martes, 29 de enero de 2013

Miércoles temático

        


Algunas de las chicas de otros blogs han tomado iniciativas coloridas: los lunes azul, los martes invitan a tomar el té. Voy a "apropiarme" de los miércoles y lanzo este "Miércoles Rojo". 
Un lector asiduo calificó mi blog de "exuberante" y otro, más nuevo, le dio la razón.
No los voy a defraudar, arranquemos con:

Miércoles de pasión

"La pasión se convierte en una fuerza cuando halla salida en el trabajo de nuestro brazo, la habilidad de nuestra mano o la actividad creadora de nuestro espíritu."

George Eliot


La pasión entendida como la energía vital, el motor que nos impulsa a buscar, a concretar nuestros deseos, a vibrar en la llama que nos enciende.
Hay pasiones que permanecen inalterables, en su esencia, a lo largo de los años. Algunas desaparecen y surgen otras. Las hay más pequeñas, como estallidos de luz que iluminan y dan vida a lo cotidiano...

 
¿Cuál es la pasión que nos motiva; ha ido cambiando con el tiempo, la pudimos mantener encendida? ¿Nos hace sentir bien conectarnos con esa llama?

Los que tengan ganas opinen; los que no, pueden usarlo como reflexión. 
Doy el puntapié inicial.

En este momento lo que agita ese fuego sacrosanto en mí es este blog: concebir narraciones, preparar un post, compartirlo, comunicarme con ustedes.
Pero lo que me movió siempre fue el amor, no exclusivamente hacia un hombre, sino por todo lo vivo, por lo que crece y por lo que declina; por las palabras amorosas que puedo decir a otro ser humano y que muchas veces callo por pudor, por miedo a la incomprensión, al malentendido, a exponer mi vulnerabilidad.
Entonces agrupo todas esas palabras y las convierto en historias, no siempre felices, porque el mundo es un lugar hostil, pero con la convicción de que si no me expreso, todo lo que acumulo se vuelve estéril y se me pudre adentro...

Un abrazo para todos.




"Las pasiones son los viajes del corazón"

Paul Morand



"Las pasiones son los vientos que inflan las velas
del navío. Algunas veces le hacen hundirse, 
pero sin ellas no podría navegar."

Voltaire

lunes, 28 de enero de 2013

La recolectora de piedras





 El volcán escupió —igual que un resto de comida atorada entre los dientes— un trozo de roca, como si le hubiera molestado. La despidió, en medio de explosiones de ira y fuego. La piedra describió un vastísimo arco. Inmutable, aterrizó en un campo arrasado por la lava. Allí quedó, incrustada en la tierra.

Yo la encontré mientras constataba cómo —por entre la lava seca y los restos de cenizas— comenzaba a crecer la hierba. La guardé en mi bolsillo para, cada tanto, tocar las anfractuosidades de su piel antigua.

Al llegar a casa la puse en un estante de la biblioteca, al lado de la otra, pálida como un pecho lunar o una puntilla que bordara el océano: el obsequio de una playa del pasado.

El contraste no podía ser mayor.

Una era un coral labrado por los cinceles del agua. La otra, un producto del vientre de Hades. El maléfico, en un ataque de cólera, se había desgarrado a sí mismo, seccionando ese fragmento candente, que, ahora frío, era una cosa amorfa, negruzca, con una superficie irregular, nada atractiva.

Extraña combinación la de esas dos piedras, cercanas y lejanas, hijas del agua y del fuego. Sé que se comprendían.

Yo amaba a la blanca por su belleza y por el recuerdo, de la que era un símbolo. Con la oscura, aunque —inexplicablemente— la acariciara todas las mañanas y la piedra me devolvía el saludo con un leve latido, tardé un poco más.

Con el tiempo me pareció que sus rugosidades se sutilizaron, empezó a despedir calor y no necesité cortar leña ni usar estufa en los despiadados inviernos de la Patagonia.

La blanca en los veranos emana una brisa fresca.

Trae el olor del mar. 

 ©  Mirella S.   — 2016 —


Los que leyeron "Un regalo del mar", recordarán la historia del coral blanco; y para los que no, pueden leerlo también. De todos modos las historias son independientes.




   

Recomendación



En mis incursiones por la red, debido a mi empedernida curiosidad, fui encontrando muchos blogs interesantes y hoy les quiero presentar uno que me impactó y que me parece no se lo encuentra fácilmente en los circuitos que todos solemos recorrer...
Tengo la impresión de que a unos cuantos les va a copar leer sus poemas y sus textos, con una prosa rica y con profundidad de contenido. Acá hay un escritor con todas las letras.
Como no tengo experiencia en esto de las presentaciones, adjunto algunas de las frases que me escribió Gavrí, cuando le pedí su autorización para hacer conocer su blog a través del mio.


Gavrí Akhenazi

"...La mía, como no me canso de explicar, es una literatura específicamente testimonial y solamente hablo de las cosas que vivo (de por sí parecen por sí mismas novelas), así que les queda joya ese formato y de paso aprovecho para que los ocasionales lectores se acerquen a otras problemáticas reales que no se ven generalmente más que en las manipuladas noticias de la tv.
 
Creo que uno no puede pasar de arriba por la vida. Tiene que dejar testimonio de su paso y en este caso, trato de hablar —a las personas que me leen—  de los otros mundos que también quedan en este."



http://lamaldadaparente.blogspot.com.ar/





viernes, 18 de enero de 2013

Eros



 Las bocas son las sábanas
que cubren y descubren,
que tapan y destapan;
los cuerpos son esta única noche
que morirá en el día.
Sombras y luces los modelan
y se acurrucan en ellas,
como dos exiliados
que buscan la patria de la piel
y aún no la encuentran.
La búsqueda es mejor que la llegada,
dice él, y se demoran en el camino
de humedades y caricias;
trincheras de manos que van cayendo,
ella se resiste, ríe: es el juego,
la incitación para el avance.
Y así se pierden
en el bosque de vientres, brazos, piernas,
que se trenzan en la urgencia,
pero también en la pausa trepidante;
ombligo contra ombligo
susurran palabras indecorosas.
Hasta que venga el caballo,
las crines de plata sacudidas por el viento,
y galope en sus cuerpos,
los permita subirse a su lomo
para correr juntos por la ribera del deseo.

©  Mirella S.   — 2011 —









domingo, 13 de enero de 2013

Extrañezas de los hogares






Debo reconocer que no me resulta fácil convivir con este hombrecito que se asoma diariamente por la ventana de mi cocina. Es una situación bastante anómala y molesta además, porque en mi casa me gusta andar en camisón y sin nada en verano. 
Hasta podría tolerar ver la cara intrusa detrás del vidrio, hasta podría ignorarlo —o decidirme a poner unas cortinas—  y seguir con lo que estoy haciendo, sin embargo, lo que más me exaspera es que se le vea sólo la cabeza, con esa mata de pelo carbón y esos bigotazos de utilería. Pobrecito, en realidad parece la caricatura de una cabeza.
Trato de no acercarme a la ventana cuando él se asoma. Le doy la espalda y me preparo un té. De vez en cuando no puedo con mi genio, giro con un movimiento brusco y le pesco un parpadeo agitado y un leve temblor en la punta de los mostachos.
Se queda poco tiempo, en cuanto salgo de la cocina y voy a otra habitación, se va. No tiene horarios, sus apariciones son caóticas y eso me irrita porque nunca sé cuándo lo voy a encontrar. 

Cada casa tiene sus rarezas y hay que soportarlas. Me acuerdo de un edificio de categoría, de cinco pisos, que tenía un árbol, un hermoso jacarandá, dentro del hall de entrada. La ocurrencia que tuvo el arquitecto para no sacarlo, fue adaptar la construcción de modo que el árbol creciera libremente en su lugar, así que el tronco pasaba a través de los balcones, en huecos especiales, que iban agrandando a medida que el árbol se robustecía. Los balcones tuvieron que ser muy amplios, lo que les quitó unos buenos metros a los departamentos del frente. 
En la época en que el árbol florece el espectáculo era admirable, con todo ese despilfarro de tonos violeta pálido. Claro, siempre hay que pagar un precio: los vidrios de los ventanales estaban rayados por las ramas sacudidas por el viento fuerte proveniente del río. A los del tercer piso (que era donde el jacarandá se ponía más frondoso) no les quedó otro recurso que sacar los vidrios que impedían su crecimiento, de modo que se apretujaron en las habitaciones de la parte de atrás, mientras el árbol desplegaba sus ramas en el living y en el comedor. Además, hacia el mes de noviembre, sobreviene la nevada lilácea de las flores, que caen y forman montañitas en los balcones, con el trabajo extra de barrerlas varias veces por día.

Sin embargo, a mi juicio, los que la pasan peor son los que cohabitan con los fantasmas de anteriores propietarios, que se empecinan en no abandonar el antiguo hogar. No hay que decir con ligereza que todos son crueles y vengativos. Para saber a qué atenerse con ellos, es recomendable conocer la historia del difunto. Si su deceso fue reciente, las informaciones más jugosas se pueden obtener a través del portero o de una vecina anciana y sola, que son los que suelen conocer al dedillo los movimientos de los moradores del edificio. Con esos datos a veces se logran pactos de no agresión. O si el espectrito es inofensivo, hasta se consigue integrarlo al grupo familiar. Ahora, si el deceso ocurrió en tiempos remotos y hay un fantasma recalcitrante en irse del lugar —y encima es malévolo—, esa familia no tiene más alternativa que recurrir a una médium para sacarlo del limbo en el que está atascado y devolverlo al espíritu del universo.

Dentro de todo soy bastante afortunada con lo que me tocó en suerte. El hombrecito no interviene en mi vida, no ensucia, no se toma revancha si lo asusto. Tan sólo aparece en la ventana de mi cocina cuando sabe que estoy ahí. Nunca en el baño o en el dormitorio, lo que sería mucho más incómodo y violatorio. No quiero volver a mudarme porque una no sabe qué le va a deparar la nueva casa. Por ahora procuro acostumbrarme a la presencia de su cabezota ovoidal. No me pregunto de dónde viene, no puedo preguntarme eso. 
Vivo en un piso 20.

©  Mirella S.   — 2013 —

"Ventanas en la noche" de Edward Hopper





Yo debo ser un loco; 
en todo caso si estoy cuerdo, 
los demás no deberían 
tampoco andar sueltos.

George Bernard Shaw