Flor miró la estatua, juntó las palmas y le habló a la madre
divina para que ayudara a su madre de la tierra. A aquella que no estaba hecha
de un cuerpo sagrado ni era un espíritu que abarcaba los cielos del mundo, sino
a esta otra, creada con una pulpa frágil, huesos, sangre y leche, que ya no
quería levantarse de la cama.
O no podía. Ella era muy chica para
entender, pero María, mujer y madre, sabría. Flor, en cambio, era sólo una
nena, burra además, no le iba bien en la escuela. Ahora peor.
Aunque quería mucho al niño Jesús, no podía recurrir a él. Era muy
complicado hablarle al hijo de Dios, de ese Dios que era uno y trino a la vez,
algo que no le entraba en la cabezota.
El padre Luis, en las clases de catecismo, se los había explicado sacando
de una caja tres fósforos, los había encendido y los unió en una sola llama,
que se hizo más grande y de oro. Para Flor lo mismo seguía siendo un misterio.
Quién podía arreglar lo de su mamá mejor que otra madre, justamente la de Jesús, la más grande y poderosa de las madres, que la entendería porque también había sido hija. Ella era la única que iba a encontrar el
remedio para que su mamá se levantara de la cama, el sol volviese a entrar en
el dormitorio cerrado y a brillarle en los ojos, como antes de que se fuera papá.
Todavía no se animaba, quizás en el rezo de la noche antes de ir a dormir. Entonces —así le había enseñado la abuela— de rodillas y con las manos en el
gesto de plegaria, podría hacer el otro pedido.
La abu siempre decía que no hay que abusar y Flor no quería parecer una
pedigüeña. Pero a la gran madre qué le costaría hacer un milagrito más, acaso
no decía el abuelo el que hace treinta
puede hacer treinta y uno. Y María, ya que estaba metida con los problemas de su
familia, podría aprovechar y darle un buen tirón de orejas a su papi y
decirle ya es hora de que vuelvas a casa.
© Mirella S. —2010—
2. Obra de Laurent Botella
Una bonita plegaria, los niños saben como pedir a veces piden imposibles pero quien sabe a lo mejor él vuelve a casa sereno y dispuesto.Un abrazo
ResponderEliminarHubo una época en que me gustaba mucho escribir desde la voz de un niño, tal vez para conectarme con esa parte niña que tanto tapamos de adultos.
EliminarGracias por estar siempre, Ester.
Un besazo.
Es un relato muy bonito, Mirella. No tendrá pretensiones -como indicas-, pero sí guarda una gran ternura y llega mucho. ¡Felicidades!
ResponderEliminarUn abrazo.
Que me lo digas vos, Isabel, tiene un gran valor para mí y me alegro que te llegara, a pesar de su sencillez.
EliminarUn fuerte abrazo.
Mi abu me decía que hay que pedir las cosas con fe para que te la conceda Dios... nunca me ha concedido nada, al menos eso creo... nunca he tenido la fe suficiente, será por eso seguro.
ResponderEliminarSeguro que a Flor la escucha.
Mil besos Mirella ;)
Antes de los veinte años dejé de creer en rezos y pedidos y en la existencia del Dios del catecismo. Pero de niñita la religión fue mi consuelo y mi esperanza.
EliminarUn beso enorme, Nieves y muchas gracias.
una hermosa plegaria
ResponderEliminarlos nenes tienen esa candidez e inocencia
quizá a ellos se les tome en cuenta allá arriba
porque a los adultos nos dan puras aspirinas jajaja
abrazos colorinches
ten una semana genial
:D
No creo que haya nada allá arriba más que un cosmos maravilloso. Pero es difícil que se ocupe de los pedidos que hacemos aquí abajo.
EliminarBuena semana tabién para vos, Elisa, y gracias por pasar.
En la niñez, sabiduría
ResponderEliminarY sin tantas vueltas se recurre a lo que resulta conocido y se piensa que puede ser efectivo.
EliminarBesos, profe.
Sencillez, que no simplicidad... Tierno.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Muy gratificante que lo veas así, Amando.
EliminarUn abrazo ultramarino.
Seguro que obtuvo los resultados que pidió Flor. El relato es conmovedor para nosotros, cómo no lo va a ser para una entidad celestial. A mí se me dió una vez que quedé entre la espada y la pared, miré el cielo y pedí ayuda, nunca lo había hecho, y se me dió, por eso creo!!
ResponderEliminarAbrazo cariñoso, Mirella!!
Bueno, yo no creo en nada de lo que nos meten las religiones y menos en un Dios que se ocupe de solucionarnos los problemas.
EliminarPero de chica, sí, era muy creyente y decía que iba a ser monja misionera en el África. Por suerte lo superé en la adolescencia.
Muchas gracias por comentar tu experiencia y pese a mi ateísmo, respeto a los que tienen convicciones y fe.
Un gran abrazote, Eduardo.
Discúlpame, el ateísmo no existe, crees en ti, por eso tenes la luz de la creación e irradias un vínculo cada vez más amplio con todos los que te seguimos, que te seguimos porque creemos en vos, en esa circunstancia ¡Cero ateísmo de todos nosotros y tuyo también!! ¡No tenes escape con el ateísmo!
EliminarJajaja... me hiciste reír, Eduardo.
EliminarSegún la Wikipedia el ateísmo es, en un sentido amplio, la no creencia en deidades u otros seres sobrenaturales. En un sentido más estricto, el ateísmo es la posición que sostiene la inexistencia de deidades.
Y la Wiki sabe... no sé si creo tanto en mí, sé solamente que soy la única que puede ayudarse y que si quiero algo tengo que moverme para conseguirlo. A veces lo hago, otras no, creo que como les pasa a todos.
Gracias por lo de "la luz de la creación", me gusta escribir historias y ahora con el blog tengo la oportunidad de compartirlas. También gracias por la confianza de creer en mí... y no soy una diosa... jajaja...
Abrazo, Campi.
La ternura infantil en su relación con la tragedia siempre nos llega. Los niños también pueden ser crueles como el Dios del antiguo testamento, pero en este caso hay un vasto cariño. Siempre me ha parecido curioso el planteamiento básico de la plegaria: se le pide a un creador que se salte sus propias leyes para conseguir algo más egoísta o altruista y me da a mí que es una postura entre desconfiada (para con la humanidad) e irresponsable (hacia el mundo mismo). Claro que la realidad no siempre es agradable, ¿pero no será una visión ésta que nos corta las alas de la creatividad? Si somos realmente libres nada puede limitarnos... La idea de los dioses no deja de desconcertarme, sea ésta constructiva o no.
ResponderEliminar¡Un abrazo! ^_^
Jajaja... llegó el momento filosófico. Jorge, comparto lo que exponés en tu comentario, aunque quizás sea un poco más tajante, porque no creo en dioses. Ya no creo en la culpa y el castigo, en la oración ni en la penitencia.
EliminarCreo, sí, en que tenemos algo espiritual que permite que nos elevemos por encima de nuestras miserias. Me parece muy mezquino "portarse bien" por la promesa de un premio, para mí no tiene valor esa bondad... Es un tema complejo en el que no quiero ahondar en una respuesta simplista.
Este relato refleja reminiscencias de mi niñez, cuando tenía fe y pedía muchas cosas al Jesús amoroso de las estampitas, probablemente para alejar el miedo de una infancia bastante dura y complicada.
Gracias, querido filósofo, me encantan tus comentarios.
Un abrazo.
Que tierna, Mirella, es el final lo más emotivo. Muchas gracias. Besetes.
ResponderEliminarUn gusto que lo sintieras así, Angelines.
EliminarMil gracias por acercarte siempre y un besazo.
Conocí un Padre Luis, bueno... no exactamente, Hermano Luis que era un cerdo.
ResponderEliminarBesos.
Jajajaja... Torito, de esos hay muchos, Luises o Juanes, lamentablemente.
EliminarGracias y un beso grande.
Me has movido algunas fibras Mirella.
ResponderEliminarMuy hermosa plegaria.
Besos
carlos
Eso es muy bueno, Carlos, porque la finalidad del que escribe -aun en textos sin pretensiones- es moverle la estantería al lector.
EliminarBesos y gracias.
En ellos está toda la inocencia que nosotros nos encargamos de destruir... UN abrazo.
ResponderEliminarEl mundo es un lugar cruel y los chicos, cada vez más tempanamente, pierden esa candidez maravillosa de la infancia.
EliminarAbrazo, Darío.
Muy bella poesía la de Nicolás, un abrazo, Mirella.
ResponderEliminarFeliz semana.
Nicolás Guillén fue un grande la poesía, me alegro Amapola que apreciaras este fragmento de un poema.
EliminarTambién que tengas una bonita semana y gracias por la visita.
Besos.
Pues tu texto,"sencillito y sin pretensiones", me ha conmovido, Será porque amo las cosas sencillas. Casualmente tengo un poema publicado en el blog -junio 2010 - con el mismo título y tema muy parecido. (en ese caso la protagonista es mi yo niña y es absolutamente real)
ResponderEliminarVa para ti:
Plegaria
Aquellos meses
mamá estaba triste.
-Recuerdo que lloraba,
que rodaba el otoño
y que lloraba-
Apartada junto al viejo balcón
-aquel balcón con flores
y tercas golondrinas-,
releía las cartas
que llegaban de América,
siempre con el mismo final:
te quiero,
Tuyo, Luis.
Yo era muy chica.
y en mi cuarto
con la cara pegada al cristal
cerraba los ojos
y en silencio muy fuerte
la pedía a mi Dios
-ese Dios que yo había inventado-:
Que no llore mi madre, por favor...
Era una plegaria muy pequeña
y ella nunca supo que existía.
con un abrazo muy fuerte, Mirell
Gracias, Soco, por el regalo de tu poema. Tus versos son siempre tan suaves, enalteciendo emociones y vivencias cotidianas.
EliminarMirá la sincronicidad: vos escribiste el poema en junio de 2010 y yo este relato en agosto del mismo año...
Un gusto intercambiar textos con vos.
Abrazos del sur.
Tu niña interior te ha dictado las palabras para lograr una plegaria tan dulce, tiene la inocencia de una voz infantil y la grandeza de lo sublime.
ResponderEliminarMuy bella plegaria.
mariarosa
Cada tanto es necesario rescatar esa voz a la que le damos poco espacio, que nos pide más espontaneidad, menos elucubración.
EliminarGracias por el comentario tan positivo.
Besos, Mariarosa.
Qué ternura, Mirella, es conmovedora. Un fuerte abrazo, compañera.
ResponderEliminarAlfredo, muy agradecida por la lectura y por la emoción que te produjo.
EliminarUn abrazo desde el sur.
Muy bueno, Mirella.
ResponderEliminarDramático, las sensaciones golpean (para bien) al lector; creo que el hecho de que el personaje sea una niña pequeña aumenta aquellas. La aparición de la frase "como antes de que se fuera papá", todo un hallazgo: a partir de allí, el texto asciende, hacia el lector, en una catarata de elucubraciones personales que nos hacen trabajar la mente intentando discernir qué pasó entre los padres de pequeña protagonista.
¡Saludos!
Hay que dar la información con cuentagotas, Juanito, así al lector pone de sí y saca sus propias conclusiones.
EliminarAntes escribía cuentos más largos, pero ahora ya me salen "formato blog", entonces hay que ir a lo más sustancioso.
Gracias, siempre, y muchos saludos.
Sencillito, como todo lo que realiza un niño, pero, no digas que los pendejitos no te dejan pensando con esas cosas que dicen o hacen. Hasta te dejan con la boca abierta con las salidas que tienen. Lo mismo que provoca tu relato.
ResponderEliminarSaludos.
Los chicos ya vienen con una rapidez y sabiduría incorporadas que asombran.
EliminarEsta pibita suena más inocente, como de unas generaciones anteriores.
Lo que me asombra y agradezco muchísimo, es que vos y Juanito lean puntualmente todo lo que escribo, tan distinto de lo de ustedes. En verdad lo valoro.
Saludos, Raúl.
Cuando el miedo se instala, la oracion nos ayuda o por lo menos nos distrae.
ResponderEliminarBesos
Para quien tiene fe es un apoyo, un escudo que siente que lo puede proteger y eso, inconscientemente, ayuda.
EliminarMuchas gracias por la visita.
Besos.
El vacío no existe ni es nada.
ResponderEliminarCasi todos se aferran y ensañan con las cosas negativas que se han hecho en nombre de Dios. No les interesa saber las muchas más obras buenas, porque se sentirían avergonzados sabiéndose poco o nada hospitalarios (en comparación).
La vida es una condena a muerte sin sentido. Sólo nuestro instinto permite que siga la cadena de lo absurdo.
¿Qué es más racional e inteligente?
La ilusión empuja a los niños a no ser tan animales.
Gracias por la visita, toda opinión es bien recibida.
EliminarSaludos.
En la inocencia y en la fé se construyen los sueños...
ResponderEliminarLuego ya, la vida nos va dictando a cada uno nuestras propias creencias.
Un tierno relato.
Un beso, bella dama.
La sociedad, el mundo familiar y el íntimo de cada uno, son los que van esculpiendo las creencias, la falta de ellas o su modificación, a raíz de las experiencias que se viven.
EliminarGracias, linda Zarza, por dejar comentarios en todas las entradas.
Hoy dijiste: veamos que nos cuentan los pájaros, espero que te hayan gustado sus historias.
Abrazote.
Está genial...muy chula..un saludo desde Murcia...
ResponderEliminarGracias, Alp por la visita, bienvenido, y me alegro que te gustara el texto.
EliminarMuchos saludos desde Buenos Aires.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho lo del padre Luis y sus tres fósforos... aunque la caja, seguro, tenía más.
Toda plegaria, vaya a donde vaya, no es más que el reconocimiento de nuestra impotencia.
· Un abrazo
· CR · & · LMA ·
Lo del padre Luis es real, me pasó cuando estudiaba el catecismo y como nadie entendía el tema de la Trinidad, él, muy gráfico, hizo lo de los fósforos.
EliminarSon esos recuerdos que quedan indelebles y que después usamos a la hora de escribir.
Coincido con tu opinión sobre la plegaria, hay tanto misterio sin develar...
Gracias, Bolo, otro abrazo.
Un relato que estalla ante mis ojos como una gran realidad. Quienes pagan los desmanes de los padres acaban siendo los hijos, aunque no lo parezca son heridas que quedan abiertas para toda la vida...
ResponderEliminarHe pasado una tarde muy agradable, gracias.
Mil gracias, José, por haber leído tantas entradas juntas y me alegro que mis palabras hayan volado hasta tu tierra y pasaras una tarde agradable.
EliminarUn abrazo.
Muy bueno lo del padre Luis y los fósforos, pero si se nos quema menudo disgusto. Esas plagarías están muy bien, y yo creo que todo el mundo cree en algo, y todos dentro de nuestras creencias debemos tener esa fe que nos vende la iglesia, u otra distinta, pero siempre es bueno encomendarse a algo o a alguien. Cuando somos pequeños queremos ser el reflejo de muchas cosas, y la vida familiar y por supuesto los padres, son lo que juegan la baza más importante, aunque luego cuando maduramos cada una tiene una leche, y algunos desde luego muy mala. Te voy a contar una anécdota: En mi casa nunca hemos sido de creencias religiosas, ni de rezar a santos ni nada por el estilo. Mi abuelo era un ateo total, y cinco minutos antes de morir, y esto lo presencié yo porque estaba a los pies de su cama: Exclamó: "Dios mio que me pasa". Siempre me acordaré de aquellas palabras.
ResponderEliminarBesos y abrazos Mirella.
Rafa, lo que ocurre es que siempre tenemos a Dios en la boca, como una interjección, porque lo hemos aprendido de chicos o de tanto oírlo a otros. El ¡Dios mío! lo decimos tanto para expresar un susto como ante una alegría.
EliminarLo que no quita que en los últimos momentos de vida necesitemos aferrarnos a algo sobrenatural para sentirnos acompañados en el trance.
Gracias, amigo, por compartir tu anécdota.
Un fuerte abrazo.
Los niños piden las cosas con sencillez y serenidad. Seguro que much@s hemos tenido un padre Luis que nos explicó y no entendimos.
ResponderEliminarAbrazos Mirella
Cuando uno es chico tiene mucha más confianza y cree que las cosas que pide le serán concedidas, sobre todo si son importantes y producen pena.
EliminarGracias, linda, abrazos.
Con la inocencia de un niño, y la fe de un creyente, todo parece tan sencillo, no?! Un relato conmovedor, amiga. También, como a muchos por aquí arriba, me gustó la imagen de los tres fósforos! Abbraccio e complimenti!
ResponderEliminarGracias, Patzy, la veo más como una niña de otra época, hoy en día, en muchos casos, los chicos está más despabilados que los grandes.
EliminarUn forte abbraccio, cara.