a la luz...entonces dejará de ser un libro triste... y volverá a emocionar con sus historias ;)
ResponderEliminarBuenas noches.
Un beso.
En este espacio unos cuantos ya conocen su existencia... por ahí se empieza.
EliminarGracias, Laura, con un beso.
Ahora, cuando coja el libro que me espera en la mesilla ... le sonreiré.
ResponderEliminarEso, Angelines, una amplia sonrisa y después a leer.
EliminarUn besazo.
....in ogni libro è scritta una storia,un frammento di vita che ritorna a vivere ogni volta che lo si legge, coi suoi battiti ed emozioni...bello e originale, abbraccio...
ResponderEliminarLe storie dei libri che sono letti, perdurano nel tempo e continuano a vivere nelle persone che le leggono, anche quando sembra che non le ricordano piú.
EliminarGrazie, caro Sergio, le tue visite sono molto gradite.
Abbraccio.
Qué bonita historia Mirella, hiciste bien en publicarla (aunque tuvieses tus dudas)
ResponderEliminarEstá muy bien narrada y ese monologo, dialogo, o cómo se llame puede ser el de cualquier libro porque a la mayoría le pasa; quedan para adornar libreros, mesas, o cualquier lugar (al lado de una plantita)
Admito que soy de las que le cuesta desprenderse de ellos. Una vez vi, creo que en el diario La Nación, una iniciativa de un grupo de jóvenes (existe en otros países también) de ir dejando los libros que leían en plazas, cafeterías y demás, me pareció hermosa. A la vez me pregunto: ¿Acá funcionará? Me da pena que termine en el cesto de la basura, o quizás el que lo lea no lo pase, y ahí está mi librero.
Un día, y sigo con las historias, mi madre llevó revistas (siempre de tejidos jaja) a un lugar que hay en Tandil que se llama “El Cambiazo”, dejas lo tuyo y te llevas otras…¡Me trajo seis libros de Coelho!…¡De Coelho, ay Dios! Ahí están, ni siquiera esos pude tirar a la basura, me da un dolor.
Por suerte tu libro fue feliz!
Un beso
Para serte sincera, siempre tengo dudas con lo que publico, algunas más otras menos, pero con los que escribí tiempo atrás, soy un desastre. Es mi incorregible perfeccionismo.
EliminarOcurre que me sigue cayendo trabajo y estoy metida en un proyecto que me absorbe bastante y que espero poder publicar a fines de enero, en cuatro entregas... y no digo más, así creo el suspenso adecuado.
Me gustan tus historias, tanto las inventadas como las reales, aunque no sepa bien cuál es cuál. Pero es tu sello distintivo, tu encanto personal.
También supe lo de los libros que se van dejando en lugares públicos, es una hermosa iniciativa y yo me pregunté lo mismo: ¿funcionaría en Buenos Aires?
Con los de Coelho, si los encontrara en la silla de un bar o en el banco de una plaza, sigo de largo.
Gracias hermosa cubana-argentina, por pasar y estás autorizada a llevarte el gatito en la ventana, si te gusta.
Abrazote.
Cada vez que vengo miro al gatito que está en la ventana, lo amo!
ResponderEliminarLlevátelo, Vivian, lo saqué de la Web.
EliminarGraciasss, me lo llevo. Me encanta, mañana lo ubico porque ya me voy a dormir. No te preocupes por no saber portugués, es un mensaje de copiar y pegar (los odio) a mí me dejó el mismo, no hay cosa más linda que leer lo que el otro tiene para decir.
EliminarBeso.
¿El whiskas entra en los productos congelados? Ji.
Ya pasaré a ver cómo te quedó en el blog.
EliminarDe estos que dejan un mensaje en otros idiomas para que uno los visite, ya estoy un poco cansada...
Besos, Viv.
Realmente original e ingenioso al máximo; el relato del libro triste se hubiese puesto mas triste si no hubieras optado por publicarlo ¡ES UNA JOYA! Ser perfeccionista a veces atenta contra el alumbramiento de piezas literarias brillantes.
ResponderEliminarMirella, sos admirable!! Beso y abrazo!!
Che, Eduardo, la gente va a pensar que te tiro unos mangos por cada buen comentario que me hacés... y los adjetivos elogiosos van en aumento. ¡Ahora con mayúsculas! (Ojo que la tarifa es la misma y no hay un centavo más).
EliminarJajaja... muchas gracias, de veras.
Un abrazo.
Nada que ver, soy sincero cuando elogio y no tengo el elogio fácil, soy selectivo, cuando algo me gusta lo digo sin ambages, la culpa es tuya porque cada vez que publicas hay una evolución en calidad, vas a tener que aguantarme los elogios, no tenes salida!!
Eliminar¡Avanti, morocha!
Te estaba cargando un poco, Eduardo y tus comentarios positivos se aguantan a la perfección.
EliminarGracias y abrazo.
Agradezco mucho su visita, pero no sé portugués y no sabría apreciar sus escritos.
ResponderEliminarMuchos saludos.
El libro está más contento ahora.
ResponderEliminarY nosotros también.
Me ha gustado mucho Mirella.
Besos.
Gracias, Toro, el libro está más acompañado y ahora se conoce su historia.
EliminarAbrazo
Magistral tu visión desde el punto de vista de un libro que estaba deseando de cortar cosas...
ResponderEliminarMe encantó y me sorprendió cosa que es grato :I)
Mil besos !!
Es bueno saberlo, Nieves, porque el que escribe necesita conocer qué produce en el lector.
EliminarUn enorme abrazo.
:D
De las observaciones sencillas, nace un gran texto. Maestra! No dejás de sorprender. Abbraccio.
ResponderEliminarCreo que la más sorprendida soy yo, con un texto por el que no le daba dos mangos.
EliminarGrazie, cara amica, bacioni.
Muy buena idea de este personaje. Un libro no leído. Wow, me encantó.
ResponderEliminarUn abrazo
Carlos
Gracias, Carlos, es lo peor que le puede pasar a un libro y le ha ocurrido a muchos...
EliminarUn abrazo.
Excelente, Mirella, no puedo decir nada más. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMuy amable por pasar, Alfredo, te lo agradezco.
EliminarOtro abrazo.
Me gusta mucho cuando se logra hacer hablar a un personaje que "habitualmente" no lo hace. Ya eso es un mérito en sí mismo. Si le agregás que logra conmover con su historia, pues misión cumplida. Te salió muy bueno. Abrazo, Mirella.
ResponderEliminarDespués de leer todos los comentarios, me convencí de que hice bien en publicarlo, a pesar de mi reticencia inicial.
EliminarGracias, Bee, con fuerte abrazo.
Me encanta tu relato y tu blog. Yo, personalmente, tan amante de los libros que los cuido como lo merecen y tiendo a personificarlos. Son tesoros invaluables y entiendo perfecto el sentimiento. Un abrazo =)
ResponderEliminarLos libros me han acompañado siempre y en ciertos momentos duros, me ayudaron a salir a flote, contribuyeron a ampliar mi pensamiento.
EliminarCuando no hay un amigo cerca, acompañan y consuelan.
Muchas gracias por tu presencia y si te ha gustado, disfruta del blog cuando quieras
Otro abrazo.
Que es un gran escrito, voy a volver a ver más de este blog más tarde. Gracias por compartir
ResponderEliminaren amor y luz
Cyn
Este es un espacio abierto y cada cual puede venir y dejar más palabras o simplemente pasar en silencio.
EliminarSentite libre, como los pájaros, de volver cuando tengas ganas y desde ya ¡bienvenida, Cindy!
Besos.
Me gustan los libros tristes porque te hacen pensar sobre la vida y considero que ese es uno de los fines últimos de la lectura. Hermoso texto, Mirella, lleno de sensibilidad pero contado de manera sobria, sin caer en ñoñerías desfasadas. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn abrazo.
También me gustan los libros tristes, será por eso que elegí, entre los objetos sobre los que teníamos que escribir, justamente un libro que no sólo contenía una historia triste, sino que también la suya lo era, desde el momento que nadie lo leía.
EliminarMe alegra saber que encontraras al texto de tu agrado.
Un abrazo, M.
TUS LETRAS; NO IMPORTA QUE SEAN TRISTES, PERO TIENEN MAGIA.
ResponderEliminarBESOS
Muy amable, Adolfo, me alegro que las sientas así .
EliminarGracias por tu presencia.
Abrazos.
Ay...el chino....
ResponderEliminarJajajaja... ¿te habías olvidado, Xavi... que la querías entregar al chino?
EliminarLos sentimientos cambian, ahora le dedicaste un poema.
Besos.
Me encantò la idea de dar vida a ese libro. Es como si le hicieras una introspecciòn. Creo que cada libro tiene una historia aparte que contar, si ademàs de leerlos pudièramos escuchar sus voces....
ResponderEliminarHace tiempo habia escrito algo sobre un libro, si tenès tiempo, te invito a ver..
http://genessis-genesi.blogspot.it/2012/11/el-libro-que-enmudecio.html
Abrazos Mirella.
Qué bueno tu relato, Gen, muy creativo y el final, con el pacto de silencio de los cuatro hermanos Karamazov, me pareció una medida muy acertada contra tanto olvido.
EliminarLos que amamos a los libros, siempre vamos a encontrar alguna historia que los incluya.
Un gran abrazo.
Hola, Mirella. Me gustan particularmente dos ideas en el relato: aquélla que dice que las palabras tienen alma, elevándolas a un estadio de sacralidad para algunos, para otros un reconocimiento de su realidad, y tal vez para otros más un reconocimiento de lo sagrado-profano de la existencia, pero ésos ya son devaneos metafísicos un tanto hardcore; y por otro lado me fascina el recuerdo como herramienta para saber quién (qué) es uno, la necesidad de recordar -al margen de la situación o de lo que hayamos llegado a creer que somos debido a cualquier elemento ya sea interno o externo-, y del recordar como un hacer y un hacerse, el relatarse y comprenderse y, a la vez, transformarse. Es un texto con mucha profundidad.
ResponderEliminar¡Un abrazo, Mirella! ^_^
Sabés, Jorge, me gustan mucho tus interpretaciones de mis textos. Será porque los encarás desde algún lugar no muy usual y siempre le das una vuelta de tuerca, buscás un sentido más filosófico, algo que trascienda la mera historia.
EliminarEl que escribe queda muy pegado y, a veces, es esclavo de sus propias palabras y se le escapan significados... quiso decir tantas cosas en ese relato, pero le cuesta discriminarlas, separarse de su propia emoción.
Un abrazo enorme de agradecimiento.
Un buen relato.
ResponderEliminarHacia tiempo que no pasaba por aqui .
Feliz 2.014 .¡
Bienvenido nuevamente, Joaki y gracias por acercarte.
EliminarFelicidades para vos también.
Vine a leer tu respuesta y veo que mi comentario no se publicó. Seguramente un despiste de los mios... No es la primera vez que me olvido de pinchar en publicar, en fin... Sabes que m encanta todo lo que escribes. Y la segunda vez, más aún que la primera.
EliminarAbrazoconretraso.
Soco, me parece hay problemas con Blogger, porque últimamente hay veces que los comentarios se publican dobles o después que uno lo escribió da error y no lo publica...
EliminarMe alegro que hayas pasado dos veces de visita y que las disfrutaras.
Abrazo y besazo.
Me gustó mucho el relato. Me recuerda y me lleva a citar el comienzo de este otro:
ResponderEliminar"Nunca entenderé la actitud de los hombres frente a nosotros, los objetos. Proceden como si
creyeran que la circunstancia de habernos dado vida les autoriza a tratarnos como a esclavos mudos. Jamás nos escuchan. Supongo que lo hacen por vanidad, por estúpido prejuicio de clase, pues consideran que un hombre es demasiada cosa para detenerse a departir con una alacena, o con una jofaina, o con un tintero" (Manuel Mujica Lainez - Historia de Pablo y de Virginia - en Misteriosa Buenos Aires)
Hola Fer, me gusta el fragmento que adjuntaste, leí Misteriosa cuando era adolescente y no me acuerdo casi nada, salvo que me había gustado.
EliminarHay tanto para decir de los objetos, escribí varios textos sobre ellos, algunos los publiqué en el blog.
Si tenés tiempo y ganas de leer, te dejo el enlace de uno. Es cortito.
http://palabrascomopajaros.blogspot.com.ar/2013/01/naturaleza.html
Gracias por pasar.
Saludos.
Al final, se va a convertir (como los demás) en un libro peligroso. Yo le aplicaría un Fahrenheit 451, para que aprenda.
ResponderEliminarSalud-os
Esperemos que no, Amando, que esas épocas de prohibiciones y quema de "brujas", no vuelvan.
EliminarAbraz-os
A veces pasar inadvertido es bueno pero de vez en cuando retener la mirada de alguien es una maravilla. Tu libro lk necesitaba.
ResponderEliminarabrazos
Pasar inadvertido para los humanos nos viene bien, de tanto en tanto, para que bajemos el "copete", sobre todo a los que les gusta mostrarse en exceso... pero en un libro no cumple con su misión de existir.
EliminarGracias, Esme y un abrazote.
Dedicarle un escrito a ese objeto del pecado, donde los amantes de las palabras mueren al escribirlas o escribiéndolas como niños, en una petite mort, o en una grandilocuencia exacerbada es un homenaje que bien merecía ser rescatado.
ResponderEliminarParole... parole...
Que no nos falten en los libros. Ni en mariposas que duelan en su vuelo, ni en marchitas rosas que
abandonamos en sus páginas.
Y abramos siempre ese cajón que tanta dicha, nostalgia o empatía logró arrancar de nuestro corazón en su momento.
Besos, linda dama.
Que no nos falten historias, ideas, conceptos nuevos, miradas lúdicas, dramas o páginas plagadas de humor, recuerdos, imágenes oníricas, teorías estrictas o alocadas... todo lo que pueda decirse y ponerse en palabras. El alimento de la mente y del espíritu.
EliminarUn beso, Zarza amorosa.
Magia!!!! Me gusta pensar que los objetos tienen espíritu. Lindo texto Mirella!
ResponderEliminarEste cuento, Flor, lo escribí para el taller de los objetos, que hiciste con Guada hace unos años en la casa de tu mamá. ¿Te acordás?
EliminarMe alegro que te gustara.
Besos.
Es muy bueno¡¡¡, Mirella , enhorabuena¡¡¡
ResponderEliminarGracias, me sentó bien leerlo¡
Un beso.
Qué bueno que lo disfrutaras, Amapola.
EliminarMuchas gracias por acercarte.
Besos.
Pero es que ese libro que está dentro de un cajón a cobrado vida mientras estaba leyendo su historia y ha dejado de ser un objeto inerte.
ResponderEliminarMuy bueno Mirella. Un abrazo
Seguro que ahora es un libro contento que guarda una historia triste.
EliminarGracias a todos ustedes.
Un gran abrazo, Jaal.
Precioso relato Mirella, realmente he podido ir hasta el interior de ese cajón de escribanía y he podido compartir con sus habitantes; con los estables y con los eventuales; el libro, la lapicera fuente, la alianza, las pastillas de menta, etc. Ha sido Fantástico! Saludos.
ResponderEliminarGracias por pasar y por interesarte por el texto.
EliminarMe da gusto que lo hayas disfrutado.
Saludos.
ResponderEliminarPor lo que cuentas, triste podría ser pero desde luego, repleto de vivencias. Otros libros no tienen suerte, solo están llenos de letras sin sentido alguno cuando no de ideas dignas del fuego.
· abrazos
· CR · & · LMA ·
Y además también está la suya, que se entremezcla con la historia que contiene...
EliminarLamentablemente se publica demasiado y parece que hay una manía por tener el propio libro en papel...
Besos, Bolo y gracias.
¡Qué lástima si fuera cierto que ese formidable libro está aburrido en un cajón!. Es una excelente narración, un libro que escapa del cajón y llega hasta mí para llenarme de emociones.
ResponderEliminarMirella, es la primera vez que visito tu blog y volveré. Hay en él calidad literaria y alma.
Mi enhorabuena.
Saludos.
¡Bienvenida Fanny! Hay muchos libros que yacen olvidados en cajones o estanterías... a éste traté de rescatarlo.
EliminarPasa cuando quieras, el nido está siempre abierto.
Gracias y saludos.
Muy bueno, Mirella. Sorprendido con el final. Fantástico.
ResponderEliminar¡Saludos!
Muchas gracias Juanito, por leer todo... ¡sos de primera!
EliminarUn gran saludo.
¿Será que ese libro cuenta la historia de una niña y cinco gatos?
EliminarTus archivos son excelentes y originales. Bravo.
saludos.
No, esa es otra historia... jajaja...
EliminarVos desaparecés por un tiempo, pero cuando reaparecés te ponés al día con todo.
Sos un seguidor super fiel, Raúl. Te agradezco mucho.
Un abrazo.