Foto de Mirella S.
Las cáscaras confitadas de limón y de naranja, los canditi, como los llamaba mamá, fueron algunos
de los escasos dulces que tuve en mi infancia.
Ella los preparaba en grandes cantidades, eran económicos en épocas donde no se desperdiciaba nada. Solo hacían falta naranjas —que se conseguían por pocos pesos en la feria de la calle
Piedrabuena— y un par de quilos de azúcar. Los limones los proveía el limonero,
alto y fecundo, que señoreaba en el pequeño huerto detrás de la casa.
El proceso previo era el que despertaba mi interés:
ver cómo mamá cortaba en tiras finas, parejas, la cáscara porosa de las frutas. Antes
había exprimido las naranjas para hacer jugo o pelaba los gajos, sacándole piel y semillas, la única forma que yo los comía.
La cocción tomaba un tiempo; el
azúcar se disolvía en un almíbar cristalino y se adhería, en un abrazo ardiente, a las tiritas que, ablandadas, se arqueaban voluptuosas dentro de la olla.
El milagro se producía después, cuando ella las
retiraba del fuego y dejaba que se enfriaran, tan lentamente como se habían
cocinado. Entonces el azúcar se tornaba escarcha consistente, formando una
capa irregular que envolvía cada cáscara en vestidos extravagantes.
Mamá llenaba enormes frascos de vidrio y duraban lo
que un suspiro. Siempre ponía unos trocitos junto al pocillo de café, que yo
no tenía permitido beber.
Me desquitaba a la hora de su siesta, sacaba
puñados de canditi y los comía en el
huerto jardín, en mi rincón preferido, debajo del limonero.
Muchas veces le escuché decir con su voz cantarina:
debe visitarnos con frecuencia algún duende goloso al
que le encantan mis canditi.
© Mirella S. — 2011 —
Estos recuerdos de los momentos cotidianos son hermosos y siempre se guardan en el corazón.
ResponderEliminarMil besitos amiga :)
Gracias, Nieves, ando un poco atrasada con las lecturas y las visitas.
EliminarNo son momentos buenos para mí, por eso quise poner un texto sencillito, de hace unos años, que refleja la inocencia de la niñez.
Un gran abrazote, linda.
Rememorar un lindo recuerdo es vivirlo dos veces.
ResponderEliminarAplaudo eso.
Me quedo leyendote, un fuerte abrazo desde Bs As
Gracias, Karu, bienvenida a este espacio, vas a encontrar un poco de todo, quizás más tristezas que alegrías. Parece que es más fácil y "literario" explayarse sobre las penas.
EliminarUn gran beso... también desde Bs.As.
Mi abuela hacia dulce de durazno, de lacayote, de tomate y mermelada de menbrillo. Tuve una infancia dulce, como la tuya.
ResponderEliminarDulce en cuanto a esas golosinas, Chaly, pero no tan dulce si hablamos de los vínculos.
EliminarMi madre también hacía mermelada de tomate y duraznos, también del pequeño huerto que teníamos.
Besos.
No los conocía por ese nombre.
ResponderEliminarQué tierna la experiencia que has contado, que dadas las fechas que estamos nos asaltan la mente, añorando esos momentos vividos.
Así se los llama en Italia y es verdad, Tracy, en diciembre nos volvemos nostálgicos.
EliminarBesos y gracias por la visita.
Dulce relato, muy dulce y hechicero, Mirella. Me ha gustado leer la confección de esos «canditi»; te aseguro que he tomado buena nota, ¿por qué será?
ResponderEliminarAl margen de golosinas tan tentadoras, tus letras vienen hoy impregnadas de nostalgia y de dulzura. La niñez siempre nos acompaña como un ángel de la guarda que nos asiste con sus hermoso recuerdos. Y son hermosas y bien trabadas tus frases. Como muestra, un párrafo sublime: «La cocción tomaba un tiempo; el azúcar se disolvía en un almíbar cristalino y se adhería, en un abrazo ardiente, a las tiritas que, ablandadas, se arqueaban voluptuosas dentro de la olla.».
Un grandísimo abrazo.
Mi infancia no fue muy feliz, sin embargo, siempre hay momentos para rescatar, ocasiones que nos quedan grabadas y que es lindo revivir con palabras, así como el azúcar revestía a las cascaritas de las frutas.
EliminarGracias por tu lectura, Isabel y por el comentario.
Otro abrazo largo, largote, hasta tu tierra.
Te imagino duende goloso devorándolos, jajajjaja
ResponderEliminarMuy entrañable hoy.
Besos.
No los voy a atorar con tanto drama como venía últimamente, de vez en cuando hay que mirar el lado grato de la vida.
EliminarUn besazo, Torito.
Qué bellísima receta Mire. Es un relato pequeño pero entrañable. El final me ha encantado, cuando los padres se hacen de la vista gorda para complacer a sus hijos.
ResponderEliminarAbrazote amiga.
No era habitual eso de hacer la vista gorda, pero a veces mi mamá aflojaba un poco la cuerda.
EliminarGracias, Gildo, me da gusto que disfrutaras de los canditi.
Besotes.
Eso lo suponía, por otros relatos. Así que era un disfrute aun mayor que eso pasara. =)
EliminarMe hubiera gustado ser tu amiga y compartir con vos esos dulces, aún hoy me encantan las naranjas azucaradas. ¿Golosa yo? no que va...!!
ResponderEliminarUn abrazo.
mariarosa
A mí también, Mariarosa, porque tuve una infancia muy solitaria; mi refugio era el huerto y mis sueños surgían debajo del limonero.
EliminarOtro abrazo y muchas gracias.
Dulces recuerdos, Mirella. Besetes.
ResponderEliminarLos guardo, como a las frutas confitadas, en el frasco de mi memoria.
EliminarGracias, Angelines, besos.
Tuviste suerte con tu mamá que te gratificaba el paladar con dulces elaborados por ella misma; mi vieja nunca hizo de la cocina una herramienta para encantarnos, 3 varones que solo nos la rebuscábamos 'paladarmente' en ocasiones de fiestas, en ese sentido carecemos de nostalgia como la tuya y, leyendo tu hermoso relato, créeme, siento que estoy ligero de Déjà vu, ese reconocimiento por el gusto de pasados reconfortantes, los de la niñez!!
ResponderEliminarMireBella, abrazo de niño!!
Como buena tana, mi mamá cocinaba como los dioses. Lo poco que sobraba sabía transformarlo en otra comida deliciosa.
EliminarMi infancia fue dura. Mi papá, de ser un militar de carrera y profesor de varias materias en Italia, cuando vinimos aquí tuvo que trabajar de obrero en una fábrica de zapatos. Recién la cosa mejoró cuando pudo cobrar la pensión acá.
Si querés te paso unos cuantos Déjà vu, así voy más ligera de equipaje pesado.
Gracias, Edu, supongo que estarás contento con la asunción. Miré toda la ceremonia.
Abrazo de madre.
Me gustan los Déjà vu, a veces aparecen en sueños, con amoríos, donde la mujer que yo conocí tiene otra fisonomía pero yo sé que es ella, un surrealismo inexplicable: transito calles conocidas que nunca las transité ni las conocí, quizás recuerdos de vidas pasadas!!
EliminarEstoy muy contento con la asunción, con el discurso de MACRI en el Congreso: MEJOR IMPOSIBLE!! Un tipo con valores, ético y honesto!!
Se acabó la rutina del circo berreta y brutalista del populismo!!
Abrazo parkinsoniano por desborde de emoción,MIR!!
No se si aun quedarán de esos dulces que nos has enseñado a cocinar, bonitos recuerdos infantiles que deberian servir para amenizar y calmar tristezas. Te deseo que superes esta etapa. Un abrazo
ResponderEliminarNo creo que ahora nadie se ponga a cocinarlos porque los venden ya preparados, pero en Italia era algo muy común, que se enseñaba a las hijas. No fue mi caso, yo no heredé el arte culinario de mi madre.
EliminarGracias por los buenos deseos, Ester.
Otro abrazote.
Que lindo es recordar cuando se atesoran momentos tan gratos y dulces junto a tu mami.
ResponderEliminarPor estos rumbos a estos dulces les llamamos colasiones, algunas tienen cacahuate y otras trocitos de cascara de naranja.
Saludos bonita, te do un gran abrazo y mi deseo de que tengas una feliz navidad y un venturoso año nuevo.
Cada país tiene sus dulces característicos y los nombres específicos, a los "canditi" de Italia, en Argentina se les dice frutas abrillantadas, pero no es una tradición hacerlas en casa.
EliminarGracias por tu paso, Euge, también para vos un enorme abrazo y felicidades para el próximo año.
Nunca los probé pero deben de estar deliciosos. Bellas reminiscencias infantiles.
ResponderEliminarUn fortísimo abrazo.
De niña me encantaban, además eran caseros, ahora los comprados me resultan muy empalagosos.
EliminarGracias Marybel, de vez en cuando hay que sacar a pasear las cosas lindas.
Un gran abrazo.
Un relato dulce y perfumado con los aromas de aquellas travesuras infantiles. En la última frase os vi a las dos, a tu mami y a ti, pillina!!
ResponderEliminarQué no harías tú para endulzarnos la vida, si hasta nos pintaste el banner con un pajarillo de colores.
Un besito, duendecilla golosa dei canditi.
De niña las golosinas eran mi perdición y para matizar textos algo amargos, nada mejor que algunos bocaditos dulces y un poco de colorido en el header.
EliminarAbrazo grande, querida Zarza.
Sí, ahora ya los venden preparados, pero saben distinto...
ResponderEliminarQué hermosa vivencia que llega de ese desván semicerrado de la infancia.
Un abrazo de esos...macanudos.
Nada que ver con los caseros, para mí sabían sublimes.
EliminarHay que revolver en ese desván, siempre se encuentran cosas gratas.
Vos sí que sos una mina macanuda, Soco...
Un abrazote, linda.
Es un texto sin pretenciones, simplemente quise recoger un recuerdo y compartirlo.
ResponderEliminarEl chocolate es mi perdición y de los dulces los que más recuerdo son los de la infancia, mi madre era una excelente cocinera y preparaba -supongo que nostalgiosamente- los típicamente italianos.
El olor es fundamental, claro que es un poco problemático agregarlo a los textos... por ahora, nunca se sabe con los avances tecnológicos.
Gracias, Jorge, con un fuerte abrazote.
Este texto trae aquellos aromas de nuestra infancia. Esos que cada tanto aparecen de la nada y nos transportan a momentos como los que narrás acá.
ResponderEliminarGracias por compartir tu recuerdo.
Saludos.
Gracias a vos, Raúl por venir a recogerlo.
EliminarUn abrazo.
Son deliciosas, mi mamá siempre las hace, y las llama naranjitas.
ResponderEliminarQué bueno que comas las hechas en casa, son las que valen la pena.
EliminarGracias, Karin, besos.
UNA EVOCACIÓN DULCE!!
ResponderEliminarABRAZOS
También es necesaria, Adolfo.
EliminarGracias y un abrazo grande
Me ha gustado leerte. Me ha recordado al bizcocho de limón que mi madre hacía cuando yo era niña, al que añadía corteza confitada. También hacía la tarta de manzana más buena del mundo. A mí sólo me gusta la repostería casera. Los pasteles de pastelería no me gustan porque son demasiado dulces y me sientan fatal. Los industriales ni los pruebo. Me gustó la receta. Lo intentaré hacer.
ResponderEliminarUn beso, Mirella.
Me alegra que te hayas ido de aquí con el sabor de los recuerdos de la infancia, esos dulces e inolvidables.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Ayla.
Que ternura, Mirella. Sin conocerte así de pequeña, te he imaginado saboreando, golosa y plácida esos dulces de original nombre que debían estar riquísimos.
ResponderEliminarComo siempre, ha sido un placer leerte, hoy, rememorando tu infancia.
Besos, maestra
De niña cualquier dulce me encantaba y como los recursos eran pocos, escaseaban. Pero canditi había siempre y el "duendecito" los aprovechaba.
EliminarUn abrazo fuerte y gracias, Marinel.
Ay Mirella¡¡ me has traido recuerdos de mi niñez en este relato y a la vez añoranzas de lo que yo quería y no tenia.
ResponderEliminarEn casa los dulces poco abundaban porque simplemente a mi mamá nunca le gustó la cocina en general, con lo cual esta menda es la que va de casa en casa repartiendo lo que buenamente sabe hacer, y me anoto esta receta , a ver como me sale ( ese ya es otro cantar...) pero en lo que si me veo reflejada es en lo que yo "robaba" de la despensa a escondidas y que tb me iba a comer al campo, subida a un manzano enorme , tb tuve una infancia bastante solitaria de ahí tantos amigos imaginarios que me hacían compañía y supongo que de ahí la raíz de soñadora que llevo dentro de mi
Te dejo un beso y un abrazo enorme
que estas fiestas sean de tu agrado y sobre todo te llenen de amor, vale?
Gracias por compartir tus recuerdos. Yo comía los "canditi" y soñaba con tremendas tortas de chocolate y crema, que de niña nunca probé.
EliminarLos que tuvimos una infancia solitaria apelabamos a la imaginación e inventando amigos con los que jugar.
También te deseo que tengas una fiestas disfrutables, junto a aquellos que te interesan de verdad y no por obligaciones sociales o familiares.
Todo lo mejor, María, con un enorme abrazo.
Qué buen texto, Mirella, me encantan esos recuerdos. Me transporte a mi propia infancia, y a recordar el dulce de leche casero inigualable que hacía mi Abuela Piba, y a las tortas caseras de la Abuela Cota.
ResponderEliminar¡Saludos!
Este tipo de texto despiertan lo spropios recuerdos, Juanito. Imagino lo rico que habrá sido el dulce de leche y las tortas caseras.
Eliminar¡Muchas felicidades y un abrazo!
Thanks for your visit.
ResponderEliminarKisses.